Dieste alia la cáscara de cerámica armada al molde móvil, procedimientos sofisticados de cálculo estructural y el ladrillo abundante, barato y poco exigente cuanto a la especialización de mano de obra, racionaliza la técnica de ejecución de distintos tipos de bóvedas y láminas curvas o plegadas. El método y la escala son obviamente compatibles con grandes luces y el proyecto de fábricas, gimnasios, torres, tanques, silos y otros tipos de estructuras utilitarias. La elegancia y fuerza plástica de los resultados sugieren posibilidades más amplias, como prueba la iglesia en un suburbio del balneario de clase media cerca de Montevideo.
El sitio es un lote rectangular en un pueblo informe de obreros y campesinos que surte al balneario de lechugas, albañiles y mucamas. El encargo aparece vinculado a economía y rapidez y limitado a una cubierta. Dieste lo transforma en arquitectura. El plan propone una nave basilical de 16x30 metros, paralela y muy próxima a la linea medianera norte. El conjunto de paredes y techo se concibe como una gran cáscara de doble curvatura que apoya en el terreno mediante pilotes in situ. Cada pared de 7 m de altura y 30 cm de espesor está formada por una sucesión de conoides de directriz recta a nivel de suelo y ondulada (con una parábola y dos medias parábolas acordadas por onda) en su superior. Termina por una carrera horizontal de ladrillo y hormigón que hace de alero y absorbe el empuje de la bóveda de techo, cuyo ladrillo es cubierto por una capa de tejuela cerámica porosa muy aislante y liviana. La luz media de la bóveda es de 16 m, la máxima de 18,8 m y la flecha varia de 7 a 147 cm, con lo que el valle de la onda es casi horizontal.
El frente de la nave, a poniente, está ocupado por el entrepiso en ladrillo del coro, cerrado al exterior por un muro calado y ligeramente retirado de la proyección de la cubierta. Debajo del entrepiso se imbrican dos paredes en forma de gancho creando una entrada lateral a la nave. Una cierra el recinto de los confesionarios. La otra, se abre para el atrio como un ábside y define un nártex de tres metros de altura. El presbiterio está simétrica y centricamente definido por un muro bajo de forma igualmente absidal, que encierra un altar muy simple, de cara al pueblo. El pasaje entre pared externa y el trecho izquierdo de ese muro lleva a una capilla al fondo, el pasaje correspondiente a la derecha lleva a la entrada del cura, a una antesacristía y a la sacristía detrás del altar. El bautisterio es una cripta circular cerrada, frente a los confesionarios. Está techada por una cúpula cubierta de tierra que se insinua a nivel de la entrada y se ilumina por un lucernario de ónix traslucido. Se vincula al exterior por un conjunto de escalera y corredor subterráneos, cuya entrada se muestra como un prisma triangular que arranca de la acera adyacente a la linea del lote. El corredor termina en otra escalera, perpendicular, por la cual se llega a la nave y arriba de la cual otro tramo protege el recinto de los confesionarios y conduce al coro. El campanario.es una torre calada y aislada junto a la linea medianera sur. Entrada de la escalera y cúpula de la cripta, extremidad de la pared sur de la nave y campanario proponen un plan virtual que privilegia la aproximación oblicua focando en el nártex, paso obligado del ingreso a la nave.
Es claro que la curvatura de los cerramientos otorga una condición diversa tanto al volumen cuanto al interior, que la condición aditiva del ladrillo otorga textura y vitalidad a las superficies, que la opción estructural confiere interés extraordinario al proyecto. Menos notada- pese al testimonio de Dieste- es la elaboración de un esquema simple que acentúa la experiencia de la iglesia como recorrido y procesión pausada, idea litúrgica y simbólicamente coherente. Una de sus manifestaciones está en la disposición de la entrada y su relación con el nártex y la llegada al sitio. Otra ocurre en la solución planteada para el bautisterio: el oficiante esperando junto a la entrada, el descenso, el ingreso lateral a la la cripta, el ritual, la salida, el corredor, otro giro a noventa grados, la ascensión que revela oblicuamente la nave y el altar. La ubicación de la sacristía y la delimitación del altar postulan la aparición gradual y expresiva del oficiante. La eliminación entonces novedosa del comulgatorio y los escalones entre nave y presbiterio permiten a la vez integración sin que se perca el matiz de jerarquía que corresponde al altar del sacrificio. El campanario es un mirador y la vista que proporciona vale bien el ascenso en espiral.
La luz muy cuidadosamente medida penetra por unas pequeñas aberturas en la parte superior de las paredes onduladas, por la bóveda sobre el altar, por el muro calado en la parte posterior del coro, pero también por la ventana horizontal entre la pared rugosa que termina el fondo de la nave y la pared baja de la sacristía, inclinada hacia la iglesia, así como por entre las zanjas entre el conjunto del coro y el conjunto de las paredes y cubierta de la nave. Las zanjas confirman la contemporánea independencia estructural de los dos conjuntos y introducen una nota de ligereza en la omnipresencia del ladrillo, tejido en aparejos distintos conforme sea piso, soporte, cerramiento, piso. Las zanjas contribuyen para prestar un aire de tela plegada a la sucesión de bóvedas de la nave, para su paradójica transubstanciación en la tienda de Dios. Los aparejos hacen recordar que la mampostería es un procedimiento técnico primordial y la junta su atavio. A 30 dólares por metro cuadrado, el milagro es de los grandes.
sobre el autor
Carlos Eduardo Dias Comas es arquitecto, miembro de la comisión que coordina el PROPAR de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Federal del Rio Grande del Sur y es responsable por la investigación "Arquitetura Brasileira Contemporânea: Cidade Figurativa, Teoria Acadêmica, Arquitetura Contemporânea".