Flavio Coddou: ¿Pero cuando fuiste a Barcelona empezaste a trabajar como fotógrafo?
Duccio Malagamba: Cuando terminé la carrera en diciembre del 86, hubiera tenido que hacer el servicio militar, pero me libré por razones de salud. En Italia no había ninguna salida laboral a la vista y me pareció que ese año regalado era una buena oportunidad para recorrer mundo. Pensaba aprovechar las amistades que había trabado en Siena años antes asistiendo a un curso de verano –dirigido por Giancarlo de Carlo– que reunía estudiantes provenientes de muchos países europeos e incluso EE.UU.
Empecé por Barcelona –en Siena había conocido a Enric Miralles– con muy buen timing porque llegué poco después de que la ciudad hubiera sido nombrada sede de los JJ.OO. Gracias a eso había mucho trabajo y un ambiente cosmopolita, los despachos no contaban con plantillas suficientes para cumplir con todo los encargos que tenían y los arquitectos extranjeros eran bienvenidos.
Después de trabajar para dos estudios pequeños, encontré un puesto en el despacho MBM Martorell-Bohigas-Mackay. Allí me quedé unos años trabajando como arquitecto olvidando la fotografía por completo. Como italiano, me encargaron junto a otra compatriota, la redacción del proyecto para un importante concurso internacional en Siena, en el cual estaban invitados arquitectos de la talla de Siza, Gregotti, Ungers o Eisenmann. A pesar de tener semejantes competidores, conseguimos pasar la segunda fase y finalmente ganar el concurso. Por otra parte en 1991 hubo un bajón fuerte de la actividad y no había mucho trabajo en el estudio: los pocos proyectos que iban llegando se confiaban a otros arquitectos que tenían más experiencia y más antigüedad en el despacho mientras yo quedaba a la espera de que el proyecto de Siena se pusiera en marcha…
Entonces pedí una beca de investigación al C.N.R. (Consejo Nacional de Investigaciones Italianas, algo parecido al CSIC español). Me la concedieron y el tema que escogí fue la arquitectura española contemporánea. Tuve que viajar por España y hacer fotografías de las obras que visitaba para poder documentar el trabajo. En esa época todo funcionaba bastante más despacio que hoy, así que tenía tiempo de trabar amistad con los arquitectos que iba conociendo. Empecé a enseñarles las fotos que tomaba y vi que había cierto interés por mi forma de documentar los proyectos. Antonio Cruz y Antonio Ortiz, en Sevilla, así como Enric Miralles, en Barcelona, comenzaron a pedirme algunos reportajes. Así que, a la espera de retomar mi actividad como arquitecto (algo que no sucedería pues el proyecto de Siena nunca llegó a ponerse en marcha), volví a empuñar la cámara de fotos.
Fui cogiéndole el gusto a la la fotografía de arquitectura, ahora con conocimiento de causa. Antes, en mis viajes, hacía fotografías de ciudades, casas y monumentos pero desde un punto de vista más estético o social. Tras mi carrera y mi experiencia como arquitecto la fotografía se fue convirtiendo en una forma profundizada y pausada de estudiar los edificios. Un verdadero instrumento de conocimiento, de investigación e incluso de crítica…