La arquitectura que producen los grupos de pobladores urbanos desatendidos por las instancias oficiales y por las circunstancias económicas, constituyen propuestas improvisadas a sus problemas de habitabilidad.
Por lo regular los pobladores urbanos de viviendas de autoconstrucción pasan por un proceso largo y complejo, que involucra necesariamente, a un grupo de gentes en la elaboración y construcción de objetos habitables.
“La realización de algunos componentes requiere de calificación y, por lo tanto, en algunas etapas del proceso, el poblador demanda apoyo de parientes y vecinos; o más comúnmente, contrata trabajadores especializados. Esto ocurre principalmente en las instalaciones eléctrica, hidráulica y sanitaria; y también en los acabados, como los recubrimientos de mosaico y azulejo en las cocinas y baños…” (1)
Normalmente los pobladores participan activamente en las excavaciones, las cimentaciones y la estructura (columnas, losas y muros), incluso también en repellados de muros e impermeabilizaciones de azoteas.
La autoconstrucción es muchas veces, la única opción para los pobladores de escasos recursos de las grandes ciudades, ya que carecen de recursos para acceder al mercado formal de vivienda, así que invierten una buena parte de su “tiempo libre” a autoconstruir sus viviendas.
Los pobladores de escasos recursos se han transformado en “hacedores de ciudad” (2), que resuelven decididamente a modo de cuento fatídico, su historia. Y en cierta forma, estos pobladores que tiene recursos económicos escasos “han sido los principales productores de vivienda del fin de siglo” (3).
La magnitud del fenómeno de autoconstrucción de viviendas es enorme, no existe hasta ahora una investigación veraz de campo que ofrezca datos precisos (en México, al menos). Tengamos en cuenta los datos del viviendista y arquitecto mexicano Enrique Ortiz Flores cuando afirme que “al menos 63% de la vivienda en México ha sido de autoconstrucción por familias que tardan 10 años en promedio en edificarla se trata de gente que construye 'cuartitos' durante años porque no hay una planeación” (4).
Actualmente la población de México aumentó a 112,4 millones de habitantes, una tasa anual promedio de 1.8%. Y se calcula que el país requerirá 20 millones de acciones de vivienda en los próximos 20 años, de los cuales 13 millones serán para casas nuevas y el resto para mejoramiento
Por ello existen desde hace tiempo, infinidad de organizaciones de pobladores de barrios pobres que se han unido para conseguir avances sustanciales en su derecho a una vivienda digna. Son ellos los que han ido por delante de arquitectos, gobierno y partidos políticos:
“Ya entrando al movimiento, estoy desarrollándome para poder ser lo que yo pensaba ser antaño. Si hubiera podido estudiar, hubiera sido una líder de un trabajo de los obreros, de los campesinos, que sé yo, porque todo eso lo tengo dentro y ahorita siento que de verdad me estoy realizando. A pesar de que ya tengo mi vivienda y estoy muy contenta con ella, pienso que la lucha aún no se ha terminado. Estamos apenas empezando, porque el déficit de vivienda aquí en el D.F. es muy grande, entonces para mí sería muy cómodo irme a mi casa y sentarme a ver televisión o ver una novela. No, yo pienso que tengo todavía un compromiso con la Unión (de vecinos de la colonia Pensil) y con todo lo que es la colonia y todo el D.F., porque la lucha nunca se va a acabar o va a tardar muchos años para que todas las familias tengamos una vivienda digna…” (5).
Lo deseable sería que todos los pobladores pudieran acceder a los estamentos oficiales y a los no gubernamentales existentes, para adquirir una vivienda. Pero estas instancias, aún ahora, siguen siendo insuficientes. Por ello las familias de escasos recursos siguen construyendo su historia día a día, dejando a su paso la huella arquitectónica, como monumento “construido” a su empeño y su lucha sobre esta iniquidad social en la que sobreviven nuestras sociedades latinoamericanas y sus pobladores pobres.
El camino está marcado y no hay vuelta atrás, no puedo pensar en un arquitecto latinoamericano dedicado únicamente a una búsqueda formal, o, como mero seguidor de las corrientes arquitectónicas de moda y mudo a los acontecimientos que suceden a su alrededor. Más bien creo en un arquitecto que se “entromete” y participa activamente de la transformación social que se requiere actualmente y con urgencia.
Por ello me uno a la voz de Germán Samper Gnecco (6), cuando afirma que a medida que se asciende en la escala intelectual, el trabajo que se realiza adquiere una mayor trascendencia, o, en otras palabras, se abarca un más amplio campo de influencia, lo que da a quien lo realiza, una mayor responsabilidad.
notas
1
GARCÍA COLL, Julio; VILLALOBOS, H. Carlos. La arquitectura autoproducida. In GONZÁLEZ CORTAZAR, Fernando (org.). La arquitectura mexicana del siglo XX. 1ª Edición. Cidade do México Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, p. 235.
2
Tomo el término del libro BOLÍVAR, Teolinda (org). Hacedores de ciudad. Caracas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Venezuela, 1995.
3
BOLÍVAR, Teolinda (org). Op. cit. p. 13.
4
Presidente del Comité de Producción Social de Vivienda del Consejo Nacional de Vivienda en México.
5
Lupe (ama de casa). Ciudad de México. Apud BOLÍVAR, Teolinda (org). Op. cit., p. 146-147.
6
SAMPER GNECCO, Germán. Responsabilidad social del arquitecto. Apud SEGRE, Roberto. América Latina en su arquitectura. 5ª edición. México, Siglo Veintiuno Editores, 1983, p. 204 y siguientes.
sobre o autor
umberto González Ortiz es arquitecto por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (1993). Doctor en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña. Tesis Doctoral: Carlos González Lobo... Caminos hacia lo alternativo dentro del ámbito conceptual, proyectual y contextual de la arquitectura (2002, sobresaliente).