Los albores del siglo XXI están trayendo consigo, para los historiadores del arte latinoamericano, un afán revisionista tendente a sintetizar y sistematizar bajo hilos conductores la producción artística del continente. No es tarea fácil y, aunque se ha avanzado bastante en este sentido, aun son varias las cuestiones por resolver. Sin embargo, hay variadas pautas sobre las que se ha venido trabajando y profundizando en los últimos años, planteándose interesantes debates en los que han tomado parte artistas, historiadores, críticos, marchantes y otros componentes del mundillo del arte.
Uno de los grandes temas de discusión a lo largo del siglo en el arte iberoamericano se ha pautado en torno a la identidad, nacional y americana. Las controversias al respecto han alcanzado momentos álgidos, en muchos casos acompañando las crisis políticas y sociales de aquellos países, que no han sido pocas. El ejemplo de los años setenta, con dictaduras militares instaladas en casi todo el continente, es palpable; en esa época se enjuició con apasionamiento la identidad cultural y la autenticidad (entendida como expresión de lo americano) de las manifestaciones artísticas.
El historiador de arte – en general- ha asumido como tarea propia el papel de revisionista y ha encontrado en ese amplio corpus teórico, producido a lo largo de las décadas, valiosas fuentes que hoy permiten marcar directrices ciertas. El proceso de consolidación de la historiografía del arte latinoamericano, en cuya afirmación ha sido esencial el devenir investigador de la última década, ha manifestado una doble vertiente que se evidencia con claridad en las publicaciones: por un lado, la existencia de “historias” de corte localista, de consumo reducido, que aportan contenidos que difícilmente alcancen una difusión más allá de los propios países en los que se concretan. Por otro, hay una historiografía cuya intención manifiesta es la divulgación del conocimiento fuera de las propias fronteras, tendente a mostrar la obra y los periodos más relevantes del arte del continente.
La historiografía del arte latinoamericano está asimismo marcada por el “boom” del mercado neoyorquino y las directrices determinadas por las grandes casas de subastas Christie’s y Sotheby’s que, desde principios de los ochenta y sobre todo en los noventa, han incidido a través de sus periódicos remates encumbrando y fortaleciendo a numerosos artistas, algunos, hasta ese momento, casi desconocidos fuera de sus países e inclusive en estos. La edición de catálogos ilustrados supuso una divulgación masiva de imágenes que permitió a los venezolanos conocer las producciones de los uruguayos, o a estos la de los caribeños, y así sucesivamente.
Pero el carácter de meridiano para el arte latinoamericano ejercido por Estados Unidos trajo también consigo la afirmación de algunos estigmas historiográficos como el llamado fridakahlismo, basado en la explotación incesante, repetitiva y cansadora de una misma figura (en este caso la mexicana Frida Kahlo) hasta ser convertida en paradigma casi irrenunciable de aquel y en figura principal, más por su tragedia personal que por la indudable calidad de sus obras. Con buen criterio, Mari Carmen Ramírez, comisaria de la exposición Inverted Utopias: Avant-Garde Art in Latin America, llevada a cabo durante 2004 en el Museum of Fine Arts de Houston, decidió presentar una amplia retrospectiva del arte contemporáneo sin incorporar obra alguna de Kahlo, con el fin de que los visitantes puedan centrarse en advertir la obra de otros creadores y demostrar que son posibles otros discursos.
Se ha vuelto necesario pues establecer “otras historias” del arte latinoamericano, apartadas de los rígidos cánones que la estandarización de los discursos impone, congelando en numerosas ocasiones la acción de jóvenes historiadores que se mueven siguiendo los dictámenes de los “centros” (muchas veces movidos por una fuerte operación marketinera). Aunque también es verdad que vemos a menudo claudicar a críticos e historiadores que, por tal o cual interés, deciden caer en el servilismo, maniatando el buen discurrir de sus trayectorias por responder a las pautas marcadas por el mercado.
Siguiendo en parte estos lineamientos, hemos encontrado inestimable apoyo en Prensas Universitarias de Zaragoza, mediando el entusiasta y continuo apoyo que a proyectos “americanistas” presta desde hace años nuestra amiga y colega Ascensión Hernández Martínez, para llevar a cabo un libro colectivo sobre Arte Latinoamericano del siglo XX bajo el rótulo de “Otras historias de la Historia”. La idea que lo ampara es la de mostrar rasgos artísticos y temas de análisis que por lo general se han venido manteniendo en los márgenes de la consideración de las “Historias del Arte” y en especial de las que han sido difundidas en los “grandes centros” como Estados Unidos y Europa. Aspiramos a mostrar singularidades que, concatenadas, conformen una pluralidad diferente a lo habitualmente divulgado.
La historia escrita está rodeada de incontables realidades paralelas, y en un alto porcentaje estas han quedado desplazadas de las “historias oficiales” que, por distintos motivos (también por la lógica necesidad de sintetizar), se han venido estandarizando en el arte occidental. En los países americanos, a dichas “historias”, aun podemos tratarlas como si fueran un material flexible, permeable a introducir en sus ejes vertebradores los nuevos avances de la investigación, tanto a nivel continental como en los propios ámbitos nacionales.
Muchas realidades que han existido y que existen son, pues, “historias” no escritas. Se refieren a temáticas, a movimientos y a artistas. Entre estos, son enormes en número aquellos cuyas trayectorias deben entenderse al margen de lo novedoso o de la sucesión de primicias que por lo general se impone como discurso estructural, apartando aquello que no responde a los patrones predeterminados. Si el artista encaja en las ideas previas perfecto, si no, queda afuera. Al igual que sucede con la música, prima en muchas ocasiones el éxito puntual, esos “quince minutos de gloria” que rescata la historia y que echa mantos de sombra sobre los itinerarios vitales. Así pues, la confección de la historia escrita suele convertir a ésta, a menudo, en una máquina de descartar, muchas veces de forma sangrante, lo que no se amolda a sus patrones, encumbrándose sólo aquello que pasa el intencionado y cerrado tamiz que imponen el mercado, el crítico o el historiador. En el presente libro no se hace una nueva “historia del arte latinoamericano del siglo XX”. Es evidente que no se persigue un carácter sintético y abarcativo. Se trata de contar pequeñas historias, disímiles, muchas veces marginadas de la Historia del Arte.
Para la cristalización de esta edición hemos invitado a participar a diferentes especialistas, españoles y latinoamericanos, con la idea de que expusiesen, bajo algunas ideas comunes, renovados planteamientos de investigación. Un aspecto importante a resaltar, y que ha significado un punto de atención especial a la hora de conformar el índice, ha sido el de contar con la participación mayoritaria de jóvenes investigadores, no sin por ello, como se comprobará, dejar de recurrir a profesionales de trayectoria y experiencia reconocida nacional e internacionalmente. Esta actitud responde, por un lado al deseo de abrir canales de expresión a quienes llevan, en proporción, poco tiempo material de producción, y por otro a mostrar que dicho carácter no es impedimento para alcanzar serias e innovadoras conclusiones, e inscribir nuevas miradas al devenir historiográfico.
El libro se divide en cuatro grandes bloques, compuestos a su vez por cuatro capítulos. En el primero de los bloques, que versa sobre “Expresión y gusto popular”, pretendemos mostrar la pervivencia de modelos culturales y artísticos ancestrales en algunos países americanos, y sus testimonios contemporáneos, que, en parte, y en ciertas regiones, están marcados por la contaminación de los medios de masas. Somos de la creencia que en buena medida, en sus costumbres y expresiones, América sigue siendo barroca, carácter en el que lo indígena se ha mantenido como un componente ineludible. Estas huellas quedan de manifiesto en la arquitectura y en los rituales que conforman el espectro de los cultos religiosos, las creencias populares, el arte de los cementerios y, asimismo, y en este caso más vinculado al gusto burgués, el afianzamiento de gustos extravagantes cuando no decididamente kitsch como testimonio de orgullo de “propietarios” más (o menos) ricos en el continente. Respecto del mencionado tema de las expresiones funerarias, cabe apuntar su conversión en tema de investigación de notoria actualidad, a partir del rescate y la revalorización que han hecho en los últimos años organizaciones como la Red Latinoamericana de Cementerios Patrimoniales que, a la fecha, lleva organizados cinco ediciones de sus “Encuentros de Valoración y Gestión de los Cementerios Patrimoniales”.
En el segundo bloque, titulado “Los materiales, medios para hacer vanguardia”, se integran cuatro visiones diferentes englobadas bajo la idea de rescatar en parte la variedad de componentes utilizados por artistas plásticos y arquitectos contemporáneos en Latinoamérica. El carácter reductor y selectivo del presente proyecto, nos llevó a tener que, obligatoriamente, atender a algunos aspectos y no a todos los que hubiéramos deseado, lo cual, lógicamente, hubiera sido imposible. Esta característica, de cualquier manera, es común a los cuatro bloques temáticos. Los pigmentos naturales utilizados por Reverón en Venezuela, la talla en piedra de los escultores de Chile, la arquitectura de madera en el sur de ese país y el trabajo en barro de Jaime Suárez en Puerto Rico aportan un corpus básico, plausible de ser incrementado con estudios posteriores.
El tercer bloque centra su atención en temas del arte latinoamericano en los que el factor externo es el eje fundamental, tanto si se trata de la expansión de la cultura del continente hacia fuera, como de la recepción de modelos culturales y artistas arribados desde Europa, y en especial desde España. Se denomina “El arte desde y hacia el exterior”, y en este caso optamos por temas que van desde la influencia de la Europa de vanguardias en el redescubrimiento del barroco mineiro en Brasil, al arte de los exiliados en México, la labor del arquitecto español José Luis Sert en Colombia, o la presencia del arte latinoamericano en España a lo largo del siglo XX, a través de exposiciones, catálogos, labores institucionales, etc.
Finalmente, y cerrando el ciclo, una mirada hacia dentro. El devenir artístico de los países americanos ha estado profundamente marcado por los acontecimientos de las grandes capitales, quedando las ciudades y pueblos del interior esquinados en la consideración. Queremos pues advertir de ello en este proyecto y abrir los ojos a propios y extraños acerca de la necesidad de revertir análisis condicionados, producidos por investigadores de las capitales incapaces de ver más allá de sus ámbitos, indudablemente centrales, y de su conexión con las grandes usinas del arte contemporáneo como París o Nueva York. Esta actitud, mitad complejo de superioridad, mitad pereza intelectual, evita que aquellos otros testimonios se den a conocer lo suficiente. Hemos elegido aquí los avanzados trabajos que cuatro colegas realizan en sus respectivas provincias, plausibles de entenderse dentro de estos lineamientos, incorporando la región del Chaco argentino-paraguayo, las provincias de Santa Fe y Salta en Argentina y la ciudad de Maracaibo, en el interior de Venezuela, planteando temas tan disímiles como la fotografía, la arquitectura, las artes plásticas y el teatro.
Con esta selección de temas pretendemos, sobre todo con respecto a los no versados en la materia, a aquellos quienes no tienen al arte latinoamericano como centro de sus estudios o cuyo acceso al mismo haya sido epidérmico, puedan advertir la existencia, como en cualquier ámbito, de un amplio mosaico de expresiones, absolutamente inagotable: en este libro se presentan algunas gotas de ese océano. Este propio carácter permite una lectura segmentada, como si se tratase de un libros de relatos, no precisando una estricta lectura de principio a fin. Son historias sobre las que se podrá volver una y otra vez según los gustos e intereses. Si bien la señalada fragmentación es palpable, hay lazos de unión entre estos textos, sobre todo la novedad en los enfoques, la marginalidad temática de algunos y las nuevas perspectivas que presentan otros cuyo punto de atención puedan haber gozado más o menos de fortuna historiográfica. Si hemos planteado la división en cuatro bloques ha sido con la intención de crear lazos de unión que permitieran, a la vez que la natural lectura singularizada, el propiciar interconexiones.
Releyendo el índice, descubrimos que el libro empieza con un capítulo dedicado a cementerios, a la expresión de la muerte, y finaliza con otro dedicado a las fiestas y carnavales, testimonio evidente de la vitalidad del continente. Entre ambos parámetros, la muerte y la vida, la vida y la muerte, se desarrollan incontables manifestaciones, peculiares y variadísimas manifestaciones culturales y artísticas. Esto también nos perfila algunas de las líneas de investigación interdisciplinar que, en los inicios del XXI, se están viendo cada vez más fortalecidas, como el feliz encuentro entre arte y antropología al abordar ciertas temáticas, sobre todo las vinculadas a las artes y expresiones populares. Y esto de la misma manera que el ámbito de las artes plásticas del siglo XIX se beneficia de manera paulatina del imprescindible encuentro con áreas científicas como la historia, algo ineludible en temáticas como la reconstrucción documental e iconográfica del pasado. Cada vez con mayor alcance y cultores, este tema está permitiendo que historiadores e historiadores del arte se apoyen entre sí para dar más amplitud y abrir nuevos rumbos a sus respectivas líneas de investigación.
Otro parámetro que podemos apuntar como factor cada vez más necesario para una investigación profunda en ramas del arte del continente como las que aquí se presentan, es la realización directa de labores de mapeo, de análisis en el terreno y de experimentaciones personales plausibles de ser transferidas al papel. El viaje, en todo su alcance, adquiere nuevas dimensiones, no solamente en la superación de las barreras “nacionales” que van vislumbrando un aumento en la asociación de temas de un país con investigadores de otro, sino también con las perspectivas espirituales que no siempre el documento de archivo logra transmitir.
Está claro que la observación personal, sumada a la pericia en el manejo de archivos, el descubrimiento de obras y artistas desconocidos, la incursión en otras disciplinas y la destreza en la interpretación, está llamada a aportar ingredientes fundamentales para mejorar las recetas que componen actualmente la historia arte latinoamericano. Si el arte, tal como reza la definición del diccionario de la Real Academia Española, es una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada”, bien está el analizarlo desde atalayas personales para enriquecer nuestra óptica sobre el mismo. En definitiva, apuntar a la concreción de una pluralidad en los “Modos de Ver”, tal como marca la presente línea editorial, desde la intencionada creación de los artistas, hasta la personal receptividad del lector, pasando por el filtro condicionador del historiador.
[el presente texto es la introducción del libro]
sobre el autor
Rodrigo Gutiérrez Viñuales es historiador del arte y profesor de laUniversidad de Granada