Estambul es la única ciudad del mundo mitad europea mitad asiática, está rodeada por las aguas del Bósforo y por el Mar de Mármara. Fuimos a esta ciudad en enero: mes de invierno, frío, viento y lluvia. A simple vista, el clima podría dificultar hacer de un viaje algo placentero. Sin embargo era justo lo que buscábamos: el frío y la nieve. Buscábamos salir del calor y del sofoco de una ciudad como São Paulo y entrar en el firme invierno de Estambul. La verdad es que el clima no fue tan extremo como nos habían anticipado, debemos decir que el tiempo nos ha sorprendido, no hubo nada de nieve y un poco de frío sí que hubo. Frio que no impidió disfrutar en la torre Gálata y bajo un cielo azul y limpio, la puesta de sol con una vista panorámica, mientras escuchábamos el sonido de las mezquitas que se propagaba por toda la ciudad, o observábamos a las gaviotas volar sobre el Bósforo, nuestro primer día, nuestra primer noche en Estambul.
Optamos por instalarnos en la región de Sultanahmet, el casco antiguo de la ciudad y por supuesto: el área más turística. Infaltables vendedores insistentes en la calle, en búsqueda de compradores, de libros alfombras o lámparas. También son comunes estos personajes delante de los restaurantes. Es por esto que recomendamos tener algunas respuestas ya montadas, como, “Ya comimos, gracias”, “Quizás más tarde”.
En Sultanahmet el acceso a los edificios de interés turístico es fácil y rápido: Santa Sofía, Mezquita Azul, Gran Bazar, Bazar de Especias, Cisterna Basílica, Palacio Topkapi entre muchos otros. Además, en esta época del año, existe la ventaja de escapar , por las callecitas de Estambul, de las masas inevitables de turistas y evitar perder tiempo haciendo colas. Entre este conjunto de edificios también el Hamam de Çemberlitas, una casa de baños del 1584, visitarla supone una experiencia inolvidable. En esta región está todo “a mano” tanto para los que prefieran caminar como para quienes quieran hacer un interesante recorrido en transporte público, por allí pasa la línea del Tranvía que conecta la región con Taksim/ Beyoglu.
Cruzando el puente de Gálata, que une las dos partes europeas de la ciudad, entramos en una Estambul más bulliciosa. Por allí se encuentran restaurantes de todo tipo y abiertos hasta tarde, tiendas disfrazadas en galerías de arte, galerías de arte de verdad, librerías, cafés y discotecas. Una Estambul ajetreada, iluminada y muy curiosa. Por otro lado, en Sultanahmet, pasadas las diez de la noche estará solo usted y los gatos en la calle. De hecho los gatos son muchos y están por todos los rincones.
La Istiklal Caddesi es la calle con más movimiento y bajarla caminando, saliendo de Taksim en dirección a la Torre de Gálata, es una experiencia interesante. Sus calles paralelas guardan sorpresas, como por ejemplo, el restaurante Sofyali 9,adonde encontramos un ambiente relajado, deliciosa comida Turcos que hacen de este lugar algo autentico. Cerca de Túnel hay muchas tiendas de instrumentos musicales donde uno puede pasar horas dando vueltas. Otro lugar sugestivo es la Nevisade Sokak, una calle llena de meyhanes, como son llamados los restaurantes que sirven mezzes (entrantes variados), raki (aguardiente a base de anís). Todo siempre acompañado por música en directo.
En cualquier rincón de la ciudad se encuentran a los populares kioscos de frutas, con deliciosos zumos de granada y naranja hechos al momento. En cualquier momento del día también se puede tomar el famoso té turco, antes o después de las comidas, servido siempre en vasos en forma de tulipán. Al principio el gusto parece ser un poco fuerte, pero vale la pena intentarlo y tratar de incorporar el hábito de tomar el té en sus días de paseo por la ciudad. El Lassi es también otra bebida muy típica de allá, hecha de yogurt, agua y sal y puede ser servido también en una versión dulce con canela. Tanto el té como el Lassi están en todas partes.
Cruzar el Bósforo en ferry-boat es otra buena opción. Son grandes embarcaciones, confortables y a precio popular, estos hacen travesías de Eminonu, del lado europeo hasta Kadiköy, al lado asiático. Si puede, lleve algo de pan, las gaviotas acompañan durante travesía y si se tira el pan hacia a lo alto será una fiesta inolvidable. Una vez en el lado asiático olvídese del inglés. Allá solo se habla en turco, lo que ya es motivo suficiente para aventurase por la región. Todos son muy amigables y están dispuestos a ayudar, sea con señales, palabras o gestos, pero que al final todos se entienden. Allí Fuimos a un mercado de calle muy divertido, colorido y animado, con puestos de pescado, comerciantes gritando palabras raras y gatos sobre cuerdas a la espera de las sardinas lanzadas por los vendedores… Estábamos en Ásia.
sobre los autores
Nelson Mielnik: Arquitecto (FAU-USP), fue socio-director en el taller/oficina “Terra Arquitetura e Projetos” de 1978 hasta 1986. Fue pionero en el área de bureau electrónico de servicios gráficos, montando la empresa Graphbox, donde actuó como socio-director de 1986 a 1996. Actualmente dirige el Acqua Estudio Gráfico, que actúa en el área de design gráfico.
Flavia Mielnik: Artista plástica (FAAP), actualmente vive en Barcelona y trabaja como artista e ilustradora. En São Paulo, España y algunos otros países de Latino América, participó de exposiciones colectivas con su trabajo intitulado “Quarto plano” (una investigación plástica sobre la memoria urbana). Es miembro de la asociación cultural Can Brasil en Barcelona.
Rogério Vilas Boas: Publicista (UNIMEP) y Fotógrafo (SENAC), participa en proyectos de Pin Hole (fotografía alternativa) desarrollando el tema de inclusión social con niños y gente mayor. Fue profesor de fotografía en la universidad UNIME en Salvador de Bahia y actualmente vive y trabaja en Barcelona.