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architexts ISSN 1809-6298


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O autor escreve sobre a obra do arquiteto chileno José Cruz Ovalle, considerado de destaque no panorama atual da arquitetura latino-americana e analisa mais profundamente seu projeto para o Campus Peñalolen


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ALVARADO, Rodrigo Garcia. Construyendo la abstracción:. Campus Peñalolen de Jose Cruz Ovalle. Arquitextos, São Paulo, año 08, n. 093.01, Vitruvius, feb. 2008 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/08.093/164/es>.

Itinerario

En el panorama actual de la arquitectura latinoamericana colmada de formas simples e impactantes, destacan los complejos pero sobrios edificios del arquitecto chileno José Cruz Ovalle. Nacido en 1948, Cruz Ovalle comenzó su formación profesional en la Pontificia Universidad Católica de Chile, pero a la mitad de la carrera se traslado a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, donde egreso en 1973. Luego realizo cursos de filosofía, llegando a ser colaborador del escritor Eugenio Trias, a la vez de desarrollar un intenso trabajo como escultor en madera y metal.

A fines de los años 80 regresa a Chile, conformando sociedad con su compatriota Germán del Sol. Ambos eran amigos desde la infancia y compartieron la misma formación profesional. Se dieron a conocer al adjudicarse el Pabellón en la Feria Internacional de Sevilla de 1992, en que plantearon un volumen sinuoso de maderas laminadas que acogía el iceberg acarreado desde la Antártica para exponer el emergente desarrollo del país.

Luego diseñaron los Hoteles Explora, establecimientos turísticos localizados en el desierto de Atacama y la agreste Patagonia, logrando notables conjuntos arquitectónicos en estos paisajes extremos, lo que respaldo su reconocimiento profesional. Estas edificaciones habían surgido de la iniciativa de los arquitectos, invitando a empresarios inversionistas, en que Del Sol termino asumiendo su administración y pronto ambos arquitectos decidieron terminar su trabajo conjunto. Germán Del Sol desarrollo posteriormente varias obras y emprendimientos turísticos que le valieron el Premio Nacional de Arquitectura el 2007, reconociendo siempre su formación conjunta.

El arquitecto José Cruz Ovalle es reacio a la exhibición pública, esquiva las conferencias y se rehúsa a dar clases, tomarse fotografías o publicar sus escritos, indicando que su misión es hacer arquitectura. Plantea una aproximación reflexiva al proyecto, argumentando que la arquitectura no es un azar, sino que exige una elaboración meticulosa. Por esta razón mantiene una oficina pequeña y una secuencia limitada de encargos. Se resiste a realizar obras en el centro de las ciudades, argumentando que las urbes latinoamericanas aun están por construir. Además afirma que solo después de los 40 años se puede ejercer apropiadamente la arquitectura, teniendo conciencia de la medida de los espacios. Su planteamiento teórico principal es la “abstracción”, que define como un alejamiento de las referencias simbólicas, para concentrarse en la comprensión espacial de la actividad y el lugar (1).

Reconoce que su principal influencia es la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso (2), a pesar de no haber estudiado en esta institución, sino por ser sobrino de su fundador Alberto Cruz Covarrubias, quién le transmitió su visión arquitectónica desde pequeño. Asegura que precisamente estudio en otras escuelas para distanciarse de su tío, pero que termino asumiendo progresivamente sus planteamientos. Aunque no ha participado de los procesos y muchas actividades de este grupo, el estilo grafico y la preparación de sus proyectos reflejan indudablemente su influjo. La Escuela de Valparaíso se ha destacado por su postura pedagógica y conceptual, pero con una escasa producción profesional destacada (principalmente la “Ciudad Abierta”, el conjunto habitacional en que residen los profesores desde fines de los años 60), por esta razón la obra de Cruz Ovalle ha sido identificada una expresión relevante de esta postura. Aunque admite haber adquirido el rigor constructivo y estructural en la Escuela de Barcelona, además de su preparación filosófica y cultural en esa ciudad, defendiendo el rol de la palabra en la concepción arquitectónica, así como la exploración formal y material en la escultura, cuya dedicación conserva hasta la actualidad.

Luego de su independencia profesional a mediados de los noventa, diseño algunas viviendas particulares, instalaciones industriales y bodegas de una viña familiar, todas con estructuras y revestimientos de madera elaboradas con creatividad y cuidado (3, 4, 5). Su equipo profesional lo integran su mujer, la arquitecta catalana Ana Turrell Sanchez-Calvo, el arquitecto Juan Purcell Mena y Hernan Cruz Somavia (hijo del fundador de la Escuela de Valparaíso), además de otros colaboradores. Los últimos años han estado dedicados al Campus Peñalolen de la Universidad Adolfo Ibáñez, un conjunto de edificaciones que constituye su mayor obra edificada a la fecha. La primera obra del campus, el edificio de pregrado, le valió el principal Premio de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo del año 2004, y acaban de terminar el edificio de post-grado completando el conjunto. Recientemente han estado proyectando unos edificios residenciales en España y un hotel en Isla de Pascua.

Campus Peñalolen

La Universidad Adolfo Ibáñez es una institución privada de educación superior gestada a partir de una prestigiosa Escuela de Negocios en Valparaíso. En Santiago se instalo hace pocos años, primero en varias casas del sector acomodado de la ciudad y luego adquirió un amplio predio en la zona precordillerana oriente, que corresponde a la comuna de Peñalolén, en un sector extenso y desolado, pero con amplia vista sobre la ciudad. En este sitio la Universidad decidió concentrar todas sus instalaciones, encargándole a José Cruz Ovalle el diseño del plan general y varios edificios que totalizan aproximadamente 25.000 m2 (fig. 1). Comenzando por uno para sus carreras de pre-grado, luego otro de servicios administrativos, posteriormente uno con diversos recintos recreacionales (casino, gimnasio) y finalmente uno de postgrado, además de trabajos paisajísticos, todos ejecutados entre los años 2000 a 2007. Cada edificio esta localizado distanciado uno de otro y poseen diseños diferentes, pero con similaridades de color, materialidad y lenguaje formal. El conjunto no posee un portal, plaza, edificio o elemento principal, como es habitual en estas establecimientos educacionales. Se accede por un extenso faldeo, con sinuosos caminos vehiculares, atiborrados estacionamientos y senderos peatonales hacia las diferentes entradas de los edificios.

El edificio de pregrado (fig.2), que fue el primero en ser construido, se desarrolla en paralelo al macizo cordillerano que se desarrolla de norte a sur, instalado en las cotas bajas del sitio. Con un gran cuerpo longitudinal de tres a cuatro pisos, conforma una secuencia de patios extendidos e interconectados, con edificaciones bajas en ambos costados que se entrecruzan en diagonal. El ingreso se realiza desde el costado suroriente, con un amplio vano al primer patio, insinuando una entrada al conjunto (fig. 6). Reforzado por un acceso al un espacio interior de triple altura en que aparecen rampas y puentes de conexión, y al costado, el auditorio principal.

Esta edificación aloja aulas de clases de distintos tamaños principalmente al costado oeste y despachos de profesores al este, al comienzo oficinas administrativas y al final, la biblioteca. Desarrollándose en doble crujía, con un pasillo central, pero con una variación de direcciones, alturas y aberturas que produce un tejido de circulaciones y vistas, especialmente en el espacio principal que posee una fachada interior en que convergen sinuosas rampas (fig.10). Los patios están cerrados hacia el valle, que se divisa desde algunas escalinatas y vanos del interior. Los pasillos por dentro ofrecen miradas sorpresivas a la ciudad y reciben diversas luces cenitales que varían durante el día, además de aberturas a los espacios de continuidad vertical. Las circulaciones interiores van variando de dimensiones, generando lugares de estar, mientras desarrollan rampas y curvas amplias que desafían las exigencias estructurales y producen un singular paseo interior.

La construcción es de hormigón armado pintado de un blanco homogéneo, en que se confunden tabiquerías y muros de mampostería y elementos estructurales, con el mismo tratamiento superficial, matizados con zócalos oscuros y elementos de maderas claras, que se extienden en puertas y muebles adosados a los muros. Los pavimentos de los patios son de piedras combinados con graderías, rocas naturales, árboles y arbustos áridos. Los pavimentos interiores son de vinilos brillantes y continuos y cielos blancos que extienden los muros. Las techumbres de losas de hormigón se recubren con piedras redondeadas o planchas de cobre que se vislumbran de varias ventanas o entre los edificios. Las ventanas son largas extensiones horizontales con una curiosa protección superior de hormigón armado.

Los edificios de servicio y recreación se ubican ascendiendo por los faldeos hacia el sur (fig. 3). Se acompañan de varias canchas deportivas en los faldeos, aprovechando ligeras planicies y efectuando algunos taludes. Las circulaciones exteriores se conservan en senderos de piedra que serpentean entre los arbustos, con pequeños descansos que otorgan amplias vistas al valle. Estos edificios, replican el tratamiento material, aberturas y estilos formales de los anteriores, aunque con volúmenes mas amplios y con menos circulaciones interiores para acoger estos amplios programas funcionales. Pero igualmente desarrollando formas irregulares y aberturas que regulan sus masas, y cuidan los ingresos y desplazamientos.

El edificio de post-grado (fig. 4) se encuentra a mayor altura al sur, con un acceso vehicular diferente, a una distancia difícil de alcanzar caminando. Se desarrolla mas en perpendicular a la pendiente y con formas mas onduladas, estableciendo cierta diferencia con los anteriores, aunque relacionados al mantener el color blanco y el volumen general. Conforma un edificio compacto, pero también desmembrado en varios cuerpos que generan una amplia curva con inflexiones, dejando patios abiertos al norte y estacionamientos al costado sur. Con volúmenes que se prolongan en los extremos o se cierran en cuerpos cilíndricos, conformando un conjunto dinámico, estabilizado con su baja altura (fig. 7-8-9).

En la parte media se generan un vano amplio al sur, con un tramo de edificio suspendido que insinúan un acceso principal, de manera similar a la construcción de pre-grado. Con ingreso a un hall principal tan extenso, pero más alto que el edificio anterior, con un mayor despliegue de pasarelas onduladas, vanos interiores y lucarnas que bañan de luz clara el interior (fig. 11-12). Generando una interioridad dinámica y sugerente, enrevesada en sí misma, que recoge la mirada, pero libera la suavidad de superficies. Los tratamientos materiales son similares, con muros y cielos blancos continuos y deslizantes, con junturas casi invisibles. Variados toques de madera claras y brillosas en los muebles, puertas y protecciones. Pavimentos grises y lisos. Los patios así mismo son de piedra, con escalinatas y arbustos intercalados, abiertos hacia la cordillera que se prolonga al norte y protegido por la concavidad de los distintos volúmenes. Sugiriendo un rol mas secundario de los espacio exteriores.

El trazado geométrico de este edificio también evoluciona respecto a los anteriores, desarrollados con diagonales sobrepuestas. Aunque en obras anteriores Cruz Ovalle había experimentado con curvas, eran elementos menores compuestos de tramos de circunferencias. En este caso combina ambos recursos, utilizando referencias circulares, primero en un gran arco, que es interrumpido por un secundario que se abre de manera divergente, y luego establece tres focos, pero en desplazamiento, que sobrepone y amplia, generando una concentración y proyección formal a la vez (fig. 14). De modo que el encadenamiento final queda generado por curvas splines que van asumiendo estas tensiones. Estas formas se caracterizan por los múltiples puntos de control, de este modo los puede aplicar en varias escalas y direcciones simultaneas, liberándose tanto de los paralelismos o agudas convergencias del trazado recto, como de la homogeneidad de la circunferencia, asumiendo libremente la prolongación y variación de los ejes. La volumetría del conjunto revela así mismo su extensión y concentración, con varios cuerpos sobrepuestos y replegados (fig. 15).

El conjunto aparentemente esta completo y conforma un repertorio disperso de edificios en la ladera, que se cubre ocasionalmente de nieve en invierno, de modo que en esta época las construcciones apenas se asoman por sus secuencias de ventanas y sombras irregulares. La experiencia espacial cotidiana es singular y cambiante, y mantiene una mirada permanente sobre el valle, que la mayoría de los días presenta un manto de contaminación cubriendo la ciudad, con un cielo deslumbrante enmarcado por la silueta de los cerros (fig. 16).

Discurso

Un planteamiento fundamental de Cruz Ovalle es la cuidadosa elaboración de sus proyectos, rechazando la improvisación y la arbitrariedad (5). Lo que expresa en textos y esquemas explicativos de sus decisiones, y vistas interiores dibujadas a mano donde apunta condiciones espaciales. En los proyectos del Campus Peñalolen plantea una explicación desde dos sentidos complementarios, por un lado la condición de lugar, y por otro, la función general. Sugiriendo un privilegio por la situación geográfica, afirma que “el primer momento es la luz del lugar”, apuntando más que a un fenómeno físico, al reconocimiento espacial del paisaje (6). En este caso plantea primero que el lugar “se sale a buscar” desde la ciudad, expresando que se encuentra desvinculado de la trama urbana, enfrentado la dimensión territorial del valle y la cordillera. Afirma que el lugar se sitúa en una condición de borde, mirando al horizonte y respaldado por el macizo montañoso. Por esta razón sugiere crear un orden propio frente a la extensión, que reconoce en una regulación de la magnitud visual. Para lo cual plantea patios que modulan la profundidad y recortan el cielo, con edificios enhebrándose en el aire. Sostiene que el sitio se desbordaba hacia la ciudad, mencionando que quizás un europeo, un arquitecto ajeno al continente, habría efectuado entonces una obra muy abierta al valle, pero que él decide al contrario, medir el paisaje, darle la espalda para contenerlo.

En la vastedad del terreno, plantea que los edificios deben esparcirse para habitar el lugar, definiendo una distancia entre las construcciones que obligue a reconocer la dimensión del sitio. Para los edificios de pregrado y servicios, utiliza una disposición cerrada a la pendiente, pero en el edificio de postgrado, afirma que debe situarse a horcajadas en una lomaje, en un lomo entre dos quebradas. Aunque no aclara mayormente esta diferencia de disposición, insiste que el edificio debe estar “encendido por el lugar”, volverlo favorable. Debido a que la naturaleza por si misma no puede otorgar una condición que trascienda el recreo.

Por otro lado reflexiona sobre la situación programática de los edificios, partiendo del concepto general que el mundo ha pasado de la trascendencia a la inmanencia, de modo que lo trascendente no es “lo que hoy esta fuera, sino dentro”. En este sentido indica que el presente de la universidad no descansa en su expresión simbólica (como afirma recurrentemente en sus referencias sobre la abstracción), reiterando que esto exige trabajar la presencia, no a la representación. Plantea que la universidad reposa en un estado a-temático, es decir independiente de una materia específica (como lo estaría la formación escolar). Afirma que la universidad posee una experiencia anterior que se debe vivir en su esplendor, a través de una situación genérica que celebre su existencia y le otorgue la condición arquitectónica que carece la naturaleza.

Esta condición consistiría en una extensión propia, lo que se vincula con su análisis del lugar, pero aplicada mas bien en los interiores, conformando circulaciones con lugares únicos. Plantea una continuidad no homogénea, que permita “estar en circular”. Ascender y descender por un edificio continuo, a través de lugares. Afirma que el edificio sea difícil de atrapar y se comprenda por partes, no por globalidades, como una abstracción matemática. También plantea un paso gradual entre lo temperado y la intemperie, de modo que las circulaciones exteriores e interiores se vayan entrelazando, aunque no configura espacios intermedios de integración, pero utiliza pasos cubiertos y patios como reguladores.

En los escritos del proyecto menciona la invención de una profundidad desligada de la fuga (2), aspecto que luego explaya en las entrevistas como un aspecto central de su planteamiento espacial. Afirma que la arquitectura es un permanente lucha entre el centramiento y el descentramiento. De modo que una intención fundamental en esta obra es generar interiores que sugieran una extensión mayor, pero a la vez contengan el espacio. Un juego permanente entre la prolongación visual y corporal, y la relación interna que vincule a las personas que conviven en el edificio. Plantea que el blanco responde a esta espacialidad desplegada, sin revés ni derecho. Pero lamenta que esta condición lo remita persistentemente al arquitecto Alvaro Siza. Aunque admira al arquitecto portugués, reconoce solo haber visitado sus obras recientemente y que maneja magnitudes y sentidos muy distintos. Arguye también que sus obras anteriores eran casi exclusivamente de madera, y que los tratamientos blancos y límpidos de estas construcciones provienen de sus propias características.

4. Conclusiones

La trayectoria de Cruz Ovalle, con diferentes vertientes y actividades, ha confluido en una manera particular de elaboración del proyecto y en un conjunto de obras singulares, que logran alejarse de convencionalismos para crear experiencias espaciales de gran originalidad y delicadeza. Lo que es escaso en la producción arquitectónica contemporánea, que oscila entre la monotonía y el impacto. Indudablemente la calidad de sus edificios esta sustentada por sus observaciones y decisiones de proyecto, y una gran consistencia en su desarrollo, aunque esquiva mayores detalles. Sin embargo, su meticulosa formulación espacial requiere inevitablemente una cuidadosa organización del programa y de la materialización. Tampoco expresa mayor consideración de los mandantes, de regulaciones, posibilidades constructivas, aspectos relativas a la tradición local, situación profesional o referencias contemporáneas. Aunque se advierte bastante enterado de las actividades profesionales mas destacadas. Estas omisiones pueden originarse en una intención de depurar el proceso y la explicación del proyecto, aunque la obra demuestra evidentemente una realización espacial, constructiva y funcional integrada.

El concepto de abstracción es determinante en su trabajo, pero también algo confuso, porque se aleja de la acepción cotidiana del término (enajenarse de los objetos sensibles, según la RAE) y adopta un sentido que valora precisamente la experiencia perceptual, intentando recuperar lo esencial del hecho arquitectónico (y en ese sentido abstracto). Pero es difícil abstraer las influencias sociales y profesionales que comparecen ineludiblemente en el proceso de proyecto y en la vivencia de la obra.

El Campus Peñalolen le ha permitido a Cruz Ovalle y su equipo de profesionales expresar su trabajo en una mayor escala y complejidad que las obras anteriores, demostrando su capacidad y coherencia arquitectónica. Aunque se reiteran aspectos tratados, lo que en alguna medida contradicen la autonomía del proyecto, que insiste en sus textos. Esta discrepancia es frecuente en la actividad arquitectónica, por una diferencia de perspectiva, ya que el autor enfrenta cada obra a partir de sus condiciones especificas, pero al público esto se le hace mas evidente los aspectos similares a otras obras previas, reconociéndolo como el “estilo” del arquitecto.

En todo caso, la disposición en el terreno y la espacialidad general están evidentemente vinculadas a la situación topográfica y visual, otorgando una notable introversión con un aprovechamiento regulado del paisaje. Armonizando la variedad del interior con un situación expectante y protegida del exterior. Esta elaboración espacial entronca indudablemente con las reflexiones programáticas sobre la universidad, su atención en la vivencia cotidiana y la indiferencia al simbolismo. Sin embargo, no se plantea mayores peculiaridades respecto a la institución y su organización funcional, y es difícil de entender la separación entre los edificios, sino es por condiciones constructivas o económicas que actúan en aspectos relevantes del proyecto.

Así mismo se advierte una evolución en la morfología, especialmente entre los dos edificios principales, que no se explica más allá de la situación del terreno, y que generan expresiones y experiencias espaciales diferenciadas. El edificio de pre-grado, con patios centrales y tramos diagonales, posee un desarrollo más activo y centrado. Mientras el edificio de postgrado, mas transversal al macizo, con exteriores exógenos y curvas enrevesadas, elaborada una espacialidad mas sensual y ensimismada. La carencia de un partido o forma general que condicione externamente el diseño, atento a la vivencia directa, genera volúmenes como una resultante casi fortuita, aunque evidentemente hay un cuidado por la composición exterior y todas sus vistas, pero alejada de intelectualizaciones gráficas o culturales.

El rigor de Cruz Ovalle en su planteamiento y ejecución de la obra arquitectónica, es indudablemente un ejemplo de dedicación profesional y atención a requerimientos primordiales del proyecto. Sin embargo, su distanciamiento de los aspectos culturales y la insistencia en visiones particulares, que omiten en particular el desarrollo del proyecto y la situación social de su quehacer, pueden generar incomprensiones sustanciales frente a los mandantes y la profesión. En todo caso, el conjunto del Campus Peñalolen constituye evidentemente una contribución señera para la arquitectura latinoamericana y una experiencia significativa para sus ocupantes cotidianos.

notas

1
BENETT, E. y CRISPIANI, A. (eds.). José Cruz Ovalle. Hacia una nueva abstracción, Santiago de Chile, Ediciones ARQ, 2004.

2
PEREZ, Fernando y PEREZ DE ARCE, Rodrigo. Escuela de Valparaíso; Ciudad Abierta, Ed. TANAIS, España, Mc Gill Queens, Montreal y Birkhauser, Alemania, 2003.

3
GARCIA ALVARADO; Rodrigo,  HARRIS, Jorge; FUENTEALBA, Jessica y MUÑOZ, Rubén. El Discurso de la Obra: Paneles Arauco de José Cruz Ovalle y Consorcio Concepción de Enrique Browne, Revista Interpretar Arquitetura Nº10, Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil, 2007.

4
MUÑOZ, Rubén; La teoría de la obra: José Cruz Ovalle en las oficinas de Paneles Arauco. Pensamiento, obra y omisión, Arquiteturarevista - Vol. 3, n° 1:42–56, Unisinos, Brasil, 2007.

5
http://teoriadelaobra.blogspot.com
.

6
Entrevista personal a José Cruz Ovalle el 14 de Junio del 2006.

7
Entrevista a José Cruz Ovalle del 13 de Agosto del 2007.

sobre el autor

Dr. Rodrigo Garcia Alvarado, Coordinador de Investigacion y Postgrado, Facultad de Arquitectura, Construccion y Diseño, Universidad del Bio-Bio, Concepcion, Chile.

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