Desde su invención, como medio de representación gráfica de la realidad, la Fotografía encontró en la Arquitectura su mejor aliada. Los edificios, por sus condiciones tectónicas, estáticas y formales, constituyeron el “modelo” más acabado y pudieron transformarse en “noticia” gracias a las imágenes fotográficas.
Esta sincronía que se produce entre ambas disciplinas, el inicio de la década del 30 y en aquella fábrica de la modernidad que fue la Bauhaus liderada por Walter Gropius, conformaron un hito histórico que cambió no sólo el modo de entender la Arquitectura, sino también el de mostrarla. La exploración de materiales y formas, y los avances técnicos en la reproducción de imágenes, consolidaron desde la sede alemana las herramientas válidas que rigieron el Movimiento Moderno. Desde allí y hacia el mundo, tanto la Fotografía como la Arquitectura, invadieron esferas impensadas hasta ese entonces y fueron capaces de provocar debates que hasta hoy ocupan nuestros ámbitos de discusión.
En las aulas de Weimar se consolidó el hecho de que “apreciar el espacio era comprender una nueva cultura espacial” y en este postulado se apoyaron los caminos de la Nueva Fotografía guiados por Lazlo Moholy-Nagy en el discurso ideológico y por Alexander Radchenko en los aspectos prácticos. Las enseñanzas de Moholy-Nagy colocaron entonces a la Fotografía como el casi único y válido “instrumento teórico y plástico para pensar y representar el espacio” fomentando así el alejamiento del Pictorialismo y acentuando los objetivos en una modernidad tanto gráfica como constructiva, purista en sus formas y también en funcionalidad.
Por supuesto, los avances tecnológicos fotográficos también estaban de su lado: desde 1928, la Rollei había instalado en el mercado su modelo Rolleiflex 3.8 y apenas dos años después, la fábrica Ilford desarrollaba el film Panchromatic liderando la plaza de la producción de fotos. De tal manera que la coyuntura técnica, social y profesional que originó al Movimiento Moderno, permitió todas las posibilidades para que esta Arquitectura fuera exportada al mundo gracias a la Fotografía como uno –sino el más- veloz de sus vehículos de difusión.
Un rol fundamental, plasmando la teoría y la imagen, lo ocuparon las publicaciones de Arquitectura. Basta repasar las páginas de la revista alemana Werkbund desde la cual la nueva objetividad fotográfica incluía análisis críticos e imágenes de superficies puras de los nuevos diseños y de sus detalles; o las de Architectural Review, cuando por ejemplo, en 1934 el crítico del Movimiento Moderno, Philip Morton Shand, vinculado a Gropius, Aalto y Moholy-Nagy, editaba el artículo “Nuevos Ojos para lo viejo” en el que – además de elogiar el trabajo de este último- remarcaba la relación entre la Nueva Arquitectura y la Nueva Fotografía al expresar “los dos campos en los que el espíritu de nuestra época han logrado manifestarse de una manera definitiva, son la fotografía y la arquitectura… (pues)… la misma ornamentación que cambió la fotografía arquitectónica, revolucionó la crítica arquitectónica.” Todos los medios de difusión se acogieron a este nuevo modo de entender los lineamientos de la Arquitectura Moderna a través de la Fotografía y especial interés revistió la exposición “The Internacional Style”, realizada en el MOMA de Nueva York en 1935, sobre todo al proponer imágenes de la moderna arquitectura con obras de Frank Lloyd Wright, Phillip Jhonson y Louis Sullivan entre otros, acompañadas de fotografías obtenidas por Even Van Ojen, Jan Kamman, Piet Zwart o la Compañía Arquitectónica Fotográfica de Chicago.
En coincidencia con los lineamientos de la modernidad arquitectónica y fotográfica, iniciaba sus primeras producciones Julius Shulman, un fotógrafo del sur de California que en 1936 retratara las obras de Richard Neutra. Desde entonces, se ha dedicado a plasmar con imágenes la arquitectura desarrollada en Estados Unidos por profesionales como Schindler, Lautner y Frank Lloyd Wright, entre otros. La visión con la cual este fotógrafo interpretó las estructuras de esta nueva arquitectura, ayudó a la vista del público a entender esos revolucionarios edificios que tal vez, de otra manera, se hubieran considerado excéntricos. Shulman también reunió algunas de sus fotografías en un primer libro Photographing Architecture and Interiors de 1962, y así como el propio autor lo considera una de sus creaciones más genuinas, esas imágenes se transformaron en íconos indiscutibles de la arquitectura moderna norteamericana.
Casi contemporáneamente y al sur del continente, los postulados en materia de diseño lograron adaptarse a un contexto diferente y también reflejarse en la casi sistemática fotografía monocromática de ese estilo internacional impuesto con volúmenes puros, balcones rectos y planos aterrazados. Juan Di Sandro, en los inicios, y luego Horacio Coppola y Manuel Gómez Piñeiro en Buenos Aires, como César J. Loustau en Uruguay, tuvieron desde sus lentes el privilegio de mostrarnos en imágenes la arquitectura internacional en el ámbito rioplatense.
Di Sandro combinó su trabajo habitual como reportero gráfico del diario La Nación con nuevas propuestas de una Buenos Aires que cambiaba aceleradamente empleando tomas centrales, ángulos inusuales y grandes contrastes de luz. Por su parte, Horacio Coppola quien había participado de las enseñanzas de algunos talleres de fotografía impartidos en la Bauhaus, dio a conocer sus primeras imágenes de la ciudad en el verano de 1932, cuando junto a su compañera de entonces Grete Stern, integraron la “Primera Exposición de Fotografía Moderna” mentada por Victoria Ocampo para la revista Sur. A partir de entonces y sumado a la formación y el personal interés que aún hoy mantiene Coppola con la Arquitectura, su producción de fotografías arquitectónicas lo vinculó directamente con los profesionales que promovían el Movimiento Moderno en Argentina y entre sus clientes figuraron Antonio Bonet, Kurchan, Ferrari Hardoy, el grupo OAM, Amancio Williams o Wladimiro Acosta. A partir de su producción, generalmente teñida de una particular bohemia ambiental, Coppola supo mostrar la vanguardia del nuevo imaginario moderno local.
Las fotografías del español radicado en Buenos Aires, Manuel Gómez Piñeiro, tampoco fueron ajenas a la tendencia que se percibía en los gustos estéticos del momento. Sus imágenes mantienen a lo largo de toda su trayectoria una precisión que lo acerca a los postulados de la modernidad en casi todos los escalafones: volúmenes despegados del terreno, planos puros, cortes rectos, enfoques directos y balance de contrastes en blanco y negro, están muy presentes en las fotografías de una arquitectura de aquella Buenos Aires moderna en la cual no dejó lugar sin documentar.
Finalmente, con el trabajo de César Loustau en la ciudad de Montevideo y sus cercanías, la Fotografía de arquitectura moderna uruguaya encuentra su fortalecimiento. En las imágenes de Loustau existe una complicidad latente entre la Arquitectura de su formación profesional y la Fotografía de su aprendizaje personal, al punto que sus objetivos captan desde ángulos muy particulares, tanto la integridad de esa arquitectura como sus detalles más significativos.
Sin lugar a dudas con las imágenes de cualquiera de estos autores, dueñas de una calidad técnica insoslayable, es posible entender aún más aquello de que la Fotografía como representación construye significados que no sólo enmarcaron el gusto estético de un momento, sino que hoy nos permiten encontrar en ellas el sentido histórico de una importante etapa de la Arquitectura y, por ende, resignificar así su valor simbólico.
notas
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sobre el autor
Patricia Méndez, arquitecta, CONICET – CEDODAL.