“Almacenar es un poco la explicación del proyecto de la sede de Gas Natural: no considerar los edificios en altura como una especie de apriorismo formal, sino verlos, por razones de densidad, como algo donde tienes que ir almacenando cosas. La torre del edificio resulta de coger las viviendas que hay al lado, levantarlas, y ponerles otras cosas encima”. Así describía coloquialmente Enric Miralles, pocos meses antes de fallecer, el concepto estructural del proyecto para la nueva sede de la empresa catalana Gas Natural en Barcelona, diseñado en 1999: un edificio que -como el Parlamento de Edimburgo y el Mercado de Santa Caterina en Barcelona- ha sido construido bajo la dirección de BenedettaTagliabue. El edificio se inauguró en 2006 y es ahora un referente en el litoral barcelonés.
De última hornada
Este proyecto surgía concebido con la voluntad de crear una construcción que se incorporarse a la «nueva familia de edificios en la ciudad» -construcciones como la Torre Agbar y el conjunto del Fórum- que se levantaron durante los años anteriores a su construcción en Barcelona y redefinieron su skyline, y que enfrentaba a Miralles y Tagliabue con la realización de un edificio cuya característica básica constituía un factor inédito en su arquitectura: la verticalidad a la manera en que era demandada en este específico caso. Vinculado efectivamente a la sinergia que ha generado la presencia de esas nuevas edificaciones en Barcelona, en la sede de Gas Natural subyacen una serie de rasgos de la esencialidad arquitectónica distintivamente «mirallesca», una forma propia y personal de plantear y hacer arquitectura, donde la acción sobre la realidad emergía a partir de un juego de subjetividades sobre el lugar y el propio edificio a crear.
Por esta razón, las intenciones para el edificio de Gas Natural de Miralles y Tagliabue deben comprenderse ante todo desde una aproximación sensitiva: una actitud ideológica ante la arquitectura que late en muchos de los edificios gestados por este autor; una idea-fuerza, una imagen, la búsqueda para hacer posible una comprensión del significado de la obra y del lugar que no se corresponden con postulados racionales ni funcionales, sino con la motivación de elaborar conocimiento a través de un hacer que indaga más allá de la naturaleza de esos propósitos, haciendo que el edificio los trascienda. Su tarea como arquitectos consiste en buscar la motivación más allá del propósito al que se intenta llegar.
El edificio necesita devenir un hecho construido que, no obstante, es sobrepasado por una forma de pensar y sentir la arquitectura que lo hace transformarse en un gesto ideológico, relacionado directamente con la necesidad intelectual y emocional de que éste se transforme en un símbolo, que constituya una metáfora desde su misma génesis esencial y continúe desarrollándose sin agotarse como tal en la cabeza del arquitecto.
Sabor local
El concurso convocado por Gas Natural en el que fue elegido este proyecto restringía la participación únicamente a arquitectos locales. Se deseaba un edificio capaz de enlazar con su entorno urbano y con la historia de la compañía -el edificio se encuentra en el mismo lugar que ocupó su primera fábrica-, y devenir de manera inmediata una presencia emblemática en la ciudad. Miralles y Tagliabue plantearon -hasta cierto punto, inspirados por la forma de construcción de los rascacielos en el Nueva York de los años veinte y treinta- un edificio cuya forma es una respuesta a la confluencia de diversas fuerzas urbanas en ese punto, visible a lo largo de la avenida Diagonal y perfectamente centrado en la luz del Arco del Triunfo, cuya imagen es metafóricamente la de una roca en el mar esculpida por el viento.
La estructura está integrada por una serie de tres volúmenes distintos, abstractos, asimétricos que producen una forma fragmentada pero finalmente unitaria que encaja con las diferentes alturas de las construcciones urbanas circundantes (compatibilizando tanto con los edificios de altura de la Villa Olímpica como con los antiguos bloques de viviendas de pocos pisos de la vecina Barceloneta). La superficie de los volúmenes de las plantas inferiores va reduciéndose a medida que la estructura asciende formando una torre, encontrándose en ese ascenso con un volumen central cuya superficie se extiende horizontalmente. Un elemento en forma de ménsula emerge entre esos volúmenes perpendiculares. En el interior del edificio se distribuyen veinte plantas para oficinas, tres plantas de estacionamiento de vehículos, un auditorio y una sala de exposiciones.
La sede de Gas Natural es orgánica, compleja y convulsa, una obra concebida como un monumento que sobrepasa su deber de actuar como insignia corporativa. Su objetivo no es distinguir y señalar la identidad de una compañía, sino construir una pieza que aparece en un punto como síntesis arquitectónica de un nudo convergente de diferentes fuerzas y situaciones urbanas.
Eso también estuvo allí
Desde este punto de vista, se hace patente que la concepción de este edificio alberga la convicción de Enric Miralles acerca de la evidencia de que no existe la tábula rasa, su afirmación de que el arquitecto debe trabajar no sólo con la realidad física del momento que concierne a su propio proyecto, sino también con la realidad física de todo lo que ha estado allí, lo que ha ido construyendo el sitio. El edificio surge como la colisión generada por las fuerzas circundantes en la confluencia de diferentes piezas de la ciudad en la que se generaba un no-lugar carente de identidad. Como en contraposición al urbanismo clásico, de esta conjunción emerge en este punto de tensión un nuevo icono urbano, una figura simbólica que está y fue pensada para ocupar específicamente ese espacio. La arquitectura de Miralles y Tagliabue surge casi siempre de estos simbólicos movimientos telúricos, no haciendo contextualismo, sino hallando la identidad del lugar y dialogando con ella.
La piel de vidrio que unifica visualmente el conjunto al envolverlo devuelve una imagen ligeramente distorsionada, abstracta y sinuosa de lo que refleja, sugiriendo -en palabras de BenedettaTagliabue- «la constante metamorfosis» del edificio, gigante de cristal que escapa a todas las convenciones tipológicas sobre lo que debe ser una torre de oficinas.
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Articulo originalmente publicado en ABCD las Artes y las Letras, publicado el 12 de agosto de 2006.
sobre los autores
Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, de la oficina ¿btbW, autores del libro Enric Miralles: Metamorfosi do paesaggio, editorial Testo &Immagine, 2004.