El hecho de que los arquitectos Ramón Vilalta, Carme Pigem y Rafael Aranda (RCR Arquitectes) hayan decidido quedarse con su despacho en Olot es ya, una declaración de intenciones. Una arquitectura que surge desde el “interior” y que se abre al mundo nos ha ofrecido la posibilidad de seguir teniendo el contacto ese, que los arquitcetos, los premios, las revistas y las ciudades hemos perdido: el contacto con la realidad.
Los que me conocéis sabéis que esto de los premios (y todo lo que detrás de ellos se esconde) no me gusta, no es representativo de la mayoría de los diferentes colectivos se engloba en dichos reconocimientos.
El año pasado sin ir más lejos, premiaron el snobismo y chulería de Alejandro Aravena que mercantiliza con la pobreza urbana, la inhabitabilidad y el no derecho a la ciudad de aquellos ciudadanos del mundo que no entienden de Pritzkers, pero que si padecen que en sus ciudades no tengan acceso a la vivienda digna, al agua potable, a la escuela en condiciones, a la ciudad sostenible y a los desplazamientos acordes con el desgaste del medio ambiente mundial. No es nueva mi argumentación ¡me conocéis!
Pero cuando vemos las obras de Ramón Vilalta, Carme Pigem y Rafael Aranda vemos que hacen posible que, la Arquitectura con mayúsculas, se acerca a la gente normal, terrestre, de interior… Y recrean con una magistral destreza, los sentidos de lo humano y lo plasman en su tectónica espacial, formal y estructural.
Cuando miro sus obras pienso en los ciegos que veo padecer por las calles de algunas ciudades del planeta, y los imagino disfrutando de un espacio que se puede tocar, que ofrece un diálogo entre lo construido y el hecho humano del habitar y de vivir dentro de un espacio arquitectónico, recuerdo al ver sus proyectos a mi maestro heredado, el arquitecto veracruzano Antonio Pastrana y Ochoa: “los arquitectos debemos conseguir que los improbable suceda en el espacio” y eso, eso es lo que veo… Improbables que se convierten en espacios que acompañan la vida cotidiana de los hombres en su paso por el mundo, algo simple y a la vez complejísimo y que, los arquitectos hemos olvidado por completo incluso premiando, banalidades de falsas esculturas caras, fascistoides y sin ningún sentido de lo humano.
Estoy sorprendido, lo admito, lo interior, lo de casa, lo que se hace con cuidado y con cariño por la profesión ¡así, de pronto! está en todos los portales de arquitectura del mundo, abren telediarios, periódicos y revistas… Lo malo es, que mezclan la “delicada destreza” con que Ramón Vilalta, Carme Pigem y Rafael Aranda proyectan, construyen y ofrecen una arquitectura dónde la “poética del hábitar” es su obsesión primigenia al costado de “todo lo demás”, y yo personalmente, creo que obligatoriamente, debemos separar lo excelso de la banalidad superflua en lo que hemos convertido el oficio arquitectónico en los últimos años, al menos.
Dice la arquitecta Carme Pigem en una entrevista aparecida en el digital diario.es: “Aquí [en Olot] hemos montado nuestra base general y es fácil estar conectado con el mundo. Antes quizá era importante estar en las ciudades, pero ahora con las comunicaciones que hay, Olot nos ofrece una calidad de vida que en otros sitios desaparece”.
Durante los tiempos recientes hemos relacionado arquitectura con poder, con dinero, con caprichos de tótems caros que crecían como hongos en Barcelona, Madrid, Amsterdam, Ciudad de México o Dubái y de alguna manera, hemos conseguido que la sociedad se desconecte de la profesión y que se olvide que evidentemente, todo lo que nos rodea es arquitectura, la calle, la oficina, la casa, el carril bici, la ciudad sostenible y afortunadamente este premio Priztker otorgado hace un par de días a puesto, y quizás sin ser consciente de ello, en crisis la arquitectura frívola de arquitectos estrella y ha puesto sobre la mesa que necesitamos con urgencia de arquitecturas y arquitectos que pongan sobre la mesa lo interior, la poética, los materiales locales, la sostenibilidad, el amor por la construcción y el espacio hermoso, bello, imprescindible...
Espero que el jurado del Priztker sea consciente de ello y que nosotros arquitectos y críticos tomemos “el guante” y le demos la importancia de repensar la arquitectura que desde lo Local, sea capaz de Globalizarse manteniendo esa intimidad de construirse desde Olot en el interior de Cataluña y que, en catalán, sea capaz de ofrecer un idioma universal que es el de la arquitectura sensata, amorosa, necesaria…
En definitiva, la que necesitamos para defendernos de la banalidad de los neoliberales tiempos en que habitamos, y volver la sensatez y la conciencia a la arquitectura que necesitamos con tanta urgencia para conseguir una cadena de fotografías vitales de lo humano que tengan sentido en espacios construidos desde el pensamiento de hacer que “lo improbable suceda en el espacio”.
Pero como siempre, esta solo es la opinión de quien escribe.
sobre el autor
Humberto González Ortiz es especialista en la obra del Arquitecto mexicano Carlos González Lobo y la Arquitectura Moderna Latinoamericana. Arquitecto por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (1993-Graduado con mención honorífica). Doctor en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña. Tesis Doctoral: Carlos González Lobo... Caminos hacia lo alternativo dentro del ámbito conceptual, proyectual y contextual de la arquitectura” (2002 – sobresaliente). Investigador Independiente desde el año 2002. Peatón, poeta, fotógrafo, arquitecto y crítico que Reflexiona…Caminando la ciudad.