La elección de una palabra para hacerla nombre identificador es un acto que define la actitud desde la que se emprende un proyecto. En ocasiones, reconsiderado retrospectivamente, se constata cómo aquel nombre concreto elegido por algún motivo sobre otros posibles ha ido profundizando en la dimensión del primer significado con el que era comprendido y se ha ido revelando como una auténtica guía y esencia de la identidad que es desarrollada bajo él. Éste es el caso de Morphosis, el nombre bajo el que Thom Mayne y Michael Rotondi comenzaron a desarrollar su actividad arquitectónica en 1972. La palabra morphosis significa ‘encontrarse en estado de formación’ y con ella definían una posición intelectual y creativa que en aquel momento era la de superar las convenciones de formas y materiales mediante su arquitectura. Para Mayne y Rotondi, en aquel momento, su actividad se formulaba desde lo contracultural: Morphosis no era el nombre de un despacho, sino de una idea que involucraba a un grupo interdisciplinario de personas en torno al ambiente radical y vanguardista del Southern California Institute of Architecture.
“Tal vez la única constante en nuestro trabajo ha sido la perpetua mutación” reflexionaba Mayne en 2003 en el ensayo que acompaña la exhaustiva monografía sobre la obra completa reciente de Morphosis (2), dos años de antes de serle otorgado el premio Pritzker (Rotondi abandonó el equipo para crear su propio estudio en 2001), en reconocimiento a una trayectoria arquitectónica que él mismo considera se ha mantenido fundamentada en la intuición y la reflexión desde sus principios. Aquella temprana noción de ‘hallarse en estado de formación’, producto de intuición y reflexión a partes iguales, constituyó el fundamento para el pensamiento y el método de trabajo del estudio que se ha mantenido intensamente vigente a lo largo de tres décadas.
Es imposible no reconocer en el discurso y arquitectura de Morphosis los rasgos propios del contexto geográfico y generacional de Thom Mayne. La formación de sus conceptos teóricos refleja su pertenencia a la generación de arquitectos que comenzaron su actividad durante los comienzos de los setenta, interesados por las ideas y temas de absoluta contemporaneidad procedentes de disciplinas tales como la sociología o la filosofía y en la voluntad de distinguir una aproximación propia a la arquitectura más allá de la modernidad y de la posmodernidad. Es asimismo definitivo el factor de hallarse asentados en la Costa Oeste de los Estados Unidos, territorio que Mayne ha definido como excepcional para la arquitectura donde han germinado construcciones e ideas innovadoras y revolucionarias, desvinculadas de tradiciones y ortodoxias, como las de Charles y Ray Eames, Rudolf M. Schindler o Frank Gehry. La naturaleza individual del propio Mayne, obstinada e inclinada al enfrentamiento con la dificultad, habría contribuido también quizás a reforzar esta determinación a afrontar la arquitectura comprendiéndola como una producción señalada por “la contradicción, el conflicto, el cambio y el dinamismo. Nos interesa producir una obra que contribuya a la conversación, que tense otra vez los acordes de lo que muchos perciben como la cacofonía de la vida moderna. Nosotros lo escuchamos como la música de la realidad – explica Mayne. – La evolución habita las formas, empujándola hacia otro tipo de orden, un orden que no se caracteriza por una armonía complaciente. Nuestras exploraciones nos conducen a direcciones desconocidas, ahondando profunda e incontrolablemente en una confrontación con lo construido –con lo propio como colectivo- y con el proceso de creación. Nuestras estrategias son provisionales, asimilan lo accidental y preservan los restos y fragmentos de impulsos abandonados, insatisfechos, incluso no descritos. No queremos ni imitar ni aproximarnos a ninguna posición teórica concreta, sino extender y transmitir la euforia de la invención por medio de una construcción física.”
Cada edificio de Morphosis puede ser conceptualmente comprendido como la representación de un proceso de diseño, un trabajo bajo el que subyace una reflexión del arquitecto acerca de dicho proceso y del proceso de construcción que se acomete desde el deseo de desestabilizar las convenciones arquitectónicas hegemónicas, concibiendo al edificio como un elemento posicionado por encima de la pasividad de la naturaleza. Trabajar en cada proyecto indagando qué es o no es la arquitectura, qué venera, qué tiende a utilizar o a incorporar a su sustancia y siendo capaces de incorporar a este trabajo de formación del pensamiento la dimensión surgida de la integración de todas las circunstancias y exigencias programáticas y contextuales indicadas por todas las partes relacionadas con la materialización del edificio: “El proyecto puede y deber ser un emprendimiento colectivo” afirma Mayne. La importancia de la postura ética del arquitecto en equilibrio con su libertad creativa caracteriza la trayectoria íntegra de este equipo, que “en el momento en que la prudencia y lo precedente aparecen, comienza a atacar el problema desde otro ángulo: se le da la vuelta a la cuestión y se reinvestiga esa primera respuesta dada. Asumimos que la pregunta permanece abierta, sujeta a cambio y el trabajo entonces se torna un proceso de enfrentarse a la pregunta antes que proporcionar una solución fija.”
Mediante esta actitud mental se articula una arquitectura que no ha establecido normativas en su lenguaje. La arquitectura de Morphosis elude la auto-referencia formal haciendo que cada edificio adquiera y exprese su propio carácter como resultado del proceso generativo, proyectual y constructivo.
En la actualidad, Morphosis se enfrenta enérgico a la crisis en la que se encuentra sumida la arquitectura de los Estados Unidos y lo hace gracias a esta forma de operar en mutación constante, evolucionando sin perder esa idea generativa con la que inició su actividad en los setenta: esa idea de libertad, experimentación formal para producir una arquitectura que se encuentre en constante movimiento. En un panorama con arquitectos como Gehry, ensimismado en sus ideas post-Guggenheim; arquitectos como Eisenman, que se encuentran más cómodos en sus proyectos europeos, y con un frente de arquitectos jóvenes obsesionados en sofisticadas especulaciones tecno-digitales que les impiden afrontar el contacto con la realidad y un sistema económico y cultural en el se que ensalza la mala arquitectura, Thom Mayne preserva una identidad y un trabajo arquitectónico potente, que se reelabora y redescubre haciendo imposible quedarse detenido en un momento de tiempo. Por su obra compleja y formalmente arriesgada y su inteligencia inconformista supera cualquier categoría en que a priori pudiera situársele para manifestar su identidad propia.
notas
1
Texto se publicó en el suplemento ABC De las Artes y las Letras el día 29 de abril de 2006.
2
MAYNE, Thom; WARKE, Val K. Morphosis, Phaidon Press, Londres, 2006.
[publicación: janeiro 2007]
Fredy Massad e Alicia Guerrero Yeste, Barcelona Espanha