Entrevista con Toyo ItoFredy Massad y Alicia G. Yeste
Hemos intentado introducir infinidad de nuevos términos, sugerir cientos de analogías que nos permitiesen explicar o simplemente fabricar argumentos complejos con que describir situaciones o hechos dentro de la investigación y la creación arquitectónica. Todo esto es, fue y seguirá siendo harto positivo. Si hemos de situarnos de un lado, será del lado de los que intentan introducir variaciones a un lenguaje que muchas veces se muestra empobrecido. Estos esfuerzos, que siempre son válidos, y su compromiso con la Arquitectura son inobjetables (queremos enriquecer y no quitar el valor producido por las nuevas propuestas ); el enriquecimiento a través de la investigación, de la puesta en duda de los valores antes dados por absolutos e inobjetables. Es lo mejor que le puede pasar a la arquitectura y a los arquitectos.
Pero si los discursos están construidos de premisas forzadas de argumentos pomposos y rimbombantes; cuando se llenan de palabras innecesarias; cuando se importan términos pertenencientes a otras disciplinas y se tergiversa su significado o se desconoce profundamente el tema con el que se intenta analogizar, confudiendo de este modo al receptor del mensaje y creando una imagen falsa de conocimiento es preferible, y mucho más honesto, plantear la duda desde el desconocimiento, surcando mares desconocidos sin saber ni de dónde se sale ni hacia dónde se va y sin querer llegar a ninguna conclusión, ni a resultados verdaderos o falsos, sino adentrarnos en la búsqueda difícil de la contradicción. En este caso, provocamos un engaño adrede, pero desligado del vedetismo y lo ostentoso.
Se percibe como una especie de horror vacui, un pavor auténtico a poder aparecer como un completo ignorante de su tiempo; a no entenderlo; a no ser capaz de definirlo, tal vez a no poder sentir que -intelectualmente- se es uno de los que saben controlarlo. Pero la realidad es que sólo convendría destripar alguna de las palabras en uso para ver caer muchos sancta sanctorum erigidos con el "infame abuso de las palabras" (citando a Yourcenar), la cantidad de palabras que se usan sin haberse reflexionado ni/o experimentado en absoluto.
"Los artistas de hoy miran menos y piensan más. el resultado es un supuesto academicismo de vanguardia. hay que vivir el instante en plenitud, sólo así uno puede estar en lo que hace." Henri Cartier-Bresson
La capacidad para dejarnos caer con intensidad en sensaciones y pensamientos es un talento. Es la capacidad que poseen nada más que las personas con auténtica y lúcida conciencia de su experiencia, su ser y su conocimiento, las que son capaces de entregarse sin reservas, ni temores ni vanidad a todas las dimensiones de la realidad. Humberto Maturana sostiene que las ilusiones no son errores, sino que forman parte de nuestra experiencia, de nuestro saber y conocimiento y, por lo tanto, de nuestra realidad. Someterse a la experiencia. Un trance. Podría creerse que extraemos nuestras únicas certezas de estados de mente en que el flujo de la percepción se acelera y un proceso de comprensión entre el exterior y el interior.(difícil de describir) que se recuerda vagamente como un momento muy confuso en el que uno se sintió lúcido y que no tiene nada que ver con el proceso de crear pensamientos para la retórica.
Toyo Ito exuda, en nuestra imagen retrospectiva, muchisima inteligencia – sustentadora de su talento y envidiable lucidez cuya reflexión es producto, a partes iguales, de ideas procedentes de su imaginación y de su percepción/consciencia de la realidad Es un hombre que manifiesta quedamente su intensidad. Sus palabras son llanas; sus explicaciones, concisas.
Durante la entrevista mencionó también a Laurie Anderson y aspectos de la milenaria tradición japonesa como influencias. Integrado en el flujo de una metrópolis que vive en el límite del presente, Toyo Ito desarrolla en la actualidad – ayudado por la tecnología – una arquitectura inteligente y sensible que hace patente la transición hacia una realidad hecha de muchos conceptos nuevos y la conciencia de haber estado ocupando este lugar durante muchos millones de años y que podría considerarse esencialmente (por su esencia) japonesa.