La arquitectura puede ser comprendida como una sustancia que puede hallarse en diferentes estados más allá de la materialidad física. Originalmente, la obra arquitectónica ha sido un pensamiento en la mente de su autor que ha adquirido identidad y ha ido proyectándose desde ese interior hacia el exterior, desarrollándose mediante dibujos, anotaciones, maquetas. Y posteriormente, a través del proceso de construcción, que sitúa a la idea conceptualizada en el contacto directo con la realidad. La construcción de un proyecto no significa su conclusión, ni física, ni intelectual. El cerebro del arquitecto contiene y conserva ideas que se originan y prosiguen su desarrollo, cuya esencia aparece o reemerge durante la concepción de nuevos proyectos, durante la reflexión profunda ante el propio trabajo. Lo abstracto parece ir eligiendo sus propias formas de traducción a lo concreto y la actividad de la vida intelectual consiste también en la búsqueda que permita descubrir cuáles son esas formas precisas deseadas por las ideas que bullen en el interior. La materia de lo no-construido habita y rige la cabeza del arquitecto definiendo esa otra sustancia esencial de la arquitectura.
A mediados de los noventa, el japonés Takehiko Nagakura, especializado en representación digital del espacio arquitectónico y conocimiento del diseño formal, y responsable del laboratorio de diseño y computación en el Massachussets Institute of Technology, dio inicio a un proyecto cuyo objetivo era construir una serie de edificios que únicamente habían adquirido entidad dentro de la cabeza de sus autores. Nagakura se enfrascó en un exhaustivo trabajo de recopilación y análisis de toda la documentación existente acerca del Monumento a la Tercera Internacional de Vladimir Tatlin (1919-29); del Danteum de Giuseppe Terragni y Pietro Lingeri (1938); de la Iglesia de Altstetten de Aalvar Aalto (1967); del Palacio de los Soviets (1931-32) y la Iglesia de Firminy (1961-70) de Le Corbusier; de la vivienda con elementos curvos (década de 1930) de Mies van der Rohe y de la Drive-in House (1968) de Michael Webb, proyectos que nunca fueron edificados, pero que Nagakura ha construido mediante software de animación y lenguaje cinematográfico, titulando a la serie de cortometrajes producidos The Unbuilt Monuments.
El rol de la tecnología
El carácter visionario de cada uno de ellos, piezas fundamentales en la Historia de la arquitectura moderna, es el nexo que vincula entre sí a estos Monumentos No Edificados a cuya construcción virtual comenzó a dar inicio Nagakura en un momento en que la tecnología digital se encontraba aún en sus primeras fases de desarrollo y se incorporaba como revolucionaria herramienta de visualización para los arquitectos, fundamentalmente para plantear el posible aspecto finalizado de un proyecto. The Unbuilt Monuments surge dentro de este contexto de comprensión acerca del posible rol de las técnicas y procesos de visualización de la idea arquitectónica permitidos por lo digital. Sin embargo, por su calidad técnica y por su planteamiento como obra de visualización, The Unbuilt Monuments deviene una pieza inclasificable en la misma categoría que los fly-overs, walk-throughs o secuencias de animación que producen la mayoría de estudios de arquitectura en la actualidad para presentar sus edificios. De la profundidad de su investigación documental sobre cada una de las obras elegidas surge no sólo la patente capacidad con que cada obra es “construida”, sino también el específico planteamiento narrativo y audiovisual con que es explicada.
Nagakura trasciende el intento historicista de ensayar una construcción virtual para mostrar al ojo cómo podría haber sido cierto edificio de haberse erigido. El tratamiento hiperrealista de los componentes plásticos, texturas, luz y brillos introducen al espectador en una nueva dimensión del edificio. Su construcción virtual no consiste en ejecutar una simple cuadridimensionalización de los dibujos y los modelos a escala preservados de éstos, sino que la importancia del trabajo radica en haber llevado a cabo una búsqueda en la que se supera la recreación del edificio construido, transformando ésta en una indagación profunda de los ideales con que cada obra fue proyectada y creando una nueva materialidad que no tiene que ver con la idea de la construcción real. Al utilizar una forma expresiva que articula la intersección entre lo arquitectónico y lo cinematográfico, Nagakura crea un recorrido y experiencia de cada uno de estos edificios que ya no tiene nada qué ver con una vivencia desde lo físico, sino desde lo etéreo e inmaterial en la que se percibe el cierto extraño potencial contenido en la existencia de esos proyectos, en su sustancia de hipótesis. Los edificios devienen, desde esta condición ideal e idealizada, “monumentos”.
El sereno tránsito por el interior de las estancias del Danteum es interpretado por Nagakura como una especie de vuelo onírico, enfatizado por el empleo del blanco y negro y el acompañamiento de una suave aria que acompaña la travesía por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. La sutilidad de esta representación contrasta con el lírico dramatismo transmitido por la dura presencia de la estructura del Monumento a la Tercera Internacional en el contexto del San Petersburgo actual. El Palacio de los Soviets y la Iglesia de Firminy son igualmente recreados en blanco y negro pero, mientras el primero es mostrado como en pleno estado de pureza, vacío y en silencio, en la segunda, Nagakura se concentra en que el interior del templo sea percibido por el ojo desde un ángulo de visión que le ubique en una posición “real” dentro de la escala del edificio. La vivienda de Mies y la Iglesia de Aalto son recreadas mediante un realismo más empeñado en la precisión literal, mientras que su representación en movimiento aislada sobre una pantalla en negro recalca la noción utópica de la Drive In House de Webb.
Libertad de la mente
La arquitectura siempre se ha movido entre la obligación de ser construida y la necesidad de sentirse ligada a formas que la mantuvieran próximas a lo subjetivo. Ejemplos como los de Claude Nicholas Ledoux (1736-1806), Giovanni Piranesi (1720-1778) o Étienne-Louis Boullée (1728-1799) evidencian que esa búsqueda cimentada en los campos de la imaginación impacta sobre la mente del arquitecto, produciendo nuevos modelos. Nagakura, haciendo uso la tecnología y tomando como modelo obras pensadas por otros, se sumerge en este mismo mundo de la virtualidad, de la construcción fantástica de la arquitectura, tan necesaria para repensar los modelos preestablecidos y para adentrarse en la creación de formas desde un estado más arraigado en esta libertad de la mente.
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Articulo publicado originalmente en la columna “Arquitectura y diseño”, caderno “ABCD las artes y las letras“, de ABC Periódico Electrónico S.L.U, Madrid, en fecha de 1 abril de 2006
sobre los autores
Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, titulares del studio ¿btbW, son autores del libro "Enric Miralles: Metamorfosi del paesaggio", editorial Testo & Immagine, 2004