Ana Rita Sevilha y Ricardo Batista: ¿Ha sido la arquitectura asaltada por la palabra ‘crisis’?
Fredy Massad: En España, evidentemente, sí. A nivel gremial e institucional (Colegios de Arquitectos, por su falta de previsión) la crisis parece haber tomado por sorpresa a los arquitectos. Igualmente, creo que a nivel global, los arquitectos confiaron demasiado en que la forma en que la arquitectura se había concebido en las últimas décadas del siglo XX iba a perdurar eternamente, absolutamente ciegos a la evidencia que el escenario mundial se estaba volviendo totalmente insostenible y obstinados en creer que esa fórmula podría sobrevivir frente a cualquier tipo de cambio.
Pero considero que es fundamental entender que la crisis de ideas antecedió a la crisis económica en la arquitectura y que fue, precisamente, la euforia económica la que pudo mantenerla velada. La crisis de ideas en la arquitectura evidencia el declive ideológico que permitió el encumbramiento incuestionado de los arquitectos- estrella y la trascendencia de su influencia – otorgada por críticos y medios complacientes y conniventes. Una influencia que inoculó a la arquitectura de narcisismo, una obsesión formal que terminó derivando en una supremacía de la objetualidad e iconicidad espectacular pero simplista, que provocó que arquitectos que habían tenido un indudable valor y capacidad de aportación propositiva en el panorama contemporáneo se conjurasen en una carrera irreflexiva que ha acabado extraviado a la arquitectura del reconocimiento de su propia esencia y obligaciones.
El factor problemático en este momento sea quizás el modo en se está asumiendo y definiendo la crisis y las reacciones hacia ella y hacia ese periodo de euforia e inconsistencia ideológica precedente, porque, en mi opinión, existe un fuerte componente de auto-negación y manipulación. En este momento, se están proponiendo transformaciones de estructuras y actitudes que, en realidad, no son más que simulaciones que, de fondo, únicamente tratan de preservar el status quo de la arquitectura como poder e intereses, sin comprender que el estallido de la crisis realmente está evidenciando la necesidad perentoria de plantear otros esquemas y sistemas.
Quizás lo que la arquitectura debe reconocer que a lo que se enfrenta es no tanto una crisis sino un crack, y que no hay vuelta atrás. La experiencia (en sentido profundo, no necesariamente la experiencia de esta crisis) tiene que servirnos para posicionarnos con realismo ante este nuevo escenario.
ARS y RB: ¿Cuáles son los principales cambios que este escenario de crisis ha provocado en la arquitectura y en la profesión de arquitecto?
FM: Creo que ha producido cambios auténticos y cambios simulados. Estos últimos se han dado entre la gran y pequeña oligarquía arquitectónica. Entre estos grupos, la crisis ha provocado un estado de desconcierto y verdadera desesperación que ha propulsado, a los primeros a huir buscando nuevos mercados; y, a los segundos, a intentar maquillar su perfil para mantener su poder actuando como nuevos adalides comprometidos y salvadores. Los grandes oligarcas que se habían creado enclaves ‘paradisíacos’ para gestar la desquiciada arquitectura del hipercapitalismo (China, Dubai, Rusia…), ahora intentarán abrir nuevos mercados, como Latinoamérica o enclaves en África. Los otros pequeños oligarcas, presas del pánico, han emprendido una huída hacia el pasado, provocando la emergencia de un nuevo conservadurismo y reaccionario purismo que confunde y manipula la idea de la responsabilidad y la ética de la arquitectura, transformándolo en el último concepto ‘trendy’ y políticamente correcto.
Los cambios auténticos y en positivo creo que no están relacionados directamente con la crisis sino que se encuentran afirmados en la obra de arquitectos que estaban dando ya la espalda a esa tendencia de arquitectura narcisista, del poder y el espectáculo. Hoy, gracias al cambio de dirección, estas arquitecturas reciben por fin la atención y difusión que los medios y elementos del digamos ‘establishment arquitectónico’ le habían negado, ofuscados por el brillo de esas otras arquitecturas.