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interview ISSN 2175-6708

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RECHES, Magdalena; DIARTE, Julio Cesar. Helio Piñon. Entrevista, São Paulo, año 11, n. 043.03, Vitruvius, sep. 2010 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/entrevista/11.043/3494>.


Ayuntamiento en ciudad pequeña, 2009
Helio Piñon

El inicio del acto de proyectar

Magdalena Reches y Julio Cesar Diarte: Tal vez el comienzo de todo proyecto sea para los jóvenes arquitectos como nosotros –cada uno formado en su respectivo país y venidos a Europa para hacer un Master– una de las fases del proyecto de arquitectura que más preguntas nos despierta, evidentemente la experiencia que nos queda por delante talvez nos aclare esta pregunta poco a poco.  Pero mas allá de eso creemos que existen otras cosas que uno debe aclarar antes de afrontar los encargos que iremos afrontando a medida que maduremos como profesionales.

Los proyectos suyos que hemos podido ver en estos últimos meses han sido resueltos con una gran claridad desde el comienzo.

¿En que se apoya usted para afrontar sus proyectos?

Helio Piñón: Para responder a esta cuestión, he de confesar previamente mi convicción de que “la arquitectura es la representación de la construcción”. Creo que fue Schelling quien propuso tal definición: me parece la más justa y apropiada de cuantas conozco. La arquitectura aparece, pues, como propósito de ofrecer una lógica visual a lo que ya tiene una lógica material, por prescripción técnica: la arquitectura supone –así– una acción mdiadora que dota a lo construido materialmente los atributos de una construcción formal. No hay que olvidar que construir significa “ordenar y enlazar”, de modo que, más allá de la lógica técnica –aunque sin contravenirla, de ningún modo– los arquitectos de todas las épocas han tratado de encontrar –a más de la pura lógica constructiva– otra lógica que no tiene otra determinación que una consistencia formal de matriz universal, compatible –claro está– con la lógica técnica del caso.

Respondiendo a su pregunta, diré que me apoyo en toda la arquitectura que me ha interesado de entre la que conozco. En realidad, solo conozco de verdad aquella que me interesa, lo otra, sencillamente, la he visto. De modo que me apoyo en toda la arquitectura que por su modo de plantear la tensión entre lo genérico y lo específico ha suscitado mi interés.

Repito con frecuencia que no hay ningún motivo por el que un proyecto deba ser peor que el mejor de los que le precedieron, de entre los que abordaron un programa similar. Quiero decir con ello que, si no se es capaz de mejorar lo conocido, lo mejor es repetirlo. Naturalmente, esta exigencia –que tiene una vertiente ética, pro que, sobre todo responde a un compromiso estético, es decir histórico– exige un conocimiento crítico de la historia; sobre todo, de la arquitectura de la correspondiente al ámbito estético de la modernidad, es decir de la del tercio central del siglo xx.

En sus cursos de proyectos habla de proyectar con criterios visuales y con sentido de la forma, la arquitectura de la que usted parte mayormente corresponde a la mediados del siglo XX y es identificada  colectivamente como “racionalista”, pareciendo ser que todos sabemos de que se esta hablando.

MR y JCD: ¿Cuál es entonces la relación entre esta arquitectura “racionalista” y la arquitectura proyectada con criterios visuales y formalistas de la que usted habla?

HP: Conviene aclarar que la condición racionalista de la arquitectura moderna, tal como se entiende habitualmente –es decir, la prioridad a la acción de la lógica racional, frente a la intervención de los sentidos– es un invento de los sectores más “ligeros” de la crítica. La arquitectura moderna solo se pudo denominar racionalista en la medida en que renunció a los tipos clasicistas, por la razón de que no respondían a los programas que la industrialización había planteado. Solo en ese sentido, es decir, en tanto que rechazo de la experiencia, a favor del uso de las facultades del sujeto podría hablarse de racionalismo, como contempla la teoría del conocimiento. Ahora bien, si se tiene en cuenta que el sujeto es bastante más que la pura razón, la acción de los sentidos a través del juicio –por tanto, con intervención de la razón– debería considerarse asimismo “racionalista” en sentido estricto. Pero, ninguno de esos extremos es recogido por la perspectiva banal que identifica lo racional con lo claro y preciso y lo sensitivo con lo caprichoso y extravagante.

No; No hay oposición entre la razón y los sentidos, como sabe cualquiera que haya cursado fundamentos de filosofía,  Es cierto que el proyecto de arquitectura –como cualquier actividad artística– se basa en el pensamiento intuitivo, no en el racional. Una intuición que se define precisamente como intento de puentear la razón a favor de la experiencia sensorial. Ahora bien, sabemos que esta actitud no abunda entre quienes proyectan: por el contrario, la progresiva eliminación de la visualidad en arquitectura a favor del concepto, ha determinado un desvanecimiento de la capacidad de juicio, es decir, de discriminación entre el valor y el disvalor.

Pues bien, la diferencia entre esta arquitectura “racionalista” y la arquitectura de ascendencia formal –y, por tanto, visual– que yo practico, no está en la incidencia o no de la razón, sino en la diferencia del momento del proceso en el que la razón interviene. No hay duda de que el juicio no se realiza en el ojo –de modo similar a como la valoración musical no se efectúa en el oído– sino que el ojo, controlado por las categorías visuales adquiridas por la experiencia en el juicio, actúa como instancia generadora y transmisora del estímulo visual que en interacción con la razón –la imaginación y el entendimiento– elabora el juicio sobre el fenómeno artístico objeto de la experiencia.

No se trata, pues, de optar entre la razón o la mirada, sino de situar la razón en el momento adecuado en el proceso del juicio estético.

Ayuntamiento en ciudad pequeña, 2009
Helio Piñon


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