Quizás antes de cerrar sus ojos a los 98 años, Carmen se habría preguntado si valió la pena dedicar tanto esfuerzo a la liberación de la mujer, ante la persistencia de humillaciones y sojuzgamientos femeninos de islámicos, talibanes y disímiles tribus, en diferentes puntos cardinales del planeta. Iniciada esta lucha en 1922, integrada en la Federação Brasileira pelo Progresso Femenino, logró entrevistarse con Getúlio Vargas en 1933 y convencerlo de instaurar el voto femenino universal en el Brasil; luego en 1937, creó la Associação Brasileira de Engenheiras e Arquitetas. Pero si ella pasará a la historia social latinoamericana por sus batallas reinvidicativas y su decidida vocación izquierdista – aunque no lo declarara se conoce su identificación con el trotskismo –, será también recordada como compañera del arquitecto Affonso Reidy, y por su participación en algunos de los proyectos más importantes de la vanguardia arquitectónica y del diseño en Río de Janeiro. Sin lugar a dudas, fue una de las primeras parejas del Movimiento Moderno, insólita entonces y tan común en la actualidad, como lo demostraron Charles y Ray Eames; Peter y Alison Smithson; Venturi y Scott Brown; Duany y Plater-Zyberk; Galdensonas y Agrest; Miralles-Pinós-Tagliabue; van Berkel y Bos, y otras.
Al graduarse de ingeniera civil en 1926, pocos podían sospechar que su grácil y diminuta figura ocultase una voluntad de hierro – opuesta a la monumental de la señora Farnsworth que infernalizó la vida de Mies van der Rohe –, dirigida hacia la defensa y materialización del urbanismo, la arquitectura y el diseño industrial en Brasil. Funcionaria de la Intendencia de Río (Prefeitura do Distrito Federal), con diversos cargos directivos a lo largo de tres décadas, apoyó con todas sus energías la concreción de las obras sociales de su compañero, Affonso Reidy, y la difusión de los logros del Movimiento Moderno, tanto local como europeo. Con anterioridad a la llegada de Le Corbusier a Río en 1936, publicó en las páginas de la Revista da Diretoria de Engenharia da Prefeitura do Distrito Federal, las realizaciones holandesas, francesas, rusas y de Europa Central que alimentaron el repertorio local de los jóvenes arquitectos cariocas. En 1936, luego de asistir al primer curso nacional de urbanismo en la reciente Universidad del Distrito Federal, recibió el diploma de urbanista otorgado por dicha institución, con un proyecto para la "Capital del Brasil en el Planalto Central", inspirado en los moldes de la Ville Radieuse de Le Corbusier, y antecedente directo del diseño de Lúcio Costa para Brasilia.
Poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial (1944) recibió una beca para conocer las experiencias realizadas en Inglaterra sobre la vivienda popular, y al finalizar la contienda, viajó a París para encontrarse con Le Corbusier en el estudio de Rue de Sèvres apenas reabierto. El motivo de la visita era mostrarle las fotos del Ministerio de Educación y Salud, cuyo proyecto había sido asesorado por el Maestro. Contó la anécdota que al ver las imágenes de la obra concluída palideció comentando: "estos jóvenes lograron hacer allá lo que no he podido hacer aquí". Sin duda, Le Corbusier quedó sorprendido por los cambios introducidos a las propuestas que él dejara en Río, que mejoraron notablemente el edificio, luego publicado como suyo en uno de los tomos de la Obra Completa.
A su regreso al Brasil, es nombrada en 1947, Directora del Departamento de Habitación Popular de la Alcaldía, y se inicia allí, la etapa más fructífera de su obra. Influenciada por las experiencias europeas, plantea la construcción de grandes conjuntos habitacionales populares equipados con servicios sociales, distanciándose de los esquemas tradicionales y burocráticos de los bloques aislados de apartamentos o de las rígidas casas individuales. Con Reidy elaboran los dos ejemplos más importantes de vivienda colectiva realizados en Río de Janeiro en la segunda mitad del siglo XX: el conjunto de Pedregulho (1948), y el de Gávea (1952), ambos configurados por una cinta ondulante – asociación con la propuesta de la banda urbana continua que formulara Le Corbusier en 1929 – moldeada sobre la accidentada topografía de ambos sitios. Su fuerza de voluntad y empuje – frente al carácter tímido y retraído de Reydi –, hacen posible la concreción de estas imágenes arquitectónicas inéditas, contra las persistentes dificultades administrativas impuestas por funcionarios burocráticos y políticos incultos.
Su constante contacto con arquitectos y artistas plásticos le aproximan progresivamente al mundo local del arte. Participa de la batalla que llevan a cabo los intelectuales cariocas por la creación de un Museo de Arte Moderno, similar al existente en San Pablo. En 1952 es nombrada directora de la nueva institución y comienza el desafío de construir una nueva sede: logra un espacio en el Aterro diseñado por Burle Marx y Affonso Reidy es encargado del proyecto del MAM, creando uno de los edificios más importantes de la arquitectura moderna brasileña. Al recibir en 1953 la visita de Max Bill, se interesa por la enseñanza del diseño industrial en la nueva Hoschule für Gestaltung de Ulm y propone la realización de cursos similares en el museo. A partir de entonces se dedica al objetivo de fundar una escuela en Río de Janeiro. Con la ayuda de Tomás Maldonado y Otto Aicher – que imparten cursos en 1956 –, se crea la ESDI (Escuela Superior de Diseño Industrial, primera en América Latina), y actúa como directora de la institución entre 1967 y 1988.
Es probable que el gran público y los jóvenes profesionales y estudiantes de arquitectura hoy desconozcan el nombre de Carmen Portinho. Su legado al "diseño ambiental" brasileño es mucho más importante que el de algunos arquitectos del star system , con sus nombres siempre presentes en el hit parade de los medias. El recuerdo de su obra quedó testimoniado en dos libros recientes: Ana Luiza Nobre, Carmen Portinho, o moderno em construção, 1999; y una autobiografía Por toda a minha vida, de Geraldo Edson de Andrade, 1999, ambos publicados en Río de Janeiro. Que su lonjevo ejemplo sea modelo para las generaciones futuras de arquitectos y diseñadores latinoamericanos.
sobre el autor
Roberto Segre, arquitecto y critico de arquitectura, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal do Rio de Janeiro.