ARS y RB: ¿Se puede decir que la recesión ha venido para salvar la arquitectura?
FM: Éste es un tema muy importante, por lo que no conviene frivolizar. No creo que la recesión beneficie a nadie más que a eso que se llaman ‘los mercados’, a los especuladores. Lo que sí es cierto es que la recesión ha puesto freno a una situación insostenible, caracterizada por la irresponsabilidad social y lo poco sostenible del modelo.
Pensando en positivo, lo que hoy es difícil, podemos aprovechar este tiempo casi perdido para pensar estrategias y, aunque se vea muy distante, empezar a pensar un nuevo escenario post-crisis, que consistiría en una transformación radical de un modelo agotado que en arquitectura nos llevó a perder muchos de los logros ideológicos conseguidos durante el siglo XX.
Es un golpe fuerte que puede hacer que, paulatinamente las cosas mejoren. Pero se depende de una reacción de autocrítica muy profunda, de un reconocimiento de la responsabilidad personal en las causas que han provocado la crisis. De otro modo, no será posible una transformación real y sólida.
ARS y RB: ¿Barry Bergdoll, curador de arquitectura del MoMA y del diseño en Nueva York, dijo que en su opinión "dentro de 100 años la gente relaciona el fenómeno de los arquitectos estrella con los conflictos de la economía mundial en el siglo XX." ¿Está de acuerdo?
FM: Creo que no es preciso aguardar cien años. Es algo evidente y con lo que coincido plenamente. Como decía antes, sería precisa una reflexión profunda y poner este fenómeno en un contexto más amplio de un periodo que tal vez no sea exagerado considerar de decadencia. Sin embargo, da la impresión de que todo lo que se ha escrito sobre el fenómeno de los arquitectos estrella tiene más de caza de brujas que de la necesidad de emprender una auto-crítica en la que se reconozca cómo su influencia ha moldeado las concepciones y expectativas de muchos arquitectos sobre su profesión.
En ocasiones la reflexión sobre este fenómeno se acerca más a una lectura superficial – a veces, con la misma superficialidad insultante de la prensa rosa (gossip press)- , que no ahonda en el verdadero significado de este proceso. No se trata únicamente de asumir a los arquitectos estrella como celebrities- prima donna al servicio de poderosos y recapitular esas historias de corrupción y divismos, sino de entender la llegada a ese estado como el de la evidencia de una anulación de valores éticos y democráticos que se suponía que eran intocables.
ARS y RB: ¿El portugués Gonçalo Byrne afirmó recientemente en una entrevista que la arquitectura portuguesa, por ser un poco más discreta, puede beneficiarse con la crisis. ¿Qué piensa usted?
FM: Creo que ése es un factor muy interesante de la arquitectura portuguesa y que puede ser un elemento que aporte referencias para otros arquitectos y arquitecturas.
La discreción es, en este momento, una cualidad particularmente positiva. No obstante -y separo totalmente esta observación de cualquier apreciación en concreto sobre la arquitectura portuguesa-, quiero insistir que en este contexto general en que nos encontramos, es preciso que austeridad y discreción no se conviertan en términos malinterpretados que sirvan para camuflar y legitimar propuestas arquitectónicas que siguen planteando al edificio como elemento narcisista y objetual.
La discreción es un factor en positivo siempre que no sea una mera ‘discreción de superficie’, surgida como gesto estético de tendencia.
Se trata de entender que la buena discreción es una actitud que surge de la posesión de un cúmulo de cualidades: inteligencia, sensatez, modestia, respeto… Y quizás éstas sean las condiciones que el arquitecto necesita hoy para entender verdaderamente de nuevo el valor de la arquitectura.