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español
Humberto González Ortiz habla sobre la arquitectura del merchandising, en especial de la obra de Santiago Calatrava en Londres y de la urgente necesidad de consolidar una arquitectura alternativa que tenga que ver con la responsabilidad social.
GONZÁLEZ ORTIZ, Humberto. Reflexiones rápidas sobre la inutilidad de la propuesta de Calatrava en Reino Unido. Minha Cidade, São Paulo, ano 17, n. 204.04, Vitruvius, jul. 2017 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/minhacidade/17.204/6607>.
Considero que aparte de la Gran Ciudad (la “Gran Escala” la llaman algunos) del merchandising necesitamos con urgencia consolidar una arquitectura alternativa, que tenga que ver con la responsabilidad social, con la ecología, con la reutilización de materiales, con el buen uso de los recursos energéticos y que llevamos ya décadas reclamándola para que llegue a todos los habitantes del planeta y no solo a aquellas de capitales económicas que pueden seguir “dándose caprichos” y pagar caras arquitecturas ajenas a la realidad que se reclama diariamente en las caóticas calles de las ciudades del 3er mundo, una arquitectura que se requiere con urgencia en los gethos de inmigrantes de las ciudades de los países desarrollados, donde los nómadas habitantes “de segunda”, habitan espacios insalubres, con hacinamientos enfermizos, lo que les obliga a apropiarse de plazas y calles para aliviar esta “in-habitabilidad” en la que transcurre la vida de las mayorías empobrecidas del planeta y que, últimamente, están utilizando la excusa de la “gentrificación” como excusa para seguir con la deshumanización de nuestras ciudades a favor del capital que, itinerante, va buscando sitios donde rentabilizarse y multiplicarse a costa incluso, de nuestro derecho a la ciudad.
Esta es la visión general de la cual parto para dar mi opinión acerca del nuevo proyecto de Santiago Calatrava en la península de Greenwich y que tendrá un coste astronómico de libras eso sí, tendrá estaciones de bus y metro, teatros, cines, centros comerciales… Todo ello en un área de 1,4 millones de pies cuadrados. Con tres torres que se elevarán por encima “del bien y del mal” y conectarán entre sí oficinas, apartamentos, hoteles y estarán sobre el Támesis y permitirá elevar “adecuadamente” nuestro estatus de individuos “guays” dueños de este mundo neoliberal y deshumanizado que permite anunciar, a bombo y platillo, proyectos como el de Calatrava que no atienden a la necesidad urgente de una habitabilidad que nos permita “a todos”, gozar de los beneficios del buen urbanismo y la buena arquitectura.
Esta simbología de ciudades del futuro con costes astronómicos no aportan nada y solo apoyan esta especie de merchandising que construye metros y metros cuadrados de arquitectura cuando menos, “indiferente” ante la realidad actual. Y que sinceramente, pensábamos extinguida después de padecer estos últimos 9 años de crisis inmobiliaria y arquitectónica a nivel planetario, pero no, volvemos a la senda de la estupidización de la arquitectura actual.
¿Por qué hablo Arquitectura insolidaria?…
Para entender mis hipótesis acerca de la actual necesidad arquitectónica, parto de dos premisas primordiales:
a) Actualmente se continúan construyendo metros y metros de arquitectura rentable bajo una piel que “vaya” con el estilo de la temporada, utilizando los medios técnicos adecuados para que aparente modernidad, high tech y de brillo a la mediocridad creativa, lo cual nos conduce a una especie de “dislexia” entre lo netamente construido y su envolvente formal el cual debe representar al capital que la paga y la expone respondiendo a cánones “de clase” pretendidos tanto por empresas, políticos, capitales y claro, elites que pretenden mantener su estatus de clase… Viviendo en apartamentos “diseñados” por Calatrava.
b) Pero seríamos imprudentes si no reconociésemos que la realidad planetaria es inevitablemente “la pobreza”. Condición que no ha sido superada sino más bien, por el contrario, sigue agudizándose en el tiempo presente.
Los grandes despachos de arquitectura durante muchos años dedicaron la mayor parte de su esfuerzo en resolver los problemas “formales” de las minorías y llenaron de pequeñas escultoras o tótems todas (o casi) las capitales del mundo, donde seguimos viendo a hordas de turistas fotografiando edificios “bonitos y modernos” que promueven la economía de las transnacionales compañías que los utilizan como cebo para atraer y engullir comparadores a mansalva tanto en las calles de Barcelona, Nueva York, Montevideo, Panamá o Ciudad de México. Y continuamos aferrados en publicar y publicitar estos edificios modernísimos que, en ningún caso, han ayudado a consolidar una ciudad sostenible y con proyección real de futuro, más bien al contrario, seguimos idealizando las ciudades a partir “de los objetos” y no “de las personas” que los viven, los habitan, los pagan y muchas veces… ¡Los padecen!
Y considero que la supuesta espectacularidad que le quieren dar a la última obra del imputado Calatrava, es un buen ejemplo de ello.
Por desgracia nuestra cultura arquitectónica continúa repleta de “clichés”, de enromes anecdotarios fotográficos que se encuadernan en lujosas ediciones “especiales” según la ciudad, el nombre del arquitecto y la “tendencia” del momento. Pero eso sí, con unos costes elevadísimos y sin casi ninguna propuesta de cómo será la ciudad del futuro esa, en la que más de 75% del mundo quiere vivir ¡Pero a la que no sabemos cómo vamos a planificarla para dotarla de los mínimos servicios de luz, agua, vivienda, escuelas, transporte etc!
Muchos de estos mega-proyectos son simplemente objetos mercantilizados que sirven no, para resolver problemas de habitabilidad humana, sino más bien, para ayudar a corporaciones internacionales a “revalorizar” zonas deprimidas (y no tanto) de nuestras ciudades para especular con los precios de las viviendas, apartamentos o edificios con el consecuente empobrecimiento de los pobladores que deben, nuevamente, emigrar a las periferias de las ciudades capitalistas modernas con todo lo que ello implica para nuestro inmediato futuro medioambiental.
Los arquitectos “de moda”, que creíamos eran ya cosa del pasado ya que nos condujeron literalmente “al desastre” de nuestra profesión, vemos con estupor y cierto enfado, que quieren seguir siendo quienes proyecten, diseñen y construyen la arquitectura “actual” (que no moderna, ¡cuidado!) y siguen rondando no más de una docena de personajes que van imprimiendo sus “sellos estilistas” en las mejores capitales del mundo, o en aquellas que quieren “parecer” primermundistas” y gastan lo que no tienen para que venga Foster y les haga un aeropuertototote, por ejemplo.
Nos será fácil imaginar entonces las modernas reuniones de alcaldes, empresarios y coporaciones en Davos, por ejemplo hablando de sus ciudades y haciendo “intercambios de cromos”... ¡como cuando éramos niños!:
– Yo tengo un Gehry... – Yo un Foster... – Tengo en marcha un Herzog y De Meuron que quedará monísimo...
– Sí, pero “nuestro” Gughenheim solo nos costó veinte mil millones de las antiguas pesetas… ¡Y que conste que no fue un fichaje del Athletic de Bilbao!
En este merchandising en que continúa inmersa la cultura arquitectura actual, no debería extrañarnos que, con obras en Dubai, China o Rusia los estudios “guays” de arquitectura que apuesten claramente “por la salvaje modernidad capitalista” empiecen a cotizar en la bolsa de valores de Nueva York:
– Las acciones de Foster Coporation han subido dos puntos.
– Las de Rem Koolhas punto y medio.
– Se rumorea que con el nuevo edificio de Frank Gehry en Barcelona, sus acciones han subido casi cuatro puntos.
– Pero creo que invertiré los diez millones de euros que “le sobran” a mi Ayuntamiento en Calatrava Company está en alza y con ese proyectazo que se está lanzando en Londres asegurará “nuestras” inversiones públicas.
Si con la construcción de los edificios los arquitectos contribuimos a crear (y recrear) la memoria colectiva de las sociedades y, si recordar el mal es la mejor manera de evitar su repetición, entonces aprovecho la ocasión para retomar la crítica constructiva a la arquitectura de hoy, que parece no haber entendido nada y se aferra neciamente a seguir buscando paraísos económicos y paisajes naturales los cuales destruir, enajenar y vincular a una economía decadente que sigue aferrada a dar bandazos de ciego en lugar de entonar el “mea culpa” y dar un giro a su visión capitalista de construir y propagar la arquitectura modernizada (que no moderna) de nuestros días.
Vuelvo nuevamente (neciamente me gusta decir) a poner sobre la mesa mis reticencias sobre la “frivolidad” y el “snobismo” con el que se siguen manejando los grandes despachos de arquitectura y sus leguleyos políticos que, buscan el crecimiento de “nuestras ciudades” (que no suyas) con la especulación, la masificación del turismo, la gentrificación y la expulsión de nosotros ciudadanos de a pie a extrarradios cada vez, más kilómetros y lejanos.
Lanzó mi firme reproche a ese afán de protagonismo que tiene el minoritario mercado arquitectónico que publica en las revistas “para arquitectos” sus grandes tótems de lo absurdo con el solo empeño de destacar “su” nombre (junto a alcaldes y corporaciones) en el marketing global de la arquitectura insolidaria que se continúa practicando actualmente.
Y por ello, os invito a ser críticos con proyectos como este nuevo y “calatraviano” (¿me permiten la palabrita?) que harán en Londres repleto de contradicciones y con espacios urbano-arquitectónicos “caros” y “no sostenibles”, para dedicarnos “necia y afanosamente” en contribuir a la normalización y la equidad entre el norte rico y este sur cada vez más empobrecido que se llena de muros, fronteras, vallas, y millones de habitantes que nómadas vagan por el mundo sin revistas “guays”, sin casas elegantes, sin agua corriente, sin escuelas, hospitales y noches de reyes magos.
Actualmente solo hay dos temas, o la arquitectura “espectacular” y mediática del merchandising de la hegemonía económica capitalista, o la arquitectura que se “compromete” con el problema de la pobreza extrema, y que pone el hombro para que los próximos proyectos que “magnifiquemos” sean aquellos que también, incluyan a los ciudadanos y olvidemos definitivamente la "Disneylandización" del mundo...
Pero como siempre, esta solo es la opinión de quien escribe.
sobre el autor
Humberto González Ortiz es especialista en la obra del Arquitecto mexicano Carlos González Lobo y la Arquitectura Moderna Latinoamericana. Arquitecto por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (1993-Graduado con mención honorífica). Doctor en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña. Tesis Doctoral: Carlos González Lobo... Caminos hacia lo alternativo dentro del ámbito conceptual, proyectual y contextual de la arquitectura” (2002 – sobresaliente). Investigador independiente desde el año 2002.