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Leia a resenha de Ruth Verde Zein da tese de doutorado de Hugo Mondragón López, "El discurso de la Arquitectura Moderna. Chile 1930-1950"

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ZEIN, Ruth Verde. La arquitectura moderna y su discurso: el caso de Chile. Resenhas Online, São Paulo, año 10, n. 116.01, Vitruvius, ago. 2011 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/resenhasonline/10.116/3993>.


Capa da Revista Arquitectura nº1, Chile [Divulgação da tese de Hugo Mondragón]

La tesis doctoral de Hugo Mondragón – “El discurso de la arquitectura moderna. Chile 1930-1950. Una construcción desde las publicaciones periódicas” – es un trabajo ejemplar en muchos sentidos: tanto en sentido metodológico, por la manera como debate y propone su tema; como por su contenido, por el alcance y importancia de sus aportes y conclusiones. Desde el punto de vista metodológico conforma un texto muy claro en sus posiciones, propuestas, hipótesis, objetivos, en la definición del campo en general de investigación y en su recorte particular; y muy preciso en la ejecución de la investigación que se propone y en las conclusiones a que llega, que son plenamente concordes con el desarrollo de la tesis y con su marco investigativo y conceptual. Todos esos cuidados están bien atendidos – y son muy importantes. De hecho, son indispensables para calificar a un texto como tesis – confirmando que este trabajo lo sea, sin lugar a dudas. Y lo es, no apenas porque ciertos protocolos formales han sido ser atendidos, sino porque su correcto e inteligente cumplimento nos permite y libera, a los que estamos a examinar el texto, para apreciar en plenitud su contenido conceptual. Que es, a fines de cuenta, la principal contribución de una tesis – sin que la cuestión formal sea, de ninguna manera, menor. También es de fundamental importancia para calificar una tesis que el trabajo aporte una visión original y innovadora sobre el tema tratado: en ese sentido esta tesis es plenamente competente. Y además, a mi juicio, sus conclusiones son de gran interés y calidad, y no solamente para refrendarla en este momento de su presentación, sino que – de eso estoy segura – seguirá siendo por mucho tiempo y para muchas otras personas.

De que trata esta tesis? Propongo en seguida un breve sumario de su introducción y conclusión, como paso necesario para seguir con mis consideraciones. El autor nos afirma (p. 13) que lo que le interesa en esta tesis no es “definir” lo que sea (o lo que no sea) la Arquitectura Moderna, y la Arquitectura Moderna en Chile, sino que desea construir el discurso de esa Arquitectura Moderna, en su acontecimiento en Chile; que emprenderá esa tarea con basis en unas fuentes documentales “abiertas”, que son los periódicos de época; entendiendo el discurso – de las fuentes, y el suyo – como fragmentos cargados de sentido (p. 14). Para atingir ese objetivo se propone identificar los focos de discusión de mayor intensidad del período de estudio – los años 1930-50; de los cuales su investigación se propone a tratar, en pelo menos cuatro ejes: a) el interior moderno en el marco de la mecanización y racionalización; b) la construcción moderna y la industrialización de la construcción; c) la vivienda minima y las políticas de reforma y ingeniería social; d) el edificio en altura y modo capitalista de producción de la ciudad. Para cada uno de esos temas, el autor definirá marcos cronológicos variables, en conformidad con el caso que se toma (política, economía, disciplina, etc.).

Mondragón nos aclara que sus marcos teóricos de análisis arrancan de la lectura crítica de por lo menos cuatro autores (p. 17): Goldhagen, Foucault, Berman, Frisby. Más adelante me gustaría proponer algunas cuestiones sobre el tema del discurso en Sarah Goldhagen. En este momento cabe decir apenas que tanto Mondragón como yo misma compartimos una simpatía por los aportes de esa autora, pues que nos sirven de apoyo para desarrollar algunas cuestiones que, desde luego, creo que ya las teníamos claras hace algún tiempo. Pero es siempre bueno compartir las ideas y seguir las mismas rutas junto otros compañeros mayores; si no para más, al menos para asegurarnos de que no estamos solos en eses caminos.

Mondragón hace también un panorama de los enfoques interpretativos propuestos, hasta el momento, por otros autores, sobre el tema de la Arquitectura Moderna en Chile (p. 52); para luego proponer un enfoque distinto, que conlleva un desplazamiento del objeto de estudio (pero no del tema de estudio): el de pasarse de la elaboración de un catalogo, más o menos comprehensivo, a otra tarea: intentar comprender los debates sobre la Arquitectura Moderna que permean ese período, para desde luego situarla de otra e innovadora manera (p. 53). Interrumpo este sumario para comentar que eso me anima a pensar que, después de afirmada la tesis, el paso siguiente a realizar para en el futuro complementarla tal vez sea, de nuevo, volver al catálogo, y revisarlo, y ampliarlo y re-conceptuarlo. Pero de momento, Mondragón pone el foco de su tesis en otro tema (p. 57): el de construir un campo de relaciones apto a comprender el espacio en el cual el discurso disciplinar y otros discursos modernizadores se intersectan, se influyen mutuamente y conjuntamente producen sentidos.

La hipótesis propuesta para la tesis (p. 58) es que eses cuatro temas abordados “moldearan y dieran forma al discurso de la arquitectura moderna”; y lo va a probar por medio de las informaciones que han circulado en las páginas de las publicaciones periódicas. De manera metodológicamente rigurosa, Mondragón prácticamente no sale fuera de esas fuentes de investigación, lo que está bien y parece adecuado a una tesis. Para el futuro, también seria de interés que se incorporasen a la narrativa otras fuentes que pudiesen corroborar y/o contrapuntear sus conclusiones.

El tema de las revistas trae una cuestión de la legitimidad de una tesis servirse incondicionalmente de ese tipo de fuente; para la cual Mondragón llama en defensa a Foucault (p. 59), cuando este afirma ser necesario renunciar a la practica de suponer que todo discurso explicito descansa sobre un “no dicho” para acoger cada momento de los discursos en su irrupción de acontecimiento (en si mismos, y no como signos de otros signos).

De cualquier manera, queda muy claro que su trabajo configura una tesis panorámica. Como sabemos, Umberto Eco declara, en su clásico librito sobre como escribir una tesis, que siempre es mejor tomar un tema puntual que un tema vasto, y que las tesis panorámicas son siempre mucho más difíciles de defender y por lo tanto, muy peligrosas. Sin embargo, a algunos de nosotros nos gusta ese vértigo… No porque seamos exagerados o prepotentes (tal vez de hecho tengamos algo de eses dos fallos…) pero porque lo que intentamos – y lo que de fecho se intenta hacer en esta tesis – no es solamente el debatir eses cuatro puntos, u otros; sino más bien – como afirma finalmente en la ultima página su autor – desplegar una “voluntad de construir una nueva visión panorámica del fenómeno de la Arquitectura Moderna”. Y en consecuencia, aspira a cambiar radicalmente el marco conceptual en que se comprende esa Arquitectura Moderna. La ambición, nada modesta, de esta tesis, es la de transformarse en un punto de inflexión – a partir del cual, otras maneras de ver el fenómeno de la Arquitectura Moderna – en Chile y en otras partes – se tornan posibles. Creo que lo ha conseguido, y tal vez, sobrepasando, en ciertos puntos, algunos de los marcos teóricos de que se sirve para lanzarse.

En otros términos, lo que esta tesis propone es un cambio de paradigma de los marcos conceptuales hasta hoy empleados para comprender lo que sea la Arquitectura Moderna (en Chile y tal vez, en otras partes); y se lo propone porque percibe que los paradigmas que aún siguen en uso, ya no son suficientes para una visión contemporánea del tema que quiere aportar. Así siendo, se comprende que el deseo que anima a esta tesis, y a su autor, no es en definitiva una voluntad de hacer un discurso histórico sobre un pasado ya pasado, pero más bien, la voluntad de construir un presente distinto, que solo se torna conceptualmente posible a partir de esa re-visitación crítica de ese pasado.

Volviendo a la tarea de hacer un breve sumario de la tesis, valdría retomar algunas afirmaciones presentes en su conclusión. Mondragón entiende (p. 441) que dos condiciones regulan y le confieren unidad al discurso de la Arquitectura Moderna en el período 1930-50: que los debates que lo constituyeron fueron moldeados en un ambiente sometido a cambios profundos y transformaciones, y que fueran experimentados de manera ambigua y contradictoria. Y define algunas de sus características: a) en el campo político: estatismo; b) en el campo económico: industrialización nacionalista; c) en el campo social: masificación; d) en el campo disciplinar: nuevo instrumental conceptual, alejamiento del campo artístico, reformas de la enseñanza.

Entiende también (p. 442) que el discurso de la Arquitectura Moderna tuvo origen en la dificultad de la cultura y de la disciplina arquitectónica para ponerse de acuerdo en torno a los significados con que se podía usar el termino “Arquitectura Moderna”. Para solver de manera adecuada ese punto, propone una comprensión amplia pero clara de la arquitectura moderna: la de uno de los instrumentos del proyecto de racionalización del mundo. Saca esa comprensión a partir del profundado análisis de los cuatro debates propuestos en la tesis; considerando además que todos han sucedido en paralelo, sin estrictas relaciones de causa/efecto entre ellos, pero más bien liados por relaciones de campos, redes, tramas o constelaciones, como historias autónomas y compartidas; proponiendo que, para su mejor entendimiento, eses temas puedan ser visto como perteneciendo a pelo menos dos grandes campos problemáticos distintos, y cuatro subcampos: a) estatismo > sociedad masificada > viviendas populares; b) racionalización > industrialización > higienismo (interiores modernos) // > construcción racionalizada > objetos tipo/ valorización estética // > edificio en altura > disciplina, ciudad.

A partir de esas ideas la tesis considera, como conclusión (p. 444) que la Arquitectura Moderna en Chile fue ese amplio abanico de argumentos, que a través de proyectos, obras, libros, artículos de revistas, planes urbanos, avisos publicitarios, reformas académicas y exposiciones, intentaran responder a esa pregunta: ¿de que manera puede la arquitectura contribuir a ese gran proyecto de racionalización del mundo?

Como corolario de eses análisis, aclara (p. 448) que el tema de las periodizaciones, como ha sido comprendido hasta el momento por otros autores, debe ser revisado; pues, “a diferencia de la propuesta tradicional de periodización de la Arquitectura Moderna en función de la articulación de un canon estilístico, las periodizaciones aquí propuestas no trazan una línea ni persiguen un centro”. Propone (p. 449) “interpretar la tendencia hacia el racionalismo como estilo arquitectónico dominante; es decir, la búsqueda de una síntesis entre construcción industrial y estética, que se pudo constatar, por ejemplo, a propósito de las estructuras construidas en hormigón armado; construir un proyecto estético a un proyecto de racionalización de origen económico”.

Se tratan de conclusiones que nada tienen ni de definitivas, ni de completas, como reconoce el autor): “reconozco que el discurso de la Arquitectura Moderna que se presenta y se defiende en la tesis está incompleto y su estructura es fragmentaria“ (p. 455); pero aclara que “sin embargo, la voluntad de construir una nueva visión panorámica del fenómeno de la Arquitectura Moderna (es) una declaración de principios en contra de las practicas de micro-historia que, al enfocarse en objetos de estudios superespecíficos legitima de manera explicita o latente las construcciones panorámicas existentes” (p. 456).

Encerrada esa etapa en que me he propuesto comprender mejor la tesis por medio de un breve sumario de los temas que, a mi juicio, me parecen ser los principales, me gustaría hacer también algunas consideraciones sobre unos pocos y restrictos temas. No porque sean más o menos importantes para la tesis, sino porque son más importantes para mí.

Acerca de como apropiarse de la contribución teórica de Sarah Williams Goldhagen

Como he dicho antes, comparto con Mondragón la afinidad por la importante contribución de esa autora. Conocí primero a su libro Anxious modernisms (1), una colectánea de textos de varios autores que ella complementa con un inteligente prefacio y una coda, cuya intención parece ser la de rescatar la importancia, en el ámbito de los estudios sobre la arquitectura moderna de los años 1950-60 (tema de mi propia tesis doctoral); y para que eso se debiera transcender los límites que comparecen, muchas veces de manera poco clara y casi siempre, de manera prejuiciosa, en las historiografías de la arquitectura moderna de uso corriente. En especial aquellas escritas en los años 1980, más conocidas como “revisiones críticas”, pero que de hecho también tienen sus puntos ciegos que, pasadas algunas décadas, se tornan cada vez más evidentes – y su reelaboración, cada vez más necesaria.

Para la tesis Mondragon toma por basis teórica otro de los textos de Goldhagen: “Something to talk about: Modernism, discourse, style” (2). Se trata de un texto denso, que abre muchas perspectivas de interés para la revisión del status de la modernidad arquitectónica de los años 1920-50; en el cual la autora constata de inicio que, pese a ser el tema del “estilo” execrado por los arquitectos, historiadores y críticos modernos, de hecho, las definiciones operativas de la modernidad por ellos mismos propuestas suelen ser, sin admitirlo, estilísticas. A seguir se pregunta, y intenta responderlo, cómo se podría entender la modernidad de algunas otras maneras, examinándolas críticamente.

Tal vez lo que más me ha atraído en su discurso sea el hecho de que, a nosotros los latinoamericanos, esa revisión nos puede interesar muchísimo – ya que las definiciones de modernidad radicalmente estilísticas y además (y eso es importante) basadas en unos restrictivos modelos centroeuropeos tienden a automáticamente excluirnos de su ámbito “de la modernidad”, o en la mejor (o la peor) de las hipótesis, a vernos como “retrasados”, “desfasados” o “anómalos”, partícipes apenas tolerados y asimismo en las márgenes de la supuesta “verdadera modernidad” – que por supuesto, no puede pertenecernos.

La salida que propone Goldhagen para resolver las anomalías resultantes del marco exclusivamente estilístico de la definición de la modernidad es la de “conservar la noción de arquitectura moderna como disciplina coherente (…) y conceptualizarla como discurso”. Una salida muy ingeniosa; y además de abierta, pasible de recibir variados aportes, y de cambiarse en el tiempo sin pérdida de su coherencia conceptual. Ingeniosa sí; pero no necesariamente exenta de sus propios puntos ciegos.

Por ejemplo. Habría que pensarse si las dichas “anomalías estilísticas” son de hecho siempre problemáticas, o apenas, cuando se desea llegar a una definición unívoca, estática y restrictiva (incluso geográficamente) de la Arquitectura Moderna. Que tal vez sea posible mantener la coherencia disciplinar de la Arquitectura Moderna sin que sea necesario abandonar o desconsiderar, por las buenas y para siempre, los estudios de foco estilístico. Y que, si de hecho el intento propuesto por Goldhagen es lo de ampliar, sin perdida de la consistencia, la definición de Arquitectura Moderna, todo tipo de abordaje puede ser de interés para eso, incluso los abordajes de cuño estilístico; siempre cuando no intenten ser ni exclusivos, ni excluyentes. Y siempre cuando, cualquier otro abordaje que se prefiera adoptar tampoco quiera ser, de manera clara o disfrazada, una nueva tentativa de una vez más cerrarse el marco de la Modernidad de manera dura y pura, para uso de algunos pocos y escogidos; y otra vez, y de alguna manera, conceptualizar – y ahora más precisamente – nuestra exclusión.

Además, me temo que, si tomamos muy al pié de la letra el marco de análisis discursivo y radicalmente anti-estilístico como es propuesto por Goldhagen y sin se tomaren los debidos cuidados – para no pretender llegar a una más alta y perfecta y dura “definición” – lo que puede eventualmente pasar es apenas el dislocarse el problema desde una definición pretendidamente estilística a una definición pretendidamente ética. O sea al definir la modernidad como “una práctica ética que afronta el fenómeno de la modernidad” lo que tal vez pase no sea llegarnos a una definición, sino a otro tipo de problema, también abierto a interpretaciones, variaciones, inconsistencias y anomalías; y que no necesariamente “conserva la noción de arquitectura moderna como disciplina coherente”.

Otra cuestión que me parece importante examinar al tomar ese marco teórico en las manos, para con él operarse, es que tal vez lo que proponga sea un excelente camino para aclarar los conceptos a quienes estudian arquitectura; pero que talvez no sean así tan valiosos para los que la practican y la enseñan.

Y porque escojo hablar, preferentemente, desde ese punto de vista – de los que enseñan y, cuando aparece alguna oportunidad, la practican – es que no llego a comprender porque, si vamos a conceptualizar lo que puede haber sido o tal vez lo que sea, la Arquitectura Moderna, en términos de discurso, tengamos necesariamente que no considerar los temas estilísticos – en vez de considerarlos, asumiendo que, aisladamente, no serán los principales, sino parte de un conjunto amplio de temas que hay que tratarse, y también, para una amplia comprensión de ese campo (juntamente con los temas económicos, sociales, políticos, de racionalización, etc., etc.); siendo cada uno, y todos, posiblemente de la misma relevancia y pertinencia. En suma, y a mi ver, considerar los temas estilísticos, en su sitio y cabida, no impide ni perjudica otros abordajes, que sean, en cada caso, más apropiados.

Y si vamos por ese camino, no puedo dejar de pensar – tal vez con menos precisión y con más ganas de abrir perspectivas – que solo es posible definirse el paradigma de estilo como “categoría de nivel básico” (como interpreta Goldhagen y repica Mondragón); o en otras palabras, me parece que ese aspecto solo puede ser así entendido desde una posición fuera de la práctica arquitectónica y proyectual. Pues, a los que vemos el asunto desde de dentro de la actividad proyectual sabemos, sin lugar a dudas, que los arquitectos nos servimos también, y con gran peso específico, de imágenes, detalles, formas, materias y sus variaciones, partes y sus combinaciones – y otros temas que son, de hecho estilísticos – para proyectar nuestras obras; y que la arquitectura, para quien la diseña, no se alimenta solo de discursos, de voluntades de racionalización, o de posturas éticas, y de narrativas, pero también, y soberanamente, de formas e imágenes, tomadas casi siempre de manera libre y no necesariamente de manera consistente – pues una de las más importantes fuentes de la práctica creativa es justamente la “mala lectura” de las fuentes. Y eso no es poca cosa, ni tampoco es algo sencillo o básico. Al menos, para los arquitectos que diseñamos y enseñamos a diseñar.

Por supuesto, estoy de acuerdo que no se siga a definir la Modernidad solamente en términos estilísticos, y que la ampliación del campo desbordándose ese marco permitiendo que no sea el único puede ser importantísima – como bien lo demuestra la tesis de Hugo Mondagón. Pero tampoco hay que echar al los temas estilísticos por la ventana; ni eso será posible de buenas ganas si uno quiere, además de tratar de teoría de la arquitectura, también ser un(a) arquitecto(a) y un critico de arquitectura.

Miradas las cosas desde acá, sí que la Arquitectura Moderna es un estilo (o varios) – si se la toma así…. Y no, la Arquitectura Moderna no es un estilo – si no se la toma así…

El paradigma del estilo, si usado bien y de manera explícita, sigue teniendo su valor en ciertos casos; tanto cuanto (no menos, ni más…) otras claves de interpretación. A sabiendas que todas las claves, en cualquier caso y siempre, serán incompletas y parciales; y así, no hay porque decir que unas “son preferibles” a las otras, sin caer en evidente contradicción. Y por ende, sin graves consecuencias para el hacer arquitectónico – pues el riesgo es que se haga lo que no se dice, o a la reversa, se diga lo que no se hace. A mi juicio, cualquier posición que estimule un total despliegue entre la teoría, la crítica, y la práctica, tiene una falla fundamental de carácter que hay que evitarse.

Acerca de una conclusión pragmática

Retomo ahora la afirmación de Mondragón (p. 444) de que “la Arquitectura Moderna en Chile fue ese amplio abanico de argumentos que a través de proyectos, obras, libros, artículos de revistas, planes urbanos, avisos publicitarios, reformas académicas y exposiciones, intentaron responder la pregunta: [… ¿de que manera puede la arquitectura contribuir a ese gran proyecto de racionalización del mundo?]

En otras palabras, entiendo que la tesis propone algo sencillo y al mismo tiempo paradojalmente innovador: que la Arquitectura Moderna es lo que consigue ser; que su cuerpo aparente es lo que la caracteriza. Que no hace falta para nada postular para ella una “esencia” previa y/o externa a sus acontecimientos (entendidos en amplio sentido como discursos, obras, debates, etc.). Los cuales tampoco necesitan ser coherentes y concisos, pues ese ángulo de abordaje y comprensión permite reivindicarla AUNQUE se la perciba como “incompleta”, “inconclusa” – o mejor, abierta.

Se trata, a mi juicio, de una conclusión “pragmática”, en el sentido filosófico del término. Una definición de pragmatismo que vuelve a ser revalorada en muchos debates, y que además, por las manos de algunos autores viene contemporáneamente a establecer ciertas conexiones entre las corrientes filosóficas del pragmatismo con las del post-estructuralismo y la deconstrucción. Sin pretender hacer un panorama completo del tema, me limito a citar algunas consideraciones sobre el Pragmatismo que he encontrado en Ballantyne (3) en especial en la Section 2: Groundwork.

Ballantyne entiende que el pragmatismo es esencialmente un método, el método pragmático. El cual se resume a algunos puntos clave: el afán por interpretar cada noción, concepto, situación por medio de sus rastros, o sea, por sus consecuencias prácticas; asumiendo, con Pierce, que nuestras creencias son en realidad reglas para nuestras acciones; que en cada paso debemos considerar cuales serán los efectos concebibles, y de orden practica, que cada objeto/acción resultará; y entiende que, si así fuera, se ahorrarían muchas disputas filosóficas, ya que de nada valdrá proponer ideas sin testar sus consecuencias prácticas (de esas ideas, y/o acciones) en el mundo. Como corolario, una actitud pragmática / empiricista tiende a distanciarse de la abstracción desarticulada de los hechos y a percibir las insuficiencias de las razones a priori, de los principios fijos, de los sistemas cerrados y de las prácticas absolutas; para aproximarse de la concreción, de la adecuación a los hechos, de la acción y en contra el dogma; siendo esencialmente, de una aproximación anti-dogmática del conocimiento y una acción anti-dogmática sobre el mundo.

Se trata, en realidad, no de una creencia, pero apenas y poderosamente de un método – sin dogmas o doctrinas. Pero con ese método es posible cambiar, grandemente, muchas cosas: se trata, pues, de un método para activar cambios. Para el cual, las Teorías serán instrumentos de comprensión, y no respuestas definitivas, universales y sin plazo de validad – mucho al revés. Con ese método se confirma una actitud: la de alejarse de las “cosas primeras”, de los principios, necesidades y categorías a priori; y de mirar con más atención a las “cosas ultimas”, los frutos, los hechos, las consecuencias, etc. (y posiblemente, de los discursos – siempre cuando no sean dogmáticos).

Desde ese marco, las Teorías no pueden ser, ni hoy ni nunca, absolutas transcripciones de la realidad; pero siempre – y en cualquier caso – podrán contener uno o más puntos de vista que pueden ser, efectivamente, de utilidad para una más amplia comprensión/acción en el mundo. Y asimismo, las Teorías no serán absolutas no porque no han aún llegado a ser, sino porque nunca llegarán a serlo: hechas, como son, por seres humanos incompletos y falibles, son siempre y apenas resúmenes, atajos conceptuales. Y si así es, la “verdad” – o al menos, la verdad posible – deja de ser una categoría no absoluta para ser apenas una categoría operativa: la verdad es simplemente, a cada momento, lo que nos ayuda a establecer una relación satisfactoria entre las varias partes da nuestra existencia. No la Verdad, sino las verdades, son adjetivas y circunstanciales: “it is true for just so much”; “true insofar”; “true instrumentally”. Esas verdades “instrumentales” son siempre pasos intermedios entre la anterior y la próxima “verdad”; y cambiarán a la medida en que se amplían los conocimientos, tal vez, hasta siempre – pues, desde un punto de vista anti-dogmático, “purely objective truth is nowhere to be found”.

De todo eso, pienso que lo que se puede aprovechar es percibir, como dice Ballantyne, que las “verdades”, si no nos atentamos a ese perpetuo cambio, tienden a quedar petrificadas no tanto por su valor, pero mucho más, por su mera antigüedad. Y, añado yo, por el sentido común – al cual nos aferramos, muchas veces más por lealtad a nuestro pasado. Incluso cuando de hecho esas pequeñas “verdades” dejaran de ser importantes y no nos satisfacen más (aunque no tengamos, muchas veces, el coraje de admitirlo); y de eso modo, ya no nos sirven para nada, y más valería revisarlas.

La “conclusión pragmática” de la tesis de Hugo Mondragón confirma su pretensión y objetivo, ambos a mi juicio, muy bien logrados: la de establecer un nuevo paradigma, que sea al mismo tiempo superador y provisional. Por su anti-dogmatismo, me parece incluso, que llega a superar algunos de los marcos teóricos aportados por sus autores de referencia – pues que les da seguimiento de manera abierta, inteligente, y innovadora.

Agradezco nuevamente, y sinceramente, la oportunidad de haber estado varias semanas en compañía de la tesis de Hugo Mondragon, y por esos pocos días en compañía de todos Uds.. Unos días que serán siempre inolvidables, pero no insuperables, porque seguramente tendremos en el futuro otras ocasiones para volvernos a estar juntos y de nuevo nos dedicar a debatir arquitectura.

notas

1
GOLDHAGEN, Sarah Williams; LEGAULT, Réjan (org). Anxious Modernism. Experimentation in postwar architectural culture. Quebec, Canadian Centre for Architecture / Massachusetts Institute of Technology, 2000.

2
GOLHAGEN, Sarah Williams. Something to Talk about: Modernism, Discourse, Style. Journal of the Society of Architectural Historians, vol. 64, n. 2, University of California Press on behalf of the Society of Architectural Historians, , jun. 2005, p. 144-167. Disponível em www.jstor.org/stable/25068142. Acesso em 24/03/2011.

3
BALLANTYNE, Andrew. Architecture Theory. A reader in Philosophy and Culture. Londres/Nova York: Continuum, 2005.

sobre a autora

Ruth Verde Zein, Arquiteta, FAU-USP 1977, Mestre e Doutora, PROPAR-UFRGS 2000/5, professora e pesquisadora da FAU- Universidade Mackenzie.

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