La gente viene, cuenta una historia y se va
Oscar Niemeyer en A vida é um sopro
A medida que el fin del ciclo en esta vida se anunciaba cercano, la resistencia a alcanzarlo parecía ser mayor. La mente inquieta se empeñaba en volver al trabajo, al orden del día: “…. su ‘arquiteturazinha’, muy simplecita, nada más que eso…” (1). Habituándose a la ausencia de los pequeños que le protegían de las inesperadas expresiones de emoción.
Con la arquitectura de Pampulha, primera mitad del siglo pasado en Belo Horizonte, se reveló la rara habilidad de conseguir lo que llama “…solo suerte, por las oportunidades, los contactos, la amistad con Capanema, con Lucio Costa…”
Actividades especiales entretenían su imaginación para reunir las artes, el ocio y… el poder, lo que cuenta la historia oficial. Lo mismo que el tránsito de la utopía comunista al exilio. ¡Un más allá que le abrió a otras puertas! Paisajes extranjeros que invitaban al diálogo a la forma construida que los revolucionó.
Discípulo de un visionario de la historia de la arquitectura moderna, el franco-suizo Le Corbusier, gran amigo de otro gran maestro, Lucio Costa –en el plan piloto de la reconocida ciudad-monumento: Brasilia, patrimonio de la humanidad- , se superó a sí mismo como “poeta de las curvas”, “arquitecto del siglo”, maestro de maestros… Oscar Niemeyer garantizó el lugar de la arquitectura brasilera en el mundo. El fruto de su trabajo, su gran amor en la vida, se integró esencialmente al contenido disciplinar de toda las escuelas de arquitectura del planeta.
Nueve días antes de completar 105 años de creación, la muerte del gran brasilero impacta al mundo. Lo que parecía animar una expectativa surreal de la condición humana representada idealmente por la caricatura de la portada del diario Estado de Minas Gerais: “MAESTRO DE LAS CURVAS”, el pasado día 16 de noviembre, del caricaturista Quinho.
Por otra parte, en Brasil y en países varios se busca y se buscará reverenciar a ese arquitecto que hizo del concreto armado una masa de modelaje, que desafió la osadía de la ingeniería brasilera y la sedujo a acompañarle, revolucionando el arte de construir junto al maestro y gran amigo Joaquim Cardozo.
Enmarcándose en el necesario debate sobre la esencia de la arquitectura, evidenció la función de la forma: la belleza, el éxtasis visual. Su “propia” manera de inserción en el paisaje urbano se atrevió a competir con la naturaleza sin oponerse a prestarle atención.
Este Doctor Honoris Causa de la Universidad Federal de Paraíba, gran pedagogo de la arquitectura mundial, trascendió el denunciado carácter “elitista” de sus creaciones, universalizando la popularización de la arquitectura monumental.
Si en vida construyó un legado para la historia de la arquitectura y el urbanismo, al partir prestó su gran tributo a la profesión.
notas
NA
Declaración originalmente publicada en la columna arquiteturas, de la autora, incluida en la edición de diciembre de 2012 de la Revista NORDESTE.
1
Referencias a Niemeyer entre comillas fueron oídas en la solemnidad en que el Instituto de Arquitectos del Brasil lo condecoró con el título de “Arquitecto del siglo”, en 2001, en Rio de Janeiro, con la ocasión de su cumpleaños número 93. Condecoración propuesta por Haroldo Pinheiro, entonces presidente del IAB y hoy presidente del Consejo de Arquitectura y Urbanismo, y refrendada por el consejo superior del IAB después de una consulta nacional entre los inscritos.
sobre la autora
Rossana Honorato es arquitecta urbanista, y profesora assistente del Curso de Arquitetura e Urbanismo da UFPB.