Magdalena Reches y Julio Cesar Diarte: Es usted un arquitecto que además de dedicarse a la teoría de la arquitectura también se dedica a su práctica.
¿Ha sentido la necesidad, una vez finalizados sus proyectos, de escribir acerca de ellos y explicarlos?
Helio Piñón: El proceso ha sido más bien al contrario: escribí mucho mientras no fui capaz de manejar el ordenador para proyectar; era mi modo de responder las cuestiones que me planteaban lo proyectos de los alumnos, que siempre he asumido como propios: a través de los alumnos he ido adquiriendo experiencia en el proyecto, hasta el proyecto que la mayor parte de mi experiencia en el proyecto ha sido adquirida con mi intervención en sus trabajos. Desde hace unos años, al manejar un programa de modelado en tres dimensiones, dedico al proyecto prácticamente todo el tiempo en que no estoy directamente ocupado en las clases de PFC y Master: actividades en las que centro mi actividad docente en la actualidad.
En realidad, estos proyectos –que suelo calificar de didácticos, para distinguirlos de los profesionales– cumplen un cometido similar a los escritos, pero con una incidencia más directa en la arquitectura: suelo intensificar los aspectos que habitualmente se obviarían en el proyecto profesional y obviar aquellos aspectos que encuentran solución más fácilmente en las convenciones profesionales.
Suelo ser muy riguroso en los programas –por fin, a salvo de las arbitrariedades, caprichos y despilfarros de los encargos habituales, sean públicos y privados– y en la construcción: trato de que la sistematicidad de las propuestas garantice la dimensión genérica que en la arquitectura auténtica acompaña la atención a lo particular.
No; la arquitectura no necesita ser explicada ni comentada, si no es para insistir en su naturaleza esencialmente visual.