Es insólito que un libro institucional, y éste sobre el Campus de la Universidad de Alicante (UA) en España lo es, constituya, además, una magnífica fuente de información sobre el perfil humano, el planeamiento urbanístico, la arquitectura, los espacios libres y sus hitos, y la historia de este espacio singular que, por mérito propio, se ha configurado como uno de los mejores campus universitarios españoles, constituyendo para muchos de los construidos con posterioridad una auténtica referencia.
El libro Campus Universidad de Alicante, revisa y amplía, con ocasión del 35º aniversario de la institución, la edición del año 2012 y, además, aportación principalísima, la pone a disposición de la comunidad universitaria en particular y de quienes estén interesados en general, al ser libre su descarga desde el sitio web del Vicerrectorado de Campus y Sostenibilidad, responsable de la nueva edición a cuyo frente han estado los profesores Pablo Martí, director del Departamento de Edificación y Urbanismo de la UA, y María Elia Gutiérrez Mozo, directora del Secretariado de Desarrollo de Campus, ambos arquitectos.
La presentación del libro corre a cargo del Rector de la UA, Manuel Palomar, y es toda una invitación, afectuosa y formal al mismo tiempo, a visitar nuestro Campus, en el convencimiento de que el libro constituye un estupendo prólogo y acicate a esa experiencia que, como pasa siempre que la arquitectura lo es de verdad, es irremplazable, a pesar de las hermosas y atractivas fotografías, algunas de ellas, del profesor Justo Oliva, soberbias, que lo ilustran. Aprovecha también el Rector en su bienvenida al lector para recorrer someramente la historia del Campus y dar buena cuenta de algunas de las principales claves de su conformación.
En la convicción de que el sentido de nuestro Campus reside en la comunidad universitaria que lo habita (más de 30.000 personas entre estudiantes, profesorado y personal de administración y servicios), el primer capítulo, del que son autores los profesores Juan David Sempere y José Antonio Larrosa, trata de ofrecer una perspectiva humana de la UA, explicando la consolidación de la institución, su diversificación y, sobre todo, su arraigo territorial, de manera que constituye una de las principales e indiscutibles señas de identidad de la provincia.
En el siguiente capítulo, los profesores Jesús Quesada y Pablo Martí explican la evolución urbanística del Campus de la UA, el cual tiene su origen en los pabellones del campamento militar de Rabasa instalado en el aeródromo que, en los años 20, daba servicio para repostar a los correos aéreos entre Toulouse y Casablanca y a la línea Alicante-Orán. El conjunto de edificaciones de los años 40 se ordena en un eje norte-sur en el que destaca la presencia de la torre de control y el hangar, conservados. Este núcleo originario, habilitado por Juan Antonio García Solera en 1968 para albergar el Centro de Estudios Universitarios, CEU, precedente de la UA, constituye una suerte de “caso histórico” del Campus.
Entre 1968 y 1978 se suceden tres transiciones: de CEU a UA (1979), de uso militar a docente y de dictadura a democracia. El primer crecimiento del Campus se produce hacia el oeste, en un eje paralelo al anterior, rotundamente definido por la Facultad de Derecho (1980). En 1986, Enrique Jiménez Bandrés propone un esquema de ordenación concéntrico con pequeñas edificaciones inmersas en espacios verdes (replicando el núcleo original). En 1991 Casares y Navarro redactan el Primer Plan Especial de la UA, aprobado en 1996. En 1992, Alfonso Vegara y su Taller de Ideas proponen una malla estructurada en base a la creación de nodos de interés. Giran 90º el eje principal de la ordenación, lo cierran con dos enormes aularios y lo flanquean de las edificaciones más representativas de la institución (Rectorado, Biblioteca, etc.). El nuevo planteamiento, un tanto enfático, opta por una cierta monumentalidad del espacio libre y confía a la arquitectura la matización y calidad de los espacios.
Ante tamaña libido aedificandi, en el año 2000 se modifica el Plan Especial de la UA para limitar el alumnado, la edificabilidad y el tráfico, el rodado se lleva a un anillo perimetral y todo el recinto se convierte en peatonal. En los intersticios que se generan entre el anillo y los límites del Campus se insertan o bien playas de aparcamientos o bien pantallas verdes cuya misión es mitigar el impacto negativo, tanto visual como sonoro, de las vías rápidas de acceso que rodean la UA. En el año 2014 se ha aprobado la Modificación del Plan Especial de Reserva de Suelo Dotacional de la UA, lo cual permitirá su expansión bajo el formato de Parque Científico y Empresarial, algunos de cuyos edificios ya están construidos.
El capítulo sobre la arquitectura y los espacios libres de la UA, escrito por los profesores Pablo Martí y José Luis Oliver, tiene la misión de orientar al lector sobre lo que se va a encontrar, cómo y por qué, en las páginas que siguen a continuación que se adentran ya en los edificios y el paisajismo del Campus, empezando por éste último en el capítulo de esculturas, espacios públicos y jardinería, escrito por la profesora María Elia Gutiérrez Mozo y José Luis Romeu, responsable de la empresa adjudicataria de la vegetación. Y es que las zonas verdes, su cantidad y, sobre todo, su calidad, son una de las principales señas de identidad del Campus de la UA, responsables de su imagen amable y de la alta habitabilidad de sus espacios libres. Además de la vegetación, el Campus se caracteriza por una serie de esculturas que van significando el espacio público, así como por algunos elementos que rinden homenaje a personas ilustres o hechos importantes o agradecen donaciones o mecenazgos a la UA por parte de otras instituciones.
A partir de este punto, los capítulos del libro se centran en las arquitecturas del Campus de la UA, organizándolas cronológicamente. Así, el capítulo escrito por los profesores Justo Oliva y María Cristina García trata de las obras realizadas antes de 1980, es decir, de los pabellones que conformaban el antiguo campamento militar de Rabasa acondicionados en 1968 por el arquitecto Juan Antonio García-Solera para acomodar las instalaciones del CEU de Alicante, precedente de la UA. Los pabellones, de composición simétrica y una planta con algún volumen de dos en sus puntos singulares (accesos), se organizan dando frente a un eje norte-sur que se remata al norte por lo que fue el antiguo pabellón de gobierno de la UA y, al sur, por la pareja formada por la torre de control del aeródromo y el hangar de los aviones. El conjunto se caracteriza por la amabilidad de su escala y la importante presencia de la vegetación. En la actualidad, la torre de control, rehabilitada en 1993 por el profesor Jorge Domingo, acoge servicios de investigación y el hangar, desprovisto de cerramientos, exhibe una magnífica estructura metálica roblonada que acoge un jardín de palmeras.
El capítulo de las obras realizadas entre 1980 y 1990 está escrito por los profesores Andrés Martínez y Luis Ferre y recoge las actuaciones de ampliación del Campus de la UA al oeste del mismo, bajo las directrices que, después, caracterizarán el conjunto y que obedecen a la Ley de Reforma Universitaria de 1983, a saber: la separación de los usos docentes, administrativos y de investigación. Así, próximos al núcleo histórico del Campus, se construyen los primeros edificios para las facultades de Ciencias (Pilar Vázquez, 1982) y de Filosofía y Letras (Miguel Dolç, 1986); en un eje paralelo al original de la ordenación, la facultad de Derecho (José Gras y Fernando Valderrama, 1980), el Club Social I (Pilar Vázquez, 1987) y el Aulario I (Casares, Navarro, Ruiz y Franco, 1989), dando frente a las facultades de Ciencias de la Salud (Casares, Navarro, Ruiz y Franco, 1990) y de Económicas y Empresariales (Antonio Fernández Alba, 1988). El conjunto se completa con un Colegio Mayor al este (Francisco Muñoz, 1985) y una zona deportiva al norte (Luis de la Cuadra, 1989) y todo él respira aires posmodernos hoy un tanto trasnochados.
El siguiente capítulo de las obras realizadas entre 1990 y 2000, escrito por los profesores María Elia Gutiérrez Mozo y Antonio Maciá, da razón del reconocimiento y la proyección internacionales del Campus de la UA, por albergar una serie de arquitecturas realmente notables que, o bien se adjudicaron por concurso, o bien se encargaron directamente a algunos de los mejores arquitectos locales. Se alojan al sur y completan el nuevo y enfático eje de ordenación del Campus que se recoge al este con el Aulario II (Ramón Rosales, 1993) y se flanquea por piezas tan importantes como la Biblioteca General (Pedro Palmero y Samuel Torres, 1995), a cuyo costado este construye Javier Carvajal el magnífico edificio de Ciencias Sociales (1995), al oeste se instala el Club Social II (Luis Martínez, 1995) y al frente destaca la soberbia pieza de Alvaro Siza para el Rectorado y los Servicios Generales (1997).
Hacia el sur, en una vía paralela a la principal, el Centro Comercial (Luis Martínez, 1994) da la réplica al Club Social II y los estupendos edificios Germán Bernácer (Javier García-Solera, 1994) e Institutos Universitarios (Íñigo Magro y Miguel del Rey, 1995) hacen frente a la Biblioteca General. La secuencia se completa con Óptica y Optometría (Juan Antonio García-Solera, 1998) y la Escuela Politécnica Superior IV (Lola Alonso, 1999). Tres piezas singulares, por su belleza, culminan estas actuaciones y colmatan los límites del Campus: el Museo (Alfredo Payá, 1995) en el sur, el Aulario III (Javier García-Solera, 1999) en su esquina sureste y el Centro de Tecnología Química (Alfredo Payá y Javier García-Solera, 1995) en la esquina noroeste. La Facultad de Filosofía y Letras III (Zacarías González, 1993) y la Escuela Politécnica Superior II y III (Ángel Pacheco y Joaquín Maseres, 1994) rellenan, en el centro del Campus, solares vacíos.
En el capítulo de obras realizadas después de 2000 y de ampliación de la UA, escrito por los profesores Joaquín Alvado, José Carrasco y Enrique Nieto, se recogen, por una parte, el Club Social III (Luis Martínez, 2005), o pequeñas obras muy puntuales pero muy hermosas, como el Servicio de Prevención (Antonio Maciá y Jorge Soliva, 2003) o el Centro de Control de Seguridad (Julio Lozano, 2008), así como una importante infraestructura, la parada del TRAM en el acceso a la UA. En la ampliación del Campus, cabe destacar la Facultad de Educación (Andrés Perea, 2011), último de los edificios inaugurados, ya fuera del recinto original.
Completa el libro un precioso capítulo dedicado a las Sedes y Estaciones Científicas que la UA tiene repartidas por la provincia como manifestación de la implicación de la institución con su territorio. Las sedes se alojan, generalmente, en el centro urbano de las poblaciones que las albergan y en edificios históricos, algunos de gran valor patrimonial. Así tenemos las sedes de la propia ciudad de Alicante, Biar, Cocentaina, La Marina, La Nucía, Orihuela, Villena, Xixona, el aula universitaria de Sax y las estaciones científicas de la Font Roja, Torretes, La Alcudia de Elche y el CIMAR de Santa Pola, las cuales ocupan enclaves privilegiados desde el punto de vista medioambiental. Los responsables de este capítulo son los profesores del área de urbanística y ordenación del territorio de la UA, dirigidos por Pablo Martí.
En definitiva, la publicación da buena cuenta (bibliografía del profesor Andrés Martínez incluida) del patrimonio arquitectónico de la Universidad de Alicante, uno de sus principales activos y atractivos, y despierta, o eso creemos y esperamos, el deseo de visitarlo y disfrutarlo personalmente y responder así a la amable invitación que el Rector nos gira desde sus líneas de bienvenida y presentación.
sobre la autora
Arquitecta por la Universidad de Navarra, 1992, Doctora en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid, 1999, y Máster en Gestión del Patrimonio por la Universidad de Alicante (UA), 2010. Coordinadora de las BIAU de 2006, 2008 y 2010. Profesora de Composición Arquitectónica y Directora del Secretariado de Desarrollo de Campus del Vicerrectorado de Campus y Sostenibilidad de la UA.