Al cumplirse el centenario del nacimiento del arquitecto Mario José Buschiazzo es oportuno rescatar uno de los valores esenciales de su tarea de investigación y valoración del patrimonio cultural: su escala continental.
Fue poco frecuente, por razones obvias de las limitaciones de comunicación, inexistencia de transporte en aviones de línea y las largas travesías marítimas, que los estudiosos de un país conocieran las obras de otras naciones de su propio continente. Curiosamente fueron los españoles Diego Angulo Iñíguez y su discípulo Enrique Marco Dorta, los primeros en abrir una brecha formando puentes de relación con especialistas de diversos países que recorrieron . Ello se plasmaría luego, junto con Buschiazzo, en la célebre Historia del Arte Hispanoamericano editada por Salvat en tres tomos entre 1945 y 1956.
Angulo Iñíguez que estuvo junto a Martín Noel en la creación del laboratorio de arte Americano de la Universidad de Sevilla en 1930, se vinculó a la región caribeña y mexicana donde, bajo su influjo, Manuel Toussaint crearía en 1937 el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UNAM).Por su parte Marco Dorta recorrería en 1940 y 1941, durante más de un año, los diversos países de Sudamérica, aunque estaría radicado buena parte de su tiempo en Cartagena de Indias (Colombia) preparando su tesis doctoral que fue una obra cimera de la historiografía. En este viaje conoció personalmente a Mario José Buschiazzo, ya por entonces corresponsal de Angulo Iñíguez, con quien mantuvo estrecha amistad personal.
Toussaint, por invitación de Buschiazzo, participaría de las sesiones del Congreso que se realizó en Buenos Aires en 1936 en conmemoración del cuarto centenario de la fundación de la ciudad. Sería éste el primer viaje de un investigador mexicano a sudamérica, ya que la mayoría de los investigadores de aquel país, como Justino Fernández o Paco de la Maza, trabajaron en México o la región centroamericana. La presencia y el entusiasmo de Toussaint decidieron a Buschiazzo a crear su propio Instituto de Investigaciones en la Universidad de Buenos Aires en 1947 y a editar los “Anales” equivalentes a los que habían empezado a publicar sistemáticamente en México.
Buschiazzo serviría de puente, años más tarde, para reunir a los investigadores colombianos y crear entonces, a través de Carlos Arbeláez Camacho, el Instituto de Investigaciones de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, que sacaría su revista Apuntes.
En esta red de vinculaciones en las que no faltarían los chilenos Alfredo Benavides, el uruguayo Juan Giuria, los peruanos Emilio Harth Terré y Héctor Velarde, los bolivianos José de Mesa y Teresa Gisbert (discípulos de Marco Dorta en España) se sustentaría la historiografía de esta segunda fase del reconocimiento de la arquitectura americana y la que sin dudas intentó dar las bases científicas y de metodología histórica en sucesivas aproximaciones.
En rigor las aportaciones de Angulo Iñiguez con sus “Planos” del Archivo General de Indias, editados en Sevilla entre 1933 y 1936 en cuatro tomos de texto y tres carpetas, servirían de base documental de referencia, mientras que su efímera revista Arte de América y Filipinas induciría a las sucesivas publicaciones americanas.
En esta red la figura de Mario J. Buschiazzo fue clave para el montaje de las relaciones de esta segunda línea de protagonistas que haría el relevo de las pioneras figuras de Martín Noel, Angel Guido, Federico Mariscal, Elzeario Boix, José Gabriel Navarro. Pero también para la articulación de relaciones con otras figuras de la historiografía norteamericana como John Conant, George Kubler, Harold Wethey o Martin Soria y con emigrados europeos como Pal Kelemen, Erwin Walter Palm o Heinrich Berlin, en los períodos en que la segunda guerra mundial impedía la continuación de estudios sobre arte europeo y muchos estudiosos se volcaron al conocimiento de lo americano.
Buschiazzo recorrió el continente americano como probablemente no lo hizo ningún otro historiador de su época, a excepción si se quiere de Enrique Marco Dorta. Sin embargo integró en su visión no solamente los países hispanoamericanos en sus Estudios de arquitectura colonial hispanoamericana (1944) sino también a la propia arquitectura de Estados Unidos en su libro De la cabaña al rascacielos (1945), completando su obra, más allá de decenas de artículos específicos sobre diversas arquitecturas del continente con su magnífico estudio sobre Historia de la Arquitectura colonial en Iberoamérica (1961).
La amplia visión de Buschiazzo y la constelación de sus relaciones, se fue acentuando por las oportunidades que ofrecía el publicar en su prestigiosa revista Anales del Instituto de Arte Americano en Investigaciones Estéticas, aparecida regularmente desde 1947 hasta su muerte en 1970. Esta circunstancia se complementaba con su capacidad de documentar tanto historiográficamente como fotográficamente las obras que visitaba personalmente.
Su magnífica biblioteca, que hoy se conserva en la Biblioteca Provincial del Chaco “Leopoldo Herrera” en la ciudad de Resistencia, testimonia la amplitud de sus conocimientos en centenares de libros y folletos acuciosamente anotados al margen por el investigador. Su colección de negativos fotográficos, adquiridos por la Academia Nacional de Bellas Artes y bajo el directo cuidado del Profesor Héctor Schenone, compañero de Buschiazzo durante décadas en el Instituto de Arte Americano, ofrece los testimonios de esta capacidad.
La exposición que hoy presentamos es una selección, realizada conjuntamente con la Licenciada Elisa Radovanovic, que permite entender la doble visión del investigador y el observador perspicaz. Las fotos que incluimos tomadas por Mario José Buschiazzo integran un complejo mosaico que abarca buena parte de los países del continente, pero a la vez muestra sus diferentes focos de atención. Ellos iban desde los edificios históricos a los de la arquitectura contemporánea, sin soslayar escenas costumbristas que permitieran entender el “clima” y el modo de vida de las comunidades latinoamericanas.
Mario Buschiazzo testimonia en estas fotografías el singular esfuerzo de los pioneros por revalorizar el arte y la arquitectura americana, por recorrer intransitables caminos, por otear esquivos horizontes y por “descubrir” los testimonios remanentes de alejados poblados. También por “redescubrir” arquitecturas olvidadas a causa de la intencionalidad enajenada de unas miradas que siempre tenían como propósito construir aquí un universo europeo, despreciando el legado americano. Buschiazzo documentó la arquitectura prehispánica, aunque no fuera éste un punto central de sus estudios. Inventarió prolijamente la arquitectura colonial e irrumpió, a su vez pioneramente, en la revalorización de la denostada arquitectura del siglo XIX, en tiempos en que el movimiento moderno daba poco oxígeno para tal actitud.
La mirada del intelectual fue acompañada por la del artista y sus fotografías son expresión de este mensaje profundo que lleva a verificar su carácter de ciudadano de un continente que, desde el extremo sur fue recorriendo pausadamente en sus rincones profundos, integrándolos en una visión de conjunto. Esta tarea excepcional de Mario José Buschiazzo debe reconocérsela, tanto a él como también a su dilecto amigo Enrique Marco Dorta, por haber vertebrado los esfuerzos nacionales y regionales que muchos estudiosos fueron construyendo desde sus propios ámbitos geográficos.
Esta tarea de derribar fronteras, formar redes y constituir lazos de amistad y colaboración en la investigación, en tiempos en que no había fax, ni correos electrónicos, cuando las cartas tardaban semanas o meses y había que moverse en camiones, colectivos rurales o ferrocarril, adquiere una dimesión épica que no debemos soslayar al valorar la tarea notable de quienes nos ayudaron a entender mejor a nuestro continente.
Los que hemos aprendido de Mario José Buschiazzo hemos valorado siempre estos testimonios intangibles de esa red de solidaridades que supo crear a escala continental, sin dudas una tarea de pertinaz presencia y capacidad de organización que llegaron a colocar al Instituto, que hoy lleva su nombre, entre los hitos más destacados de la historiografía americana.
sobre el autor
Ramón Gutiérrez es arquitecto argentino. Profesor de Historia de la Arquitectura. Consultor de UNESCO para temas de Patrimonio en América Latina. Investigador del Consejo de Investigaciones Científicas de Argentina. Autor de numerosos libros sobre arquitectura iberoamericana. Director del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL) en Buenos Aires