La historia japonesa reciente se divide en dos períodos nítidamente definidos por el estado económico del país: el período denominado burbuja, que se extendió durante los años ochenta; y el período post-burbuja, que comenzó al final de esa década.
La burbuja en Japón constituyó un proceso de revalorización de los activos financieros e inmobiliarios del país que se extendió durante la década de los ochenta, y que es considerada una de las mayores burbujas especulativas de la historia contemporánea. En el período que abarca desde 1955 a 1989, el valor de los bienes inmuebles japoneses se multiplicó por setenta y cinco, un valor que suponía el 20% de la riqueza mundial. Hacia 1990, el valor del suelo japonés era cinco veces superior al del territorio completo de los Estados Unidos, cuya superficie es veinticinco veces mayor al japonés. El suelo del área metropolitana de Tokio tenía el mismo valor que el de todo Estados Unidos.
Aparecen ahora editados casi simultáneamente dos volúmenes en los que se analiza cómo los flujos de la economía interior incidieron sobre el desarrollo de la arquitectura en Japón durante ese período y el posterior periodo de recesión que le siguió. Perfectamente complementarios, el volumen de Botond Bognar ofrece una clarificadora síntesis sobre ambos períodos en un ensayo y una exhaustiva selección de proyectos, mientras que el de Thomas Daniell es una colección de precisos ensayos sobre edificios, la coincidencia de su publicación permite, a través de la lectura de ambos, realizar una mirada focalizada sobre un caso muy concreto de situación de crisis económica. Significativamente, ambos títulos eligen situar la orientación de su mirada hacia este último periodo, el de la post-burbuja, el periodo en el que los arquitectos japoneses debieron afrontar la necesidad de reformular de manera drástica la función y estética de los nuevos edificios a construir para adecuarlos a las condiciones económicas y sociales marcadas por la recesión económica.
El período ‘burbuja’ fue un periodo de gran poder económico que permitió a este país desarrollar una inusitada producción arquitectónica que la alzó como el principal centro de influencia a nivel mundial. Los préstamos bancarios permitieron que hubiera dinero disponible para cualquier aventura arquitectónica . Dentro de un mercado económico competitivo y exacerbado, con objeto de aprovechar al máximo el margen de beneficio de cualquier inversión, la arquitectura resultante debía ser no sólo vanguardista sino también lo más impresionante posible. La situación generó no sólo trabajo para los arquitectos nacionales sino que atrajo también a los arquitectos de prestigio de Occidente, otorgándoles encargos para construir en las mejores condiciones presupuestarias imaginables y con la excelencia de la industria constructora japonesa. Arquitectos e ingenieros fueron tentados para probar hasta qué punto podían tensar los límites de sus habilidades para desafiar el potencial de la tecnología, tanto a nivel estructural y constructivo como mediante la aplicación de herramientas digitales y electrónicas.
La arquitectura de este periodo fue el de la manifestación de una cultura que comprendía la realidad como pseudo-experiencia, algo que vino reforzado por la sociedad de consumo , arquitectura inspirada por un status quo de aceleración, simulación y caos. La experimentación fue durante este período no una opción sino una condición de la que no podía escaparse. El final de la burbuja se sitúa entre comienzos de 1988 y mediados de 1990, y aunque algunos de aquellos grandes proyectos se continuaron, el ritmo de construcción se ralentizó drásticamente y numerosos pequeños estudios fueron incapaces de sobrevivir a la situación.
Lo que plantean en sus libros Bognar y Daniell es que la recesión supuso para Japón el inicio de un periodo de reflexión sobre la arquitectura y sus sentidos. Las pomposidades posmodernas desaparecieron a favor de planteamientos más moderados, promovidos por los propios arquitectos, que en el caso de los consagrados y bien establecidos fueron urgidos a virar el rumbo de su arquitectura o, en el caso de la generación joven, partieron desde una comprensión totalmente nueva sobre la arquitectura y el diseño.
En el caso de estos últimos, las dificultades para construir se reciclaron en la determinación para realizar un trabajo de investigación empírica de la realidad urbana y sus condiciones gracias al cual elaboraron un aparato intelectual que les ha permitido comprometerse con su contexto proponiendo soluciones fundamentadas en el pragmatismo de lo cotidiano y la realidad. A la monumentalidad se opuso la aplicación de materiales industriales ligeros, complementados con un nuevo método de diseño que condujo hacia una nueva sencillez minimalista en el que se diferenciarían dos variantes: un minimalismo efímero, inspirado por la influencia de Toyo Ito, al que pertenecería la arquitectura de SANAA, Toshiaki Ishida o Jun Aoki y que busca una abstracción de efectos visuales y perceptivos. Frente a ella se situaría la concepción arquitectónica de Tadao Ando, Kengo Kuma o, que se expresa desde la fuerza tectónica de la estructura y la racionalidad constructiva, y la experimentación material de Shigeru Ban.
La era post-burbuja japonesa propició un momento de inflexión y reflexión basado en la búsqueda de una cierta esencialidad de la arquitectura. Teniendo presente que debe rehuirse cualquier intención de mitificar este período, ni efectuar una lectura purista, ni adjudicarle un estoicismo que no le corresponde – ya que es fundamental tener presente que en este periodo se construyeron o finalizaron edificios concebidos durante la burbuja –, y constatando que el compromiso ideológico del cambio sólo se puede entrever en algunos arquitectos que muchas veces asumieron el cambio forzado por las circunstancias en Japón pero no aplicaron las mismas recetas fuera de las fronteras niponas, debe no obstante reconocerse que la posibilidad de realizar una reflexión sobre la era de la recesión japonesa, también llamada ‘década perdida’, llega en el momento más oportuno a la realidad española.
La ruptura con el delirio y la desmesura incitada por el poderío económico impuso sobre la arquitectura japonesa el sustrato de una actitud mental que obliga a situarse en el análisis minucioso de los factores reales del presente, enfatizando en la conciencia responsable de la arquitectura para ser simultáneamente un elemento social y reflejo conceptual de su tiempo.
Sin ser necesario extrapolar el origen y el sentido del fenómeno japonés, comparar el período que va desde principios de los 90 y que se exacerbó a partir de 1997 a raíz de la burbuja inmobiliaria y el “efecto Guggenheim”, que transformó a España en el paraíso prometido para especuladores del ladrillo y arquitectos ambiciosos, la actual entrada en un serio período de recesión que va a obligar a los arquitectos a tener que desarrollar nuevas estrategias y definiciones para la arquitectura. Tal vez el caso japonés sea un buen espejo donde mirarse.
[articulo originalmente publicado en ABCD las Artes y las Letras, n. 893.]
sobre el autor Fredy Massad, titular del escritório ¿btbW, co-autor del libro “Enric Miralles: Metamorfosi do paesaggio”, editora Testo & Immagine, 2004