Roberto Segre: ¿ Usted no considera que el modelo de Arcosanti, en términos arquitectónicos es un poco rígido, al intentar construir esas estructuras monumentales abovedadas, tan aisladas en medio del desierto?
Paolo Soleri: No cabe duda que en casi cuatro décadas de esfuerzo constructivo, podíamos haber alcanzado un conjunto mayor, cercano al definido en el proyecto original. No tuvimos apoyos económicos significativos para hacerlo. Arcosanti, más que una ciudad real consiste en un laboratorio social y constructivo, en el cual, jóvenes de todas las latitudes participan de una experiencia de trabajo, de conocimiento técnico, asociados a una vida en comunidad, casi monacal; como una especie de redención espiritual. El hecho de levantar estas gigantescas estructuras abovedadas, antes que desarrollar pequeños núcleos habitacionales, se debe a nuestra concepción de la ciudad compacta. Ella surge del mercado, del espacio público congregacional originario, alrededor del cual se construye el tempo y el palacio, que se convierten en íconos, en símbolos monumentales de la vida urbana. Son edificios que perduran a lo largo de los siglos, como las catedrales medievales, o los templos griegos. En este mundo materialista, en el que el shopping constituye el templo-espacio público-mercado-centro cultural, carente de toda identificación simbólica a escala urbana, es necesario recuperar los monumentos que respondan a los auténticos valores culturales del imaginario social. En el desierto, Arcosanti aparece a la distancia, como aquellos conventos que marcaban los hitos del camino a Santiago de Compostela, signos de la presencia del hombre en el entorno inhóspito, representación de la vida en comunidad.
RS: ¿ Soleri, usted no cree que su propuesta está al margen de la contemporaneidad del mundo urbano globalizado, al aislarse en medio del desierto en una pequeña comunidad?
PS: Por el contrario, estamos como nunca en contacto con el universo. Con los actuales sistemas de comunicación, la lejanía física no existe más. Aunque viva en el medio del desierto, en el polo o en la selva impenetrable, se puede perfectamente participar e incidir en lo que ocurre en el otro extremo del planeta. Además, propugnamos un modelo de asentamiento urbano compacto, denso y multifuncional, que se opone al aislamiento individual y promueve los encuentros comunitarios. Nuestras imágenes urbanas tratan de proponer no sólo una coherencia estética, contraria al desorden y la arbitrariedad de la metrópolis contemporánea, sino también una escala acorde a la existencia de un equilibrio en el sistema de relaciones humanas como también de un vínculo dialéctico con la naturaleza. Se nos critica el habernos instalado en el desierto: hoy más de la mitad de la Humanidad habita en áreas desérticas, con dificultades de abastecimiento de alimentos y especialmente de agua potable. Con la crisis que se avecina por la carencia de agua en el mundo, nuestro ejemplo de "frugalidad urbana" es un modelo que necesita el planeta, contrapuesto al derroche de recursos y de vida. Además la idea de frugalidad se asocia con el principio de igualdad y justicia, o sea, opuesto a la perjudicial opulencia y al inútil lujo ostentoso.
RS: Soleri, para terminar, ¿Cuál es su mensaje a los jóvenes, frente al encandilamiento que produce el star system de la arquitectura, y el desenfreno formal que se ha desatado en este inicio de siglo?
PS: Deseo aclarar que no estoy en contra de la invención, la creatividad y la originalidad, surgidas de la pasión, el talento, la inteligencia y la búsqueda constante de nuevas soluciones. Pero creo que la ética y la estética deben quedar indisolublemente unidas, en función de las necesidades sociales, la protección de la naturaleza y la búsqueda de un equilibrio en este mundo, cada vez más estructurado en posiciones antagónicas, en desajustes económicos, en dogmatismos sociales y religiosos. Considero que en estas cuatro décadas de enseñanza comunitaria y constructiva en Arcosanti, hemos logrado que un número considerable de arquitectos, sociólogos, trabajadores sociales, constructores y artistas, se identifiquen con nuestras ideas y las materialicen en diferentes latitudes. Cada una de sus intervenciones será un llamado a la cordura, a la justicia, a la belleza, a la redención de la ciudad y la arquitectura. Quizás un día, las miles de campanas de bronce que hemos producido, redoblen todas al mismo tiempo, anunciando, no el día del Juicio Final, sino la definitiva salvación de la especie humana.