Progresivamente nos sumergimos en la irrealidad.
Empezamos de a poco milenios atrás con las palabras. Hay en la palabra una transposición de una esfera a otra: de una sensación (visual, táctil, olfativa o cualquiera otra)a un sonido. Las palabras son metafóricas. Metáforas útiles claro está, ya que dar nombre a algo es darle existencia e identificación. Cuando se habla de biodiversidad por ejemplo, el tema se centra en la extinción de las especies. Pero tiene igual importancia descubrir y nombrar nuevas especies. Se calcula que existen alrededor de 4 millones de ellas, de las cuales solo 1,5 millones están descritas. Entre el 2000 y el 2009 se descubrieron 166.000 nuevas especies. Ponerles nombre fue reconocer formalmente su existencia y ayudar a su conservación (1).
Ampliando el tema al conjunto del lenguaje, también es una construcción metafórica. El lenguaje como material, no procede en la esencia de las cosas sino que describe las cosas. Pero el hombre posee este impulso innato hacia la formación de metáforas, porque tenemos enorme dificultad de penetrar en la esencia de las cosas.
Que el lenguaje es una convención,es fácil de probar. Se evidencia en la existencia de numerosos idiomas paralelos para nombrar las mismas ideas y cosas. Además se podría inventar otrosnombres para las cosas, como propone el antipoeta chileno Nicanor Parra en “Cambio de nombre”(2)
“A los amantes de las bellas letras
Hago llegar mis mejores deseos
Voy a cambiar de nombre algunas cosas.
. . .
Con qué razón el sol
Ha de seguir llamándose sol?
¡Pido que se llame Micifuz!
El de las botas de cuarenta leguas”
Obvio. Parra puede cambiarle el nombre al sol, siempre y cuando el resto de los hispanoparlantes estén de acuerdo. Y logre que la Academia de la Lengua lo acepte.
El punto está en si las convenciones lingüísticas concuerdan con la realidad. Si son conocimiento auténtico. O dicho de otra forma, si la verdad metafórica es una verdad que corresponda a la esencia de las cosas. La respuesta esno. Pero la ficción es necesaria para la convivencia entre los hombres. El olvido es útil para esconder que tales verdades son ilusorias. La metáfora se da eliminando las diferencias entre individualidades, generalizando innumerables experiencias o cosas jamás idénticas, estrictamente hablando. Se habla de personas, negando que cada una de los 6 mil millones que hoy habita el planeta es diferente a las otras. El hombre no soporta las intuiciones primitivas y prefiere las abstracciones y los entramados conceptuales (en este caso el lenguaje) y los toma como si fueran leyes naturales. Olvida que son meras creaciones humanas. Se olvida de sí mismo como sujeto creador, que busca entrar en la naturaleza de las cosas para hacer algo útil en este mundo.
De ser así con el lenguaje común, la verdad de la naturaleza y de la humanidad estaría entregada entonces, en última instancia, al lenguaje de los científicos. Es decir, a las matemáticas. Le Corbusier decía que la “naturaleza es matemática; las obras de arte están en consonancia con ello.” Henri Martin señalaba a su vez “que quien practica el clavicordio no sabe que maneja logaritmos”. Recientemente una importante selección de libros se ofrecía a la venta con la publicidad de “El mundo es matemático”Esta aseveración tiene una lógica cuantitativa exacerbada por las actuales facilidades computacionales. Pero su mayor problema reside en que es la negación radical de cualquier emoción o sentimiento. Elimina toda la subjetividad humana.
Algunos ilustres científicos, sin embargo, advirtieron que el asunto no era tan así. Que la matemática se acerca a la naturaleza, pero solo la representa y no es su esencia. La verdad en matemática está en su coherencia interna. Einstein, no obstante ser un extraordinario matemático, desconfiaba de ellas (3). Decía que “Dios no se preocupa de nuestras dificultades matemáticas. El integra empíricamente”. Más enfático aún, en una conferencia ante la Academia Prusiana de Ciencias se preguntaba: “¿Cómo puede ser que las matemáticas – un producto del pensamiento humano independiente de la experiencia – se adecúe tan admirablemente a la realidad?... En mi opinión, la respuesta a esta pregunta es brevemente la siguiente. En la medida que se refiere a la realidad, las proposiciones de la matemática no son seguras y, viceversa, en la medida que son seguras, no se refieren a la realidad”
Más recientemente, Roger Penrose criticaba la Teoría de las Supercuerdas en la física actual. Decía que ella podía haber alcanzado gran profundidad matemática, pero que no era un camino fiable. “La Teoría de las supercuerdas dice cosas claras, pero no me las creo. No puedo tomas en serio que el mundo tenga 11 dimensiones”, Más aún, Gregory Chaitin planteaba “que la propia matemática, reina del rigor, no está exenta de azar. Hay verdades matemáticas indemostrables a partir de axiomas. Los físicos que crean posible una Teoría del Todo se equivocan, ya que la matemática pura se comporta más parecida a la biología que a la física. No existe una ecuación que explique al ser humano con sus sociedades. Existe un límite real a lo que puede llegar la razón” (4).
Si desde hace miles de años el lenguaje y la matemática son metáforas del hombre y de la naturaleza, esta irrealidad se ha acentuado violentamente en las últimas décadas con el lenguaje y las comunicaciones digitales. El mundo mediático simplemente está reemplazando la realidad.
Stuart Firestein, profesor de la Universidad de Columbia, señalaba que cuando Newton formuló las leyes de la gravedad a fines del siglo XVIII, estaba al corriente de todo cuanto de ciencia había que conocer. Después de esos años se han publicado más de 50 millones de artículos e incontables libros, los cuales hoy están a disposición de todos por Internet. “Se ha creado una montaña inexpugnable de hechos y datos. La estrategia de los científicos ha sido prescindir de casi toda ella. Lo que caracteriza a los científicos no es lo que saben, sino lo que ignoran. Y dicha ignorancia va en aumento galopante. Pero, siguiendo a James Clerk Maxwell, “la ignorancia hondamente sentida…es el preludio de todo auténtico progreso en el saber”.Las preguntas importan más que las respuestas y ahí estaría la esperanza.
No solo gran cantidad de datos científicos sino incontable información banal llega a los computadores personales y a la telefonía móvil. El próximo año habrá más celulares que personas en el planeta. La comunicación para decir casi nada es la norma en los mensajes de texto, sumados a las comunicaciones por otros medios masivos. Todo cual epidemia que nos sumerge en un mundo irreal. Una ilustración cualquiera. El tradicional “cortejo” para conocerse y seducirse entre hombres y mujeres se está acabando, junto con las primeras citas. Alguien decía que la cultura de citas a través de mensajes de texto y otros medios exige conocimientos de espías para interpretarlos. Además, uno de los propósitos de las primeras citas cara a cara era conocer los orígenes, educación y gustos de ambas personas. Esta información está hoy disponible online, haciendo las primeras citas innecesarias y creando una falsa sensación de intimidad (5). Pero más grave que lo anterior es que casi nadie entiende lo que lee. Casi nadie se concentra en lo que importa. Flotamos casi todo el día sin tocar el agua de la cambiante realidad.
¿Qué significa entonces la arquitectura dentro de este mundo? También es un lenguaje, menos explícito es cierto que la palabra y la matemática. Habla de cómo habitaron los hombres del pasado y como lo hacen en el presente. De cuáles son sus necesidades y aspiraciones, de cómo acumulan sus tradiciones y recuerdos. Pero la comunicación no es lo central. La arquitectura nos conecta con las realidades de la vida y de las cosas.Ella es sobre todo, objeto creado. Cosa en sí, construida para ser habitada por personas concretas. Instintivamente esto induce a la atracción por los procesos creativos de los proyectos y por las impuras obras gruesas de su construcción.
Me regalan muchos cuadernos de croquis ya que realizo innumerables iniciales. Esta costumbre es normal, aunque se está perdiendo. El conocido arquitecto barcelonés Carlos Ferrater señalaba que “siempre empezamos los proyectos a través de unos esquemas a mano que intentan condensar la esenciay cualidad de las primeras ideas del proyecto. Son dibujos rápidos realizados generalmente alápiz o bolígrafo. La mano transmite las ideas a la velocidad del pensamiento, cosa que no sucede con el ordenador…el primer dibujo ya contiene el carácter y mucho de los atributos de la obra acabada” (6)
Pero laslibretas de gran calidad me inhiben. Mi instinto es no utilizarlas. Si las uso, no las junto ni acumulo. Literalmente las destrozo, porque les arranco las páginas con los rápidos y toscos croquis que contienen las observaciones preliminares y las ideas generatrices de los proyectos. La mayor parte de las veces uso cualquier papel para registrar las emociones o ideas iniciales. Uso los lápices que tengo a mano en ese momento. Me gustan estos dibujos rápidos, indecisos o corregidos. Dan cuenta de una lucha jubilosa (o penosa), del proceso creativo(Gráficos 1 y 2). No me gustan los dibujos “a posteriori” o explicativos de los proyectos, a no ser que sean de grandes dibujantes como Siza. De igual manera me atraen las innumerables maquetas de estudio sucias y remendadas de los comienzos (Gráfico 3). Contienen también huellas de la lucha inicial (7). Tampoco me gustan las maquetas finales realistas, a no ser que tiendan a la abstracción, como aquellas diseñadas por John y Patricia Patkau de Canadá.
De un modo similar me gustan los edificios en “obra gruesa”. Cierto es que durante a construcción los arquitectos sufrimos por los recortes presupuestarios y con los errores, dado que laslicitaciones de las obras tiene incentivos perversos. Se les adjudican a las empresas que ofrecen hacerlas más baratas y rápidamente, lo cual obviamente ello redunda en la calidad de los materiales, de los procesos y de la mano de obra. Con sus problemas, en la “obra gruesa” confluye el trabajo coordinado de muchas personas. Ver como este trabajo coordinado de albañiles, enfierradores, carpinteros y especialistas va dando forma concreta a las ideas iniciales, es emocionante. Tiene una fuerza y un atractivo visual difícil de superar. Esto es evidente en las obras en madera, pero también en aquellas con hierro u hormigón (Gráfico 4).
Su atractivo explica por qué, durante unas décadas del siglo pasado, Le Corbusier y otros optaron por el brutalismo como principio estético. Entre las obras más notables de dicha tendencia hay dos latinoamericanas: el Banco de Londres en Buenos Aires, de Clorindo Testa y SEPRA (1966), junto con el SESC Pompéia de Lina Bo- Bardi en Sao Paulo (1977). (Gráficos 5 y 6) Esta última ha tenido resonancias hasta en el notable Museo Camargo de Alvaro Siza en Porto Alegre (2010). Conviene no olvidar, sin embargo, ciertos problemas estéticos, de habitabilidad y de conservación del hormigón visto. Sin quererlo, los ciudadanos miran todo el día hormigón en calles, veredas, etc. Por lo mismo están bastante agobiados de su aspecto opaco para continuar viéndolo en sus hogares u oficinas. Por otro lado, dada su porosidad, el hormigón absorbe mucha luz. Se oxida y ensucia fácilmente con el aire contaminado. Con ello adquiere un aire algo decadente con el tiempo, sobretodo en países no acostumbrados a la mantención.
En todo caso, la obra gruesa nos atrae también por los elementos y equipos utilizados en la construcción, desde los moldajes hasta los andamios, los cuales a veces recuerdan a Constant (Gráficos 7 y 8).
Ruego excusarme por finalizar con un detalle personal. En mis trabajos uso mucha vegetación como “material de construcción”. Esto alarga el proceso constructivo,el cual dura varios años más que lo normal, a la espera que crezcan las plantas. Pero la espera de este proceso natural no es placentera. Más bien una impaciente desesperación. (Gráficos 9 y10). En todo caso cuando la obra terminada se entrega ya no pertenece al arquitecto sino al dueño o habitante. A éstos les interesa en su mayoría la construcción y la decoración. No la arquitectura. Pero eso es ya otro tema.
Las habilidades que requiere la obra gruesa son inversas a los croquis. Se termina la subjetividad y la indecisión. En la obra no existen tanteos, ni “creo” ni “me parece". Tener oficio es tener rapidez y precisión en la obra. Eso diferencia a un estudiante (que llega solo al nivel de proyecto), de un profesional, cuya labor concluye con la obra terminada.
notas
1
GUZMÁN, Lorena: “Este siglo todas las especies tendrían nombre”Diario El Mercurio, 25 de Enero de 2013
2
PARRA, Nicanor: “Versos de Salón”. Editorial Universitaria S.A. Santiago de Chile. 1969
3
BROWNE, Enrique. “Arquitectura: crítica y nueva época”. Editorial Stoq. Santiago de Chile, 2011
4
“El dedo de Dios y la matemática según Chaitín”. Diario El Mercurio. Revista Artes y Letras. Santiago de Chile. 9 de enero 2005
5
WILLIAM, Alex: “Citas en la era de los mensajes de texto” The New York Times International Weekly. 31 Enero de 2013.
6
Revista ARK. Sto Editor. Alemania. Febrero 2102
7
Lo anterior se refleja también en mi actitud con los libros. Soy muy lector, pero en general no he formado una “biblioteca”. En general, amontono libros, la mayor parte baratos, donde subrayo ciertas ideas y anoto al margen las ideas que me sugieren.
sobre el autor
Enrique Browne, arquitecto chileno y magister en planificación urbana de la P. Universidad Católica de Chile, con estudios de posgrado en Japón, Inglaterra y Estados Unidos. Ganador de numerosos premios en bienales y concursos, ha diseñado y construido una extensa obra de edificios institucionales, culturales y residenciales en Chile y América Latina, con enfoque en la sostenibilidad ecológica. Autor de cuatro libros, entre ellos “Otra arquitectura en América Latina” (Gustavo Gili, 1988) y otros varios en colaboración con diferentes autores.