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drops ISSN 2175-6716

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Simon Fique Morales faz uma crítica ao projeto da Cidade da Cultura, em Santiago de Compostela, Espanha, no que diz respeito a sua escala, econômica, política e física, em comparação ao contexto no qual está inserida.

español
Simon Fique Morales hace una crítica al proyecto de la Ciudad de la Cultura de Galicia, en Santiago de Compostela, España, refiriéndose a su escala, física, económica y política, en comparación al contexto en el cual se inserta.

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FIQUE, Simón. Ciudad de la Cultura: arquitectura y viabilidad. Drops, São Paulo, año 13, n. 069.01, Vitruvius, jun. 2013 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/drops/13.069/4761/es_ES>.


Ciudad de la Cultura, vista desde el acceso
Foto Simón Fique


Capital de la región autonómica de Galicia, al noroeste de España, Santiago de Compostela ha sido un lugar de peregrinación por siglos. En el año 2000, el gobierno gallego aprobó un megaproyecto para la construcción de una Ciudad de la Cultura, diseñado y coordinado por la oficina de Peter Eisenman. La obra se inició en 2001, en medio de una gran controversia por los enormes costos que generó a la modesta economía gallega. Los críticos dicen que el proyecto carece de un propósito definido y tiene una escala exagerada. Solo podemos preguntarnos, frente a un ejemplo tan significativo de crecimiento sensato como el del centro histórico de Santiago, el porqué de la construcción de un complejo que se opone a todos los valores que este representa.

* * *

Es evidente la falta de consideración en cuanto a la escala del proyecto: se busca crear un nuevo centro, un nuevo foco de atención, construido todo de una sola vez y con un tamaño similar o mayor al del centro  histórico de la ciudad. 650.000 m2 distribuidos en 6 edificios que buscan la proyección de Galicia como una  región del siglo XXI, “Porque, si en el Medievo fue el Pórtico (1) y en la edad moderna la fachada de la Catedral,  «había que facer algo para este tempo» con el objetivo de seguir atrayendo visitantes a Galicia”(2) según Manuel Fraga, ex presidente de la Xunta de Galicia, organo que promovió y aprobó el proyecto. Roberto Varela, actual Comisionado de Cultura de la Xunta, añade que la ciudad de la cultura se puede comparar a proyectos emblemáticos y también controvertidos, pero que han tenido un impacto positivo en sus contextos, como el Museo Guggenheim de Bilbao, la Opera de Sydney o el Lincoln Center de Nueva York. Sin embargo, lo que Fraga y Varela no tienen en cuenta es que la Ciudad de la Cultura se ubica fuera del centro urbano de Santiago (siendo solo accesible a través de una autopista regional), por lo que difícilmente servirá de revitalizador urbano en una ciudad ya vital de por sí, como si lo han sido los proyectos mencionados. Tal vez de igual, o incluso mayor importancia, es el hecho de que el conjunto se concibe como una gran forma monumental (monumentalidad que consigue a toda costa, sin pensar en los medios) casi sin pensar en su contenido, en contradicción con el centro santiaguino. Los impulsores no pensaron que “desde la idea hasta el plan hay que recorrer un camino largo y complicado, pero el trayecto entre el plan y su ejecución no es menos complejo, y la mejor forma de abordarlo con garantías es el ejercicio del consenso y el diálogo entre la administración y los ciudadanos.”(3), consideraciones bajo las cuales se llevó a cabo el proceso de quince años durante el cual se reformó y restauró el conjunto histórico de Compostela. Según Rosina Gómez-Baeza, directora de una equivalente, aunque menor, ciudad de la cultura en Asturias, refiriéndose al complejo sobre el monte Gaiás, “la arquitectura debería responder a los contenidos. Ese es el ideal, la realidad es otra.”(4)

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La Ciudad de la Cultura de Galicia es el ejemplo perfecto de lo que para Christopher Alexander supone el ‘crecimiento a grandes dosis’, en el que “el medio ambiente se construye masivamente. Se crean edificios ‘perfectos’ y aislados que se construyen y se abandonan a su suerte.”4. Esto se contrapone a su idea de orden orgánico donde “la planificación y la construcción deben ser guiadas a través de un proceso que permita al todo emerger gradualmente a partir de actos localizados. La comunidad elige su propio orden, no a través de un mapa, sino de un lenguaje común” en el marco de “un organismo vivo (que) debe constantemente remodelarse a sí mismo para sobrevivir, manteniendo así su cualidad de ser un todo equilibrado”, que presta atención a los “ínfimos detalles.”. Es un crecimiento que “depende de una visión dinámica y continua del medio ambiente”(5). No es el caso de la Ciudad de la Cultura, que, aunque en su concepto arquitectónico (teórico y lejos de la realidad de la vivencia del proyecto) quiera mimetizarse formalmente con la topografía circundante, se impone como una redefinición forzosa del monte Gaías. Es cierto, es un proyecto que se hace notar físicamente, pero difícilmente esta presencia lo ayudará en su misión de atraer la gigantesca actividad cultural que necesitaría para llenar sus cientos de miles de metros de vida, sobre todo considerando que se hace en una ciudad con solo 100.000 habitantes y en una comunidad que, en toda su superficie, no reúne más de tres millones y medio, dispersos por toda la superficie. Una presencia que de por si niega la enseñanza de Santiago de Compostela, ejemplo por excelencia del desarrollo orgánico de Alexander.

* * *

 “Lo importante no es cómo se ve un edificio desde el aire. Es cómo se vive en la escala humana” dice Jan Gehl, artífice de la Copenhague de hoy en día, donde más del 37% de la población utiliza la bicicleta como medio de transporte principal.(6) Las cubiertas inclinadas de la Ciudad de la Cultura se muestran imponentes, y sin duda, lo son. Sus fachadas llaman la atención con un intrincado juego geométrico de tramas, al parecer azarosas pero con una justificación, al menos en el plano de la teoría y el concepto: toda la trama inscrita en el proyecto responde a una recreación de la trama medieval de la ciudad de Compostela, a una superposición de grillas que transmiten el mensaje ‘encriptado’ del proyecto y lo aferran a su sitio. Sin embargo, ¿qué tiene esto que ver con la vivencia del proyecto de la que habla Gehl? ¿Realmente el usuario común siente, vive y entiende estas ideas al recorrer algunas de las cinco calles monumentales del complejo (en alusión a las cinco calles principales del centro histórico de Santiago)? Y, ¿a qué precio? ‘Gestos’ estéticos como la inclinación de 60° en las cubiertas más inclinadas del complejo, el carácter único de cada de la gran mayoría de las piezas que lo componen (una pieza única de vidrio en el proyecto puede llegar a costar 1000 euros), haciendo imposible la prefabricación masiva y la eficiencia constructiva, o los inmensos vacíos que hay entre cubierta y cielo raso, que nunca se volverán a acceder y cuestan millones, hacen pensar que ese precio es el de la insostenibilidad. La Ciudad de la Cultura de Galicia contaba con un presupuesto inicial de 100 millones de euros, que, en medio de polémicas, ha llegado a los 500 millones, equivalente a más del 7% del presupuesto del año 2012 para toda la Comunidad Autónoma de Galicia8 (o cuatro veces el presupuesto de la ciudad de Santiago) (7) y que hace pensar seriamente en la viabilidad y razón de ser de un proyecto de tal magnitud que, además de construirse a costa de los tributos de todos los gallegos, acarreará unos enormes costos de mantenimiento que solo se calcularán con precisión cuando el conjunto este completo.(8)

* * *

Mucho se ha hablado a lo largo de la historia de la arquitectura y de las ciudades sobre la belleza de la ruina y la construcción antigua y su valor histórico y estético. Por esto las conservamos y visitamos: constituyen el vestigio, muchas veces viviente y en uso, de un pasado que, con el paso del tiempo, se ha valorizado y cargado de simbolismo. La Catedral de Santiago de Compostela es un ejemplo arquetípico en este sentido y apropiaciones por parte del público, como la huella que dejan los peregrinos del camino de Santiago cada vez que llegan a destino, son ejemplos de ese valor agregado dado por el tiempo. Las ruinas son espacios emotivos y de añoranza, de recogimiento o asombro. Sin embargo, el paso del tiempo sobre una edificación no tiene siempre el mismo efecto y su impacto espacial tampoco: en el caso de la Ciudad de la Cultura, apenas unos años después de terminados los primeros edificios, se empieza a notar este paso de maneras indeseadas: deterioro, falta de mantenimiento y olvido en los espacios abiertos parecen ironías que aparecen en las narices de la construcción que todavía se lleva a cabo del edificio más grande y complejo del conjunto. El espacio aquí es alienante, desorienta, es tan inmenso que es imposible comprenderlo, no por su complejidad, sino porque se fuga en todas las direcciones y en el cielo gris del clima típico santiaguino.

* * *

Uno de los principales ‘estandartes’ del proyecto es la integración cultural de Galicia en un solo lugar, pues “la cultura gallega necesita de una gran biblioteca, de un gran archivo, de un lugar de encuentro de las vanguardias artísticas y de un centro de creación e investigación cuyos programas sean capaces de viajar más allá de nuestra geografía, y esto no se puede conseguir con instalaciones pequeñas y dispersas.”(9), según Roberto Varela.

Sin embargo, “La Galicia del siglo XXI cuenta con multinacionales propias y muchos genios individuales (…) Pero Galicia es también ese país donde las gasolinas se cargan con un impuesto extra, porque no hay fondos que lleguen para el Sergas, desbordado por una sociedad envejecida. Galicia es ese lugar donde sus dos grandes urbes, A Coruña y Vigo, desaguan a la brava en las rías, porque no se termina de ejecutar el elemental saneamiento. Galicia es el sitio curioso donde el aeropuerto de Alvedro no se acaba de conectar con una autopista que pasa a sólo 500 metros; o donde a nadie se le ocurre crear ni una línea de metro, cuando Valencia, Sevilla o Málaga ya están en obras; o donde levantar un segundo puente sobre la ría de Vigo parece una utopía, cuando Rande (10) ya ronda el colapso. Pero la Xunta tiene otras prioridades. El Gobierno gallego se va a gastar este año 54,9 millones de euros (casi 9.000 millones de las viejas pesetas) en la Ciudad de la Cultura, que se viene construyendo desde febrero del 2001 en las afueras de Santiago. Santiago, para satisfacción de todos gallegos, es la urbe con mejor dotación cultural de Galicia en relación a su población. Al margen de los tesoros de la Iglesia y de la Universidad, cuenta con el Auditorio del Monte del Gozo (que se usa menos de una semana al año), dispone del Auditorio de Galicia (que rara vez se llena), del Multiusos del Sar (también infrautilizado como recinto de espectáculos) y de dos teatros. La Xunta le ha costeado también a Santiago un estadio de fútbol de Primera (que ahora se ha quedado sin función) y un museo de arte vanguardista, con tibia afluencia. Por si esas infraestructuras resultasen insuficientes, todos los gallegos estamos sufragando una onerosísima Ciudad de la Cultura, que se va a ir finalmente muy por encima de los 25.000 millones de pesetas.”(11)

* * *

 

No debe pensarse en que el objetivo de este artículo es ir en contra de la construcción de grandes obras con objetivos paradigmáticos o de las ideas del arquitecto en específico. El objetivo del artículo es poner en duda (como ya se ha hecho de manera dispersa a lo largo de diez años de construcción) la viabilidad de este proyecto en específico, su necesidad y su integración en el contexto específico, tanto paisajístico como económico y social, en que se desarrolla, enfrentándolo con el casco antiguo de Santiago de Compostela y planteándolo como uno de esos proyectos en que la arquitectura y el urbanismo se pierden en las ideas y los conceptos y no logran dar una solución contundente, efectiva y afectiva a los problemas que plantea la realidad. Es un proyecto insostenible, y por lo tanto este artículo es una crítica. Y es insostenible porque su concepto, su lugar, su momento y su forma de llevarse a cabo no concuerdan entre sí, porque no existe esa armonía tan buscada por Christopher Alexander. Es solo el producto de un impulso, un capricho político casi momentáneo (que responde a la ‘burbuja’ española de finales de los noventa) en el marco de esos grandes esfuerzos por sobresalir de comunidades secundarias en materia económica y política (más no cultural, y eso es lo irónico) y que se hacen presentes también en ciudades como Barcelona, Bilbao y demás. Solo el tiempo dirá cuál es el efecto que tienen estos grandísimos proyectos en la vida de las ciudades, pero ya se empiezan a oír rumores de ‘elefantes blancos’ y grandes espacios sin vitalidad alguna. El ejemplo por excelencia es sin duda esta Ciudad de la Cultura, sin uso claro y sin vida aparente incluso antes de su conclusión. Un ejemplo de que tal vez lo que buscamos no es lo que requiere nuestro tiempo, tal vez lo monumental hoy en día no sea construir obras faraónicas, típicas de antaño, sino lo realmente magnífico sea el usar nuestros recursos de manera sabia para que el tiempo, que consolida y decanta, beneficie nuestras obras contemporáneas con la misma gracia con la que beneficia a las obras de edades antiguas. La insostenibilidad no se encuentra solo en el mal manejo de los recursos puntuales, forma parte de un espectro temporal y espacial mucho mayor en el que el planeamiento paso a paso es fundamental, y este debe tener en cuenta el contexto, no solo como una manera de ‘proyectar’, sino como una manera de entender la realidad, mucho más compleja que un proyecto de arquitectura.

Tal vez la Ciudad se termine de construir y sus inmensos espacios se llenen gradualmente de algunas actividades culturales y artísticas y de los anales de la historia del noroeste español, pero el precio pagado será muy alto en todos los sentidos y, seguramente, la ruina no será bella.

notas

NE
Articulo originalmente publicado en “Consilience: The Journal of Sustainable Development”, Vol. 8, Iss. 1 (2012), Pp. 34-49

1
En referencia al ‘Pórtico de la Gloria´, en la entrada principal de la Catedral de Santiago de Compostela.

2
“CIUDAD DE LA CULTURA Fraga defiende con calor el Gaiás y lo compara al pórtico de la Gloria” en La Voz de Galicia del 8 de Noviembre de 2007.

3
ESTÉVEZ FERNÁNDEZ, Gerardo. 2001. “Santiago de Compostela, conservación y transformación”. En Arbor CLXX, 671-672 (Noviembre-Diciembre 2001), 473-478pp.

4
“La arquitectura debería responder a los contenidos; la realidad es otra” en La Voz de Galicia del 23 de Enero de 2009.

5
Todo de: ALEXANDER, Christopher. 1978. “Urbanismo y Participación”. Barcelona. Gustavo Gili.

6
 “El Arquitecto de las personas”, historia de Marcus Hurst en la edición de febrero de Yorokobu. Consultado en http://www.yorokobu.es/el-arquitecto-de-las-personas/ el 12 de Marzo de 2012

7
“El PPdeG aprueba en solitario los presupuestos para 2012 con un total de 9.135 millones” en Galicia en el Mundo, 26 de diciembre de 2011. http://www.cronicasdelaemigracion.com/articulo/galicia/2011-12-26/ppdeg-aprueba-solitario-presupuestostotal-135-millones/15089.html, consultado el 12 de marzo de 2012.

8
Roberto Varela: «La Ciudad de la Cultura no es un elefante blanco», en La voz de Galicia del 30 de Abril de 2010. Consultado en http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2010/04/30/00031272635089566843104.htm el 12 de marzo de 2012.

9
 “Roberto Varela dice que la Ciudad de la Cultura es una inversión «imprescindible» para el conjunto de Galicia” en La Voz de Galicia del 15 de Abril de 2011. Consultado en http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/04/15/00031302865807757401915.htm el 12 de marzo de 2012.

10
Puente emblemático sobre el Rio Vigo, construido al final de la década de los 70.

11 “La Obra”, columna de opinión de La Voz de Galicia del 6 de Septiembre de 2004. Consultado en http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2004/09/06/2999940.shtml?utm_source=buscavoz&utm_medium=buscavoz el 12 de marzo de 2012.

sobre el autor

Simón Fique, estudiante de último año de arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Estudió durante un año en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Practicante en Bacco Arquitetos Associados, São Paulo, Brasil. 

Maqueta del proyecto mostrando la relación entre este y la ciudad antigua, el Compostela monumental.
Foto Simón Fique

La masa de la Ciudad de la Cultura aparece siempre en el perfil circundante a Santiago como una montaña construida por el hombre.
Foto Simón Fique

Vista de la ciudad de Santiago mostrando la comunión entre modernidad y tradición: El Centro Gallego de Arte Contemporáneo y la Catedral de la ciudad, en un mismo núcleo, integrados
Foto Simón Fique

Cubiertas en el centro de Santiago.
Foto Simón Fique

Cubiertas en la Ciudad de la Cultura: parece que son recorribles, pero su inclinación lo hace imposible
Foto Simón Fique

Monasterio de San Paio de Antealtares, Santiago
Foto Simón Fique

Fachada de la nueva Biblioteca de Galicia, en la Ciudad de la Cultura.
Foto Simón Fique

Rua da Raiña, Santiago de Compostela
Foto Simón Fique

Acceso actual al complejo, entre el edificio del Arquivo y la cafetería y el de la Biblioteca
Foto Simón Fique

Vista de la Rúa de Fonseca desde a Catedral, Santiago
Foto Simón Fique

El tiempo en la Ciudad de la Cultura, edificios terminados y edificios incompletos.
Foto Simón Fique

Ciudad de la Cultura
Foto Simón Fique

Escaleras de acceso a la Catedral de Santiago.
Foto Simón Fique

Santiago de Compostela
Foto Simón Fique

Un objetivo pretencioso: el Arquivo de Galicia ya existe en A Coruña, capital económica de la Comunidad gallega.
Foto Simón Fique

Rua do Vilar, Santiago
Foto Simón Fique

Aunque la construcción intenta rescatar las tradiciones de cantería locales, lo que logra es la falta de eficiencia y el aumento de los costos mientras de usa la piedra de una manera contradictoria a la tradicional.
Foto Simón Fique

 

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