Introducción
Como sabemos, en la mitología griega, Clio era la Musa de la Historia. La palabra, que viene del griego kleô, significa celebrar, cantar. Representada con una tableta, un estilete o un libro, o aun un pergamino, a los que se añadieron recientemente una trompeta - que, supuestamente, serviría para proclamar la fama - la musa Clio canta el pasado de los hombres y de las ciudades. Ya Vitruvius, como todos sabemos, fue un arquitecto romano, que vivió durante el primer siglo antes de Cristo, aunque no se sabe exactamente la época, tampoco si los nombres Marcus y Pollio, añadidos respectivamente antes y después de Vitruvius, serían verdaderos. Arquitecto, Vitruvius construyó poco, al parecer, y quedó conocido principalmente por lo que escribió sobre la arquitectura, que, en su época, era un dominio vasto. Incluía la gestión de la construcción, la ingeniería, la química, la defensa militar y el urbanismo. Pero, no incluía la Historia como oficio del arquitecto. No significa que Vitruvius desconsiderase el aprendizaje de la tradición. Pero, hacer arquitectura era una práctica distinta. El arquitecto no era un historiador.
Hoy día, investigar y escribir Historia se tornó una de las tareas del arquitecto, creando incluso una nueva profesión: el arquitecto-historiador. En el caso norteamericano, este fenómeno fue muy bien analizado por Jorge Otero-Pailos(1) y podemos encontrar puntos comunes con lo que ocurrió en Brasil. Aquí también la nueva profesión es fruto de una tercera generación de modernistas y legitima una actividad profesional fuera del “pie de obra”. Pero, la emergencia del arquitecto-historiador en el panorama norteamericano, parece remitir a un hecho distinto del que ocurrió en Brasil, donde ocurrió concomitantemente a un cambio crucial en la enseñanza de arquitectura, sobre todo con el cambio de perfil de los profesores de proyecto. Con efecto, hasta mediados de los años 1970, los profesores de proyecto de los cursos de arquitectura eran los arquitectos de las oficinas importantes. Con una gran clientela y muchas obras realizadas, ellos encarnaban el tipo-ideal de la profesión y eran por eso aquellos con mayor legitimidad y reconocimiento en el ámbito de la enseñanza. Sin embargo, las crecientes necesidades del mercado se tornaron progresivamente incompatibles con las demandas universitarias. Éstas exigían más títulos (por lo menos doctorado) y más tiempo de dedicación (40 horas, o bien dedicación exclusiva). La evasión de los arquitectos de estudios de éxito de la enseñanza del proyecto fue, así, concomitante al ascenso de los arquitectos-historiadores. A partir de finales de los años setenta, los investigadores dedicados exclusivamente a la vida académica, se volvieron las nuevas autoridades de la enseñanza de la arquitectura, sobre todo en las universidades federales brasileñas.
Como miembro de esta nueva profesión y habiendo vivido este proceso, creo que el balance es ambiguo. Voy a desarrollar mi argumento, mostrando rápidamente como, en Brasil, la Historia tomó el lugar de la Teoría de la Arquitectura, relacionando progresivamente el hecho con cambios más generales de la profesión del arquitecto. Destacaré después las especificidades del “boom” historiográfico en el caso brasileño, en relación con el caso americano y francés. Sigo discutiendo los pros y los contras de esta situación, proponiendo, para concluir, la reconciliación entre la Historia y la Teoría.
Como Clio se tragó a Vitruvius
Existen hoy incontables redes de investigación y eventos nacionales e internacionales de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo. Enfatizo: de Historia, no de Teoría. Para los más jóvenes, puede parecer que siempre fue así, que los arquitectos siempre anduvieron por el campo de la historiografía. Pero no. Se trata de un hecho reciente. Véase, por ejemplo, que, en Brasil, uno de los encuentros científicos más tradicionales del área, el Seminario de Historia de la Ciudad y del Urbanismo comenzó en 1990. Fue más o menos por esta época que una generación de arquitectos-historiadores, de la cual formo parte, estaba concluyendo sus doctorados e ingresaba como profesor en los programas de posgrados brasileños de esta área, desde entonces en expansión(2). Para entender como llegamos a esta situación, necesito remontar, aunque brevemente, a los años sesenta y a la reforma universitaria que sustituyó informes anteriores.
Los años 1960-1970: reforma universitaria y crecimiento urbano
La reforma exigía que las universidades federales se organizaran en departamentos, ofreciendo mano de obra docente a los diversos cursos. En algunos casos, las facultades se mantuvieron (UFBA, UFMG). En otros, como en Recife, la FAUR dio lugar al Departamento de Arquitectura. A lo largo de los años 70, los cursos se multiplicaron. En 1976, en el IX Congreso Brasileño de Arquitectos, en São Paulo, había una masa de cerca de seis mil arquitectos. Por primera vez, en un congreso de esta entidad, había más estudiantes que profesionales. Aumentaban cursos y diplomados. Pero también ocurría una profunda reorganización del mercado de trabajo del arquitecto en Brasil.
Los cambios del mercado profesional de los años 1970
Los años 1970 fueron de intenso crecimiento urbano. En un número especial de una revista llamada “Realidad”, dedicada a las ciudades brasileñas, se estimaba, entonces, en un mixto de preocupación y de orgullo, que São Paulo, siguiendo su ritmo de crecimiento, sería la metrópolis más populosa del planeta. Crecimiento urbano y milagro económico, sumados a las políticas urbanas y habitacionales del gobierno militar rindieron un terreno extremadamente favorable a la ampliación del mercado profesional. Usando los términos del mundo de la moda, podríamos decir que la producción de proyectos de la “alta arquitectura”, respondiendo a la demanda de excepción de una clientela de lujo, particular o pública se concentró en pocos estudios. Sin embargo, en paralelo, el mercado se expandió considerablemente en el prêt-a la-porter, o sea, en la oferta de posiciones para productos de menor prestigio, como los proyectos residenciales. Estos respondían a una demanda formada tanto por las clases medianas, entonces beneficiaria del milagro económico y de las financiaciones, y engrosada por los sectores populares, a través de las cooperativas habitacionales como COHABs o INOCOOPS. Además de eso, se abrían posiciones secundarias, pero crecientes en prestigio: en urbanismo, en los incontables organismos de la inmensa estructura de planificación urbana. Finalmente, se definía la carrera de profesor universitario en tiempo integral. La creación de la ABEA – con su nuevo currículo de las famosas tres áreas – corresponde justamente a este momento. Muchos titulados en arquitectura incluso se sentirían progresivamente más próximos de esta asociación que la del emblemático IAB.
Años 1980: la profesionalización del profesor universitario y la emergencia del arquitecto-historiador
Al final de los años setenta, inicio de los años ochenta, varios profesores de proyecto, dejaron las universidades públicas. De un lado, las oportunidades del mercado de proyecto solicitaban más tiempo; de otro, desde el punto de vista de los cursos, había más presión por una mayor dedicación: más títulos y más tiempo en los cursos. Sin un máster, no había condiciones de permanencia: los bajos salarios no compensarían, ya no sería posible tener un contrato de cuarenta horas. Entre los que dividían el magisterio con un estudio de Arquitectura, posturas como la de Paulo Mendes da Rocha, que se mantuvo en la enseñanza, asumiendo, de forma incluso provocativa, la ausencia de cualquier otro título superior a su grado, fueron raras. Más común fueron los que abandonaron el puesto o que, bien o mal, terminaron por conseguir un máster y doctorado. Emergentes de este nuevo cuadro profesional serían los profesores de urbanismo, donde salieron, en general, los primeros núcleos de investigación organizados de la profesión. Al principio, muchos de estos profesores dividían la enseñanza con un puesto en un organismo de planificación; después, la exigencia de dedicación exclusiva acabó por absorberlos. Luego, surgieron los profesores de Teoría e Historia. Muchos, de hecho, fueron los mismos: es decir, primero profesores de Teoría e Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, después arquitectos-historiadores.
Es importante destacar estas condiciones, pues ellas son peculiares a Brasil. El arquitecto-historiador surgió aquí: a) en un cuadro de reorganización de la estructura curricular, b) en un momento en que se exigía la profesionalización del profesor universitario, con dedicación exclusiva a la enseñanza, investigación y extensión. Como estrategia de defensa corporativa, en muchos casos, las disciplinas de Teoría e Historia fueron acopladas y hasta les cambiaron el nombre, para evitar que un Historiador no arquitecto, viniera a enseñarla. Así procedió, por ejemplo, el departamento de arquitectura de la UFPE que, en la ocasión de la implantación de la estructura departamental, cambió el nombre de las disciplinas de Historia para Morfología de la Arquitectura. En la práctica, salvo en rarísimos casos, juntas o separadas, la Historia terminó por tragarse la teoría. Clio tragó a Vitruvius y generó el arquitecto-historiador.
El arquitecto-historiador: en el Brasil y en otras partes
Del historiador del arte y de la arquitectura al arquitecto-historiador
Cuando hablo del arquitecto-historiador, uso una expresión tomada en préstamo de Jorge Pailos-Otero(3). Hablamos del producto de estrategias de varios individuos, relacionados o no entre sí, los cuales acabaron alcanzando una nueva profesión o una nueva posición profesional – oficializada o no - considerada legítima. ¿Por qué una nueva posición profesional? Porque, como se sabe, la Historiografía de la Arquitectura, en Europa y en los EUA, fue, hasta recientemente, campo de los historiadores. Historiadores tout court. Así era Auguste Choisy, por ejemplo, nacido en 1841 y muerto en 1909, en París. Historiador de arte también era Erwin Panofsky (1892 -1968) que, además de teórico y crítico desarrolló importante método iconológico. Esa situación permanece incluso cuando la arquitectura moderna se vuelve objeto de Historia, con el libro pionero, escrito por Sir Nikolaus Pevsner (1902 –1983), historiador británico, nacido en Alemania. James Maude Richards (1907-1992) que lanzó, en 1940, una introducción a la arquitectura moderna es una de las excepciones de esta generación, titulándose por la Architectural Association. Sigfried Giedion, suizo (1888–1968) cuyo influyente libro Espacio, Tiempo y Arquitectura fue publicado en 1941 también era historiador del arte, discípulo de Wöllfflin. Pierre Lavedan (1885-1982) que publica el Histoire de l’Urbanisme en 1942, era normalien(4) y doctor en Letras. Michel Ragon, critico literario y de arte, nacido en 1924, que lanzó en 1971, el Histoire Mondiale de l’Architecture et de l’Urbanisme Modernes, ampliando, corrigiendo y complementando un libro anterior de 1958, sobre el asunto, es un autodidacta. También en 1981, Yves Bruand, geógrafo, publicó en francés su tesis sobre la arquitectura Moderna en Brasil. En 1972, salió el libro Histoire de l’Architecture Moderne, de Bernard de Champigneulle, que tampoco era arquitecto(5). Por lo tanto en ese conjunto, Richards fue excepción e, incluso habiendo sido más conocido por sus escritos, tampoco se puede decir que fuera un arquitecto-historiador.
Sin embargo, en Italia, pronto los arquitectos comenzaron a invadir el campo de la historiografía. Fue el caso de Alberto Sartoris (1901-1998) nacido en Turín, y diplomado en Ginebra que ya en 1932 lanzó Gli Elementi dell'Architettura Razionale, seguidos por el Introduzione all'Architettura Moderna, en 1944, y por la Encyclopédie de l'Architecture Nouvelle, en 1948, todos publicados por una editora de Milán. Sabemos que Giulio Carlo Argan, (Turim, 1909- Roma, 1992) era historiador y Gillo Dorflès, nacido en 1910 es un artista, multimedia, director de cine que hasta hoy, a los 101 años, nos ofrece lecciones de utopía(6). Pero el turn-point ocurre con la Storia dell’Architettura Moderna, publicado en 1950, por la editora Einaudi, de Turín, de autoría de Bruno Zevi (1918-2000).
Arquitectos- historiadores en los EUA y en Brasil
Zevi es el eslabón de la corriente que va a los EUA donde, en la costa este, surgirán los arquitectos-historiadores. Bruno Zevi, huyendo del nazismo, pasa por Londres para titularse en la Harvard School of Design y trabaja con Gropius. En Harvard, en esa época estaba Giedion, que intentó romper con la tradición historiográfica alemana del siglo diecinueve describiendo la Historia en términos de constancias y cambios. Debido a su origen y oyendo a Giedion, Zevi integró la generación de arquitectos, educados en el modernismo de la segunda posguerra, que asocia estética y orden social. De ésta, como afirma Otero-Pailos, saldrán los primeros arquitectos-historiadores norteamericanos, aquéllos que creen que deben llevar un combate contra la mediocridad y la banalidad de la arquitectura de la sociedad industrial. Aquéllos que terminaron por rechazar el enfrentamiento del mercado de proyectos en favor de la vida académica(7). En el caso de los EUA, dejaremos a Labatut de lado, porque es poco conocido en Brasil, y destacaremos a Christian Norberg-Schultz como pionero. Nacido en 1924, muerto en 2000, fue estudiar a Harvard, donde decepcionado por Gropius y por su idea de trabajo en equipo, se dejó influir por Giedion. Pero, ciertamente quien encarna el tipo ideal de la nueva profesión es sir Kenneth Frampton. Nacido en 1930, después de un corto periodo trabajando en estudio, se hizo profesor y llegó a Princeton en 1966, yendo finalmente a Columbia, en 1971. Ambos son europeos que partieron hacia los EUA, donde se hicieron catedráticos influyentes, autores de best- sellers internacionales, que cambiaron la manera como los arquitectos aprenden y comprenden la Historia, ayudaron a recuperar la arquitectura histórica como inspiración para el proyecto y propiciaron una base favorable al estilo posmoderno. El impacto de estos autores duró más que el propio estilo que cayó de moda. A partir de ellos, el estudio de la Historia pasó a ser la marca del arquitecto intelectual, o del arquitecto teórico. Ésta fue la primera generación de arquitectos-historiadores en los Estados Unidos(8).
En Brasil, tenemos nuestros arquitectos-historiadores pioneros también, como Paulo Santos, Nestor Goulart Reyes, nacido en 1931, por lo tanto, hoy con 80 años o Carlos Lemos, arquitecto formado por el Mackenzie. Tanto en los Estados Unidos, como en Brasil, el ascenso de arquitectos-historiadores es fruto de un desvío del proyecto profesional inicial. Ninguno de los pioneros de esta profesión entró en el curso de arquitectura pensando en hacerse arquitecto-historiador. Todos entraron para ser “arquitectos”, lo que en la época significaba hacer proyectos de arquitectura. Por algún motivo, a la corta o a la larga, situaciones diversas cambiaron el rumbo profesional. Sin embargo, pioneros norteamericanos y brasileños de la misma generación se diferencian en el papel que desempeñan en el ámbito de la enseñanza. Porqué en las escuelas estos arquitectos-historiadores pioneros tendrán que pronunciarse sobre la producción de arquitectura coetánea. Los años 1960, con miras al contexto estadounidense, para Schultz y Frampton el modernismo se asocia a la arquitectura de las corporaciones de las grandes oficinas. En Brasil, sin embargo, Lemos y Nestor Goulart viven la euforia de Brasilia. De este modo, en los Estados Unidos, Schultz y Frampton, entre otros, asumieron la bandera de la Historia como un antídoto contra la banalidad de la producción arquitectónica. Para combatirla mejor también se armaron de la teoría: fenomenología y tectónica fueron respectivamente invocadas en sus discursos teóricos. Sin embargo, en Brasil, los arquitectos-historiadores pioneros eran fervorosos defensores de los modernistas, dedicando sus estudios sobre todo al patrimonio y a la preservación del pasado colonial hasta la reciente república.
La segunda generación de arquitectos-historiadores: EUA y Brasil
El cuadro que nos ofrece Otero-Pailos sobre la Segunda Generación de arquitectos historiadores, en los Estados Unidos, es muy aclarador. Según el autor, esta generación fue educada por los años 1968 y maduró en un medio académico con referencias diferentes de la generación anterior. Ella sigue el pensamiento francés de autores como Derrida, Delleuze, Barthes o Mark Wigley, uno de los mayores críticos de la fenomenología, como ponen de manifiesto Jarzombek, Hilde Heynen y Hays, cuyas contribuciones sitúan el pensamiento contrario a la fenomenología pero inevitablemente relacionado a ella. Reprobaban a los adeptos de la fenomenología por tornar esencial la noción de experiencia humana universal. A partir de Foucault, esta segunda generación intentó historiar los conceptos de Historia y Teoría con la evolución del discurso arquitectónico. Así, ella llegó a acusar a los defensores de la fenomenología de actuar de mala fe, sobre todo al legitimar prácticas regionalistas, cuando en realidad, sólo admitían el lenguaje universal, basado en la experiencia occidental. Por su parte, los más mayores acusaban a los más jóvenes de falta de compromiso político y de haber hecho de la noción de posmodernismo un pluralismo y relativismo. Donde, destaca Otero-Pailos, el abismo que se formó entre el pensamiento de la primera y de la segunda fase del posmodernismo. Al final de los años 1980 había una mayor tensión entre las dos generaciones, a pesar de la igualdad en actividad y fuerza(9).
Para Brasil, en el plan internacional, la referencia tal vez esté en la figura de Jean Louis Cohen, nacido en 1949. Éste, objetivando la organización del medio intelectual francés, tuvo que seguir una doble formación, como historiador y arquitecto. De hecho, en Francia, el curso de arquitectura tiene un estatuto ambiguo. Inicialmente era ministrado por la escuela de Bellas Artes, donde en algunos casos aun permanece. Pero en los años setenta pasó a depender del Ministère de l’Équipement, y en los años noventa, pasó a depender del Ministerio de la Cultura. Se encuentra, pues, fuera del ministerio de la educación, tanto de las universidades, de una manera general, como de las grandes escuelas. La situación está en vías de ser cambiada, en la medida en que, con el acuerdo de Bolonia, los doctorados en arquitectura hasta ahora inexistentes deberán proliferar. Pero como las sociedades de Historiadores son muy antiguas y proteccionistas, para los arquitectos una doble formación se impone, por lo menos a nivel doctoral. Como destaca un estudio reciente, los egresos de cursos de arquitectura crecen también entre los historiadores de arquitectura en Francia(10).
¿Una tercera generación?
Realizar estudios de máster y doctorado en Brasil es cada vez más fácil. Tener un doctorado corresponde hoy, como escolarización, al que, para la primera generación de arquitectos-historiadores correspondía a tener un título de nivel superior. De este modo, para los jóvenes arquitectos, incluso los que desean establecerse en la producción de proyectos, no se puede desconsiderar la obtención de un título de máster y doctorado. Una “reflexión” intelectual, incluso sobre el propio trabajo, puede ayudar a legitimarlo, trayéndole las bendiciones de la academia, confiriéndole al trabajo del joven profesional el rasgo de distinción necesario, en el sentido de Bourdieu. Como nos enseñó este maestro francés, es preciso que el gesto en el caso arquitectural suene genuino, desinteresado, que los jóvenes no sean “vendidos al mercado”, como en general acostumbra despreciar la academia. En la búsqueda del discurso auto-legitimador, en la producción más reciente, se encuentra frecuentemente un razonamiento a la guisa de teoría. Comprensiblemente él tiende a ser legitimado por los arquitectos-historiadores de la segunda generación que son sus orientadores en los maestrías y doctorados, admiradores de estos jóvenes “expertos” y prácticos que, incluso teniendo obras construidas y clientes, y queriendo seguir en esta vida profesional desean también reflexionar sobre el hacer arquitectónico. En el escenario actual, hay mucha escritura patética, comentarios pretenciosos, afectados, sobre objetos arquitectónicos, textos copiados y pegados. Mucho “bla-bla-bla”, alguna producción historiográfica y rarísima teoría.
Historia, Teoría y Crítica
Aquí sigo Nesbitt(11), para quien la Teoría se relaciona con la Historia y con la crítica, pero de ellas se diferencia. Lo que no significa que la Historia no pueda ser crítica. Pero, la producción discursiva de la Historia crítica es diferente en esencia de la producción de la crítica de cualquier dominio. Pensemos en la École des Annales, por ejemplo, cuya revista, fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre, en 1929, innovó en Francia, no sólo en el campo de la investigación histórica, sino en el de las ciencias sociales como un todo. Sabemos de su repercusión en los dominios de la historia comparada, en la apertura de áreas culturales y en la reflexión epistemológica. La École des Annales se ocupó de la Historia del Arte periférico, cuestionó el hecho de que la disciplina entonces sólo diese credibilidad a documentos y fuentes primarias, abriendo las puertas para la Historia Oral, cuestionando también la objetividad historiográfica, en favor de las posibilidades de diversas interpretaciones y lecturas. Edward Thompson, Roger Chartier y otros cuestionaron la Historia factual, évenementielle, del evento, del acontecimiento, levantando la fuerza de las estructuras, de las determinaciones, y la importancia de la Historia del cotidiano, de la vida privada, etc. Clio ha diversificado bastante sus métodos e interlocuciones como atestan la Cliometria o la psico-historia con Peter Gay, o los seguidores de la nueva Historia, título dado por Jacques Le Goff o Peter Burke, cuya colección de ensayos traducidos en Brasil, se intitula La Escritura de la Historia.
Ora, vale destacar que este titulo es homónimo del gran libro de Michel de Certeau, que en su obra clásica caracterizó muy bien las operaciones que regulan la escritura de la Historia: la fabricación de un objeto, la organización de una duración, la mise en scène de una narrativa. Tales operaciones, en nuestra opinión, no son semejantes a la actividad proyectual. O sea, el camino de la escritura de la Historia - o la mano de Clio - no conduce al proyecto. Mejor llamar a Vitruvius.
Conclusión
El poder ejercido por los arquitectos-historiadores en los cursos de arquitectura, sobre todo en las universidades públicas brasileñas, se expandió reforzado por el modelo de reclutamiento de los docentes. Éste fragmenta las cualificaciones profesionales en tres áreas, juntando Historia con Teoría y separando todo lo que es “leído y escrito” considerado “teórico” del resto, considerado práctico. Desde nuestra perspectiva, equivocado y incongruente, él pone en convivencia profesores que raramente comparten informaciones comunes en relación con la praxis arquitectónica. Mi profundo respeto y admiración por la expansión de la pesquisa historiográfica en arquitectura va acompañado por el temor de que, en el caso brasileño, ella haya sido llevada a cabo, a menudo, en detrimento de la reflexión teórica, sobre todo de la reflexión sobre el proyecto. Incluso temo que ella nos haya convertido a los arquitectos-historiadores en poco más que biógrafos de los arquitectos célebres. Como se extrajéramos nuestra legitimidad de la adulación de la obra de compañeros, sin ejercer la crítica, sin la cual no es posible avanzar en ningún campo. Sin embargo, algunas experiencias en curso parecen anunciar un nuevo tiempo: tiempo de la reconciliación de Clio con Vitruvius.
notas
NE
Traducción Marina Dias. Revisión Flavio Coddou y Marcio Cotrim
1
Otero-Pailos, Jorge 2010 Architecture’s Historical Turn. Phenomenology and the Rise of the PostModern. University of Minnesota Press. Minneapolis, London.
2
En un sentido amplio, el origen del posgrado en arquitectura podría remontar a los tiempos de la Facultad Nacional de Rio de Janeiro, donde se organizaron cursos de especialización en urbanismo (cf. Morales de Los Ríos Hijo, 1960 y Birkholz, 1967). Pero, a rigor el sistema de posgrado en Arquitectura y Urbanismo (SPAU), con máster y doctorado, iniciado en 1980, es relativamente reciente, en el interior del sistema de PPG en Brasil. Lara, Fernando (1); Laurel, Claudia (2) Marques, Sonia (3) Pensando a pós-graduação em arquitetura e urbanismo: Brasil, 2005
3
Ver nota 1.
4
Quiere decir que cursó la École Normale que integra las Grandes Écoles, instituciones de enseñanza superior francesas, de nivel más alto que las universidades.
5
Véase Champigneulle, Bernard. Histoire de l’architecture. Éditions Somogy-París, 1972. En la contra-capa se lee que el autor publicó cerca de cuarenta libros dedicados en su mayoría a las artes y a la historia y que su libro sobre la arquitectura del siglo XX, ganó el “Grand prix de la critique architecturale”.
6
Cf.:http://pt.scribd.com/doc/53510515/Gillo-Dorfles-a-101-anni-da-lezione-di-Utopia-Il-Messaggero-del-19-aprile-201 consultado el 20 de junio de 2011.
7
ver nota 1
8
id.
9
ibid.
10
Caroux, Hélène et Nicolas, Aymone. 2005 Les historiens de l’architecture et le marché de l’emploi. Résultats et analyse de l’enquête menée auprès des docteurs en histoire de l’architecture de l’université de Paris 1 Panthéon Sorbonne.
11
Nesbitt, Kate (ed.) Theorizing a New agenda for Architecture. An anthology of architectural theory (1985-1985) New York, Princeton, Architectural Press: 1996.
acerca del autor
Sonia Marques, 60, arquiteta, especializou-se em Urbanismo e Organização Territorial (Toulouse) trabalhou em Planejamento Habitacional, é mestre (UFPE) e doutora em sociologia (EHESS/Paris) com trabalhos respectivamente sobre a formação e a profissão do arquiteto e urbanista, foi diretora do IPHAN, foi professora de História e Teoria da Arquitetura a partir de 1974 (UFPE/UFBA/UFRN). Atualmente é professora do departamento de Artes Visuais da UFPB.