Como sucede casi siempre, nos ha sorprendido brutalmente la muerte del Profesor Segre, debida a un accidente de tránsito. Simples y breves palabras contenía el mensaje que recibimos:
“Roberto Segre murió hoy [mensaje fechado marzo 10, 2013] a las 12 y 45’del día. Fue un accidente. Atropellado por una moto que se dio a la fuga. Eran las 10 de la mañana. Quedó inconsciente en el acto”.
Lourdes Martí
Entonces, dada la circunstancia, resulta difícil escribir una despedida impensada e impensable en la práctica hasta ayer. Sin embargo, este laureado historiador, ensayista y crítico de la arquitectura, que también fue para la autora de estas líneas, por más de tres décadas, un colega muy cercano, un amigo con quien compartimos sinceramente ideas, proyectos, situaciones profesionales, a veces muy complejas, defendiendo puntos de vista muy diferentes, respetuosamente, nos convoca a la reflexión y la escritura.
Roberto nació en 1934, en Milán, Italia. Gran parte de su educación transcurrió en Argentina, adonde lo llevaron sus padres siendo todavía un niño. Se trasladó a Cuba en los años sesentas, en plena efervescencia de la Revolución, junto a otros arquitectos de origen italiano. Dedicó una parte importante de su vida y obra a la enseñanza de la Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, a la investigación teórica y la crítica, en la Facultad de Arquitectura del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría de La Habana, que anteriormente había pertenecido, bajo distintos nombres y grados institucionales a la Universidad de La Habana. Fue allí donde trabajé junto a él como Instructora graduada y Profesora asistente durante 14 años (1975-1989).
El Profesor Titular Segre fue un estudioso infatigable, de una sólida formación científica tecnológica y artística; alcanzó su primer doctorado en La Habana y posteriormente hizo el segundo grado científico durante los primeros años de su residencia en Brasil. Muy querido y admirado por todos sus alumnos y alumnas, con quienes mantuvo siempre buenas y largas relaciones amistosas, sin ceder en la exigencia y el rigor docente. Sus conferencias de Historia o Crítica de la Arquitectura y el Urbanismo eran un verdadero primor; además, se disfrutaban como un espectáculo visual, con magníficas imágenes (generalmente tomadas por Segre, in situ, en cualquier parte del mundo), que apoyaban el discurso sabio y apasionado del profesor. Fue un gran comunicador de ideas y teorías, de voz viva y alta, que señalaba los aspectos tanto positivos como negativos de cualquier obra en los salones de conferencia de cualquier institución académica o cultural cubana o internacional. No evadía el debate, más bien lo incitaba con sus propuestas controversiales y agresivas.
Poseía un prestigio grande como promotor de revistas científicas de la especialidad, Arquitectura Cuba y Arquitectura y Urbanismo, encierran numerosas colaboraciones de él como editor, articulista, y fotógrafo de excelencia. Su obra escrita aparece en numerosos libros de texto en solitario o en colaboración con otros autores y ensayos magistrales; así mismo, colaboró con prestigiosas revistas científicas extranjeras y en la asesoría de Portales digitales. También vertió sus informaciones y opiniones críticas en Revolución y Cultura y otras similares, de cualquier provincia cubana, o foráneas.
Su amor por la Arquitectura, en mayúscula por su calidad, no disminuyó, ni siquiera compitió con la pasión por sus hijos Daniela y Fabio, y por la madre de ambos, la arquitecta Lourdes Martí. Su segunda y última esposa, Conchita, fue muy amada y de igual modo su hijo, que creció junto a Roberto.
Sin lograr la perfección, ideal humano tan ansiado por todos los hombres y mujeres, diré que Segre fue un hombre versátil y notable por su talento y trabajo sostenido, particularmente destacado en el medio cultural cubano, que lo reconoció y premió su obra durante las décadas del 1970 y 1980, cuando hizo contribuciones tan importantes (por mencionar algunas) como Las estructuras ambientales de América Latina (Premio Ensayo del Concurso 13 de marzo de la Universidad de La Habana, 1976) o, los tres libros de texto (en colaboración con otras autoras) sobre la Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, en especial el tan apreciado de América Latina y Cuba (EMPES, 1982), reimpreso por más de tres veces, que fue utilizado durante años por diversas Facultades o Escuelas de Arquitectura, no solamente en Cuba sino en toda Nuestra América; o, el que dedicó a La vivienda en Cuba, en el cual enfocó la obra y aportes de la Revolución Cubana en el campo de las construcciones y el diseño en general en los años sesentas y setentas.
Mucho más se puede escribir sobre Segre y su prolífica obra – que, como toda obra científica, es debatible y superable –, pero ahora dejo este espacio, para que lo aumenten y enriquezcan otros y otras de sus colegas y amistades entrañables. ¡Adiós Maestro Segre! Siempre estaré agradecida a la vida por haberte conocido, por haber aprendido y comprendido el valor de tu obra, de tu vocación de cubano, y por ser una más entre tus fieles alumnas y admiradoras.
sobre a autora
Lohania Aruca es periodista, investigadora histórica, licenciada en Historia, especialista en Urbanismo. Miembro de la sección de literatura histórica y social de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba. Periodista cultural, miembro de la Unión de Periodistas de Cuba.