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drops ISSN 2175-6716

abstracts

português
A relação entre cidade e natureza/paisagem pode chegar a ser tão estreita quanto nos projetos do Parque del Agua em Zaragoza, quanto nas intervenções urbanas com espacios verdes integrados em Bolonha

english
The relation between city and nature/landscape can be very close as in projects like the Parque del Agua, in Zaragoza, or urban projects integrating greeen spaces in Bologna

español
La relación de la ciudad con la naturaleza y paisaje puede estrecharse a traves de proyectos como el Parque del Agua, en Zaragoza, e intervenciones urbanas con espacios urbanos verdes en Bolonia

how to quote

MUXÍ, Zaida; MONTANER, Josep Maria . Estrategias Territoriales. La tercera parte de la serie 'La Deriva del Espacio Público'. Drops, São Paulo, año 11, n. 035.02, Vitruvius, ago. 2010 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/drops/11.035/3511>.


Parque del Agua, Expo Zaragoza 2008
Alday Jover Arquitectos


Las ciudades de escala intermedia, y las pequeñas, tienen una oportunidad difícil de conseguir para las grandes ciudades y, aun más, para las metrópolis, que es la de mantener o restablecer el diálogo, una relación equilibrada, con el medio natural y geográfico que le ha dado cobijo. Se trata de esas relaciones visuales y olfativas que desde los centros urbanos nos desvelan el paisaje que hay más allá. Pensemos en el paisaje de suaves ondulaciones de la vega del Guadalquivir, que se disfrutan desde el centro de Córdoba, o el bramido del mar que se asoma por las esquinas de Gijón.

Esta relación es recuperable cuando los espacios públicos, siguiendo la tradición del sistema de parques que Frederick Law Olmsted implantó en la segunda mitad del siglo XIX, son proyectados para reestructurar las ciudades, pensándolas en diálogo con la naturaleza, no como antagonismos. De ello encontramos muchos casos contemporáneos: entre ellos, Vitoria y Zaragoza en España, Bolonia y Roma en Italia, Monterrey en México.

Posiblemente el contexto que recientemente ha dado el salto más fuerte en este sentido es el de Zaragoza, a partir de las operaciones relacionadas con la Expo 2008, especialmente con el Parque del Agua y con todas las intervenciones del Plan de Riberas del Ebro, dentro del Plan de Acompañamiento. En estos casos, el proyecto urbano ha adquirido una escala supraurbana y paisajística; ha recuperado para la ciudad la naturaleza próxima. Zaragoza había tenido ya intervenciones previas de espacio público urbano, como la reordenación del sistema formado por el paseo de la Independencia, la Plaza de España y la de Aragón (2002-2004), proyectada por Iñaki Alday y Margarita Jover-Biboum, con Enric Batlle y Joan Roig y los servicios técnicos municipales, con la que se regeneró y revalorizó el espacio para peatones con bancos, farolas, kioscos, etc. Sin embargo, el salto y actualización de Zaragoza en estos últimos años se inscribe en otras coordenadas, que plantean el proyecto urbano integrándolo y religándolo con el paisaje natural.

El Parque del Agua, proyectado también por Iñaki Alday y Margarita Jover-Biboum, con la colaboración de la paisajista Christine Dalnoki, es la mejor aportación de la Expo y que pudo ser disfrutada abiertamente durante todo el evento, sin barreras y con toda su calidad. Responde al afianzamiento del meandro de Ranillas, con un cuidado rediseño de un paisaje existente del que se aprovechan y aumentan su exuberante soto y sus fértiles tierras. Todo el proyecto se plantea teniendo en cuenta la memoria del agua, de los cultivos y de los caminos elevados o motas. Los terrenos se han reconvertido en un gran parque público, en el que se han previsto y compuesto todos sus componentes pictóricos y paisajísticos, para ser disfrutado con los cinco sentidos desde los primeros momentos: el más importante, el agua, con sus acueductos, canales, recorridos y estanques; el soto, que se ha regenerado y replantado; las motas o tradicionales caminos elevados a modo de diques de contención, que estructuran todo el recorrido peatonal; los tipos, texturas y colores de los tratamientos de los suelos, que delimitan las variadas plantaciones policromadas; el mobiliario urbano eficaz y escueto; y tres preciosos pabellones ligeros (el edificio de ceremonias, el restaurante y el depósito de la playa fluvial), que se integran en el medio vegetal y líquido, ambiental y espacial.

En línea con la integración del paisaje en el espacio público urbano se ha realizado la recuperación de los flancos del río, conformando un sistema de espacio públicos como parques lineales, aportando espacios de relación de alto valor para los barrios limítrofes. Con un diseño nunca excesivo se consigue evitar la monotonía, mediante una gran variedad de suelos, elementos urbanos y espacios que se van ampliando y estrechando a medida que se adaptan a las preexistencias. La intervención tiene el valor de haber conservado, en gran medida, la vegetación de ribera ya existente. La construcción es correcta, teniendo en cuenta las fatales prisas que imponen los plazos de los grandes eventos. Solo el fragmento contiguo a la Basílica del Pilar ha quedado sobrediseñado, arbitrario y poco útil. Estos nuevos recorridos peatonales o ciclistas, potenciados por los nuevos puentes y pasarelas, han cambiado cualitativamente los usos ciudadanos de la ciudad y la han hecho más cómoda, rica y vivible.

No hay duda que la ciudad ha mejorado con estas intervenciones derivadas de la oportunidad de realizar una Expo. Sin embargo, a Zaragoza, como a todas las ciudades le quedan espacios por bordar y otros por suturar. Quedan barrios con los que se tienen deudas históricas de espacios públicos y equipamientos; otros a los cuales les han tocado tangencialmente las nuevas obras de infraestructura. Por todo ello, antes de saltar más allá del suelo urbano existente, es necesario intervenir en estos espacios que aun esperan que les llegue su oportunidad. En este sentido, plantear segundas partes de los grandes eventos tan próximas en el tiempo, como la Expo Paisajes 2014, cuando aun falta por incorporar gran parte del recinto de la Expo 2008, es muy discutible. Ninguna ciudad puede parar de desarrollarse, pero si de crecer. En tiempos de crisis y de replanteo forzoso de los modelos de crecimiento expansivos se debería tender a reforzar la estructura urbana más que a estirarla y tensarla.

En Bolonia, décadas después de que fuera una ciudad modelo por lo que respecta a la remodelación y revitalización de su centro histórico a partir de las tipologías edificatorias, se está planteando ahora un ambicioso salto a escala territorial. Un salto que se apoya tanto en nuevas infraestructuras, como son los centros internacionales de relaciones; en edificios públicos, como la nueva estación de ferrocarril proyectada por Arata Isozaki con la colaboración de Ove Arup; y en una versátil red de espacio públicos. Los objetivos esenciales son los de mejorar las relaciones urbanas en los vecindarios atravesados por líneas de ferrocarril y autopistas, con links, pasarelas, corredores verdes, itinerarios peatonales y de bicicletas; la de enriquecer las colinas, desprivatizándolas e introduciendo agricultura ecológica; y la intervención en cuatro enclaves periféricos: el este y el oeste de la Vía Emilia, y los entornos del Río Reno y del Río Sàvena.

Bolonia y Zaragoza tienen en común que el nuevo proyecto urbano se desarrolla mediante espacios públicos verdes que, de las maneras más diversas, quieren incorporar la naturaleza a la ciudad, potenciando que lo que articule el territorio sean espacios públicos naturalizados.

Además, hay un ejemplo mucho más adelantado en este sentido, que es el de Vitoria y el Anillo verde, con el que se recuperó el sistema acuífero, se aprovecharon las preexistencia de campos y ríos del entorno y se proyectaron nuevos barrios, como Salburua y Zabalgana, que limitan el crecimiento de la ciudad y se incorporan con sus espacios verdes al recorrido anular completo, que ocupaba en 2007 una superficie de 585 ha y se prevé que llegue hasta 1.010 ha.

En estos ejemplos la naturaleza se recupera, se deja fluir naturalmente, no está constreñida ni domesticada como en el caso del Parc de la Ciutadella en Barcelona o del Central Park en Nueva York, que son parques del siglo XIX. El espacio público metropolitano del siglo XXI tiene que ver con parques territoriales, con complementaciones de las infraestructuras, con el reuso de antiguas instalaciones militares, con el saneamiento de las riberas de ríos, con el cosido de los barrios periféricos salvando las heridas de las infraestructuras de transporte; en definitiva, replanteando el viejo deseo de Ildefons Cerdà y Ebenezer Howard de unas estructuras urbanas y territoriales que concilien el campo y la ciudad, lo rural y lo urbano. Hoy los medios tecnológicos, científicos y metodológicos lo hacen más posible.  

Por esto, en la mayoría de estos ejemplos, la intención pasa por restituir ciertas morfologías territoriales, recuperar estructuras ecotópicas de la naturaleza, e incorporar las tramas agrícolas en los proyectos urbanos y territoriales. Pero respetar las tramas agrícolas no significa solo incluirlas en la visión paisajística desde lo urbano y desde las infraestructuras viarias, como escenario para el espectáculo visual y cinemático. Significa mucho más: comporta mantener y reforzar sus actividades, entenderlo como agrosistema, lugar de trabajo y experiencia, con espesor y memoria: espacio vital y emancipatorio que tiene voluntad de porvenir.

Porque, tal como escribió el historiador Fernand Braudel, una Europa sin campesinos no se ha visto nunca: la esencia del espacio europeo es que es un verdadero jardín. Por esto muchos proyectos territoriales han tomado como referencia las morfologías históricas de los campos de cultivo: huertos de legumbres y campos de frutales, herbolarios y cultivos de especies, subdivididos en rectángulos, dentro de las ciudades amuralladas o en los jardines de los monasterios, en los recintos de los palacios y en las campiñas renacentistas.

Sin campos, Europa se queda sin pasado y sin futuro. Por lo tanto, ninguna de estas operaciones de remodelación a escala territorial tiene sentido si lo hace sacrificando las reservas de espacio agrario vivo.

sobre los autores

Josep Maria Montaner es arquitecto doctor y catedrático de la UPC. Es el director del programa del Máster Laboratorio de la Vivienda del siglo XXI en la ETSAB.

Zaida Muxí Martínez es arquitecta doctora, profesora y cordinadora de la ETSAB y co-directora junto con Josep Maria Montaner del programa del Máster Laboratorio de la Vivienda del siglo XXI en la ETSAB.

notas

1
Artículo originalmente publicado en el cuaderno 'Culturas' del periódico La Vanguardia, miércoles, 17 junio 2009

 

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