Asombro y desconcierto ha causado entre los arquitectos el fallo del jurado por el premio dado en la Bienal de Arquitectura, en la categoría de diseño arquitectónico, a la obra Graderías de la Universidad de San Buenaventura (1).
Quiero entender esta decisión como una reacción del jurado a la feria de vanidades en que se ha convertido la arquitectura nacional. El jurado falla contra el exceso, las formas incontroladas y casi frenéticas, sin arraigo, y el abigarrado despliegue de materiales y colores. Hay una influencia sin asimilar de la arquitectura divulgada por las revistas y “los proyectos carecen de una vigorosa raigambre cultural que permita identificar y expresar los valores locales e incorporar las sugerencias y preexistencias aportadas por el lugar” tal como lo consignaba el jurado de la Muestra de Arquitectura Vallecaucana de este año. Podría ser la “reacción Murcutt” que se pone de moda.
Pero el jurado se equivoca al querer ejemplarizar con una pieza insignificante (en el sentido etimológico). Las Graderías son una obra correcta, bien compuesta y ordenada, rigurosa, contenida y austera. Pero también es una obra que tiene poco que decir, que lo da todo en las experiencias visuales y alli se agota. No hay fotos de interiores porque su espacio interior es irrelevante y sus méritos de apariencia no son suficientes para catalogarla en la complejidad de la arquitectura. Puede ser un bello objeto puesto al lado de un campo de fútbol, con un fondo de árboles detrás del lado que nadie ve, ni hace falta.
Las graderías son y han sido siempre y así tienen que ser ahora, planos escalonados para servir de asiento a los espectadores de un espectáculo. Pero estas no tienen la esbeltez, la belleza y la temeridad estructural de las del Estadio de Béisbol de Cartagena de González Zuleta o las del Estadio de Atletismo de Madrid de Cruz y Ortiz para solo citar dos ejemplos paradigmáticos. La cubierta de la gradería no es la del arquitecto sino la aplicación de una de catálogo de un fabricante de estructuras hecha solo para proteger del sol.
En la Bienal indudablemente había obras de un calado mucho mas profundo. La Biblioteca del Tintal (2) es un maravilloso ejemplo de recuperación, de poner nuevamente a significar una estructura pesada y tiesa como la de un depósito de basuras. Inteligentes recursos formales contrarrestan las limitaciones de lo antiguo para crear nuevas formas ricas y expresivas. Sin olvidar sus ejemplares connotaciones sociales e históricas en un medio depauperado y crítico.
Pero sobretodo estaba la Casa de la Queja (3) – solo nombro las dos que conozco –la obra más interesante basada en viejas enseñanzas sobre el clima y el ambiente. La Casa si “expresa los valores locales” recreando los patios y elementos de la arquitectura tradicional de manera contemporánea con sabiduría y con oficio. Esta obra no se da en su apariencia: todos los días debe ser descifrada la poesía contenida en sus recorridos, en los estanques reflectantes de ella misma y del cielo que le da la presencia del cosmos en que se incluye, en sus espacios altos y refrescantes, en el orden de las columnatas que la sostienen, en las sorpresas que constantemente aparecen al paso. Esta es una obra que si sabe que está en un lugar y que por lo tanto le pertenece y de él se apropia en un ejercicio permanente y cotidiano de reciprocidad.
La Casa de la Queja tiene magia o duende como quería García Lorca que tuvieran las cosas. O puede ser la forma inevitable de hacer las cosas que busca Glen Murcutt, el último premio Pritzker (4). La escogencia de esta obra hubiera sido la pieza maestra que quería el jurado cuando en el acta elemental reclama dignidad, autocontrol y rigor. Y así no se hubiera desperdiciado la ocasión de presentarle a las jóvenes promociones una lección de Arquitectura. Y otra vez aparece la urgente necesidad de que la SCA financie las visitas de los jurados a las obras por fuera de la capital para que no vuelvan a equivocarse.
nota
1
En la Categoría Proyecto Arquitectónico, La Bienal Colombiana de Arquitectura (29 septiembre – 01 octubre de 2002) ortogó el "Premio Fernando Martínez Sanabria" al proyecto denominado Gradería Universidad de San Buenaventura, Cali, Valle del Cauca, del Arquitecto Jaime Beltrán.
2
Biblioteca El Tintal, Cali, Colombia. Arquitecto Daniel Bermúdez.
3
Casa de la Queja, Cali, Colombia. Arquitecto Benjamin Barney-Caldas. Proyecto finalista del 2º Premio Mies van der Rohe de Arquitectura Latinoamericana, Pabellón Mies van der Rohe, Barcelona, 2000. Ver de Benjamin Barney-Caldas:
BARNEY-CALDAS, Benjamin. "O elogio do pátio", Arquitextos 014.01. São Paulo, Portal Vitruvius, jul 2001 <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq014/arq014_01.asp> (sobre casa de Rogelio Salmona);
BARNEY-CALDAS, Benjamin. "Poder, gosto e arquitetura", Arquitextos, Texto Especial 115, São Paulo, Portal VItruvius, jan 2002 <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq000/esp115.asp>;
BARNEY-CALDAS, Benjamin. "Terrorismo e arquitetura", Arquitextos 017.01, São Paulo, Portal Vitruvius, out 2001, <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq017/arq017_01.asp>;
BARNEY-CALDAS, Benjamin. "XVII Bienal Colombiana de Arquitetura", Arquitextos, Texto Especial 033, São Paulo, Portal Vitruvius, dez 2000 <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq000/esp033.asp>.
4
Ver artigo: FROMONOT, Françoise. "Arquitetura racionalista na velha paisagem. A obra de Glenn Murcutt". Arquitextos 025.01,São Paulo, Portal Vitruviusm jun 2002 <www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq025/arq025_01.asp>.
sobre el autor
Rodrigo Tascón es arquitecto en Cali, Colombia
