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drops ISSN 2175-6716

abstracts

português
O artigo trata da dimensão sagrada do futebol, comparando o jogo como cerimônia e o campo como um templo. Segundo os autores, essa dimensão sublime deve ser levada em conta pelos arquitetos ao projetarem os estádios

english
The article deals with the sacred dimension of soccer, comparing the game to a ceremony and the field as a temple. According to the authors, this sublime dimension should be taken into account by architects when designing stadiums

español
El artículo trata la dimensión sagrada del fútbol, comparando el juego como ceremonia y el campo como un templo. Según los autores, esa dimensión sublime debe ser tenida en cuenta por los arquitectos al diseñar los estadios

how to quote

MASSAD, Fredy; GUERRERO YESTE, Alicia. La cancha es el santuario. Drops, São Paulo, año 07, n. 018.02, Vitruvius, mar. 2007 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/drops/07.018/1711/es_ES>.


"…Y luego hay aquellos que crean un nuevo espacio donde no debería haber habido ningún espacio. Ésos son los profetas. Los poetas del juego."
(Osvaldo Soriano, Memorias del Míster Peregrino Fernández)

El fútbol es una religión a la busca de un dios. El que conoce esa revelación (que titula un libro de Manuel Vázquez Montalbán) comprende por qué es posible atribuirle al fútbol una naturaleza más trascendente que la de la vida o la muerte, proclamarlo maestro de valores morales o comparar la existencia a un partido de fútbol y por qué tales máximas poseen la misma severa autoridad en la jerarquía de la filosofía del fútbol quienquiera que sea que las haya pronunciado.

No se es culto y sabio del fútbol por disponer de un criterio elaborado mediante conocimientos bien adquiridos y manejados sobre la materia sino por poseer las facultades de una inteligencia que opera en la concentración y tensión mental y emocional previa a la explosión de la reacción pasional que marca la culminación de una jugada, abarcando todos los matices posibles que cubren el espectro que va de la euforia a la desolación. Si no existe la disposición a la vivencia emocionada, exaltada, no puede darse en un individuo el conocimiento verdadero acerca del fútbol. Sin pasión no funciona ni la inteligencia ni la emotividad intrínsecamente precisas para comprender y estar abierto a recibir las revelaciones del fútbol.

Cualquier lugar puede ser transformado en escenario donde improvisar un partido, y ésa es una de las razones que lo han hecho popular mundialmente, es posible practicarlo en cualquier terreno, sólo basta disponer de una pelota. Pero esos simulacros ni siquiera aspiran a compararse con el auténtico ritual: el sagrado, aquel que es celebrado en un estadio cuyo interior se aísla, donde el tránsito del tiempo se concentra en el espacio del terreno de juego. La acción transforma el lugar. La multitud, que asiste a la ceremonia escindida en dos bandos, integra un solo cuerpo que es siervo emocional de esa acción y sus actores. Su estado constituye una forma de la locura que define la norma de funcionamiento psicológico de los individuos amasando un solo yo, afirmando y reprobando simultáneamente las afirmaciones desdeñosas de Freud sobre el carácter de los egos colectivos: impulsivos, veleidosos, irritables, influenciables, crédulos, carentes de sentido crítico…

En las antípodas de ese estado mental, donde no existe el sentimiento, el fútbol sería una mera exhibición de destrezas físicas y estrategias técnicas. No sería más que un deporte, un entretenimiento lúdico, no podría ser esa entelequia contemplable indistinta o simultáneamente desde la dimensión de lo belicoso y la de la poética, la estética y lo espiritual. Y no serían precisos templos para ese culto donde vibrase la pasión emergiendo de ese estado irracional de la masa que acude a un estadio dispuesto a sudar y sumir su espíritu en trance ante el juego, haciendo tronar su voz única para adorar el carisma de los que son sus profetas. No habría razón para que algunos de esos templos fuesen auténticamente lugares míticos universales, imbuidos de una intensa aura de santuario que se percibe incluso cuando están absolutamente vacíos, antes de ser totalmente transmutados por las energías de los futbolistas tras el balón y sus hinchadas.

Las estructuras de los estadios están impregnadas de una sustancia hecha de las palpitaciones masivas provocadas por los triunfos y las derrotas. El vínculo afectivo con él es casi irremplazable y la sofisticación arquitectónica no tiene nada que hacer para imponerse a esa pátina emocional y al sentimiento, aunque el nuevo estadio de Wembley intente persuadir a su afición haciéndole saber los halagos que Beckham y Rooney le han dedicado al proyecto de Norman Foster para garantizar a los aficionados ingleses que van a sentirse orgullosos de un estadio que inmediatamente sentirán como propio. Saben que un estadio sin memoria es un lugar inexistente. Justifican la identidad de un nuevo estadio que tiene la difícil tarea de ocupar el lugar del mito del estadio que fue escenario de legendarias gestas balompédicas, donde Inglaterra se coronó por única vez en su historia como campeón mundial en la final de 1966.

La realidad de la insustitubilidad sentimental del estadio para el seguidor de un equipo la ejemplifica la historia de la demolición del Gasómetro, el antiguo campo del club San Lorenzo de Almagro –uno de los cinco grandes del fútbol argentino-, en cuyo predio se levantó un hipermercado del que abominan los hinchas del club, que pasado el tiempo siguen viendo con una tristeza sincera en ese lugar el hueco dejado por su estadio original hecho de tablones. La antítesis a esta historia sería el suntuoso estadio del rey Fahd de Arabia Saudí, – mencionado por el escritor uruguayo Eduardo Galeano- que pese, a su palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, no tiene memoria y por eso carece de alma.

El desarrollo de las técnicas constructivas, estructurales y el diseño pensado a través del movimiento interno de las personas han hecho que los estadios sean más cómodos, eficientes y seguros, pero en muchas ocasiones todo esto ha hecho que se pierda la proximidad que el fútbol necesita, el público necesita conectar y los jugadores necesitan esa conexión. El hincha no se conforma con ser espectador, necesita sentirse participe de la ceremonia, no es baladí que la hinchada de Boca se denomine a sí misma “la número 12”, para situarse en la cancha como duodécimo miembro del equipo. Los nuevos estadios no deberían exorcizar esa magia, este pathos que ha hecho de éste el rito colectivo universal de nuestro tiempo. Proyectando un estadio, el arquitecto no debe preocuparse del punto convergente de la estructura –el césped- sino reflexionar sobre toda el área centrípeta a éste y esto significa. El estadio debe ser concebido para la vivencia del público, conscientes de esto Herzog & de Meuron deciden que el Allianz Arena les reciba y les acoja con su piel iluminada con el color de los equipos disputando un partido en su interior.

Mitificados por el recuerdo de las grandes hazañas que en ellos sucedieron, por la carga emocional y la comunión mística de las que sus tribunas fueron testigo, estadios que la historia ha hecho clásicos: el Centenario de Montevideo, donde se celebró la primera final de un Mundial de Fútbol en 1930; el Maracaná de Río de Janeiro, recuerdo infausto del maracanazo, la final de 1950 en que Brasil fue vencido por Uruguay en su propio feudo; el Camp Nou, el Bernabeu o San Mamés, la catedral del fútbol español…La Bombonera, el estadio de Boca Juniors, que ”no tiembla... late” o el hermoso Olímpico de Munich, magnífica obra de ingeniería del siglo XX diseñada por Frei Otto.

Pero si el estadio se crea a través de los recuerdos y vivencias que en su interior acontecieron es obligado mencionar al Estadio Azteca de la capital mexicana, el único coliseo donde se han sido celebradas dos finales mundiales y que pudo contemplar la gloria de Pelé en 1970 y conmoverse ante la creación de la más bella jugada de todos los tiempos en 1986, donde esta religión pudo comenzó a vislumbrar que seguramente por fin había encontrado a su dios.

notas

[artículo publicado originalmente con el título "La Cancha es el santuario", en el caderno ABC De las Artes e las Letras, sept. 2006]

[publicación: maio 2007]

sobre el autor

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, titulares del studio ¿btbW, son autores del libro "Enric Miralles: Metamorfosi del paesaggio", editorial Testo & Immagine, 2004

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, Barcelona España

El Allianz Arena de Múnich, en la otra página, de Herzog y De Meuron, en el que se inauguró el último mundial de fútbol y de iluminación cambiante, se inspira en el Coliseo Romano y el Globe Theatre Isabelino

El Stadion de Zúrich remplazará al recientemente demolido estadio Letzigrund del FC Zúrich

Proyecto del nuevo estadio de Wembley, con la firma de Foster

Nuevo Estadio Wembley, de Norman Foster

Estadio Ciudad La Plata, La Plata, Argentina, RFArq, 2003

Maqueta del Velodrome del Olympique de Marsella, en manos de C. Gulizzi

 

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