El imperio Khmer fue el más importante – al menos por sus dimensiones – del sureste asiático, ocupado por los actuales Laos, Camboya, Tailandia y Vietnam, concentrado en la costa de Golfo de Sian. El imperio perduró durante los siglos IX y XIII y osciló, dependiendo de su imperador, entre el hinduismo y el budismo, desvelando su vinculación con India. De hecho, según Marilia Albanese, el mito fundacional del reino de Funan –el que precede al Khmer– se otorga a la unión entre Kaundinya, que vino de India y Soma, una princesa local.
El origen geográfico de la dinastía Khmer fue el Tonlé Sap –grande lago– en la región central del actual Camboya y desde el que desemboca en el Rio Mekong. Esta zona, bastante explotada turísticamente fue el epicentro del Imperio y aun mantiene un importantísimo conjunto arqueológico que nos permite acercarnos algo más a una arquitectura de gran interés, sea por sus dimensiones, carácter simbólico o valor artístico.
El complejo abarca aproximadamente 200km2 en medio a una densa vegetación y se compone de diferentes conjuntos con grados diferentes de preservación, restauro e interés, flanqueados por dos gigantescos embalses – al este y oeste. Embalse desde donde se sirvió a todo el capitolio por innumerables acequias. Entre todos se destaca un templo budista conocido como Angkor Wat. Es el que se localiza más al sur de la ciudad real, Angkor Thom – la gran capital.
Angkor Wat fue edificado entre 1113 y 1150 por el rei Suryavarman II en el período resplandeciente del imperio. Su nombre original, cuando todavía era un templo hinduista, era “El Santo Mundo de Vishnou”.
El Santo Mundo de Vishnou es una estructura amurallada rectangular de aproximadamente 1500m x 1300m delimitada por acequias. Dentro se ubica una enorme plataforma donde se inscribe el conjunto principal.
Establecer un comparativo con otros complejos religiosos coetáneos en occidente, como las catedrales góticas, apenas para usar un ejemplo, es prácticamente inevitable y revela de inmediato un enorme retraso desde el punto de vista técnico constructivo. Esto es evidente, por ejemplo, en el primitivo sistema de arcos. Sin embargo, esos edificios deben ser vistos desde otras perspectivas, que permitan evaluar sus aspectos artísticos, pero, sobre todo sus valores simbólicos.
Simetría, orden y la representación del Universo
La calle por la cual se accede al conjunto marca al eje este oeste y sirve como de embarcadero en los periodos de lluvias. Primero se atraviesa la gopura de acceso –espacios cruciformes orientados a los puntos cardinales que hacen la transición entre el mundo prosaico y el sacro– desde donde ya se divisa el conjunto principal. Al final del la calle/eje/embarcadero se encuentra la plataforma que funciona como zócalo del conjunto templario. Desde la plataforma se empieza gradualmente a ascender a través, primeramente, de terrazas, luego gopuras y galerías con arcadas, todas cruciformes orientados a los puntos cardinales. El resultado es una especie de trama ortogonal –formando sucesivos patios/ plataformas– que sigue ascendiendo hacia los prasats, los espacios principales en forma de torre puntiaguda. Todos los edificios y partes del conjunto –en piedra– forman un complejo escultórico de enorme valor artístico, pero sobretodo de enorme interés espacial.
La lógica por detrás del recorrido impuesto, su desarrollo y finalidad, así como el conjunto edilicio funcionan como representación –en algunos casos metafórica y en otros figurativa– del proprio Universo, o al menos del santo mundo de Vishnou.
El prasat central, el más alto, representa figurativamente el monte cósmico del hinduismo que funciona como símbolo axial entre el cielo y la tierra. Monte que emerge del caos primordial y del cual establece el orden, en el caso representado metafóricamente por la ocupación geográfica a partir de las estructuras ortogonales orientadas hacia los cuatro puntos cardinales; y por la contundente simetría. Todo está envuelto por las aguas del océano representados, de forma a la vez metafórica y figurativa, por las acequias y embases que, así como los océanos, garantizan la vida.
Tras un día de visita, al dejar el conjunto por la puerta oeste imitando el recorrido del sol, uno tiene claro que no hay como apreciar a un edificio de esta magnitud desde su lógica constructiva, su estructura o su participación en el desarrollo técnico de la civilización que lo construyó.
notas
[revisión de texto Magdalena Reches]
sobre o autor
Marcio Cotrim es arquitecto, doctor por la ETASAB-UPC y uno de los editores responsables de Vitruvius en España.