A estas alturas, que la fotografía y la arquitectura tienen más de un punto en común resulta una frase recurrente; más aún en la sociedad de este siglo XXI, en la cual la imagen surge como la expresión más acabada de todos los sistemas de comunicación. Sin embargo, las fotografías de arquitectura continúan permitiéndonos múltiples otras visiones: desde el reconocimiento de un espacio construido, hasta la posibilidad de tornar intimista aquél espacio público ahora exclusivo para quien observa la imagen.
Con su invención, la fotografía dispone los objetos en la escena del modo más verosímil posible y, desde Niepce en adelante, la arquitectura sucumbió pacíficamente frente a esta moderna noción del paisaje en el papel. Por ello, en la conjunción de la arquitectura y de la fotografía prevalece una estructura ambivalente que sostiene la dureza de los paramentos y emerge inequívoca en los distintos planos que se obtienen de la imagen; no es que los croquis y perspectivas de trazo manual y gestual perdieran credibilidad frente a las fotografías, sino que las imágenes se constituyeron en documentos acabados para corroborar y consolidar la verdadera evolución de nuestras ciudades, de su significado urbano y reafirmar su persistencia en la memoria del ciudadano.
Naturalmente, las imágenes que produce la Fotografía son fundamentales en la confección de la historiografía de nuestras ciudades, pues para el peatón que muchas veces poco observa del espacio que lo circunda, las fotos se vuelven instrumentos que le permiten entender su espacio a través de un cúmulo de retratos tanto de sus lugares comunes como aquellos que no lo son tanto.
Esta es la idea central de la serie de exposiciones que bajo el título FotoArquitectura en una nueva línea de investigación, planteamos hoy desde el CEDODAL al entender que la fotografía de arquitectura es digna de un mostrarse y mostrar la conjunción de estos dos modos técnico artísticos. Como homenaje a su trayectoria hemos dado inicio a este ciclo con las fotografías de Federico Ortiz Perry quien desde su particular visión nos ofrece diversos panoramas en los que el autor sumó a su estética personal, la afición por la imagen, su afán por la arquitectura nacional.
En cada toma de este puzzle, Federico colocó su propia huella: para las vistas panorámicas -como en los ejemplos de capillas puneñas- prefirió elementos vegetales y del paisaje natural para dar el marco conveniente; para los ejemplos art nouveau y el floreale porteño ya fuesen de la “Confitería El Molino”, de la casa Calise en Hipólito Irigoyen 2562, o en los hospitales de Julián García Núñez, las visuales recaen en detalles exhibidos en potentes claroscuros que permiten una inédita movilidad al plano de enfoque.
Tan significativas como las anteriores, son las vistas de los ejemplos de la arquitectura industrial como los silos de Puerto Madero y las estancias patagónicas, sitios a partir de los cuales Ortiz sacó provecho de la escala grandilocuente que generan estos ámbitos y pudo plasmarlos en la imagen.
Sientan su presencia también otros entrañables íconos de nuestra metrópoli capitalina con resabios de su pasado: la bajada de calle Cochabamba en su encuentro con Paseo Colón, torretas de ladrillos descarnados e inclusive las carpinterías de madera envueltas en guiños neoclásicos.
Pero tal vez sea con la serie de fotografías de la arquitectura moderna del Kavanagh, del COMEGA, del Gran Rex, del edificio “Gilardoni” de De Lorenzi, Otaola y Roca en Rosario o la “casa del Puente” de Amancio Williams, en las cuales Ortiz formaliza en la fotografía arquitectónica aquello de que la “arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes ensamblados bajo la luz…”, una de las tantas cosas que él mejor sabía hacer.
notas
1
GUTIÉRREZ, Ramón; MÉNDEZ, Patrícia (org). Federico Ortiz. Miradas sobre a arquitetura. Coleção FotoArquitectura, nº 1. Buenos Aires, Cedodal, 2005. ISBN: 978-987-1033-14-0
[publicación: maio 2006]
Patricia Méndez, Buenos Aires, Argentina