La parcela, situada en la zona Norte de la Alameda de Sevilla, albergó antiguas dependencias de la policía nacional. Después permaneció durante años como vacío urbano utilizado para zona deportiva y cine de verano. Ha sufrido un cambio de alineación en el lindero Este (fachada a la Alameda), hasta tomar la del caserío colindante en ese límite. Sus linderos a cuatro calles definen un prisma de alineación obligada.
El prisma toma la alineación del caserío y renuncia a superar su altura. El macizo se talla y deja solo construida la crujía de alineación a las cuatro calles, que formalizan a su vez un patio en el interior del edificio, que se cierra a tres de de esas calles y se abre en planta baja a la alineación principal Este. Allí se crea todo el sistema de accesos (peatonal, rodado, de evacuación) mediante una sucesión de rampas paralelas, unidas tangencialmente, que se dirigen hacia las cotas de planta baja y sótano, y que construyen un mundo de incertidumbres. Incertidumbres que se acentúan con el plano de vidrio que construye la fachada a la Alameda, que delimita el patio y genera un mundo de reflejos que confunde la escala. En esa zona de equívocos se invita a la reflexión sobre el funcionamiento de la estructura del edificio, con la intención precisa de no mostrarla. Una cercha de 40 metros de longitud y 6 de altura, revestida por ambas caras de la misma piedra caliza del resto de los paramentos exteriores, y unos tirantes ocultos colgados de las vigas peraltadas del forjado de cubierta salvan el gran vuelo en dos direcciones que cubre toda la zona de accesos y formalizan los dos planos de fachada a la Alameda.
Con ese sistema estructural toda la zona no construida exterior del prisma se libera de apoyos, y el patio interior queda visualmente abierto a la ciudad sin obstáculos, con la intención de abrir la comisaría a los ciudadanos y hacer transparente la institución policial. El edificio se reconoce por completo desde esa zona de accesos, sin necesidad de entrar. Pero las zonas privadas siguen siendo privadas e iluminan a través de un patio secundario o al principal sin vistas desde la calle.
Al suelo del patio principal se le da un tratamiento de jardín japonés. En dos únicos rectángulos, sustraídos de la solería flotante de la cubierta ajardinada, se plantan dos olivos y arbustos aromáticos. Esa plantación quiere hablar de que a pesar de los aparcamientos el suelo sigue siendo suelo.
La rampa peatonal y la escalera interior iluminan a través del patio y se pueden ver desde la calle, invitando al visitante y al observador exterior a un paseo transparente.
ficha técnica
Arquitetos
Fernando Carrascal Calle y José María Fernández de la Puente Irigoyen