En los años 70, después de una serie de contactos con compañeros de varias nacionalidades en congresos en Portugal y Barcelona, de los cuales se destacan figuras ilustres como Fernando Távora, Nuno Portas, Carlos Duarte, Álvaro Siza Vieira, Oriol Bohigas, tiene la oportunidad de cenar con Peter Eisenman, que, desafiado por su critica afilada, le invita para juntársele en el IAUS.
Su trabajo de investigación en IAUS se centró principalmente en los juegos que iniciara con la “poesía concreta”, de modo que fue responsable por el lettering y grafismo de la revista publicada por el instituto, la “OPPOSITIONS”. Sin embargo, escribió también artículos que en la época no han sido considerados publicables pero cuyos temas desarrolló en su restante obra escrita, especialmente en la tese de Doctoramiento.
M. Piedade Ferreira: ¿Esta actitud crítica, que, además ha transportado para la enseñanza y la práctica, surgió instintivamente de una necesidad de afirmación intelectual o fue también influenciada por el contexto social y político de la época, en sentido de corresponder a un deseo de liberación?
Duarte Cabral de Mello: Lo que me ha hecho mover y vivir ha sido la curiosidad y la voluntad de entender mejor el mundo en que estoy, intentando construir su mayor legibilidad, apoyado en un colectivo alargado; empeñado en que sea, o vuelva a ser, la base del florecimiento de la vida en Tierra. La afirmación intelectual no me interesa porque va en contra de esto.
El desafío de Peter Eisenman me animó durante años. Ha valido y sigue valiendo.
MPF: Puede hablarnos un poco sobre estos temas y por qué, en la época, habrán sido considerados demasiado arriesgados para publicación?
DCM: Importa aclarar que el trabajo de investigación que desarrollé en IAUS se centró en los problemas de adquisición y cambio de sentido del Medio Físico Construido; incluso cuando participé en los proyectos encargados a este Instituto con objetivos más operativos e concretos. Mi trabajo real fue el de estudiar ese medio y buscar, sincrónica y diacrónicamente, la articulación entre su diseño y su impacto sobre la vida de las personas que lo habitan, estudio ese que me parece hoy más pertinente aún, más necesario y más urgente de lo que era hace cuarenta años.
En esa época, ese trabajo, necesariamente rudimentario aunque pionero, quedaba fuera del marco dominante en el instituto y, por lo tanto, tales escritos se han quedado de fuera del plan inicial de publicación de las Oppositions.
Finalmente, mis incursiones en la poesía concreta no eran más que operativos para construir, con Mario Gandelsonas, el nombre de la revista habíamos decidido publicar.
MPF: ¿Hasta qué punto cree usted que esta mezcla de la arquitectura y un contexto artístico influyó en el trabajo que se estaba realizando en el Instituto? ¿Había más margen para el error y la experimentación en el proyecto, así como la apertura a la crítica de arquitectura a través de medios tales como el performance y la instalación? ¿En qué medida considera que eso es aún, posible hoy en día?
DCM: Es común pensar que instituciones como el IAUs se constituyen como verdaderas torres de marfil; espacios de libertad desenfrenada y sin límites. Pero, en realidad, el IAUs, al igual que muchas otras instituciones similares, vivía de promover y / o responder a investigaciones muy específicas, como por ejemplo los dos proyectos en los cuales colaboré: (1) El The Street as a Component of the Urban Environment, estudio sobre el papel de calles en el espacio urbano para el U.S. Dept. of Housing and Urban Development (1970-1973) y el The Design of Alternative Low-Rise High-Density Housing hecho en conjunto con el New York State Urban Development Corporation (UDC) entre 1970 e 1973. Y el proyecto Generative Design Research Program, que, entre 1972 e 1973, desarrollé conjuntamente con Peter Eisenman, Martin y Diana Agrest Gandelsonas y fue financiado por el US National Institute for Mental Health (NIMH).
Todo lo demás - las exposiciones, conferencias, debates y encuentros abiertos del inicio de los años 70, transformaron el IAUs en una institución muy viva y en un lugar de paso casi obligatorio para un número creciente de personas de distintas formaciones y nacionalidades – resultó del firme compromiso de los miembros del Instituto, de la gestión de los proyectos encargados, de una amplia red de contactos y del apoyo de privados que consideraran estas actividades polarizadoras de la vida cultural de los neoyorquinos.