En este mundo internáutico y virtualizado la ubicuidad dejó de ser un don divino. Por ende, desde la orilla de la bahía de Guanabara, puedo estar presente en el Museo de Bellas Artes. Ícono arquitectónico y cultural de Buenos Aires, me trae persistentes recuerdos de la adolescencia y juventud: desde los barquitos a vela que nunca navegaban en el estanque vecino; la emoción de cantar la Marsellesa en la Plaza Francia en aquel lejano 44, cuando se tuvo la noticia de la entrada de los Aliados en París; el acompañar a los bisoños alumnos de la Facultad, a dibujar el monumento de Bourdelle en los años de ayudante en la cátedra de Carlitos Mendez Mosquera; el proyecto de los dos pabellones adyacentes al Museo, en la exposición del Sesquicentenario.
De allí que es siempre una emoción recorrer, dentro y fuera el ámbito del Museo, aunque sea desde las gavetas del recuerdo. Y más aún, intento visualizar la multitud - en la cual quizás se encuentre algún amigo sincero -, que presencie este acto de homenaje a Miguel Ángel Roca, coincidente con la publicación de un enésimo libro sobre su obra y figura en la última década del siglo, lo que podría desconcertar a muchos. Pocos arquitectos (tanto porteños como provincianos) poseen semejante cuantía de escritos sobre sus proyectos y edificaciones. Sin duda alguna, hoy no debe faltar aquí el insidioso comentario de envidiosos y mediocres: otro libro más de Roca!!!!. Es cierto, parecería imposible superar a las ediciones norteamericanas, europeas o asiáticas, con sus espectaculares fotos en colores a toda página, dedicadas a su obra.
Lo que no se produjo en el siglo XX, aconteció en el XXI. Este es el libro cumbre de Roca. Sin temor a equivocarme constituye la mejor edición aparecida sobre su reciente trayectoria arquitectónica. En primer lugar, la osadía y el coraje de sus diseños - empecinadamente criticada por los seudoracionalistas de turno, o lo que es igual a decir, los carentes de alegrías y sentimientos -, justificaría éste y otros más, ya que la buena arquitectura nunca se agota en las visiones que permiten las multifacéticas formas y espacios. Pero, en segundo lugar, la sensibilidad y la incesante búsqueda de la excelencia de Fernando Diez y su equipo editorial de SUMMA, lograron transmitir, no sólo la calidad implícita en la impecable impresión y el creativo emplane, sino el amor y la admiración por un universo plástico, dirigido a configurar la vida cotidiana de la comunidad cordobesa y de otros ámbitos geográficos, al acentuar los contenidos humanos y estéticos de los diseños de Roca. De allí que este libro, no constituye un frío contenedor de espectaculares obras "de autor" tan comunes en nuestros días: es el cálido testimonio del trabajo esforzado, incesante, inagotable de un creador, que ama la naturaleza, la ciudad, los usuarios y los jóvenes estudiantes, y demuestra que la belleza de nuestro entorno construído sólo se logra con el talento, la pasión y la férrea disciplina diaria. Lean el libro y descubran estas verdades esenciales.
Roberto Segre, Rio de Janeiro RJ Brasil