Término de cuño reciente, no es fácil definir el brutalismo de manera libre y precisa. Tan usado como desairado por la literatura arquitectónica de la segunda mitad del sXX, está lejos de configurar un concepto unánime. Las diferentes acepciones que le son atribuidas, superpuestas de manera poco clara, parecen ser una sola cuando en realidad son muchas. Para deslindarlas es necesaria cierta paciencia de detective. Mientras, es tarea que no se debe hacer esperar, cuando se pretende emplearlo para calificar cierta arquitectura paulista de los años 1950-70 (1).
La revisión del término brutalista no sería posible ni completa sin una minuciosa relectura, entre otras fuentes pertinentes (2), del libro de Reyner Banham publicado en 1966 The New Brutalism: Ethic or aesthetic? (3). Este autor fue responsable de la cristalización de un mito fundacional que sigue siendo importante para la comprensión del brutalismo. El libro fue editado más de una década después del surgimiento del término, cuando ya calificaba a un gran número de obras de una tendencia muy presente en el escenario arquitectónico internacional. Pero su objetivo no fue esclarecer el término y sí darle una versión propia, que de ningún modo es la única posible. Bastante conocido, muy citado y poco leído (menos todavía en el original), el libro de Banham está para exigir una lectura cuidadosa que sin duda mostrará cuánto y todavía oportuna es la remisión de sus ideas; si constatáramos que están llenas de deliberados deslizamientos y arreglos historiográficos; que entretanto, no invalidan sus importantes insights conceptuales.
Pero, ¿por qué “mito fundacional”? La moderna teoría sociológica ve en el mito “una justificación retrospectiva de los elementos fundamentales que constituyen la cultura de un grupo; en ese sentido, [el mito] no está limitado al mundo o a las mentalidades de los ‘primitivos’, pero es ante todo, indispensable para toda cultura […] El refuerzo de la tradición, o la formación rápida de una tradición capaz de controlar la conducta de los seres humanos, parece ser la función dominante del mito (4). Y cuál es el mito producido por Banham, que revela su relectura especial? Se trata de su empeño en resaltar a toda costa la predominancia y precedencia de los arquitectos británicos, en la constitución del Nuevo Brutalismo/Brutalismo (5). Para lograr esto, practica una selección historiográfica precisa y un enmarañamiento engañoso de la información, cuyo objetivo no es dar una definición genérica sobre el término, sino focalizar de manera prioritaria, aunque no exclusiva, la contribución creativa de los arquitectos Alison y Peter Smithson.
La afirmación del párrafo anterior no es una interpretación irracional de esta autora: esa operación de valorización unilateral está hecha de manera explícita, nada subrepticia y claramente indicada por Banham. En el capítulo 9.1 de su libro, Banham se declara un “sobreviviente” al relatar sus memorias. y un observador nada exento e involucrado en los eventos que describe. No pretende dar validez universal y científica a sus escritos, pero sí admite sin inconvenientes su militancia por la causa (6). Y esa causa es mítica, un mito fundacional de los orígenes: Banham aboga por la precedencia de la contribución británica en el establecimiento del “Nuevo Brutalismo en cuanto a movimiento” y de paso desliza para custodia inglesa, tanto el movimiento, como por extensión, el propio término Brutalismo. La construcción es extremadamente bien lograda: es común la vaga noción de que el Brutalismo es de exclusivo origen inglés; la suposición de que sólo puede ser aplicado en ese único ámbito, estando desautorizado en otras circunstancias. Presunciones por otra parte que el propio Banham no asume de ninguna manera. Ni podría: es un mitólogo demasiado inteligente para no dejar entreabiertas varias puertas por donde zafar. Al fin y al cabo, un buen mito no debe ser impuesto sino ingeniosamente sugerido.
La postura proselitista e interesada de Banham no escapó a una de las tentaciones inherentes al acontecimiento histórico, ya alertada por Raymond Aron “de pensar no sólo en lo que era, sino preguntarse acerca de lo que podría haber sido” (7). Así, desde el título (que termina con un signo de interrogación!) Banham se pregunta si el Nuevo Brutalismo/Brutalismo ha sido una ética o una estética. Como si una y otra fuesen opuestas o al menos de convivencia incompatible, lo que en absoluto es verdadero en el campo de la arquitectura. Después, pasa buena parte del libro tratando de concluir a favor de la ética y se muestra suficientemente honesto para admitir en los últimos párrafos, el predominio de la estética, “como no podía dejar de ser”. En sus palabras: “pero el proceso de acompañar la gestación y el crecimiento de un movimiento fue también una decepción. Porque a pesar de toda su admirable fraseología sobre ‘una ética, no una estética’, el Brutalismo nunca rompe con el marco referencial estético (…). Para un no-arquitecto como yo, esperar que fuese de otra manera fue ingenuo” (8). Sin embargo, al dejar esa declaración para la última página, casi la última línea, Banham consigue hacer creer en el lector menos atento, justamente lo contrario: que le Brutalismo era primordialmente una tendencia de cuño ético y no estético. Y así es comúnmente leído y citado su libro. Y así es considerado, precipitadamente el Brutalismo, siempre en detrimento de las palabras finales de Banham. Pero no de su propia mirada: “de manera alguna pretendo esconder que yo estuviera seducido, no por la estética del Brutalismo, pero si por la subsiguiente tradición de su posición ética, por la persistencia de la idea de que la relación entre las partes y los materiales de un edificio constituye una moral práctica; y esa sigue siendo, para mí, la validez del nuevo Brutalismo” (9).
No cabe aquí un análisis completo del libro de Banham, que desde luego sería muy instructivo. Pero se puede afirmar sin duda que cuando se intenta buscar una definición de lo que es el brutalismo; que además sea operativa y ayude a la asignación o no de esa cualidad a una determinada obra de arquitectura paulista de los años 1950-70; valdrá la pena estar atento a no hacer una lectura empobrecida de Reyner Banham, sino atender a la riqueza y complejidad de su visión sobre aquel momento histórico.
Dando de nuevo las cartas de una baraja marcada
El término brutalismo, tanto en Banham como en su uso corriente se confunde frecuentemente con el de “movimiento” del Nuevo Brutalismo. También sin que se perciba claramente la diferencia entre una cosa y otra, se confunde con el del uso del betón brut por Le Corbusier, material que marcó la actitud artística de su última fase creativa (1945-65); y que se convirtió en referencia magistral generalizada para un sin número de arquitectos en todo el mundo, durante las décadas de 1950-70. Ya el neo-brutalismo no nace como estética o ética, sino como vago denominador común de una insatisfacción generacional de los jóvenes arquitectos ingleses de la segunda posguerra. Un cuasi “movimiento” mucho más restringido de lo que la estridencia de la Architectural Review quería hacer creer. Por otra parte, muy frecuentemente en la literatura en general, inclusive en aquella disponible en la red mundial; el término Brutalismo está empleado como indicador abarcativo y genérico de las obras de una de las tendencias más características de la arquitectura moderna de mediado del siglo XX, esparcidas por todo el planeta.
Ninguna de esas definiciones de Brutalismo es plenamente dominante, todas se conectan y todas son relativamente dispares. Para diferenciarlas habrá que considerarlas como cosas distintas en la forma, en el contenido, en la oportunidad y en el tiempo. La distinción de esos matices y la comprensión de sus diferencias, vuelve posible verificar más consistentemente en qué consisten las diversas acepciones del término brutalismo y decidir cuál de ellas sería interesante aprovechar o descartar. Probemos una breve tentativa de desenredarlas cronológicamente (10)
1947: Le Corbusier. Primer Brutalismo
Brutalismo como nombre que designa el uso del betón brut, hormigón a la vista, en las obras de Le Corbusier en la segunda posguerra, a partir de la Unité d’habitation de Marsella, prolongándose hasta 1965; cuyas posibilidades plásticas son potenciadas mediante un conjunto característico de detalles y macrodetalles.
Esa es de hecho la acepción original o primera del término brutalismo, como admite el propio Banham (11). En el momento en que surge tiene sentido estricto: todavía no se trata de una tendencia sino de un ejemplo magistral y aislado. Pero como se sabe, sus múltiples significados repercutirán de varias maneras en el campo de la actividad arquitectónica de la segunda mitas del siglo XX y después también.
1953-56: Nuevo Brutalismo británico, versión pareja Smithson
Nuevo brutalismo como un nombre adoptado por los representantes de una nueva generación de arquitectos británicos de la segunda posguerra, para describir un "movimiento", o mood, propio de cierto ambiente cultural inglés de la primera mitad de la década de 1950. En este sentido, el término se utiliza en los textos y cartas de la pareja de arquitectos Alison y Peter Smithson publicados desde 1953 (12), luego refrendado por su amigo Banham en el artículo de 1955 (13). En ese momento, el término no aprobaba un debate estilístico, pero sirvió como bandera difusa de la insatisfacción generacional, militantemente contraria a la "adaptación" del movimiento moderno, en detrimento de las propuestas y las ilusiones de las vanguardias, cuyo núcleo innovador se buscaba reavivar.
Debe tenerse en cuenta que esa atmósfera efervescente de una nueva generación de arquitectos talentosos, en busca combativa de referencias y de su propio espacio de acción; es transitoria y tiende a ceder a medida que sus miembros, por las circunstancias de su práctica profesional, son llamados a elegir distintos caminos de desarrollo personal. Esta insatisfacción puede o no generar una escuela estilística, pero en virtud de esas discusiones un grupo de diseñadores puede llevar a cabo obras de cierta proximidad formal y temporal. Eso es lo que terminó sucediendo después de 1957 (14). Pero cuando comienza a surgir un "estilo brutalista" los Smithson prefieren abandonar la causa y mantenerse independientes. En su libro de 1966 (pero no en el texto de 1955) Banham cree que la actitud detaché de los Smithson es una demostración de su elección de "la ética y no la estética", y que ésta sería intrínseca al "nuevo brutalismo". Se trata de una interpretación de Banham, que en rigor evita la convivencia entre la "ética" y la arquitectura (preanunciando, tal vez, algunos de los excesos de la década de 1960). No obstante, ninguno de los Smithson respalda ni asegura que ha "rechazado la estética en favor de la ética ", simplemente prefieren variar, adoptar a cada paso directrices estéticas que se consideren más apropiados a las circunstancias; o como dice William Curtis, "los Smithson rechazaban las insinuaciones de una estética cerrada a favor de una estética del cambio"(15).
1953-1960: obras inaugurales del estilo Brutalista
Brutalismo como calificación atribuida a posteriori (16) para un conjunto limitado de obras muy significativas, realizadas en varias partes del mundo, por diferentes arquitectos y compartiendo entre sí importantes aproximaciones formales, constructivas y plásticas. En esa segunda mitad de los años 1950 las obras de cuño brutalista, surgidas en forma simultánea en diferentes países y continentes, siguen siendo notables excepciones (17). Tal rareza relativa de ejemplos cambiará radical, cualitativa y cuantitativamente a partir de la década de 1960, a favor de una rápida expansión de la tendencia.
1959 en adelante: expansión del “estilo” brutalista
Brutalismo como un "estilo", que rápidamente va siendo sistematizando con el apoyo y la validación de algunas obras tempranas ejemplares, convirtiéndose en lenguaje corriente que, a pesar de cierta variación relativa, mantiene rasgos comunes importantes de orden material y visual.
A partir de 1959 comienzan a aparecer las primeras declaraciones de filiación de ciertas obras al Brutalismo en cuanto a estilo (18), casi siempre de comentaristas y críticos de la arquitectura, que califican esta afiliación a través de la descripción y análisis de las obras y no a partir de un cuerpo de doctrina teórico a priori (19).
Banham sugiere la posibilidad de una "conexión brutalista" (20) al comprobar en varios países y regiones del mundo, el florecimiento simultáneo de obras en sintonía con el canon brutalista, pero no necesariamente afiliadas entre sí ni guardando relación de subordinación con algún foco central (excepto el "brutalismo" en su primera acepción restringida a Le Corbusier). Para ejemplificar esta "conexión" Banham cita en su libro obras en Italia, Suiza, Japón, etc. y sólo un trabajo en América Latina (en Chile). Si Banham no hace referencia, por ejemplo, a las obras del brutalismo mexicano o paulista, quizá sea por desconocerlas. Ellas encajarían perfectamente, ya que sus características y su datación serían totalmente compatible con la "conexión brutalista" (21).
1966: Nuevo Brutalismo, versión sistematizada a posteriori por Banham
Banham llamó a su libro "envoi" (22), palabra francesa que se refiere a la idea de un corresponsal de guerra que informa de las novedades, mientras continúa la batalla; pero también puede referir, como dice el diccionario, a "los versos finales de un la poesía, sobre todo a una balada o un homenaje "(23). Y esto parece ser aún una de sus metas: el elogio poético a los Smithson.
Es importante recordar que Banham no está escribiendo su libro en el momento de los nuevos manifiestos por el Nuevo Brutalismo de 1953/1955, sino en 1966, cuando el término brutalismo ha agregado otros y distintos significados, se ha vuelto relativamente reconocido y aclamado internacionalmente y ha asumido un sesgo predominantemente estilística.
Banham no ignora este desdoblamiento pero presenta los hechos y las fechas en orden no cronológico para sustentar su mito fundacional del brutalismo d'après la pareja Smithson. Se puede aceptar que llegue a demostrar que el "nuevo brutalismo como un movimiento" es de origen inglés y smithsoniano, pero que la obra de los Smithson sea la fundadora del estilo que seguirá; y además, que la Escuela de Hunstanton (diseño de los Smithson de 1949-1954) es brutalista -- asegurando así su prioridad temporal "original" -- es una extrapolación bastante dudosa (para ser amable y no decir que es falsa). Este punto merece una aclaración adicional.
Adenda: el neo-brutalismo de la Escuela de Houstanton
Según Banham, el primer edificio "en recibir de sus autores la designación de nuevo brutalismo fue la Escuela Secundaria de Hunstanton, proyecto de 1950 completado y publicado en 1954 (24). Se trata sin duda de la obra de mayor interés y relevancia para la historia de la arquitectura del siglo 20, con carácter bastante innovador para su época. Pero a pesar de su alta calidad, la Escuela de Hunstanton no puede ser considerada "brutalista" en cualquiera de los sentidos de la palabra. Sería, eso sí, una inteligente relectura del Mies posterior a 1946 en América, mezclándose con los debates del palladianismo del ambiente intelectual inglés, vigentes en ese momento. Esa filiación brutalista, forzada por Banham y por la revista Architectural Review, es contestada en la misma edición por Philip Johnson, al comentar la obra (25), donde se observa que el tratamiento del asunto nunca fue pacífico.
Por supuesto que hay puntos en común entre las características arquitectónicas de Hunstanton y las obras brutalistas de un par de años más tarde, siendo el más notable el uso a la vista de los materiales de construcción y de las instalaciones de servicios. Pero las diferencias también son demasiado importantes como para aceptar, sin ninguna duda, que la Escuela de Hunstanton pueda ser consagrada como el origen del " brutalismo como estilo " de las próximas décadas. Que la Escuela de Hunstanton es una obra de primera magnitud es innegable, que ha servido de catalizador a posteriori de las insatisfacciones de una nueva generación de arquitectos británicos, agrupados bajo el título pre-fabricado por la Architectural Review de "nuevo brutalismo", tampoco hay duda. No obstante, su brillo permanece aislado, tanto en el trabajo de los autores, como en relación con el canon brutalista.
Este tema es muy relevante: es tanto una verificación de pertinencia como una precisión en la datación. El brutalismo como corriente estética, sólo se manifiesta a nivel internacional (aparte de Le Corbusier) para las obras llevadas a cabo desde 1957 o por lo menos desde 1953 y no antes, no teniendo ni los británicos ni ningún otro país precedencias a esta fecha. La "conexión brutalista" es una red compleja sin punto original que no sea corbusierano, un "estilo internacional" tanto o más frecuente que aquel otro de los años 1930 (y por cierto, mucho más consistente en términos estilísticos). La corrección de este punto no es secundaria, ya que ayuda en gran medida a situar e incluir de manera correcta y precisa, también al brutalismo paulista en cuanta manifestación concomitante y no subordinada, pero paralela a estos acontecimientos internacionales. O, aprovechando a Banham, legitimándola e insertándola en la "conexión brutalista", sin ningún tipo de desfasaje significativo.
1966: Brutalismo en cuanto “estilo”, versión Banham
Superado el fabuloso "había una vez ..." con el que Banham comienza su libro, en busca de frases e imágenes del origen del término brutalismo (26) (giro inútil que apenas valida su mito fundado); en los capítulos siguientes define muy claramente algunos parámetros de comprensión del panorama donde surge el brutalismo: el conflicto político-generacional inmediato de posguerra; la influencia de Le Corbusier a través del ejemplo de la Unité d'habitation y de sus palabras en Vers une Architecture; la influencia de Mies van der Rohe a partir de su obra en el campus americano de Illinois Institute of Technology, el IIT (27). Banham se dedica entonces a ejemplificar y definir el brutalismo como tendencia arquitectónica, con la adopción de un enfoque particular de análisis estético. Este punto merece una nueva interrupción.
Adenda: ética o estética?
Banham admite que las obras que describe como brutalistas suelen estar acompañados por discursos más o menos inflamados (brave talk) de tono ético y moralizante. Pero se da cuenta de la autonomía entre esos discursos y las obras, ya que se siguen llevando a cabo dentro de los marcos de la realización arquitectónica tradicional, teniendo en cuenta las "ideas preconcebidas y los prejuicios incorporados en la arquitectura desde que se convirtió en un arte" (28). Como Banham admite, " los brutalistas están comprometidos con el último esfuerzo de la tradición clásica no tecnológica y con la ética de la conexión brutalista; que como todas las tendencias reformistas de la arquitectura desde Adolf Loos, William Morris, Carlo Lodoli y Collin Campbell; es retrógrada" (29).
Por lo tanto, contrariamente a sus expectativas artístico revolucionarias, Banham admite que el brutalismo apenas vestía con trajes discursivos de ética progresista, una arquitectura de estética conservadora -- entendida aquí no en el sentido que le da Banham, en la que está comprometida a trabajar dentro de las cualidades tradicionales inherentes a saber profesional arquitectónico -- sea derivada de la tríada de vitrubiana, de la tradición Beaux-Arts o del funcionalismo de la era de la "era de la máquina". Para Banham, el brutalismo (superada la etapa casi impertinente del nuevo brutalismo) se había convertido en "une architecture" (en francés en el original), "un lenguaje, un estilo vernáculo; una estética suficientemente universal para expresar una variedad de ámbitos arquitectónicos, incluso después de haber perdido algo de su fervor moral que había encendido sus demandas iniciales de ser una ética" (30). Pero tampoco es esto: No se puede perder lo que nunca se ha tenido.
Pasado medio siglo esta lectura de Banham, no es necesario que sea aceptada todavía apegada al tono negativo que él le da. Aunque desencantado, su análisis es bastante fiel a los hechos y hasta muy perspicaz. Banham también reconoce que muchos otros grupos británicos, que no suscribieron a las pretensiones éticas y morales del nuevo brutalismo, también comenzaron a apropiarse del brutalismo en sus propuestas y todavía se habla del brutalismo como un "estética de depósito" o "un estilo económicamente capaz de satisfacer las necesidades de una sociedad económicamente orientada" (31). Si hay alguna ética, parece ser la de la economía favoreciendo la exhibición estructural.
1966: características de las obras brutalistas según Banham
Según Banham: "la exposición de materiales a la vista; vigas y detalles como parasoles de hormigón, en combinación con cierres de hormigón a la vista o en ladrillo visto; equivalente tratamiento y exposición de los materiales en interiores; el hecho de que la sección o corte transversal del edificio dicta su apariencia externa; en algunos casos, el uso de elementos prefabricados de hormigón para los cerramientos y revestimientos; en otros, el uso de losas de hormigón en forma de cúpula 'catalana'. El brutalismo en cuanto estilo, probó ser en gran medida una cuestión de superficies (derivadas de la Casa Jaoul), en asociación con cierto dispositivos-patrón tridimensionales, tomados de la misma fuente (canalones, volúmenes salientes de hormigón, gárgolas), con cierta rudeza deliberada en detalles y acabados. Estas características genéricas del canon denominado brutalista, podrían ser apropiados para una amplia variedad de expresiones arquitectónicas, derivadas siempre en algún grado de referencia del lenguaje de Le Corbusier, mezclados en mayor o menor medida con otras influencias variadas" (32).
Es más: "algunos edificios brutalistas demuestran una preocupación por el hábitat, en el sentido de entorno general de construcción que alberga al hombre y dirige sus movimientos; que conecta al brutalismo con otros pensamientos y acciones progresistas fuera del campo de la arquitectura. El brutalismo como movimiento se ha centrado en la domesticación de algunos conceptos básicos sociales y residenciales derivados de Le Corbusier, a partir de prototipos corbusianos. La cruzada moral del brutalismo por un mejor hábitat a través del entorno construido, alcanzaría su pico en algunas de sus obras" (33).
…o conforme a Renato Pedio, citado por Banham
"El edificio como una imagen unificada, clara y memorable; clara exhibición de su estructura, alta valoración de materiales sin tratar (en bruto). Superficies limpias y vírgenes; volúmenes muy texturados, pero de simplicidad prismática; servicios expuestos y a la vista y planos de colores violentos. El brutalismo sería un gusto por los objetos arquitectónicos autosuficientes, agresivamente situados en su entorno; sería una afirmación energética de la estructura, la venganza de la masa y la plasticidad sobre la estética de cajas de fósforos y cajas de zapatos; quiere disfrutar (con base en el estudio de la historia, pero fuera de las categorías académicas) las lecciones de la arquitectura moderna, despojadas de su licencia literaria. Y sería un método de trabajo, pero sin duda no sería una receta para hacer poesía. Y si por un lado su actual poder polémico, parece reducir su fuerte base moral, por otro lado, destila su más significativa esencia, en la ahora larga historia de la arquitectura moderna. Esta castidad moral, esas normas estrictas de conducta en la faz de la tierra, ese coraje y espíritu revolucionarios, pueden traer de vuelta el verdadero significado de la relación entre la arquitectura y la sociedad, actualmente oculto por un revivalismo nostálgico" (34).
Obsérvese el lenguaje enfático, un tanto oscuro, la mezcla de descripciones y de principios morales. Esta también será una de las características de Brutalismo, en sus conexiones internacionales.
El relativo olvido del brutalismo en la historia reciente
Una investigación no exhaustiva, pero lo suficientemente amplia, revela una falta generalizada de otras fuentes sobre el brutalismo y las que se encuentran casi siempre citan, de manera explícita o no, las palabras e ideas de Banham. Además, no siempre de la manera más apropiada, nunca dando plena cuenta de las sutiles distinciones entre los distintos posibles significados del término brutalismo; libremente entendido y confusamente referido según varios de ellos, sin mucho criterio. Con la casi ausencia de fuentes confiables y ponderadas, el brutalismo sigue siendo mal reconocido y su conceptualización sigue siendo confusa y vaga, aun cuando es un hecho histórico arquitectónico innegable de prevalencia puntual en los mediados del siglo 20.
Si nunca llegó a ser una de las tendencias arquitectónicas más populares fuera del círculo de pares eruditos -- aun habiendo sido adoptado en algún momento de sus carreras, por casi todos los arquitectos que vivían y trabajaban en los años 1960 a 1970, y manteniendo fuerte influencia indirecta sobre algunas de las formas de la arquitectura contemporánea, desde el “high tech” a Tadao Ando y hasta las nuevas generaciones de arquitectos del siglo 21 -- poco después de su apogeo el brutalismo pasa a ser execrado, desechado por un desamor promovido tanto por los legos como por la crítica de la arquitectura moderna de la década de 1980, que le dedicaron un profundo desprecio, en ambos casos, con o sin motivos razonables.
Importantes autores de los manuales de arquitectura más recientes siquiera lo mencionan, excepto cuando examinan la obra de Smithson, sin reconocerlo en su acepción más genérica o al analizar su influencia amplia y extendida (35). Después de haber sido utilizado en los años 1960-1970, en el diseño de edificios de uso gubernamental u oficial (clientes que apreciaban sus cualidades monumentales); llegó a ser considerado tanto por las autoridades como por la crítica neoliberal, como símbolo de un momento fallido y equivocado, estética y políticamente. Así que, por buenas o malas razones, pero siempre superficialmente, la arquitectura brutalista de los años 1950-1980 no ha recibido aún la atención, tratamiento y reconocimiento más sistemáticos de sus contribuciones. En resumen, los autores sobre arquitectura más eruditos, conocidos y acreditados, o bien repiten Banham rápido y sin cuidado, o bien ignoran e incluso acosan a la arquitectura brutalista (36).
Sin embargo otras fuentes, menos eruditas y sin pretensiones sobre la exactitud de los términos, mencionan el brutalismo siempre como un "estilo" dentro del "modernismo" en los años 1950 a 1970, esto principalmente en la red mundial (Internet). Aunque menos confiables, resultan accesible a legos y estudiantes, por lo que hay un cierto interés en la revisión de ellos, siempre que se expurgue adecuadamente los casos más estrafalarios y desenfocados. Algunas de estas fuentes, a pesar de su forma de expresión un tanto ingenua y apresurada, llegan a entender muy bien algunos de los aspectos más relevantes del brutalismo (37). Por economía de espacio no se mencionan aquí, pero el lector interesado puede referirse a ellos sólo buscando en el navegador.
La sorprendente ausencia de definiciones más sistemáticas del término brutalismo, a pesar de la relativa facilidad con que es utilizado, aceptado y aplicado a ciertas manifestaciones de la arquitectura moderna de mediados del siglo 20, es un tanto paradójica. ¿Sería el brutalismo un término tan vago e inespecífico, que convendría al final, avalar su empleo en forma seria y consecuente? Según William Curtis, tanto el postmodernismo como el brutalismo (38) son de difícil caracterización en cuanto a “estilos” claramente delineados, aunque configuran un conjunto vago, de aspiraciones y rechazos. Entre tanto, no parece tan difícil de enumerar sus características a partir del análisis de la colección de obras que se asignaron la etiqueta de brutalista (39).
Por lo tanto, no parece haber dificultad práctica para saber cuáles obras son o parecen ser, o al menos admiten poder ser brutalistas; ni en ordenar sus características arquitectónicas, constructivas y simbólicas. Lo que parece deslizarse entre los dedos es la posibilidad de encontrar en muchas diversas manifestaciones llamadas "brutalistas", poco más que su "aire de familia", algo más allá de una cierta sensibilidad táctil, de alguna persistencia material o formal; cuya posible ausencia, en tal o cual caso, harían prescribir la inscripción inmediata de una u otra obra, a ese vago e inclusivo canon. Como Curtis afirma, parece que sólo queda decir que "el cliché de esa arquitectura fue la superficie de cemento a la vista, lograda con la ayuda de moldes de madera bruta". Esto último, es muy poco para establecer una tendencia, y mucho menos un estilo, ya que incluso ni ese requisito es fijo, habiendo confirmadas obras brutalistas en mampostería de ladrillos.
Como argumento contrario final, el término brutalismo parece inadecuado incluso si las obras que comprende tienen sus rasgos bastante bien descritos (cosa obviamente posible); por no llegar nunca a garantizar que esa acepción se base en alguna cualidad esencial, articulando todas o la gran mayoría de sus manifestaciones. Esta cualidad podría haber sido la ética (o por lo menos un agente moral aplicado al diseño arquitectónico). Pero esto no sería una definición y si una huida a la vaguedad del dominio arquitectónico y aún a la vaguedad más profunda de otro dominio, el ético-moral; para salir de la arquitectura y entrar en filosofía, sin llegar a resolver el problema de la definición del brutalismo. Sin embargo si se aprobara, acabaría englobando toda y cualquier manifestación arquitectónica que se pretende ética, perdiendo especificidad.
Sin embargo, en lugar de descartar el término brutalismo como no apropiado, conceptualmente vago e inefable, es posible revelar – si aceptamos los hechos de manera pragmática, o tal vez "fenomenológica" (40) – ser paradójicamente apropiado. Basta con considerar posible renunciar a la búsqueda de una armonía interna entre las obras con apariencias similares pero de esencias dispares y en cambio, tratar de entender que lo que realmente las une no es más que, sustancialmente, su aspecto externo y superficial.
Si fuera posible aceptar este camino "superficial" y "no esencial", como válido; tal vez no haya contradicción en dar el título de "brutalista" a casos próximos, debidamente fechados, que comparten un conjunto más o menos definido de características formales y superficiales; a pesar de que cada una de las obras revelen, en un análisis individual más detallado y cuidadoso, muchas diferencias conceptuales y de intención ética y moral. Se aseguraría así, una variedad de obras calificadas como brutalistas, sin perder su inclusión en ese conjunto.
Para decirlo de otro modo, se puede afirmar en base a los hechos, que ciertas obras serán brutalistas, sólo y suficientemente porque parecen serlo. Y que lo que determina su enfoque y su inclusión en la tendencia no es su esencia, pero sí su apariencia, no su ser íntimo, pero sí su superficie, no sus características intrínsecas sino sus manifestaciones extrínsecas.
Se puede concluir, a partir de una lectura cuidadosa de las fuentes disponibles, con énfasis en la contribución de Reyner Banham, que el brutalismo no se limita en absoluto al "nuevo brutalismo", ni antes ni después de la declaración de aquel " movimiento" británico que se produce en torno a 1953-1955. Banham afirma que el brutalismo se manifiesta en obras situadas en diversas partes del mundo, sin ninguna relación aparente de afinidad entre sí, excepto por compartir las enseñanzas presentes en la obra de Le Corbusier. El momento en que el brutalismo aparece en el campo arquitectónico parece ser a mediados de 1950, todavía como una excepción. Luego, con un aumento notable de obras desde 1960, con el reconocimiento de la tendencia por parte de algunos autores y la mayoría de los críticos. Y, finalmente, experimentando un auge entre 1960-1970 a punto de adquirir un cierto status de "vernacular moderno" (41).
Las fechas y los contenidos coinciden. Los discursos se aproximan. Las apariencias confirman. No hay nada que impida lógicamente considerar cómo brutalistas, a un conjunto significativo de obras realizadas en la arquitectura Paulista desde mediados de los años 1950 y dos (o tres) de las décadas siguientes. Pueden no ser brutalistas, pero también lo pueden ser, legítimamente consideradas.
notas
NE
Traducción del portugués de Alberto Lucchesi, arquitecto y docente de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad de Mendoza, República Argentina.
1
Cf. ZEIN, Ruth Verde. “A Arquitetura da Escola Paulista Brutalista 193-1973”. Tese de doutoramento, PROPAR-UFRGS, 2005. Véase también del mismo autor: “Breve introdução à arquitetura paulista brutalista”. Arquitextos, n. 069.01. São Paulo, Portal Vitruvius, fev. 2006 <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq069/arq069_01.asp>; e “A década ausente. É preciso reconhecer a arquitetura brasileira dos anos 1960-70”. Arquitextos, n. 076.02. São Paulo, Portal Vitruvius, set. 2006 <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq076/arq076_02.asp>.
2
Sin embargo, buena parte de las fuentes emplean el término brutalismo, aceptando expresamente o no, las ideas e hipótesis de Banham, como es el caso por ejemplo, de referencias encontradas en CURTIS, William. Modern architecture since 1900. Londres, Phaidon, 1996; FRAMPTON, Kenneth. Modern architecture, a critical history. Londres, Thames and Hudson, 1985.
3
BANHAM, Reyner. The new brutalism: ethic or aesthetic? Londres, Architectural Press, 1966.
4
ABBAGGANO, Nicola. Dicionário de filosofia. São Paulo, Mestre Jou, 1970, p. 645-646, grifo meu.
5
Sobre el brutalismo o nuevo brutalismo, Banham no es suficientemente claro en el uso de los términos, alternándolos con relativa facilidad. "Nuevo brutalismo" es el término que emplean los Smithson en sus primeros textos - después de 1953 - en clara alusión al brutalismo de Le Corbusier que no niegan pero que pretenden corregir. Banham prefiere no hacer hincapié en esta precedencia de Le Corbusier y aunque no la niega, quiere distinguir ese idioma brutalista, del nuevo brutalismo inglés de los Smithson, que además pretende elevar a otro nivel de interés creativo, alegando una "discrimination between Brutalism as a creative style and the mere imitation of Le Corbusier" (1966, 88). Más adelante se tratará de distinguir más claramente ambos conceptos.
6
BANHAM, Reyner [1966, 134]: “The reader will have deduced, if he did not already know, that this book is the work of someone deeply involved with the events it describes. […] The book, therefore, has a built-in bias toward the British contribution to Brutalism; it is not a dispassionate and Olympian survey”.
7
ARON, Raymond (1948). “Introduction à la Philosophie de l’histoire”. In ABBAGNANO, Nicola, 1970, p. 487.
8
En el original: “but the process of watching a movement in gestation and growth was also a disappointment in the end. For all its brave talk of ‘an ethic, not an aesthetic’, Brutalism never quite broke out of the aesthetic frame of reference […] For a non-architect like myself to expect them to be otherwise was naïve”.
9
“I make no pretense that I was not seduced by the aesthetic of Brutalism but the lingering tradition of its ethical stand, the persistence of an idea that the relationships of the parts and materials of a building are a working morality – this, for me, is the continuing validity of the New Brutalism”. In op. cit., p. 135.
10
Resumen de ZEIN, Ruth Verde (2005), capítulo 1.2.1.
11
“Behind all aspects of the New Brutalism, in Britain and elsewhere, lies one undisputed architectural fact: the concrete-work of Le Corbusier’s Unité d’Habitation’ at Marseilles. And if there is one single verbal formula that has made the concept of Brutalism admissible in most of the world’s western languages, it is that Le Corbusier himself described that concrete –work as ‘béton brut’”. In op. cit., p. 16.
12
Inicialmente, en el texto escrito por Alison Smithson, que acompaña el proyecto no construido de una casa en el Soho; publicado en la revista Architecural Design de noviembre de 1953.
13
BANHAM, Reyner. “The new brutalism”. Architectural Review, vol.118, n. 708, dez. 1955, p. 355-361.
14
Y no sólo en Inglaterra pero sí, por ejemplo, en Sao Paulo. Sin embargo aquí, la insatisfacción generacional sucedía de modo distinto, desplazada más geográfica (Río – Sao Paulo) que temporalmente. Al respecto, ver ZEIN, Ruth Verde (2005), cap. 4.
15
CURTIS, William, 1996, p. 531.
16
Desde finales de la década de 1950, entre otros autores además del propio Banham, que para organizar su libro selecciona un conjunto relativamente limitado de obras para ilustrar lo que él denomina brutalismo. Todas de excelente calidad y ubicadas en distintos países. En algunos casos inclusive, "estirando" necesariamente el significado de la palabra con el fin de ampliar el número de ejemplos. Esa relativa falta de ejemplos apropiados que permitan demostrar al Brutalismo, se produce sólo en la década de 1950, ya que a partir de los años 1960, se verá una producción exponencial de casos, incluso a veces en detrimento de la calidad intrínseca del conjunto.
17
Y Brasil no es en absoluto una excepción a esta regla, ni está retrasado respecto de la tendencia como se trató de demostrar en la tesis de esta autora, sino que opera en forma totalmente sincronizada con el tiempo marcado por la escena internacional, aunque este hecho haya tenido poco reconocimiento en su tiempo.
18
No siempre estos comentaristas utilizan el término "estilo", pero parece adecuado cuando se lo aplica a descripciones y análisis estilísticos que tratan de definir un "conjunto de características que diferencian de otras, a una determinada forma de expresión en particular", que es la definición de "estilo" según el diccionario.
19
Por ejemplo, Banham cita los comentarios sobre el brutalismo del crítico italiano Renato Pedi [BANHAM, Reyner, 1966, pág 127]. Por otra parte, el italiano Bruno Alferi, editor de la Revista Zodiac, considera las obras de Vilanova Artigas como una “búsqueda brutalista” [Zodiac, n. 6, 1960, p. 97].
20
En el original, “brutalist connection” [BANHAM, Reyner, 1966, p. 131].
21
Pero en ese entonces, los ojos del mundo están puestos en Brasil por otra y muy importante razón: la inauguración de Brasilia. El deslumbramiento por ese sol brillante, empañaba sin duda los eventuales brillos aislados de otros ejemplos. Esta conjunción de estrellas fue y sigue siendo la gloria y el punto de inflexión hacia un progresivo olvido de la arquitectura brasileña en el ámbito internacional.
22
BANHAM, Reyner, 1966, p. 134.
23
Dicionário Escolar Francês-Português. 1961. Ministério da Educação e Cultura, p. 220.
24
BANHAM, Reyner, 1966, p.19. Banham desea retrasar esta fecha hasta 1949. La fecha de 1950 está contenida en el libro editado por Marco Vidotto sobre las obras y proyectos de la pareja Smithson. [VIDOTTO, 1997.] Por otra parte, sólo hay constancia de que los Smithson emplean el término brutalismo, a partir de 1953. Su aplicación para la Escuela de Hunstanton parece ser otro arreglo apropiado de Banham.
25
JOHNSON, Philip. 1954. School at Hunstanton Norfolk. The Architectural Review, vol.116, n. 693, set. 1954, p. 152.
26
Que tiene sin embargo muy interesado a Banham, tanto que comienza su libro en el capítulo 1.1, de manera mitológica; yendo a buscar el término brutalismo en el perfil clásico de Bruto, en conversaciones en Uppsala; vagando y dando vueltas como un contador de historias del pueblo, deliberadamente sin citar a Le Corbusier e incluso, dando un título de resonancias bíblicas al artículo: "y al principio era la frase ..." (y no la palabra ...). La técnica narrativa, no obstante, es muy edificante y seductora con el lector, pero sin resistir un análisis más crudo que podría demostrar fácilmente la insustancialidad de tales afirmaciones.
27
Sobre el conflicto generacional en el caso europeo y sus diferencias con el caso brasileño, y sobre la contribución de Le Corbusier y Mies van der Rohe como precedentes notables del brutalismo, en especial del brutalismo paulista, ver capítulo 6.
28
BANHAM, Reyner, 1966, p. 134: “pre-conceptions and prejudices that have encrusted architecture since it became ‘an art’”.
29
Idem, p.135: “Brutalists commited in the last resort to the classical tradition, not the technological; for the ethic of the Brutalist connection, like every reformist trend in architecture, back through Adolf Loos, and William Morris, and Carlo Lodoli and Collin Campbell, is backward-looking”.
30
Idem, p. 89: ”an idiom, a vernacular style; an aesthetic universal enough to express a variety of architectural moods, even if it had lost some of the moral fervour that had illuminated its earlier pretensions to be an ethic”.
31
Idem, p. 89.
32
Resumen del capítulo “The Brutalist Style” in BANHAM, Reyner, 1966, p. 89-91.
33
Idem, p.130-3.
34
Publicado originalmente en L’Architettura, febrero de 1959 y L’Espresso, 2/3/1958. Apud BANHAM, Reyner, 1966, p. 127.
35
Como por ejemplo, en MONTANER, Josep María. Después del movimiento moderno. Arquitectura de la segunda mitad del siglo XX. Barcelona, Gustavo Gili, 1993. Excepto por la mención indirecta al “expresionismo estructural” de los años 1950-60, ese tramo de la historiografía reciente es desconsiderado.
36
Es curioso – y probablemente no tiene ninguna relación causal con el párrafo anterior – que la arquitectura brutalista es mucho más fecunda y localmente importante en países de África, Asia y América (incluyendo los Estados Unidos) que en los países europeos (aunque también); y que la mayoría de los historiadores sean europeos. Debe ser una coincidencia.
37
En ZEIN, Ruth Verde [2005], fue hecho un amplio relevamiento de esas fuentes, muchas de ellas disponibles en la red mundial.
38
CURTIS, William (1996, p. 550 e p. 602) se refiere, de hecho, al “Nuevo Brutalismo” ya que en algún punto de su obra da fe de la existencia del brutalismo en sentido amplio, a pesar de que defina a éste con los términos que Banham usó para el otro.
39
Tema que será oportunamente explorado en un artículo posterior.
40
Entendido aquí en sentido estricto de “descripción de lo que parece”, cf. ABBAGGANO, Nicola. Dicionário de filosofia. São Paulo, Mestre Jou, 1970, p. 416.
41
BANHAM, Reyner, 1966, p. 132-133: “Brutalism, having run for ten years or more – which is a fair age for an ‘-ism’ in the present century […] The aesthetics of ‘béton brut’ have diffused into a vernacular, a common usage”.
sobre la autora
Arquitecta FAU-USP (1977), Magister (2000) y Doctora (2005) por el PROPAR-UFRGS, profesora en la FAU/Universidad Presbiteriana Mackenzie.