En el mito de la caverna los hombres solo veían las sombras de las ideas proyectadas en el fondo. En los libros, revistas y exposiciones de arquitectura en estos países tan lejanos de todo y tan pobres, los arquitectos, y sobre todo los estudiantes, solo ven fotos de remotos edificios en ciudades desconocidas; y ni siquiera todos: solo los de Europa, Norteamérica y Japón, y solo los que están de moda. Desde que no vendieron mas la revista Mimar, ni siquiera vemos fotos de lo que se hace en África y Asia. Y peor aún: desde que se terminó la colección SomoSur tan poco sabemos casi nada de los países vecinos. Quedamos a merced de unas pocas revistas para las cuales Hispanoamérica simplemente no cuenta y costosísimos y escasos libros.
Pero lo que vemos en ellos con frecuencia tampoco es lo que de verdad existe: solo fotos mentirosas muchas veces. Es el papel distorsionante de la representación que lleva a valorar lo que no debería tener valor. Es como si muchas revistas fueran de proyectos de arquitectura y no de arquitectura; muestran los edificios sin usar y sin contextos, sin envejecer, sin muebles ni gente y con los pisos mojados para que produzcan efectistas reflejos que en la realidad pocas veces existen. Las plantas y cortes son a veces abstracciones de abstracciones y nunca son suficientes pues se disponen pensando más en la diagramación bonita de la página respectiva que en su lectura, y los textos, por su parte, dejan que desear, incluso algunos son francamente tontos: explicaciones abstrusas o falsamente poéticas cuyo daño es peor dada la inexistencia entre nosotros de una crítica de arquitectura permanente y plural.
Imágenes de arquitecturas que se han vuelto los paradigmas de los estudiantes, que tan mal aprenden lo que era el arte de construir para habitar con emocion. Las representaciones de sus proyectos de aprendizaje, que jamas serán construidos ni habitados, fácilmente se vuelven los objetivos únicos de sus trabajos de taller. Pero una vez graduados (o antes) no tienen problemas con la construcción de sus fantasías y caprichos de moda: el desarrollo de la tecnología de la construcción permite hoy construir casi cualquier cosa. Poco importa que el resultado no sea correcto: las fotos se toman antes de que sus clientes y las ciudades sean víctimas de la concreción edilicia de unas imágenes que solo fueron un problema de gusto.
Se ha llegado al extremo de actuar como si la razón de ser de la arquitectura no fuera la de ser habitada con seguridad, dignidad y placer, para lo cual tiene que previamente ser correctamente construida, sino la de ser exquisitamente fotografiada. Los edificios "buenos" son los que son fotogénicos; como las modelos, de las que poco importan sus cualidades de personas sino que "registren" bien. A veces parece que los jurados de concursos y bienales y los curadores de exposiciones miraran solo con ojos de fotógrafo de modas; para ellos la arquitectura se ha vuelto un problema de casting. Se presentan y evalúan y premian imágenes de objetos y no de edificios habitados y que están en las ciudades. Es el triunfo de la apariencia y en últimas el de la imagen y el de la moda. La belleza no es ya más entre nosotros "el esplendor de la verdad" sino la mentira que resplandece en una "buena" "figuración" de "actualidad".
La solución sería hacer como antes viajes de estudio, mirar con los propios ojos edificios y ciudades que se viven al menos unos días, pero los estudiantes, los profesores y los arquitectos cuando "ven" un edificio o una plaza o una calle que les llama su atención proceden de inmediato, sin mirarlos, a tomar fotografías y salir rápido a buscar el siguiente blanco, esforzandose para encontrarles sus "mejores" ángulos y momentos, para esperar a que no haya carros ni personas, para separarlos de sus vecinos y contextos; para fotografiarlos desde donde, ni como, nadie los puede mirar. Obnubilados por las sombras distorcionadas de la representación no pueden fácilmente ver lo que realmente hacen; o no hacen. Queda la esperanza de la www; cada vez más personas tienen acceso a ella: ojalá no queden también atrapados en sus finos y peligrosos hilos. Desde luego el problema no es la fotografía sino su abuso.
notas
[publicación: março 2001]
Benjamin Barney Caldas, Cali Colômbia