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Leia a segunda parte do artigo de Lohania Aruca Alonso sobre o Cementerio Cristóbal Colón em Havana, Cuba. A autora traz a trajetória do cemitério desde suas origens até o dia de hoje, chamando atenção para sua importância patrimonial
ARUCA ALONSO, Lohania. El Cementerio Cristóbal Colón (II parte y final). Urbanismo habanero del siglo XIX. Minha Cidade, São Paulo, año 12, n. 139.05, Vitruvius, feb. 2012 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/minhacidade/12.139/4242>.
El sucesor del arquitecto Calixto de Loira en la dirección de las obras cementeriales, a partir del último trimestre de 1872, fue Eugenio Raynieri Sorrentino, habanero, antiguo profesor titular de la Escuela Profesional de la Isla de Cuba, que como Loira, también era graduado de Arquitecto por la Academia de San Fernando de Madrid.
En esta etapa, bajo la dirección facultativa de Raynieri se llevaron a cabo algunas de las modificaciones sugeridas por el jurado (1) que había seleccionado el proyecto de Loira: suprimir la cripta de la Capilla central; cambiar la disposición de los edificios de la administración hacia el este y el oeste (no se cambió, se mantuvieron en el norte y sur de la planta); ampliar las plazas interiores, contiguas a dichos accesos; disminuir la altura de la puerta norte, y simplificar la ornamentación de la fachada – se empotraron las columnas en el muro, originalmente eran exentas recordando el estilo barroco (2). Además, se añadió un “Estudio geotopográfico para la construcción del Cementerio Cristóbal Colón y de sus principales obras” dirigido por el Ing. Francisco Albear Fernández de Lara (3), lo que testimonia la voluntad política, prioridad y el rigor científico y artístico con que, en todo momento, fue respaldada esta obra.
El avance de las construcciones estuvo lleno de incidentes variados: conflictos entre el contratista José Vega Flores y el Obispado; el azote del huracán de 1876 a La Habana, del cual queda como memoria popular el cuadro de P. Toretti titulado El funeral del Conde de Barreto (ca. 1886; pintura de cabellete, oleo sobre tela pegada a tabla 37X68 cm.), personaje al que se le atribuyen pocas virtudes y muchas maldades (“Eres más malo que el Conde Barreto”, frase popular que trasciende al siglo XX). La anécdota refiere que durante el velorio del mentado Conde, las lluvias torrentosas sacaron al río Almendares de su cauce y el agua penetró en la sala donde se velaba de cuerpo presente al fallecido, de este modo fue lanzado al río el ataúd y el difunto. En el cuadro, el pintor representa el instante en que ya ha sido recuperado el ataúd, cerca del Torreón de la Chorrera --en la desembocadura del Almendares--, y es trasladado sobre una balsa de tablas de madera a la orilla habanera, donde lo espera un carruaje fúnebre y algunos zacatecas, que se supone conducirán los restos mortales hasta el Cementerio de Colón (4).
En 1878, se dieron por terminadas las obras del Cementerio, ante todo, debido a la urgente necesidad de clausurar el Cementerio de Espada. Se habían concluido las puertas, las cercas, la pavimentación y el arbolado de las avenidas principales. Este último hacía una de las importantes diferencias con el primer cementerio habanero (desprovisto de áreas verdes), pues, los estudios sobre el tipo de arborización requerida para este sitio en particular, realizados y publicados por el doctor Antonio Gordon Acosta, fueron muy profundos y actualizados.
La planta del cementerio sigue un diseño en forma de cinco cruces, de acuerdo con la costumbre establecida para estos casos por el papa San Gregorio (590-604). La cruz principal está formada por dos avenidas que se interceptan en el lugar donde se levanta la Capilla central. La avenida más importante corre de norte a sur (del frente al fondo, desde la Puerta de la Paz hasta la Capilla central se denomina Cristóbal Colón, está flanqueada por las zonas de monumentos de primera categoría; desde dicha Capilla hasta la puerta del sur se llama Obispo de Espada; la otra de este a oeste lleva el nombre de Fray Jacinto); ambas tienen una latitud de 21 metros, y aceras de 2 metros de ancho. Junto a estas se encuentran las zonas de monumentos de segunda y tercera categoría, en razón de la distancia que las separa de la Capilla Central.
La cruz principal divide el cementerio en cuatro partes, o cuadrantes, cuyos nombres atienden al rumbo del viento que los atraviesa: noreste; noroeste; sudeste; sudoeste. Los cuadrantes se subdividen en cuatro secciones, por dos avenidas secundarias que se cruzan en pequeñas plazas circulares, formando así las cuatro cruces que rodean a la principal. Las plazas están arborizadas, y determinan pequeños pulmones verdes que sirven para ventilar de forma regular el cementerio. Loira también añadió rotondas circulares arboladas en los cruces de calles de los campos comunes, que rodean las avenidas y zonas de segundo orden.
Es evidente que el diseño general de la planta sugiere una jerarquía urbana y también de las edificaciones que se levantan en las distintas zonas de monumentos según su categoría. Desde luego, esto influyó directamente en el precio de cada lote de terreno.
Los problemas higiénicos y los prejuicios religiosos de la época en que fue construido esta ciudad cementerial pueden apreciarse en la planta urbana: hacia el extremo noroeste existía un cuadrante dedicado a los fallecidos por epidemias, y en el extremo sudoeste se encontraba un cuadrante para el entierro de los no católicos. Con la secularización del Estado cubano a inicios del siglo XX, y en consecuencia la de sus municipios, amén de la construcción de otros cementerios próximos: el bautista y el de los chinos, el Cementerio de Colón transformó aquellos cuadrantes diferenciados, los lotificó y vendió del mismo modo que se hacía con los otros, manteniendo la jerarquización urbana y la establecida para sus edificaciones.
El Osario general quedó emplazado en el cuadrante sureste. J. Lluch (pintor catalán del siglo XIX), en su obra Osario general del Cementerio Cristóbal Colón ilustra con claridad sus principales características. Es un edificio sobrio, de planta octogonal, con pocos ornamentos que siguen el estilo ecléctico de las portadas norte y sur. Actualmente está poco cuidado y sobreexcedido en su capacidad espacial y funcional (5).
Los muros que rodean el Cementerio de Colón se proyectaron, al igual que el resto de la urbanización funeraria, teniendo en cuenta las Ordenanzas de Construcción de 1861, es decir, se introduce la transparencia de la reja de hierro, alternando ésta con un tramo de muro macizo, y repitiendo esta combinación sucesivamente por los cuatro costados. Las rejas hechas en hierro forjado terminan en punta de lanza, mientras que una urna cineraria maciza y del mismo metal a cada extremo de los tramos de muro, decorado este en sus caras externa e interna por tres grandes cruces en alto relieve.
Los edificios administrativos se encuentran junto a las puertas del norte y sur; el que estaba destinado a sala de medicina legal (hacia el noroeste, donde se realizaban antiguamente las autopsias), ha sido transformado en una Sala de Arte Funerario, donde se guardan excelentes ejemplos de esculturas, tarjas, tapas de nichos de alta calidad, etc., y se brindan conferencias a los visitantes acerca de este valioso monumento.
El significado de este sitio monumental para los habaneros y en general, para la cultura cubana es permanente; constituye un gran escenario de acontecimientos históricos, o de la realidad cotidiana de nuestra ciudad; ha sido y es usado respetuosamente por los visitantes, las peregrinaciones fúnebres y los actos de conmemoración de hechos heroicos, entre otros. El cine cubano ha tenido entre sus locaciones esta hermosa ciudad funeraria. Por citar un ejemplo: La muerte de un burócrata, un clásico dentro de nuestra filmografía contemporánea se desenvuelve principalmente en el espacio de este cementerio. Luciano Castillo, historiador y crítico de cine, señala que el famoso director estadounidense John Huston hizo una versión de hechos históricos, sucedidos en este cementerio en 1933, para el guión de su cinta Rompiendo las cadenas, teniendo como figuras protagónicas a John Garfield, Jennifer Jones y Pedro Armendariz. En Cuba se vio en 1949 con el título Mientras la ciudad duerme (6).
notas
NE
Publicación original: ARUCA ALONSO, Lohania. Urbanismo habanero del siglo XIX: el Cementerio Cristóbal Colón (II parte y final). La Habana, Cubarte, 20 nov. 2011 <www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/20617/20617.html>. Ver parte I: ARUCA ALONSO, Lohania. Cristóbal Colón y La Habana. Minha Cidade, São Paulo, 07.084, Vitruvius, jul 2007 <www.vitruvius.com.br/revistas/read/minhacidade/07.084/1922>.
1
El jurado estuvo presidido por Rafael Clavijo jefe de los ingenieros militares del Real Cuerpo de Ingenieros. Otros miembros notables fueron el ya reconocido Francisco Albear Fernández de Lara (director del Acueducto de La Habana, o de Albear; socio de mérito de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana) y Antonio Molina ingenieros militares; Ricardo Brusqueta ingeniero civil; Antonio Pereira, sacerdote que representaba al Obispado de La Habana; el hacendado Julián Zulueta, por el Ayuntamiento de La Habana y Antonio Ecay por la Junta de Cementerios de la ciudad.
2
MARTÍNEZ, Enrique. Cementerio Cristóbal Colón. Arquitectura, jul. 1955, p. 342.
3
Plano 1.553L, ANC – Archivo Nacional de Cuba. Sobre Francisco Albear Fernández de Lara, ver www.ecured.cu/index.php/Francisco_de_Albear.
4
ARUCA, Lohania. El cementerio Cristóbal Colón. The Journal of Decorative and Propaganda Arts, n. 22, 1996, p. 28 (separata en español).
ARUCA, 1996, p. 28
5
En la década del 20 del siglo pasado, se hizo una ampliación de la planta urbana en la dirección este, pero actualmente el cementerio está sobre utilizado en general, y su conservación requiere la construcción de un nuevo sitio cementerial para La Habana, que ya cuenta con más de dos millones de habitantes.
6
CASTILLO, Luciano. La aventura cubana de John Huston. Revolución y Cultura, mayo-junio de 2008, p. 76-81.
sobre la autora
Lohania Josefina Aruca Alonso (La Habana, 1940). Licenciada en Historia. Especialista en Urbanismo; MC Estudios de América Latina, el Caribe y Cuba. Profesora e Investigadora auxiliar y periodista cultural. Trabajó en la Facultad de Arquitectura del Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echevarría” (1975-1989), fue especialista cultural e historiadora del Monumento Nacional Necrópolis Cristóbal Colón (1990-1992). Es miembro de: la Cátedra de Arquitectura Vernácula "Gonzálo de Cárdenas", la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC), la Sección de Literatura Histórica y Social de la UNEAC, la Unión de Periodistas de Cuba, Jubilada desde 1996.