En una visita reciente a la ciudad de Bejucal — que contiene en su territorio el centro histórico urbano del municipio de igual nombre, en la nueva (2012) provincia de Mayabeque—, sostuve un encuentro muy agradable y fructífero con los compañeros y compañeras del Museo municipal, quienes ya se preparan para la celebración del Tricentenario de la Fundación de San Felipe y Santiago de Bejucal, o más exactamente, de la creación de la ciudad sufragánea o dependiente de San Cristóbal de La Habana, erigida como Señorío de vasallos, por Felipe V, de su Ayuntamiento e iglesia parroquial.
La solicitud del “señorío” fue realizada por don Juan Núñez de Castilla o del Castillo (1), creado I marqués de San Felipe y Santiago por el mismo rey, debido a esa iniciativa —entre otros servicios hechos al soberano— y de la primera reunión de su correspondiente ayuntamiento o cabildo que se efectuó en los primeros días de mayo de 1714, constando así en el primer libro de Actas de la citada corporación administrativa y política.
El Ayuntamiento estuvo presidido por el marqués y Señor de San Felipe y Santiago de Bejucal, en sus distintas generaciones hasta el V marqués, durante casi 100 años, de 1714 a 1811; en este último año fueron suprimidas, por primera vez, los señoríos en España, con motivo de la propuesta y aprobación por las Cortes constitucionales de Cádiz, de la primera constitución liberal española. Los cargos del Cabildo o Ayuntamiento eran similares a los de La Habana, en proporción al número de habitantes e importancia de aquella ciudad. Se ocupaban por vecinos de la ciudad designados por el Señor Marqués, hasta el fin antes señalado de tal sistema de gobierno.
Por tal motivo, el aniversario que se conmemorará en el 2014, tiene una relevancia especial en la Historia de Cuba, pues, la antigua institución española del “régimen señorial” fue trasplantada a América desde el siglo XVI como una de las tradiciones políticas y gubernativas castellanas del “antiguo régimen”, que favorecía la alianza directa entre el rey y algunos selectos miembros de la oligarquía local, fueran estos conquistadores de alto rango, miembros del linaje más depurado y de mayor jerarquía de los pueblos originarios conquistados, u opulentos criollos (en gran parte fruto del mestizaje de los peninsulares con mujeres indígenas o africanas negras).
En todos los casos, fue muy restringida la cantidad de Señoríos adjudicados a los miembros de la nobleza, con títulos de Castilla, tanto en Castilla como en la Hispanoamérica colonial, ya que tal concesión suponía una limitación del poder real sobre la jurisdicción otorgada a otro Señor, o súbdito, que también ejercía sus derechos como Justicia Mayor, y tenía bajo su mando a un Teniente a guerra, para los asuntos militares concernientes al territorio comprendido en la jurisdicción otorgada a la ciudad o villa.
Sin embargo, el “régimen señorial” llegó a la Isla de Cuba con cierta demora (durante los siglos XVIII e inicios del XIX), en relación con la América hispana continental (hasta el momento, la autora no tiene noticia de la creación de otros señoríos en las Antillas españolas). (2) Su instauración en diversos lugares y momentos del período en estudio, caracterizó de modo singular una etapa aún poco estudiada y conocida de la historia regional habanera —y, por supuesto, de Cuba—, vinculada a: el fomento y la evolución de una agricultura comercial en zonas rurales, interior o hinterland, por ejemplo, al cultivo en gran escala de la hoja de tabaco en una zona de la región occidental y el posterior establecimiento del Real Estanco del Tabaco; a los nuevos asentamientos urbanos, fundados y/o gobernados por descendientes criollos de los primeros colonos; al poblamiento de estas nuevas ciudades o villas por vecinos de procedencia canaria, inmigrantes forzados a abandonar sus pequeñas islas debido a intereses reales encaminados a eliminar la resistencia de la población originaria, guanche, o, a la falta de medios elementales para su sustento, o, a ambas situaciones de índole extrema.
Juan Núñez de Castilla fue nombrado en 1713, por el rey antes mentado, Adelantado y Justicia Mayor de la ciudad de San Felipe y Santiago de Bejucal; a causa de la referida fundación urbana el I marqués o beneficiario del título nobiliario, había cedido previamente al rey una hacienda de su propiedad particular, “El Bejucal” (anteriormente dedicada al ganado). Esto constituyó un mérito principal por el cual obtuvo la dignidad del marquesado para él y su familia, aunque hubo otros “méritos” conectados con la imposición del Real Estanco del Tabaco que no detallaremos aquí.
El pequeño asentamiento nombrado “ciudad” desde su formación, asimiló una población de treinta familias, cada una integrada por cinco miembros, como requería las Leyes de Indias, entre otras de sus instrucciones, para la fundación de nuevos asentamientos. Los primeros pobladores, hombres y mujeres blancos (canarios descendientes de los pueblos guanches, de lejano origen berberisco del África sahariana), eran agricultores, y procedían fundamentalmente de las islas realengas (Tenerife, Gran Canaria y La Palma).
El archipiélago canario, ubicado estratégicamente en la ruta atlántica hacia el continente americano, fue colonizado oficial y finalmente por el Reino de Castilla en 1484. Sus pobladores originarios fueron bautizados en la iglesia católica con nombres y apellidos españoles, como súbditos del monarca de aquella nación, de esta manera les fue arrancada su identidad propia y también les obligaron a abandonar sus tierras, aguas y cultura ancestral.
Después del encuentro de los europeos con el territorio al cual impusieron el nombre de América, ocurrió el descubrimiento del uso y cultivo de la hoja de tabaco por los conquistadores. Primero rechazado, pero en breve asimilado por la cultura euroccidental, asiática y africanas, esa hoja se convirtió en una mercancía de lujo, transformando su primigenio valor de uso en valor de cambio internacional. Los canarios, gracias a la geopolítica de su tiempo, estuvieron entre los primeros pueblos que se apropiaron del nuevo conocimiento agrícola y comenzaron a cultivar la exótica hoja.
Por otro lado, los canarios fueron emigrados forzados a causa de la más absoluta pobreza reinante en sus islas por siglos, y de las reales órdenes que les obligaron a efectuar su traslado hacia América, con vistas al poblamiento y explotación colonial de los territorios recién conquistados. En la Isla de Cuba, hubo la necesidad de la Real Hacienda de asegurar mano de obra con mira a instaurar y llevar adelante el Estanco del Tabaco en la gran colonia antillana, donde se cultivaban y seleccionaban las mejores hojas para la Real Fábrica de Tabaco en Sevilla. Este monopolio fue durante la primera mitad del siglo XVIII la segunda renta más importante de la Real Hacienda española, inmediatamente después de la minería de metales preciosos.
En el Departamento Occidental, La Habana integró en su territorio rural cinco Señoríos, ciudades o villas sufragáneas fundadas en el siglo XVIII, y bajo sus jurisdicciones se cultivó en abundancia una parte del tabaco requerido por el monopolio real. Además del ya mentado de San Felipe y Santiago de Bejucal, fueron señoríos: la Ciudad de Santa María del Rosario (1733), conferida al Condado de Casa-Bayona; la Ciudad de San Juan de Jaruco (1767- 1770) adjudicada al Condado de igual nombre; la Villa de San Antonio Abad de los Baños (1794), anexa al Marquesado de Cárdenas de Monte-Hermoso, por el segundo de sus beneficiarios. Por último, en 1804, se fundó la Villa de Nueva Paz por el I conde de Santa Cruz de Mopox (y III de San Juan de Jaruco), con la aprobación real de Carlos IV, siendo también nombrado su I Señor y Justicia Mayor.
Fuera de la región habanera, solamente se fundó la Ciudad señorial de San José de Guisa (1764), en el Departamento Oriental, al sur de la Villa de San Salvador de Bayamo; este privilegio fue adjudicado unido al marquesado de igual denominación. Orlando Guevara Díaz y Aldo Daniel Naranjo Tamayo, autores de El Marquesado de Guisa (Colección Crisol, Bayamo, Granma, 2004) han estudiado y explicado algunas cuestiones de interés sobre este señorío.
El Museo municipal bejucaleño se ubica en el edificio colonial del antiguo Ayuntamiento. No obstante, en sus salones se muestran pocas evidencias acerca del primer señorío habanero y cubano. El director del citado Museo, Luis Javier, licenciado en Psicología, nos explicó la falta de recursos con que cuenta la institución para conservar y exponer adecuadamente la documentación que posee en torno al tema. Los libros de Actas del Ayuntamiento (I-IV), a excepción del segundo de ellos, aún no están restaurados y tampoco tienen las condiciones mínimas para realizar una exposición con la necesaria protección contra los daños que puede causar el efecto del clima sobre los valiosos originales.
Existen algunas investigaciones sobre el urbanismo y la arquitectura del Señorío; por ejemplo, la historiadora Aisnara Perera hizo un estudio del Palacio de los marqueses de San Felipe y Santiago, primera mansión señorial erigida en las primeras décadas del setecientos, ya demolido. En la actualidad, su espacio lo han ocupado edificaciones de muy diversos usos, y de poco o ningún valor arquitectónico.
También el arquitecto René Gutiérrez Maidata, profesor de la Facultad de Arquitectura del ISPJAE y especialista de la Oficina de Proyectos del Historiador de la Ciudad (La Habana), ha tutorado interesantes análisis urbanísticos y arquitectónicos de la antigua Ciudad, realizados por sus alumnos mediante trabajos de tesis de grado.
En mi opinión, es urgente recabar el auspicio y gestión económica de las autoridades gubernativas, tanto locales como nacionales, y la más pronta atención de la Dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, para evitar la pérdida total de los importantes testimonios materiales (sobre distintos soportes, papel, vidrio, metales, madera, piedra, etc.) que todavía subsisten en la pronto tricentenaria Ciudad Señorial de Bejucal.
El museólogo Roberto Chaviano tuvo la amabilidad de acompañarme, y de guiar con gran sabiduría la visita realizada a edificios tan importantes como la Iglesia Parroquial de San Felipe y Santiago y la Estación de Ferrocarril de Bejucal, primera construida entre la ciudad de La Habana y el hinterland habanero en 1837, cuya historia debe ser mostrada y estudiada; pero las salas de exposición, en los altos de la Estación, están cerradas al público por su alto grado de deterioro.
Esperamos, con fervor, que tanto los museos municipales, así como los historiadores e historiadoras locales, conservadores, y las correspondientes autoridades del Instituto de Historia de Cuba, del Ministerio de Cultura y todos los que complementen las labores científicas, educativas y culturales, en cualquier instancia, respalden estos aniversarios como una oportunidad formidable para ensanchar la investigación, el conocimiento y la divulgación acerca de nuestro país, su territorio, población, historia y cultura. Son estas cuestiones las más íntimamente relacionadas con nuestra identidad y pertenencia ciudadana a la Cuba contemporánea.
notas
1
I marqués de San Felipe y Santiago Señor y Justicia Mayor de San Felipe y Santiago de Bejucal: El Capitán Juan Núñez del Castillo y Piñero, Espejo y Castilla (conocido por Juan de Castilla Núñez del Castillo), nació en Almuñécar, Granada, el 22 de febrero de 1660 y falleció en La Habana, 11 de julio de 1725. Casó el 1º de febrero de 1690 con Rosa María Pérez de los Reyes y Castellanos, Sánchez y Hernández, nacida en Islas Canarias, fue el fundador del tronco familiar de su apellido en Cuba. De este matrimonio legítimo fue hijo primogénito heredero y sucesor Juan José de Núñez del Castillo y Pérez de los Reyes, II marqués de San Felipe y Santiago y segundo Señor de Bejucal, nació en La Habana el 20 de agosto de 1704; falleció en Madrid en el 1758. Este Señor fue quien auspició la construcción del palacio o mansión señorial en Bejucal.
2
La autora de este artículo lleva a cabo en la actualidad una investigación histórica titulada “Estudio de los Señoríos habaneros 1713-1812”; ha publicado, desde 1996, diversos artículos y ponencias suyas, alrededor del grupo social elite, conceptualizado por ella específicamente como “nobleza criolla titulada”, y sobre su estructura y función vinculada a la evolución histórica de la región habanera.
sobre el autor
Lohania J. Aruca Alonso (La Habana, 30 de diciembre de 1940) Licenciada en Historia (1976, Universidad de La Habana), Especialista en Urbanismo (1982, Facultad de Arquitectura, ISPJAE), Investigadora agregada (1990), Maestra en Ciencias Estudios de América Latina, El Caribe y Cuba (1996, Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana).