Flavio Coddou: Como pasa con casi todos los fotógrafos, no te gusta salir en fotos. ¿Cómo fue ese proceso de descubrimiento de la cámara y cambiar de lado para pasar detrás de ella?
Duccio Malagamba: Efectivamente... Como en todas las familias, mi padre hacía fotografías de los hijos, cosa que siempre me ha molestado mucho, así que empecé a interesarme en la cámara para intentar quitársela de las manos. Pero mi verdadero descubrimiento de la fotografía no fue hasta tiempo después, alrededor de los 15 años, cuando el padre de un amigo que tenía un cuarto oscuro comenzó a permitirnos acompañarle. Todavía recuerdo con cierto escalofrío la fascinación que me provocaba la progresiva aparición de la imagen al revelarse. A diferencia de otras cosas, que te impresionan sólo la primera vez, siempre ha sido un momento emocionante para mí. Si ya antes sentía cierta atracción por la cámara, al descubrir la magia del revelado, me volví un adicto a la fotografía: compraba todas las revistas especializadas que podía y las leía de cabo a rabo con entusiasmo compulsivo.
FC: ¿Cómo fue el proceso de formación como arquitecto y la decisión de dedicarte a la fotografía de arquitectura?
DM: Mis padres veían con buenos ojos mi pasión, pero les chocaba la idea de un hijo fotógrafo sin estudios y me empujaban hacia una carrera universitaria. Yo no tenía muy claro qué estudiar, sólo que me gustaba la fotografía. Como en Italia a finales de los años 70’ no había ninguna escuela de fotografía de muy alto nivel, llegamos a considerar una escuela Suiza que gozaba de mucho prestigio. Sin embargo la escuela resultó ser muy cara y la vida en Suiza para un bolsillo italiano era prohibitiva. Así pues, empecé a reconsiderar la idea de una carrera universitaria y pensando en donde matricularme, descubrí –por casualidad– que en la Facultad de Arquitectura de Venecia había una cátedra de fotografía.
Eso fue suficiente para que me fijara en la carrera de arquitectura. Me pareció una opción interesante, pues tenía una faceta artística que no tenían otras opciones. Además siempre me habían interesado las ciudades y los edificios singulares, así que pensé que podía ser una carrera atractiva. Sin embargo, por razones familiares, al final no me matriculé en Venecia sino en Génova y allí no había asignatura de fotografía. De todas formas con el progresar de los estudios me interesé cada vez más por la arquitectura y menos por la fotografía…