Magdalena Reches y Julio Cesar Diarte: Sabemos de sus escritos y sus clases, de la importancia que le da al concepto de universalidad como uno de los criterios base para proyectar, pero a cada sitio le corresponde algo particular que lo caracteriza y diferencia de otros, lo que lo hace autentico.
¿Cómo plantea usted esta relación entre el edificio y el lugar donde se implanta?
Helio Piñón: Trato de que el edificio recién llegado comparta y –en lo posible, aclare, si es el caso– el sentido formal del lugar en que se implanta; un sentido que la mayor parte de las veces es equívoco o inexistente, debido a la ausencia de proyecto que caracteriza las ciudades contemporáneas, más allá de sus cascos antiguos y sus ensanches de hace siglo y medio.
De todos modos, los proyectos didácticos que me ocupan desde hace unos años –a los que me refería al principio– siempre arrancan de una ordenación de sectores urbanos de cierta extensión –alrededor de veinte hectáreas–, de modo que a la hora de abordar el proyecto de edificio concreto no haya que preguntarse por su sentido, ya que lo adquirió en el proyecto de ordenación inicial. Proceder de la ciudad al edificio debería ser la conducta habitual en la construcción real del mundo, aunque desgraciadamente solo ocurre en las simulaciones didácticas: la mayor parte del esfuerzo que dedican los arquitectos a disponer los edificios en la ciudad, se ahorraría con solo tener ciudades ordenadas con criterios de consistencia formal. De ese modo, el esfuerzo podría dedicarse a mejorar la arquitectura.
Relacionado con la pregunta anterior, parece ser que el gran problema del siglo XXI gira alrededor de los efectos del llamado “cambio climático”, donde la arquitectura dice también asumir el compromiso de plantear soluciones para paliar este conflicto.
MR y JCD: ¿Qué puede hacerse desde el proyecto para promover una arquitectura “amable con el medio”?
HP: Sencillamente, actuar de acuerdo con sentido común y tratar de estar al corriente de las soluciones técnicas que facilitan tal “amabilidad”. Por ejemplo, he escuchado hace unos meses que proyectar edificios de colores claros ahorraría gran parte de la energía que se consume para disipar el calor acumulado por los colores oscuros: me pareció de sentido común, pero está muy bien que alguien lo haya cuantificado, para ver si así consigue impresionar a los “artistas”, generalmente muy distraídos en lo referente al sentido común.