Giuliano Pelaio: La demanda de nuevas viviendas en Brasil supera los 7 millones. ¿Cómo analiza estos temas con referencia a este gran reto de la arquitectura?
Luís de Garrido: Pues en Brasil pasará lo mismo que ha pasado en España y en otros países: se van a edificar montones de viviendas, muchas de ellas se publicitarán como “sostenibles”, y ninguna de ellas tendrá prácticamente nada con la sostenibilidad. Pondría la mano en el fuego a que pasa esto. El mentir, manipular, ir por el camino fácil, y a provechar rápidamente la posibilidad de ganar dinero fácil es algo intrínseco a la naturaleza humana... La sociedad necesita educarse, al igual que un niño necesita educarse.
No obstante, entre tantas viviendas que se van a construir, igual pueden encontrarse un puñado, realizadas por arquitectos honestos y preparados, que realmente sean sostenibles.
GP: ¿Cómo es su contribución a este segmento tan importante?
LG: Pues son muchas mis inquietudes sobre este tema. En primer lugar no me gusta el término "vivienda social", es una hipocresía tremenda llamarlas así, y es una estrategia pura de "mercado", impulsado por el actual concepto desvirtuado de democracia. Me explico:
Cuando cualquier persona del mundo se refiere a vivienda social, en realidad se están refiriendo a vivienda muy económicas. Y por tanto a las que no se les puede pedir mucho.
Pero claro, no se van a anunciar: "vendemos casas baratas" para gente pobre. El humano es muy orgulloso, vanidoso, y siempre (siempre) se cree mejor que su vecino. Por tanto, el humano ha rechazado de plano el término "casas baratas" y ha aceptado (de mala gana) el término "vivienda social".
Pero en realidad son lo que son: casas baratas.
Pero este término solo significa esto: que son más baratas. Nada más. Ni deben ser más pequeñas, ni más malas, ni más feas, ni de peor calidad. Simplemente deben ser más baratas. Y por supuesto es muy fácil de hacer.
Según mi propia experiencia el coste de una vivienda viene dado por varios factores: coste de la construcción, equipamientos, beneficios de los propietarios del suelo, beneficios del constructor, beneficios del promotor, beneficios de la empresa inmobiliaria). Y curiosamente, el coste de construcción es apenas un 30% del coste total.
Pues bien, si hiciéramos dos casas iguales, una la podríamos vender por el doble que la otra. La primera para personas con dinero, y la segunda a personas sin dinero. Ya que la mayor parte del dinero que paga el comprador, sencillamente proviene de los beneficios de los propietarios del suelo, del constructor, del promotor, y de la empresa inmobiliaria.
En un caso dejamos que ganen lo que quieran, y en otro caso dejamos que ganen simplemente un beneficio digno, pero acotado.
Es decir, la diferencia entre una vivienda social y otra de mercado libre podría ser simplemente un control de costes y sobrebeneficios que se despilfarran.
Esto es para mí una vivienda económica. Una vivienda igual a cualquier otra. Pero para la que se ha seguido un proceso honesto.
GP: Usted cree que hay solución para el modelo de desarrollo urbano horizontal de baja densidad de las ciudades de América Latina? ¿Cómo se podría reciclar y mejorar dichas ciudades de manera sostenible?
LG: Pues para toda América solo propongo un modelo urbano inicial. Sin este modelo no se pueden dar otros.
Se trata de la compactación de la ciudad en base a pocas acciones concentradas encaminadas a fomentar las infraestructuras y la calidad de vida humana. Se trata de generar con dinero público “hitos icónicos” en la ciudad, deseados por todos los ciudadanos, para que la iniciativa privada acabe de desarrollar la ciudad en torno a ellos, de una forma ordenada, útil y jerárquica. De este modo se recicla y se compacta de forma adecuada. Es mucho lo que hay que hacer, pero cuanto antes se empiece, antes se acaba.
El proceso es similar al que se ha ensayado con éxito en muchas ciudades españolas, pero sobre todo en Valencia. En la Comunidad Valenciana impera una derecha “blaverista” de tinte pueblerino e iletrado, que se ha anquilosado y perpetuado. Como el gobierno central es socialista, no favorece la transferencia de fondos que se le demanda por la autonomía levantina. Por ello Valencia ha tenido que idear una forma endógena de crear riqueza:
Han construido grandes edificios e infraestructuras que den que hablar y atraigan el interés de la gente (con independencia de su utilidad).
Hecho esto, se proporcionan todas las facilidades posibles (incluida corrupción política y administrativa) para que los promotores construyan alrededor de estas actuaciones.
El dinero obtenido por la venta de inmuebles se reparte con la administración autonómica, y asunto concluido. Es una forma indirecta de que el ciudadano pague de buena gana, con independencia de la calidad de lo que se le vende.
En realidad se trata de una vieja estrategia; “la zanahoria que atrae al burro”. Una estrategia básica, pero muy útil cuando se necesitan cambios urgentes, y con pocos recursos.