En un intervalo de dos semanas, Brasil se vio por dos veces conectados a la televisión, viendo paso a paso el desarrollo de las noticias del día 30 de agosto, relativas al secuestro del presentador de TV Sílvio Santos y del día 11 de septiembre acerca del atentado terrorista al World Trade Center y al Pentágono. En ambas noticias se revelan varios aspectos en común, como el impacto que causaron en los medias, además de la fragilidad de la vida ante la violencia y la ineficacia de los medios de vigilancia y seguridad.
En el caso de la familia Abravanel, lo que más llamó la atención fue la facilidad con la cual el secuestrador consiguió entrar en la mansión del barrio Morumbi. Contando con pocos recursos, el delincuente fue capaz de montar un gran alboroto que fue cubierto por la TV, provocando que el gobernador de la provincia interviniese personalmente. A partir de este episodio y de otros secuestros que ya son comunes en la ciudad de São Paulo, hoy se plantea la necesidad de una mayor exigencia de equipamientos y medidas de seguridad para lugares públicos y privados. Se puede constatar un aumento significativo de los sistemas de alarme, de puertas automáticas, del número de funcionarios de seguridad y de los tipos de urbanizaciones amuralladas al estilo de la época feudal y muy comunes en Brasil: los condominios cerrados.
En el caso de las Twin Towers del WTC ninguna autoridad ligada a las normas de seguridad imaginaba que podría acontecer un atentado terrorista de la forma como sucedió. Probablemente, la inmensa cúpula geodésica sobre Manhattan, de Buckminster Fuller, se presentaba como un proyecto de referencia infranqueable, diseñada como una gran burbuja aislada de todo peligro. Una estructura prevista de alta seguridad, que permitiera un escudo de defensa contra ataques radioactivos, como de personas no gratas tanto a nivel terrestre, marítimo, como aéreo.
En ambos episodios, se pudo verificar la fragilidad de los sistemas de seguridad, principalmente en los aspectos tecnológicos. Observemos también el fracaso de la demarcación de limite, del muro, de la frontera y de los medios de vigilancia. Como consecuencia, viviremos en un mundo cada vez más dotado de infraestructuras de control.
La opinión pública se encuentra atrapada de pánico, sobre todo después de los últimos acontecimientos conocidos por todos. Ante esta situación la ciudadanía exige protección de las instituciones concernientes. Ahora, nos preguntamos, ¿dispondremos de tantos muros, cámaras, detectores, celulares, gps, armas, policía, carros blindados y helicópteros?, ¿responderá la arquitectura y la ciudad con más comisarias, cárceles, rejas, condominios cerrados, cámaras y otros artefactos de control?
Se comenta que aquí en Europa los esfuerzos para aumentar la seguridad de los espacios públicos van a ser intensificados. Si antes desperdiciábamos en un aeropuerto una hora en un desembarque internacional, ahora el tiempo de desembarque, se estima, será de tres horas. Eso sí, en un ambiente “civilizado”, con aire acondicionado, entretenimiento y tiendas. Mientras tanto, se registran nuestras pertenencias, cuerpos y, sobretodo, nuestro pasado.
Ya en el caso de la ciudad de São Paulo, el gobernador de la provincia manifestó la urgente necesidad de tomar medidas para reforzar la presencia de los instrumentos de control y punición. Los shopping centers y condominios cerrados proliferaran en un ambiente en que el espacio público tiende a desaparecer por completo.
En consecuencia se espera, por lo tanto, un aumento significativo de recursos tecnológicos para la seguridad y la protección, el control y la vigilancia de grandes ciudades, aeropuertos, fronteras, condominios y mansiones. Los gastos que se estiman en Europa son altísimos, así como la inversión en energía y el contingente de personal. El tiempo y la paciencia del publico va a ser incalculable. Estos hechos nos conducirán a edificios y espacios públicos cada vez más dotados de sistemas de seguridad. Podemos resumir que los nuevos tiempo que nos esperan, serán más rígidos, con menos color de satisfacción y relaxis social. Un clima de control divorciado de libertad individual y colectiva que tanto han anhelado nuestras sociedades.
Todo esto nos indica que el control y la vigilancia de muchos aspectos del cotidiano, en sus escalas local, global y digital, se harán cada vez más presentes. La arquitectura será colocada al servicio de la sociedad del control. La descripción aterradora de la vida bajo la vigilancia constante del Big Brother ya no es ficción.
sobre el autor
Affonso Orciuoli, arquiteto, mestre pela Universitat Politècnica de Catalunya, professor na Escola Superior d'Arquitectura de Barcelona.