Ana Petronsi: Usted se formó en la escuela de Tucumán en el período considerado de oro, con los más notorios representantes de la modernidad local, como Sacriste, Caminos, Vivanco, Zalb, Le Pera, Onetto, entre otros. ¿Cómo repercutió en su formación profesional y personal el contacto directo con profesionales que brillaron por sus obras e ideas en aquel momento? ¿Cómo fue la enseñaza sobre la idea de la arquitectura?
Eduardo Larrán: Fue un impacto grande y notorio. Por un lado, cuando uno empieza a tomar conciencia de lo que podría llegar a ser el camino de la arquitectura, el tiempo que lleva tomarle la mano y sentirse cómodo y cada vez más seguro, hasta uno logra encariñarse. Ahí es donde te das cuenta que te ha atrapado totalmente la carrera, sumado a que nos tocó la suerte de estudiar en la mejor época del Instituto de Arquitectura y Urbanismo (IAU) y, a su vez, no sólo disfrutar de la enseñanza de la arquitectura sino de muchísima manifestaciones artísticas, promovidas por la Universidad, como exposiciones, conciertos, espectáculos de danza, etc. Así pudimos escuchar al pianista Walter Gieseking, al Director de Orquesta Carlos Félix Cillario, ver obras de Spilimbergo, etc.
Realmente era apasionante el encuentro con cada uno de los profesores: había un fácil, continuo, directo y saludable contacto porque éramos unos pocos en ese momento.
El Instituto fue realmente un ámbito de vanguardia, en el que la difusión de la arquitectura moderna se reflejaba a través del cuerpo de maestros que lo integraban. Había un intercambio importante de personalidades de todos lados del mundo que venían a transmitir sus conocimientos, Tedeschi, Rogers, Picinatto, etc.
Efectivamente, Sacriste, Caminos y Vivanco eran profundos conocedores y propulsores del movimiento moderno, poseedores de amplios conocimientos y de una gran cultura; fueron indudablemente los grandes maestros.
Nunca nos faltaba oportunidad para el diálogo, ya que cada conversación era un imperdible momento de aprendizaje, no sólo de arquitectura y de arte en general, sino de cultura y educación. Recibíamos un verdadero estímulo y eso generaba en nosotros una gran inquietud.
Pero, para mí, el maestro por excelencia era Eduardo Sacriste, no sólo un maestro de la arquitectura sino de la vida. Nos enseñaba de todo. A él le debo el haberme explicado que la arquitectura hay que pensarla como un todo, atendiendo paralelamente el funcionamiento, el espacio, la estructura, los materiales… Decía que a la arquitectura hay que crearla en la mente, imaginarla, y utilizar el dibujo como una herramienta para representarla y poder materializarla.
Mi mejor recuerdo y agradecimiento por darnos la oportunidad de habernos señalado el camino y también la posibilidad de ayudarlo a dibujar sus obras y proyectos particulares. Nos decía algo que tenia tantísima razón: en la facultad se les enseña a manejar las herramientas que en la vida profesional les permiten trabajar, y el tiempo les dirá si son o no arquitectos, antes no se sabe.
AP: ¿A qué herramientas proyectuales se refería?
EL: Todos estos profesores nos insistían permanentemente que, al proyectar, no hay que olvidar al destinatario, al sitio, a la orientación, al asoleamiento, a la ventilación cruzada, a la iluminación natural, a los materiales del lugar, aprovechar las buenas vistas, evitar el derroche y construir con absoluta precisión y lógica constructiva. Esto es realmente lo que es la arquitectura sustentable.
AP: ¿Podríamos decir que todos estos parámetros constituyen los rasgos de una arquitectura sustentable?
EL: Cuando uno, después, entiende un poco más de arquitectura se da cuenta que hoy se habla tanto de la sustentabilidad, que no queda claro cuál es el mensaje, y para mí siempre la buena arquitectura fue sustentable. ¿Por qué? Porque si uno quiere lograr que un edificio sea confortable, adecuado y lógico, de manera que en ellos sus ocupantes puedan desarrollar sus actividades con alegría y placer, uno está proyectando sustentablemente. La sustentabilidad surge naturalmente, o sea que la buena arquitectura es por sí sola naturalmente sustentable.