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interview ISSN 2175-6708

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Uno de los urbanistas más respetados y activos de España, analiza los fundamentos teóricos de las recientes transformaciones urbanas que se han producido en España y discute las posibilidades de diseño urbano en el actual escenario global

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MEDRANO, Leandro; DOVAL, Manoel. Entrevista a Jose María Ezquiaga. Entrevista, São Paulo, año 13, n. 052.03, Vitruvius, nov. 2012 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/entrevista/13.052/4536>.


Área central de Almere, Holanda
Foto Leandro Medrano


Leandro Medrano/Manoel Doval: Desde la divulgación del neoliberalismo como una forma de “pensamiento único”, en un mundo global cada vez mas conectado, algunos autores influyentes, como Rem Koolhaas, han planteado “el fin del urbanismo”. O sea, después de la falencia de la “ideología del plano”, como ya argumentaba Tafuri en los años 1960, Koolhaas difunde, en la década de los 80, el concepto de “ciudad genérica”…, de formación, crecimiento y forma estética, incapaz de controlarse. En esta línea, el diseño urbano y el urbanismo se pondrían como oficios del pasado… o sólo aplicables a ciudades del pasado (como también argumenta Koolhaas en el artículo “What Ever Happened to Urbanism?”, de 1994). ¿Cómo ves la capacidad de crearse desarrollo urbano, con diseño y urbanidad, en tiempos donde el Estado es cada vez más débil y la iniciativa privada toma el mando de las decisiones colectivas?

Jose María Ezquiaga: Esto mismo, llevado a la economía, equivaldría a pensar que tener política económica es un tema del pasado, y que el Estado contemporáneo y futuro se identifica con el gobierno de los mercados. Quien quiera vivir en un planeta gobernado por mercados irracionales y ciegos, sujetos a fuerzas histéricas, en gran medida, carentes de relación con la realidad, que sea feliz así. Pero yo lo veo al revés. No creo tanto en el Estado, como en que la sociedad civil tiene que ser fuerte. Y en que la sociedad civil tiene que saber el tipo de ciudad que quiere. Es verdad que la ciudad del tercer mundo, que es la que piensa Koolhaas, ha crecido muy rápidamente, movida, precisamente, por fuerzas de mercado. La desestructuración de la sociedad tradicional ha arrojado a las nuevas metrópolis a una población rural, que se ha acomodado como ha podido. Aún en esas, el papel del urbanista y el del urbanismo sería valiosísimo. Rehacer ciudad. Tendrán que crear barrios de lo que es pura cantidad de favela. Tendrán que crear centralidades donde simplemente hay extensiones anodinas sin cualidad. No tendría razón, en ese punto, Rem Koolhaas. Él tiene un enorme olfato para detectar situaciones emergentes novedosas. En muchos casos, después de narrarlas, transmite la sensación de que se aceptan sin más. Yo no lo veo como una norma, sino como un ajedrez. Veo que jugamos con el mercado y nunca ganamos la partida. Pero, si no se juega ese ajedrez, el tipo de ciudad que sale es muy muy inferior. Koolhaas describe muy críticamente la realidad, pero no da una alternativa. Con lo cual, en último término, lleva el producto de la resignación. Planteémonos, por ejemplo, las relaciones laborales en el tercer mundo. Yo no veo inevitable que los niños que producen zapatillas Nike deban trabajar sin luz y en jornadas de doce horas por un dólar la hora. Pero sí lo veo real. No todo lo real me parece inevitable, ni todo lo inevitable me parece deseable. Koolhaas no describe bien lo real, lo inevitable y lo deseable. No hay casi nada inevitable. Yo podría hacer un discurso sobre la extinción de la humanidad, porque no estamos tomando ninguna medida respecto del cambio climático. Algo, no sólo científicamente acreditado, sino patente y real. Pero no voy a regodearme en el hecho de la inevitabilidad de un desastre, de una especie de holocausto o autoholocausto de la humanidad. Más bien, al revés. Me parece que nuestra obligación es concienciar, cambiar la mentalidad, intervenir en la pequeña escala.

LM: Incluso, las experiencias de Koolhaas con la escala urbana, esa manera de dibujar el caos, lo aleatorio, como en Lille y Almere, me resultan como artificiales y mediáticas… Y como principio de diseño, poco fundamentadas en la historia, en la sociología urbana, o mismo en la técnica.

JME: Sí, sí. Se nota la artificiosidad hasta en ese caos. Si quieres ver caos, súbete a una favela. Eso es el mercado espontáneo.

LM/MD: Ya en los años 80, se tenía la percepción general, entre los intelectuales que estudiaban el urbanismo, de que no se podría pensar en las ciudades tal y como se había hecho hasta entonces. Hoy vivimos en un mundo donde más de 50% de la población vive en ciudades, y cerca de 25% de esas ciudades son consideradas “megaciudades”, o sea, ciudades con mas de 10 millones de habitantes. En estas ciudades protagonistas del capitalismo avanzado, los flujos y conexiones, reales y virtuales, tomarían el mando de las planificaciones formales y operativas, clásicas en la materia. Conceptos como el de ciudad global (Saskia Sassen), metápolis (Asher), ciudad nodal (Kok-Meng Tan), ciberciudad (Pierre Lévy) y e-topía (William Mitchell), entre otros, buscaban definir nuevos caminos para las ciudades más populosas del final del siglo XX. Pasada la fase más mediática de estos discursos, y ya en la segunda década del siglo XXI, ¿qué piensas sobre la relación entre los elementos clásicos de la materia, como territorialidad, identidad, pertenencia e historia, y la ciudad contemporánea?¿Consideras el 22@ (BCN, 2004) una experiencia oportuna en esta línea?

JME: Yo soy poco nostálgico del pasado. No pienso, como la Escuela de La Cambre en los 80, o los Neotradicionalistas, que tanto éxito tuvieron en la Inglaterra del príncipe Carlos… El retorno al pasado nunca es estimulante. Lo que sí se puede plantear es una recuperación de ciertas cualidades que se han perdido. No habría que retener las formas del siglo XIX, sino las relaciones sociales que nos parecen valiosas, que se producían en la ciudad tradicional y que ahora no se producen. Y deberían producirse de una manera distinta. ¿Cómo va a ser la calle lo mismo después de Internet? ¿Cómo van a ser las relaciones personales iguales, etc., en una sociedad tan fluida? Filósofos desde Bowman hablan de sociedad líquida. Y es que ha cambiado radicalmente el concepto de espacio. Yo creo que hay un elemento radicalmente nuevo: la pérdida de la naturaleza. Antes la ciudad se contraponía al campo, y eso significaba que había un ente como tal, rural (el campo), en contraste con lo urbano. Ahora lo urbano ha inundado lo rural. Por tanto, lo rural debería inundar también lo urbano. Esto, por ejemplo, no aparecía en el programa del siglo XIX, salvo en algunas megalópolis de Norteamérica. Howard hablaba de “ruralizar” la ciudad o urbanizar el campo. Aunque la incorporación de la naturaleza es un tema de agenda nuevo. El asunto de la energía es esencial ahora mismo. Y el tema de la convivencia no es ya tan fácil, no se resuelve con poner una placita; hay un problema de cohesión social más grave. Yo diría que desde los disturbios de Los Ángeles, en la era Reagan, o los de la periferia de París, que empezaron con la etapa Mitterrand, pasando por los de Londres, o por la toma de favelas en Rio de Janeiro…, hasta hoy, el mayor problema es el de la cohesión social. La cual necesita de una ingeniería social un poco más sofisticada, que vaya más allá del gesto de poner plazas. Hay que posibilitar redes de intercambio de convivencia, de relación entre la gente, favorecer la mezcla de usos, etc. Ahora hay una especie de revisión de “anti”, una revisión casi punto por punto, de la Carta de Atenas. La cual tuvo su sentido a la hora de poner orden en la ciudad industrial. Pero no es lo mismo la cultura de la tuberculosis que la de VIH. La tuberculosis era una enfermedad, desde ese punto de vista decimonónico, que tenía que ver con la convivencia estrecha de las personas. El VHI tiene que ver con las redes. Se transmite como una red. No me creo del todo que el microespacio lo arregle.

MD: Pero sí podemos decir que en los suburbios de las grandes ciudades los problemas sociales se pueden agravar por la precariedad del entorno físico.

JME: Sí. Pero tú estás pensando como arquitecto proyectista. Desde ese punto de vista, diría “sí”. Ahora bien, si me encargáis arreglar un trocito de un barrio, lo que haré serán, seguramente, cosas muy tradicionales: crear un centro cívico, eliminar barreras… Pero no podemos establecer, como teoría, que la solución esté en hacer calles como antes. Es más compleja.

LM: En España, hay dos ejemplos de proyectos urbanos muy divulgados en este principio del siglo XXI: los P.A.U.s, que fueron muy comentados, desde “Madrid 2004”. Y el 22@ de Barcelona, más o menos de la misma época. Son proyectos muy distintos en la forma, estructura y concepto. ¿Cuál es su opinión acerca de estos ejemplos singulares de modelos urbanos?

JME: Yo estoy más de acuerdo con el 22@. Lo encuentro más interesante porque está dentro de la ciudad; apuesta, hasta cierto punto, por la mezcla de usos; no se llevó a la radicalidad… Yo participé. Me invitó el ayuntamiento a los concursos sobre el estudio de manzanas que dieron lugar al 22@. Así como me parece que el Foro de 2004 es una operación urbana emblemática, que no deja de ser un poco parque temático, el 22@. sí tenía un potencial mayor, porque respondía, en primer lugar, a ideas previas. En este caso, la idea era simple, pero potente. A saber: Barcelona tiene ya una buena dimensión residencial; tiene también, desde que se fundó, actividad económica. Transformar el Poble Nou en un barrio residencial no aporta mucho a la ciudad. En cambio, si se logra una fórmula que permita atraer la actividad sí se tiene un valor añadido, porque se trata de hacer un barrio con actividades mixtas, lo cual es mucho más interesante que tener un barrio residencial convencional. Ahora bien, Barcelona optó por una línea más difícil, porque para poder tener éxito necesitas emprendedores que entiendan y arriesguen su dinero en esa línea innovadora, y no hay tantos. En cambio, el sector de la construcción en España funcionaba en base a una estandarización y a una altísima capacidad productiva, como el sector de obras públicas. Los PAUS en Madrid dieron respuesta a algo que el sector hacía muy bien: urbanizar enormes extensiones de terreno y ser capaces de producir enormes cantidades de vivienda a corto plazo. Eso estaría bien que se hiciera en países del tercer mundo, donde hay necesidad de techo y de habitación. Pero en Madrid y en España esa capacidad del sector no se correspondía con ninguna necesidad real de la población. La prueba de que esto es así es la crisis. Una crisis de sobreproducción, típica y sencilla, de las descritas por los economistas del siglo XIX. Se ha producido un sobreexceso de un bien que no tiene la demanda suficiente ni por precio ni por cantidad. No se forman, en España, ni tantas familias al año para llenar las viviendas producidas, ni son económicamente accesibles a esas familias. Por tanto, esas viviendas sobran y bajarán de precio hasta que se encuentren en la curva de oferta y en la curva de demanda, como en cualquier otro sector de la economía.

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052.03 Introducción
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