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GUTIÉRREZ, Ramón. Federico Ortiz Perry: mirar con ojos mejores. Resenhas Online, São Paulo, año 05, n. 054.01, Vitruvius, jun. 2006 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/resenhasonline/05.054/3139/es>.


Cuando Leopoldo Lugones decía que a la Patria había que “mirarla con ojos mejores” estaba perfilando una semblanza que, sin dudas, testimonia a la trayectoria de Federico Ortiz (1929-2005). En la doble mirada del historiador de la arquitectura y del fotógrafo, Federico habría de plasmar una documentación excepcional en la segunda mitad del siglo XX sobre lo que fue la arquitectura y el paisaje de la Argentina.

Lo hizo por convicción y talento, encuadrado en las búsquedas que promoviera Mario Buschiazzo desde el Instituto de Arte Americano de la Universidad de Buenos Aires que fundara en 1947, pero, a la vez, desde una función docente que Federico siempre caracterizó por su iniciativa y su reflexión autónoma.

El arco del tiempo de su lectura fotográfica quizás nos ubique en 1954, cuando, estudiante aun, presentara una Exposición de fotografías en las Primeras Jornadas de Arquitectos que la Sociedad Central organizara en Córdoba con vistas a consolidar el espíritu comunitario de la profesión en tiempos de conflictos institucionales. Federico, que ya ejercía un liderazgo claro entre los estudiantes de arquitectura, como se demostraría en la elección mayoritaria que sus compañeros hicieran en 1955 para representarlos, decidió con el Centro de Estudiantes acompañar esa reunión con una muestra. Aquellas fotografías nos evidencian la identificación temática que Federico tenía con la arquitectura histórica al transitar otra vez el camino que Buschiazzo ya había trazado con la Exposición de Arquitectura Colonial Argentina, presentada en Lima en ocasión del V Congreso Panamericano de Arquitectos cuando corría 1947.

Pero Federico desde un comienzo se identificó, como lo proponía Buschiazzo, con una mirada amplia y abarcante que no se circunscribía a un tiempo histórico sino que era capaz de ampliar la mirada a todos hasta la contemporaneidad, auscultando, a la vez, la extensa geografía de nuestro país. Justamente en esto consistió siempre el sentido nacional que caracterizó la búsqueda de Federico Ortiz en su disciplina de historiador, en esa capacidad de rastrear no solo los testimonios fácticos de la obra sino también las fuentes eruditas que informaban la base de un diseño academicista en los tiempos en que el país miraba más hacia fuera que hacia adentro.

Esa dialéctica de lo nacional, de las búsquedas de una raíces que “el inglés” Ortiz reconocía directamente en la diversidad de sus  propios ancestros, le permitió construir una concepción intelectual que fue consolidando sobre un conocimiento y una reflexión de nuestra historia. Una historia que se distanciaba de las versiones oficiales, pero que se podía reconstruir en ese profundo estudio del paisaje,  donde la arquitectura le brindaba el soporte de referencias de unas identidades ricas y variadas que expresaban los modos de vida de la sociedad argentina a través del tiempo.

Pero, simultáneamente tenía una visión universal. Con el vértigo de información que su entronque en el mundo publicitario le facilitaba, Federico podía dimensionar con claridad los rasgos emergentes de ese horizonte cultural argentino que se nutría, con una innegable capacidad de absorción, de aquello que las usinas del pensamiento contemporáneo, externas a nosotros, generaban.

La fotografía siempre fue para Federico una manera mejor de mirar la patria. No sólo por su probidad profesional de fotógrafo, paciente, tesonero y creativo, sino también porque demostraba que no era un simple captador de objetos sino un inteligente seleccionador de imágenes. La preocupación de Federico no se agotaba en el sentido artístico o en el documental de su fotografía, le daba aun más, el carácter esencial de un medio de comunicación, que su vinculación publicitaria potenciaba en la posibilidad de multiplicar el contenido del mensaje. Es más, no faltarían en su tarea publicitaría esa complicidad entre sus fotos de arquitectura y las campañas para revalorar la ciudad, como aquellas de las múltiples “caras” de Buenos Aires recogidas de las terracotas ornamentales.

Federico era capaz de encontrar los valores de nuestra arquitectura desde las diversas atalayas que su formación historiográfica le permitía. Desde la lectura erudita del academicismo francés o italiano, hasta la valoración precisa de la arquitectura moderna donde supo, pioneramente, valorar la obra temprana del grupo SEPRA o matizar el mítico momento de una “modernidad” internacionalista.

Fue capaz de registrar la arquitectura popular y anónima de los caseríos del norte. Aun recuerdo la sonora carcajada con que bautizó como “El Partenón de Añatuya” aquél rancho santiagueño de pies derechos de madera que mostraban, como le hubiera gustado a Laugier en 1755, la génesis de la arquitectura griega en la humilde cabaña de troncos. Ese mismo rancho que hoy, en esta muestra-homenaje a Federico, nos sigue manifestando la razón de su capacidad de emoción ante las genuinas expresiones de una arquitectura sin arquitectos.

La lectura que Federico hizo de nuestra arquitectura abarcó lo extenso del territorio desde el Noroeste a la Patagonia. Siempre pudo captar, junto a la arquitectura, el paisaje y la flora. Tenía una visión de la arquitectura situada pero, con rapidez, esa manera de mirar mejor, lo llevaba a manejar con deleite la captación emergente del detalle. Las tomas de Federico, sobre nuestra arquitectura art nouveau y art déco son indicativas no solamente de la calidad de esos detalles sino también de la comprensión que estos movimientos se reformulaban entre nosotros justamente en la entidad paradigmática de los detalles.

Pocos como Federico comprendieron la ambigüedad contradictoria de nuestra arquitectura en tiempos en que quisimos ser europeos. Una lectura contextualizada en la búsqueda de las fuentes académicas, en las “cabezas de serie” de la arquitectura francesa de los siglos XVII y XVIII, en el funcionalismo británico y en la maniera italiana, en definitiva nos permitieron aquella pionera aproximación que se concretaría en el libro “La arquitectura del liberalismo en la Argentina” (1968). Una publicación que fue capaz de introducir el debate no solamente sobre la arquitectura, sino también sobre las consecuencias de aquel modelo decimonónico de país.

Allí Federico desplegó no solamente su archivo de fotos y documentación sino que estructuró una lectura que fue retomando con los años hasta culminar con sus maduros ensayos en la “Historia del Arte Argentino” de la Academia Nacional de Bellas Artes. Tuve el privilegio de compartir con Federico varios trabajos y textos que me permitieron cubrir casi todos los períodos históricos de la arquitectura argentina. Siempre me sorprendía su capacidad de síntesis para encuadrar históricamente el hecho arquitectónico, para extender desde él las reflexiones al contexto que lo explicaba y para hacer una lectura formal y funcional siempre contemporánea.

Aprendí de Federico la magnífica destreza de síntesis publicitaria con la que “bautizaba” a sus fotos, la comprensión de que ese pie de foto era el complemento esencial para entrar a mirar, para enseñar a comprender y para resaltar aquello que se quería mostrar. Una capacidad periodística entrenada no sólo en la posibilidad de exhibir el objeto de la mejor manera, sino también el hacer útil y necesario su propia lectura. El humor y la ironía fueron siempre sus recursos para darle dimensión humana a lo que solía aparecer “afectado de seriedad” o  lo expresivo de la soberbia en nuestra arquitectura... o en los gestos prepotentes de nuestros arquitectos.

La obra de arquitectura que Federico fotografiaba tenía la vitalidad que le conferían las visiones complementarias. Incluía el registro documental, pero también la preocupación artística del encuadre, la relación contextual con el medio físico, el paisaje o con la atmósfera vital de quienes la usaban, pero también iba al detalle que, con perspicacia, sabía extraer del conjunto para darle una autonomía en su mensaje.

Federico siempre tuvo  para nosotros una capacidad de enseñarnos la arquitectura argentina entrando desde la “palabra” hacia la “imagen”, una síntesis donde ambas adquirían el carácter persuasivo de un discurso compacto y rotundo. Nos enseñó a mirar  con una reflexión que se fue enriqueciendo con el tiempo y que nos dejó, a quienes fuimos sus alumnos y luego sus compañeros de investigaciones, un legado para seguir admirando lo que el admiró, seguir valorando la arquitectura argentina y cultivar por ella el cariño que él desplegó en sus textos y en sus magníficas fotografías.

Un homenaje a Federico Ortiz y sus fotografías es siempre un homenaje a la arquitectura argentina, porque él supo verla con ojos mejores (1).

notas

1
GUTIÉRREZ, Ramón; MÉNDEZ, Patrícia (org). Federico Ortiz. Miradas sobre la arquitectura. Colección FotoArquitectura, nº 1. Buenos Aires, Cedodal, 2005. ISBN: 978-987-1033-14-0.

sobre o autor

Ramón Gutiérrez es arquitecto argentino. Profesor de Historia de la Arquitectura. Consultor de UNESCO para temas de Patrimonio en América Latina. Investigador del Consejo de Investigaciones Científicas de Argentina. Autor de numerosos libros sobre arquitectura iberoamericana. Director del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL) en Buenos Aires.

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