El arquitecto francés Jean Prouvé había acabado de desconectarse de su fábrica en Máxeville, de donde salían todas sus realizaciones desde 1947, y con eso, sin posibilidad de seguir fabricando piezas constructivas, fue forzado a inventar un modo alternativo de construir su propia casa con los materiales ya fabricados y que estaban en los almacenes.
La casa fue construida en 1954 por la propia familia, por algunos fieles amigos y trabajadores que recorrían el camino de tierra entre la entrada del terreno y el lugar exacto donde la casa fue implantada transportando pieza por pieza. La necesidad urgente de un hogar propio para él y su familia hizo con que, una vez más, Prouvé crease un sistema constructivo que extrajese el mejor desempeño técnico y compositivo de las formalidades implicadas, y de esta vez, con materiales desechados de otras obras y sin mano de obra especializada - condicionantes contrarios a sus demás producciones.
Eso hizo que la calificase, de pronto, como una obra especial dentro de la producción de Prouvé que merecía un estudio más profundizado en relación a las demás.
Separar y especificar las piezas de la casa, como hacía Prouvé en sus documentaciones cuantitativas y rápidamente volver a unirlas de otra manera, de pronto, nos cuestiona la mentalidad del arquitecto y nos hace entender los engranajes desde la primera pieza puesta en su sitio hasta la totalidad de la unión entre ellas. Ese ejercicio fue hecho en esta experimentación.
Además de las piezas, cambiar ambientes y reconfigurar la distribución generan nuevas circulaciones y relaciones de jerarquía donde, confrontadas con el original, pueden contestar a algunos cuestionamientos. ¿La casa podría haber sido proyectada de otra manera? Respondo que sí y que nada afectaría la esencia de esta obra de Prouvé.
Elementos estructurales delimitan los espacios y no utilizan artificios espaciales en la transición entre un ambiente y otro. La idea básica de la casa, en esa experimentación, fue mantenida. El remontaje está basado en la permanencia de las características esenciales de las zonas, es decir, no propongo un cambio de función, sino una nueva manera de juntarlas.
La inversión entre zona 1 y zona 3 hace que algunos espacios cambien. El acceso fue puesto de manera análoga a la versión original entre el salón y la lavandería. Si lo mantuviésemos en el mismo local, entre el salón y el cuarto de baño, tendríamos que cruzar por delante del salón para llegar a la puerta de entrada, y esto no tiene sentido. De tal manera, podemos mantener la exacta planificación del terreno y no desconfigurar el salón como un “porche” que avanza sobre el paisaje.
El espacio de aproximación a la casa, que antes funcionaba como un vestíbulo exterior de transición entre la exuberancia del exterior natural y la domesticidad del interior humanizado, ahora ya no existe y se resume a la distancia entre el fin del callejón peatonal inclinado y la puerta de entrada. Este gran espacio pasa a existir en la parte este de la casa, después del gran salón, desconectado del acceso principal y mucho más íntimo a la casa. Todavía puede ser comprendido como una extensión del salón cuando abrimos la gran puerta pivotante, pero sin el carácter híbrido que tenía antes.
A través de esta experimentación, es posible concluir que, a partir de las “piezas”, podemos montar otra configuración y que el cambio de carácter de los ambientes no es drástico. Eso nos permite afirmar que el punto de partida de las propuestas de Prouvé es la técnica y la conexión entre las piezas, haciendo que sea posible montar variantes con las mismas partes.
Aun construida a partir de materiales heterogéneos y articulada de manera improvisada, sin pretensiones a una futura repetición, la casa en Nancy podría ser considerada un prototipo, ya que podemos enumerar todas las piezas y redactar un manual de encaje entre ellas. Lo digo para que no perdamos de vista todo el tema de la prefabricación y producción en serie que componía el universo de Prouvé, aunque haya existido el elemento “improvisación” en esa casa.
sobre o autor
Flavio Castro se tituló arquitecto por la Universidad Mackenzie, São Paulo, Brasil 2000-2006 con el pcc “Construyendo con el paisaje, su dibujo como espacio colectivo” y el proyecto del Museo Oceanográfico en Santos como objeto. Entre 2006 y 2009 curso un máster y dos posgrados por la universidad Politécnica de Cataluña. Los cursos son “Teoría y práctica del proyecto de arquitectura” con la tesina “El objeto técnico - La casa de Jean Prouvé” tutorada por Joseph Quetglas, “Arquitectura: De la crítica” y el “Taller de proyecto” con Jordi Badía respectivamente.
Colaboró con diversos despachos nacionales e internacionales en la intención de aprender distintos procesos de trabajo y coger referencias, importante proceso a un arquitecto. Fueron ellos: MAB arquitectos , Arteks arquitectes y Hidalgo&Hartmann en España y Núcleo de arquitetura, AR.CO., Fundação MASP , Ello Network y MMBB Arquitetos en Brasil. Participó de concursos en colaboración con esos despachos y también individualmente.