El estado nuestras ciudades y su incidencia ambiental
La vida en la Tierra viene cambiando a pasos largos, principalmente desde la Revolución Industrial (1). Los sucesivos impactos de la industrialización, la imparable artificialización del mundo y las nuevas producciones científicas y técnicas han modificado nuestra forma de vivir, de pensar, nuestros hábitos, costumbres y, por consecuencia, han surgido nuevas formas de habitar y de relacionarse.
Hemos evolucionado sobre diversos aspectos pero con relación a muchos otros caminamos rumbo a un sentido progresivo de deterioro, principalmente cuando hablamos de las relaciones entre hombre y naturaleza y relaciones sociales. Los sistemas de capitalismo actuales (sociales, económicos, tecnológicos, medioambientales y ecológicos) de la cultura occidental, que se basan en las modernas economías de mercado de consumo contribuyen muchas veces para la pérdida de valores que las generaciones anteriores al proceso tecnológico solían tener. “La generalización de la vida urbana ha producido un distanciamiento de la naturaleza. Hemos perdido el contacto con los ciclos estacionales, con el esfuerzo necesario para obtener alimentos o calor y hemos adquirido en su lugar el interés por la cultura, los deportes y los medios de comunicación” (2). Diferentemente de los otros animales, el hombre no vive sólo en un hábitat natural, pero también cultural. El hombre es un ser cultural y la ciudad es su territorio por excelencia.
Las transformaciones aceleradas de la cultura y la superabundancia de acontecimientos, el cambio de relación entre espacio y tiempo y los excesos han cambiado el hombre de la modernidad para el de la sobremodernidad, segunda modernidad, pos modernidad, modernidad tardía, o como queramos denominarla, individualizando sus referencias, transformándola en un ser individualista, excesivo. Los lazos con la sociedad fueron renegociados y el individuo se transformó en el enemigo de los ciudadanos, y a lo mejor ya no pueda más ser denominado un ser social. “El principio de combinación de la definición estratégica de la acción social no orientada por las normas sociales y la defensa, por parte de todos los actores sociales, de su especificidad cultural y psicológica puede encontrarse en el individuo, y ya no en las instituciones sociales o los principios universales” (3). La modernidad significa el fin de un mundo o una orden regida por Dios y la asunción de que los humanos se encuentran aquí por su propia cuenta. Así, lo que el hombre hace puede ser desecho, o sea, la Modernidad es la época de la historia que piensa sobre si misma históricamente.
Al igual que las relaciones humanas, los espacios públicos y privados también sufrieron los impactos provocados por la estructura social y económica moderna. El espacio proyectado por la técnica no es dado por gracia divina, es artificial y no natural, es racionalizado y no espontáneo, es global y no local. Poco a poco los espacios públicos tradicionales fueron remplazados por lugares que no permiten la domesticación del espacio, los llamados no lugares que “son tanto la instalaciones para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan refugiados del planeta” (4).
Los antiguos entornos donde anteriormente se desarrollaban las relaciones sociales se cambiaron para ser simplemente espacios exteriores. Fueron creados entornos urbanos no civiles y civilizados que se encuentran muy lejos del Ágora, escenarios donde el individuo puede elegir entre actuar con los extraños sin quitar su máscara o no relacionarse con nadie. Un sitio donde no se intercambian saberes, experiencias individuales o colectivas, donde el placer está en el consumo individual y no en el intercambio de vivencias. “El proceso de domesticación urbanística de los escenarios de la vida pública encuentra un complemento estratégico en la generalización de discursos políticos que, para intentar exorcizar las manifestaciones de lo inorgánico y los exudados visibles de la desigualdad social, hacen el elogio de los valores del civismo, una ideología que concibe la vida social como terreno de y para el consenso, en que ciudadanos libres e iguales acuerdan convivir amablemente cumpliendo un conjunto de preceptos abstractos de buena conducta” (5).
La evolución y el constante crecimiento de las metrópolis han transformado la geografía de las ciudades, aumentando la trama urbana y creando nuevos territorios. La población que salió del campo atraída por la seducción de las ofertas y mejores condiciones de vida necesitaba un lugar para vivir y así fueron organizados soportes artificiales para abrigar estos trabajadores y se creó los ideológicos territorios periféricos modernos. La densidad demográfica urbana mundial también ha aumentado, y así creció también la cantidad de residuos generados por los habitantes, otro gran problema del mundo actual.
El concepto de comunidad también ha cambiado en tiempos posmodernos. “Un concepto de comunidad definida por sus límites estrechamente vigilados y no por sus contenidos; la defensa de la comunidad traducida a la contratación de guardianes armados para custodiar la entrada; los merodeadores y vagabundos promovidos al rango de enemigos públicos número uno; el recorte de las áreas públicas de los enclaves defendibles de acceso colectivo; la separación y la no negociación de la vida en común y la criminalización de las diferencias residuales: éstas son las principales dimensiones de la evolución actual de la vida urbana” (6). O sea, una comunidad estructurada a partir de un verdadero sentimiento de comunidad, de un sentido de pertenencia y colectividad y sin intereses individualistas, no producida artificialmente por muros de urbanizaciones, pero sí con un entendimiento compartido por sus miembros, puede ser considerada una utopía en la sociedad actual. Las comunidades que todavía se mantienen son muy frágiles y poseen fronteras altamente permeables, debido a la movilidad física y de las comunicaciones, pues la marca de la vida moderna facilita el intercambio de informaciones y contactos.
La división de la sociedad en clases económicas produce los guetos, mayor expresión de la negación de la comunidad. Estos guetos se caracterizan por el confinamiento espacial y por la idea de cerramiento social, o sea, la construcción de una homogeneidad de los “de dentro” y la heterogeneidad de los “de fuera”. Los guetos pueden ser voluntarios, donde las personas eligen quedarse ahí, como en las urbanizaciones cerradas, o verdaderos, donde las personas no pueden salir, que es el caso de las favelas. Ambos son casi siempre “aislados” de la urbe y no caracterizan una comunidad, pues el primero aumenta el sentido de individualización y el segundo muchas veces crea un sentimiento de abatimiento por no poder conectarse con el mundo.
Por lo tanto la segunda fase de la modernidad es una versión privatizada e individualista de la primera modernidad. Hace un siglo y medio la sociedad se consideraba moderna, pero se encontraba estancada y resistente a los cambios ambicionados por muchos. El espíritu era moderno, pero para la verdadera emancipación del individuo, los lazos con la historia deberían ser rotos. Así se derretiría los sólidos y se disolvería todo aquello que persiste en el tiempo y que es indiferente al paso y a la movilidad, dificultando el fluir. Lo grande se ha perdido y lo liviano significa ahora mejora y progreso. “Si estas tendencias mezcladas se desarrollaran sin obstáculos, hombres y mujeres serían remodelados siguiendo la estructura del mol electrónico, esa orgullosa invención de los primeros años de la cibernética que fue aclamada como presagio de los años futuros: un enchufe portátil, moviéndose por todas las partes, buscando desesperadamente tomacorrientes donde conectarse” (7).
El progreso, así como tantos otros parámetros de la vida urbana, ha sido individualizado y desagrupado, está desreglado y privatizado. Hay una ausencia de un agente capaz de mover el mundo hacia delante. Ahora cada individuo controla su propio presente y tiene planos de vida separados en partes para ser ejecutados a corto plazo, pues lo que cuenta en el trabajo son las jugadas planeadas y sus efectos casi inmediatos para el consumo y los que ganan no son los más grandes y sí los más rápidos. Los individuos son ciudadanos del cosmos y los actores, solitarios o no, no pertenecen a nadie y a nada, están desubicados. “Se sitúa más allá del Estado, y cuenta ya con un mundo en el que la pertenecía mutua en comunidades sustanciales podría llegar a tener un final absoluto” (8).
Las multinacionales, empresas globales con intereses y lealtades dispersos y cambiantes, buscan un mundo ideal, sin muchos estados o con estados pequeños, donde puedan anular el poder de la fuerza colectiva. Buscan escapar de los vínculos y responsabilidades sociales y los dominados temen la posibilidad que los dominadores se marchen con su capital y fuente de renta. “El poder de la elite global se basa en su capacidad de eludir compromisos locales, y se supone que la globalización evita esas necesidades, dividiendo tareas y funciones de tal manera que sólo las autoridades locales deben hacerse cargo del rol de guardianes de la ley y el orden (locales)” (9).
La pos modernidad no sufre de ausencia de valores pero si de la dificultad de articular corrientes comunes que unan las diferencias entre los seres humanos. Los valores económicos como la efectividad, la eficiencia y la competitividad ofrecen un guía supuestamente infalible para nuestras elecciones, borrando todo aquello que ha hecho necesaria la elección e indispensable la obra colectiva. Como dice Bauman, nuestra época, la época del pluralismo cultural, opuesto a la pluralidad de culturas, no es un tiempo de nihilismo. Lo que hace la situación humana confusa y las elecciones difíciles no es la ausencia de valores o la pérdida de su autoridad, sino la multitud de valores, escasamente coordinados y débilmente vinculados a toda una discordante variedad de autoridades.
Así que el gran esfuerzo por acelerar la velocidad del movimiento ha llegado próximo a su límite natural, por eso muchos teóricos hablan del fin de la historia y empiezan a articular la intuición de un cambio radical en la cohabitación humana y en las condiciones sociales que restringen actualmente las políticas de vida. Las ciudades son el soporte principal de la vida humana en el siglo XXI y es sobre ella desde donde producimos los daños al medioambiente. Están enfermas y las enfermedades no son sólo ecológicas, sino también sociales y económicas, físicas y mentales. La creencia en el progreso ilimitado y en la fuerza del sistema capitalista viene agotando los recursos naturales y son los responsables por la eclosión de la crisis urbana de la cual formamos parte. El capitalismo global creó una economía que afecta profundamente a la economía y a la política de los países, ha destruido comunidades, ha profanado la vida convirtiendo “la biodiversidad en monocultivo, la ecología en ingeniería y la propia vida en mercancía” (10). Al contestar y cuestionar los pilares fundamentales de la sociedad moderna, la crisis ecológica del mundo globalizado es en las últimas décadas el reto más grande de la humanidad.
La búsqueda de la sostenibilidad
“Pero mientras los escenarios de la cultura se atarean positivamente en la nueva inestabilidad, saludan al caos y celebran las inconsecuencias, desde hace poco años, a partir de círculos ecológicos y ampliada por los económicos, se está imponiendo una discusión de nuevo cuño sobre el desarrollo sostenible” (11). Así que a mediados del siglo XX surgió el concepto de sostenibilidad, un concepto sistémico relacionado con los aspectos sociales, culturales, económicos y ambientales de la sociedad humana y ciudades. Se propone un medio de configuración de las actividades humanas donde la sociedad, sus miembros y su economía puedan satisfacer sus necesidades y expresar su potencial en el presente, preservando la biodiversidad y los ecosistemas naturales, planeando y actuando de forma eficiente para el mantenimiento de estos sistemas.
Se supone que para ser sostenible, una actuación deba atender a cuatro requisitos principales: ser ecológicamente correcta, económicamente viable, socialmente justa y culturalmente aceptable. Este concepto es un medio de configurar la civilización y las actividades humanas de tal forma que sus miembros y sus economías puedan rellenar sus necesidades presentes y por otro lado preservar la biodiversidad y el medioambiente natural, planeando y actuando de forma que alcance mayor eficiencia de sus ideales, con menores gastos naturales. Un concepto que al principio parece muy sencillo, pero que implica el envolvimiento de diversas disciplinas y principalmente de los seres humanos. “La clave se halla en lograr un estilo de vida responsable y un progreso y un desarrollo sostenibles en un contexto de libertad política y preocupación por el medioambiente” (12).
Hoy en día todos hablamos del “desarrollo sostenible”, principalmente después de la Agenda 21, que adoptó este término como lema para las actuaciones humanas del futuro. La simplicidad dada al concepto acabó por esconder su real ambigüedad y complejidad. Así que hoy existe el turismo sostenible, patrimonio sostenible, arquitectura sostenible, sostenibilidad empresarial, sostenibilidad en sistemas de producción (de cualquier cosa), materiales sostenibles, políticas sostenibles, etcétera. Para intentar verdaderamente conceptuar la sostenibilidad se debe, primeramente, olvidar la idea de crecimiento que tenemos y pensar que ella no será fruto del desarrollo económico aislado, sino de un conjunto de factores incluyendo también desarrollo social y ambiental, a través de cambios de mentalidades, conectando todos los aspectos y sus complejidades. Es una tarea difícil pues economía, medio ambiente y sociedad poseen demasiados tramos complejos y abstractos, haciendo el concepto aún más difícil de definir. Según Edgar Morin (13), desarrollo económico es un mito global de la industria del bienestar y del crecimiento económico. Es el motor necesario y suficiente de todos los desarrollos sociales, psíquicos y morales, pero ignora los problemas humanos de identidad, comunidad, solidaridad, cultura, siendo por lo tanto, subdesarrollado.
Empezamos a percibir, quizás a través de lo que más cerca nos molesta, el famoso “cambio climático” (14) que ya no si puede vivir como se vivió hasta hoy y es exactamente aquí donde encontramos las bases para promover la sostenibilidad. Estamos en una encrucijada y debemos elegir por cual camino seguir. Es cierto que si escogemos el rumbo equivocado, a lo mejor no podremos volver a empezar. Deberá haber una nueva y verdadera revolución política, económica, social y cultural, donde la estrategia está en modificar, reinventar y reconstruir, desarrollando nuevas prácticas y cambiando las relaciones sociales, orientando los objetivos de producción y respondiendo a la crisis ecológica. El proyecto moderno ha fallado y nuestras atenciones están centradas en la relación de interdependencia entre ser humano y naturaleza, tan abandonada en tiempos modernos.
“Las crisis no caen del cielo: no son producto de la voluntad de los dioses, de la necesidad histórica, del orden natural ni del ciego azar del destino” (15). La responsabilidad de la situación en que se encuentra hoy la humanidad y el planeta es del propio hombre. Las crisis resultan de la omisión y errores humanos, siendo resultados de acciones previstas o no, voluntarias o involuntarias pero lo cierto es que somos todos culpables por esto. “La Revolución Industrial no fue planificada, pero no por ello carece de razón de ser. En resumidas cuentas, fue una revolución económica, provocada por el deseo de adquisición de capital” (16). Nuestras ciudades empezarán a dar respuestas a las cuestiones medioambientales en cuanto los individuos se reconviertan en ciudadanos y los productores del espacio empiecen a considerar otros aspectos que no sean sólo económicos, sino, no veremos resultados positivos y los excesos cometidos desde el siglo XIX continuarán a ser percibidos. “Los individuos que recuperen sus habilidades y herramientas ciudadanas perdidas serán los únicos constructores que estén a la altura de la labor de levantar este puente en particular” (17).
La sostenibilidad debe ser aplicada en los innumerables escenarios donde actúan los diversos actores de la vida real, o sea, en todos los aspectos relacionados con la vida en la tierra, como en nuestra economía, nuestras culturas, nuestro medioambiente, este último comprendido aquí como el espacio en que vivimos y que afecta directamente el comportamiento de los seres vivos, como el clima, la iluminación, el aire, la alimentación, y tantas otras cosas más. Pero, antes de nada, hay que desarrollarnos como sociedad, más específicamente, como comunidades, como seres en conjunto, como comunidades de práctica. La clave de la sostenibilidad no está en leyes compulsorias, normativas, abusos de poder, imposiciones, pero sí en las transformaciones sociales, en el hombre como individuo y como ciudadano y en sus sistemas de organización y distribución social.
En un mundo de actitudes inmediatas y de resoluciones a corto plazo, es difícil pensar en las generaciones venideras o en el futuro del planeta. En una modernidad tardía donde se ha erradicado las memorias de largo plazo, las tradiciones milenarias y las experiencias acumuladas, sólo las soluciones inmediatas pueden ser imaginadas. Vivimos en un mundo ya globalizado, controlado por los medios de comunicación, somos una sociedad del consumo, de la talla única, del diseño tradicional.
“Este es el momento de plantear la necesidad de progresar hacia la fundación del futuro Estado-Mundo, como sustituto del actual sistema plural de Estados-Naciones” (18). El propio Bauman comenta que “un largo y tortuoso camino se expande entre el reconocimiento de las raíces de los problemas y su erradicación, y dar el primer paso no asegura que más adelante no se deba dar otros pasos” (19).
El modelo de globalización actual fue diseñado por el hombre y puede ser rediseñado perfectamente. El mundo líquido es mutante y lleno de posibilidades, por lo tanto las propuestas pueden ser cambiantes y tras llegar a una conclusión abierta y pasible de cambios sobre cómo tornar la sostenibilidad operativa, se cambiarán las bases para futuras intervenciones. La ciudad son el soporte principal de la vida humana en el siglo XXI, es el escenario de la ciudadanía y de las prácticas de las relaciones sociales, históricamente local de concentración del poder, donde sabemos que son controlados los flujos económicos, sociales y políticos, cuando tratada como un ecosistema puede ser la clave para práctica de la verdadera sostenibilidad. Si es en la ciudad donde el hombre habita, si es en la ciudad donde él vive y donde desarrolla sus relaciones y por lo tanto es donde están ubicados nuestros problemas actuales, es para ella que debemos buscar soluciones y proponer actuaciones. Si las ciudades están en crisis, si están enfermas, son ellas mismas las que deben ser tratadas. Pero no solamente deben ser remediados los síntomas, o sea, los problemas urbanos y ambientales. Es necesario buscar los orígenes de las molestias y medicarlos, así que el hombre también debe recibir su dosis del elixir para contribuir rumbo a un futuro común y pacífico. Para que el tratamiento empiece, el concepto de sostenibilidad necesita tornarse operativo pero, pese los avances en intentar definirlo, no nos dice nada, o dice poco, respecto de cómo podemos hacer nuestro planeta sostenible.
Los ecosistemas como laboratorio
Una hipótesis para lograr la sostenibilidad de nuestras ciudades puede ser encontrada si buscamos respuestas en la ecología. A través del campo de estudio de la ecología social, las interacciones entre la sociedad y el medio, relacionando fenómenos sociales con los ecológicos y revisando los conceptos de sociedad, podemos considerar los sistemas humanos como ecosistemas urbanos (20), concibiendo la ciudad como un conjunto de organismos interconectados y con cierto grado de autonomía, funcionando como soporte para los sistemas sociales y articulando el global y el local. Utilizando como laboratorio los ecosistemas (21), podemos encontrar en la ecología estas bases que necesitamos para promover una ecología social en nuestras ciudades y cambiar nuestros valores.
Encontramos en los sistemas y ecosistemas naturales las claves para tornar el concepto de sostenibilidad operativo en los ecosistemas urbanos, concientizándonos de que no necesitamos inventar comunidades urbanas sostenibles desde cero, pero si moldearlas de acuerdo con la naturaleza y las teorías de la ecología y obtener parámetros para la organización de comunidades humanas sostenibles. Según Capra (22), la teoría de los sistemas vivos facilita las bases conceptuales para la conexión entre las comunidades ecológicas y las comunidades sociales, pues ambas son sistemas vivos con los mismos sistemas de organización. Son redes cerradas pero abiertas a los flujos de energía y recursos, sus estructuras son determinadas por el historial de sus propios cambios estructurales y son sistemas inteligentes debido a las dimensiones cognitivas inherentes a los procesos de la vida.
La sociedad puede ser considerada como un sistema vivo, como redes vivas de comunicaciones e informaciones que establecen relaciones entre sí, formando significados y compartiendo creencias, valores y costumbres, siendo los individuos sus componentes. Los conceptos de ecología pueden ser adaptados para nuestras sociedades y, recientemente ha emergido un nuevo paradigma acerca de la ecología urbana (23) que, anteriormente, era tratada simplemente como una ciencia social que revisaba las interrelaciones entre personas y medio, le interesando la ciudad como forma específica de asociación y no como un sistema ecológico, o sea, las relaciones que los hombres desarrollan entre sí en el proceso de adaptación al medio y no las relaciones que los hombres establecen con la naturaleza y sus componentes sistémicos. La nueva concepción de ecología urbana analiza el marco urbano de los patrones y procesos del ecosistema modulados por fenómenos biogeofísicos y de los patrones de actividades humanas conducidos por los fenómenos socioeconómicos. Así que también las ciudades y aglomerados urbanos son ecosistemas complejos cuyo metabolismo debe ser tratado como intercambio de materia, energía e información entre el asentamiento urbano y su contexto medioambiental.
Los trazos básicos para la resolución por parte de los conflictos y disfunciones de las metrópolis, en el marco de la ecología urbana podrían ser los siguientes: se considera la ciudad como un ecosistema urbano y, en consecuencia, el diagnostico necesario para el planteamiento y la intervención posteriores habrían de acomodarse a los principios y reglas que dicta el funcionamiento del sistema urbano en la búsqueda intencionada de maximizar la entropía recuperada en forma de información (en otros términos, significa hacer más eficiente el sistema urbano) y minimizar la entropía proyectada al entorno, es decir, reducir la huella ecológica de la ciudad.
En cuanto al aspecto ambiental y natural, las ciudades deben conseguir sus recursos propios y mantener las demandas necesarias para su correcta manutención y desarrollo, conservando las existencias de los recursos no naturales y naturales para el beneficio futuro, prevaleciendo la lógica de los recursos reversibles sobre los irreversibles. En cuanto al aspecto social, primeramente debe aparecer una conciencia social, el ciudadano debe vencer la batalla contra el individuo de la segunda modernidad, haciéndose saber de la omnipresencia del peligro originado por sus acciones sobre la Tierra. Las redes de comunicaciones deben distribuir el poder entre sus componentes de manera que las normas de conducta faciliten la toma de decisiones en búsqueda de un futuro común, y que den vida a las relaciones, no perjudicando una comunidad en beneficio de otra. Las estructuras materiales e inmateriales y los procesos de comunicación generados deben intentar mantener aquellas culturas y signos que visen un comportamiento más sostenible del organismo, cambiando antiguos paradigmas que no caminen rumbo a un futuro en común con la naturaleza. Una comunidad sostenible vive en armonía y respeta su medioambiente, no le causa daños o a otras comunidades, ni prejuicios presentes o que puedan ser pasados para las generaciones futuras. La calidad de vida, comprendida por los valores abstractos y los intereses de las futuras generaciones deben ser más valorados que el crecimiento económico o el consumo inmediato. Para que la alfabetización ecológica pueda empezar, necesitamos superar nuestra separación de la naturaleza.
Rediseñar nuestras estructuras, tanto de nuestras tecnologías como de nuestras estructuras físicas y sociales consiste en dar forma a los flujos de energía y materiales para los propósitos humanos, pero estos propósitos deben estar conectados con los patrones y los flujos más amplios del mundo natural. Pasamos de la fase donde solamente se extrae cosas de la naturaleza para la etapa que se aprende con su sabiduría, fuente infinitamente superior a la ciencia y a la tecnología, ya que durante miles de años ha evolucionado para mantener la vida en la Tierra. Las ideas básicas del diseño ecológico – o ecodiseño – (24) determinan que el residuo de uno es igual al recurso del otro y que el desajuste entre ecología y economía ocurre porque la naturaleza es cíclica mientras los sistemas industriales son lineales.
A través de los conceptos de ecosistemas urbanos concebimos la ciudad como un conjunto de organismos interconectados y con cierto grado de autonomía, funcionando como soporte para los sistemas sociales y articulando el local y el global. Sabemos que una ciudad posee diversas escalas de hábitat, desde el micro, representada por las viviendas, hasta la macro, cuya planificación territorial más amplia, la ciudad como un todo, es la representante. La escala intermediaria sería la urbana, el lugar donde se desarrolla el cotidiano de los ciudadanos. La comprensión sistémica (25) del planeta determina la red como un patrón de organización de todos los seres vivos o sistemas vivientes, o sea, donde haya vida, habrá redes. Todos los sistemas vivos son redes de componentes menores y la trama de la vida es un todo estructurado en muchas capas de sistemas vivos apiñados dentro de otros, son tramas dentro de tramas, redes dentro de redes. Pensar en términos de relaciones, contextos, tramas, redes, patrones y procesos, nos permite formular principios de organización de las comunidades de práctica, que pueden ser identificados como los principios básicos de la ecología cruciales para el sostenimiento de la vida.
Por lo tanto, se considera la ciudad como un ecosistema abierto (26) desde el punto de vista material y energético y basándonos en las teorías sobre la ecología y los sistemas vivos, en la noción de autorregulación, redes y en los lazos de retroalimentación, pero principalmente en dos conceptos básicos, que es la idea de los ciclos, cooperación, participación y comunidades, formulamos otros criterios para desarrollar la práctica de sostenibilidad (desde el ámbito social, ecológico, económico, geográfico y cultural) en los sistemas humanos, logrando su operatividad con el surgimiento de las comunidades de práctica compuestas de ciudadanos ecoalfabetizados (27) y avanzando hacia el ecodiseño. Se hace necesario buscar factores de equilibrio entre la naturaleza y ciudad, entre tradición y progreso, entre procesos globales y locales, entre individuo y comunidad, elementos que forman parte de los sistemas sociales (humanos) y ambientales (naturales), sistemas vivos y que por lo tanto son atravesados por flujos de materia y energía. Cuanto más de estos criterios se aproximen al carácter cíclico y auto regulador de los procesos naturales, más sostenibles serán los procesos conducidos por el hombre. (28)
Por supuesto hay muchas diferencias entre los ecosistemas y las comunidades humanas, ya que en los primeros no hay percepciones, lenguajes, signos, conciencia ni tampoco cultura. Lo que debemos buscar en los ecosistemas en su manera de organizarse y evolucionarse, maximizar la sostenibilidad y comprender la sabiduría de la naturaleza, conocer los principios básicos de la ecología y de los ecosistemas y utilizarlos como directrices para construir comunidades humanas más sostenibles.
Ya se preguntaba Lewis Mumford en la década de los 60 “¿Desaparecerá la ciudad o el planeta entero se convertirá en una vasta colmena humana? (lo que también sería otro modo de desaparición). Las necesidades y los deseos que han movido a los hombres a vivir en ciudades ¿pueden recuperar, en un nivel aún más elevado, todo lo que Jerusalén, Atenas o Florencia otrora parecieron prometer? ¿Hay una opción viva a mitad de camino entre Necrópolis y Utopía, es decir, la posibilidad de edificar un tipo nuevo de ciudad que, liberada de contradicciones internas, positivamente enriquezca y promueva el desarrollo humano? (29)
comentarios de las fotos
foto 1 y 2
Tanto el metro (foto 1) como en centro comercial (foto 2) son ejemplos de los no lugares descritos por Augé, del espacio artificial proyectado por y para el hombre posmoderno, donde las relaciones son individualizadas y no colectivas en una búsqueda incesante por agilizar la vida. Ambas fotografías son de la ciudad de Budapest, igual que podrían ser de São Paulo, New York o Madrid.
foto 3 y 4
Las favelas y las infraviviendas son el resultado del urbanismo desigual provocado por el crecimiento sin frenos de las ciudades. Nuevos territorios periféricos - ni siempre (o casi nunca) adecuados con relación a su infraestructura urbana, aliados a una serie de problemas sociales, entre ellos la alta densidad demográfica y la baja renta familiar - surgen en las metrópolis del siglo XXI, ocasionando problemas no solamente de ámbito social, también ecológicos. En la foto 03 podemos ver como las chabolas son construidas sin ningún tipo de saneamiento o preocupación con la contaminación del río. En la foto 04, lo que se percibe es la ciudad formal al fondo, alejada de la ciudad marginal.
foto 5
Las llamadas “comunidades cerradas” (foto 05) son pequeñas urbanizaciones muy comunes en los países de Sudamérica, principalmente en Brasil. Muros altos y accesos protegidos por guardias de seguridad armados son algunas de sus características. No se relacionan con el exterior, están aislados completamente del entorno urbano, son pequeños mundos cerrados para los problemas externos. Pero también se hace lo contrario, se cierran comunidades pobres y consideradas peligrosas para mantenerlas controladas y separadas, como es el caso de la foto 06, en la ciudad de Pelotas/Brasil. Ahí podemos ver como una comunidad entera es “murada”, dejando a los habitantes apenas una salida, ampliando la segregación física, pero principalmente social, entre los de “dentro” y los de “fuera”.
foto 6
La creencia en el progreso ilimitado y en un crecimiento sin freno viene causando daños, principalmente ecológicos, a nuestro planeta. La foto ilustra la convivencia entre las fuentes de energías alternativas (en este caso la energía eólica) con la contaminación del aire a través de gases tóxicos. Aunque ya existan opciones para desarrollarse de forma sostenible, el hombre postmoderno sigue caminando muy despacio.
foto 7
Los sistemas urbanos pueden ser relacionados con los ecosistemas de la naturaleza, concibiendo la ciudad como un conjunto de organismos interconectados y con cierto grado de autonomía, funcionando como soporte para los sistemas sociales y articulando el global y el local.
notas
1
La Revolución Industrial es el período histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, donde primeramente Inglaterra y posteriormente la Europa continental empezaron a sufrir un conjunto de transformaciones principalmente económicas (y por supuesto sociales, tecnológicas y culturales) provocadas por el deseo de adquisición de capital, a través de la mecanización e industrialización de los trabajos manuales, el desarrollo de los procesos del hierro, la expansión del comercio y del capitalismo y del surgimiento del ferrocarril y de la máquina de vapor. MCDONOUGH, Willian; Braungart, Michael. Cradle to Cradle. Rediseñando la forma en que hacemos las cosas. Madrid, McGraw-Hill/Interamericana de España SAL, 2005.
2
EDUARDS, Brian; colaboración Paul Hyett. Guía básica de la sostenibilidad. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2004, p. 53.
3
BAUMAN, Zygmunt. La cultura como praxis. Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica S.A., 2002, p. 27.
4
AUGÉ, Marc. Los “no lugares” Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, Gedisa Editorial, 1994, p. 41.
5
DELGADO, Manuel. Sociedades Movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles. Barcelona, Editorial Anagrama, 2007, p. 17.
6 BAUMAN, Zygmunt. Op. cit., p. 102.
7
Idem, 20.
8
SLOTERDJK, Peter. En el mismo barco. Ensayo sobre la hiper política. Madrid, Ediciones Siruela, 2002, p. 63.
9
BAUMAN, Zygmunt. Op. cit., p. 199.
10
CAPRA, Fritjof. Las conexiones ocultas. Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo. Barcelona. Editorial Anagrama, 2003, p. 264.
11 SLOTERDIJK, Peter. Op. cit., p. 101.
12
EDUARDS, Brian . Op. cit., p. 15.
13
MORIN, Edgar; CERN, Anne Brigitte. Tierra Patria. Editorial Kairós, Barcelona, 1993.
14
Según el Glosario de Términos del IPCC (Intergovernamental Panel on Climate Change) cambio climático es una “importante variación estadística en el estado medio del clima o en su variabilidad, que persiste durante un período prolongado (normalmente decenios o incluso más) (…) un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”. Disponible en <http://www.ipcc.ch/pdf/glossary/tar-ipcc-terms-sp.pdf> 7/12/09.
15
CALVO, Enrique Gil. Futuro incierto. Barcelona, Editorial Anagrama, 1993, p. 50.
16
MCDONOUGH, Willian; Braungart, Michael. Op. cit., p. 19.
17
BAUMAN, Zygmunt. Op. cit., 2002, p. 46.
18
CALVO, Enrique Gil. Op. cit., p. 114.
19
Entrevista a Zygmunt Bauman por Glenda Vieites. Traducción: Mariana Elizeche. Disponible en: <http://www.elinterpretador.net22EntrevistaZygmuntBauman.html> 7/12/09.
20
RUEDA, Salvador. Metabolismo y complejidad del sistema urbano a la luz de la ecología, 1997. Disponible en <http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a008.html> 7/12/09.
21
Para Margalef, un ecosistema “se trata de sistemas formados por individuos de muchas especies, en el seno de ambientes de característica definibles, e implicados en un proceso dinámico e incesante de interacción, ajuste y regulación, expresable bien como intercambio de materia y energía, bien como una consecuencia de nacimientos y de muertes, y uno de cuyos resultados es la evolución a nivel de las especies y la sucesión en el sistema entero. Un sistema de este tipo, es decir formado por organismos vivos, un retazo cualquiera de la biosfera, es un ecosistema. La palabra ecosistema no se usa en el sentido de unidad concreta, sino de nivel de organización.” Margaleff, Ramón. Ecología. Barcelona, Ediciones Omega, 1977.
22
CAPRA, Fritjof. A teia da vida: uma nova compreensão científica dos seres vivos. São Paulo, Editora Pensamento-Cultrix. 1997.
23
BETTINI, Virginio. Elementos de Ecología Urbana. Madrid, Editorial Trotta, 1998.
24
CAPRA, Fritjof. Op. cit., 2003, p. 295; EDUARDS, Brian. Op. cit.; MCDONOUGH, Willian; Braungart, Michael. Op. cit.
25
El pensamiento sistémico causó una revolución en la historia del pensamiento occidental, antes cartesiano y analítico, al constatar que en todo el sistema complejo el comportamiento es comprendido por las propiedades de sus partes. Cuando un sistema es dividido en elementos aislados, físicamente o teóricamente, sus propiedades son destruidas. Podemos dividir cualquier sistema en partes individuales pero estas partes no están aisladas y la naturaleza del conjunto es siempre diferente de la simple suma de sus partes. El gran impacto surgió cuando empezaron a surgir teorías que hablaban que nada podría ser analizado sin analizarse un contexto del todo. Mientras el pensamiento analítico aísla una determinada cosa para conocerla, el pensamiento sistémico la ve dentro de un ambiente más amplio. O’CONNOR, Joseph; DERMOTT, Ian. Introducción al Pensamiento Sistémico. Barcelona, Urano, 1998. MORIN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Editorial Gedisa, 1995.
26
Los ecosistemas son considerados sistemas abiertos porque necesitan de suficiente energía proveniente del exterior para el mantenimiento de su estructura, evitando su degradación o desorden en su organización que podrían llevarlo a la muerte. Además, el intercambio con el exterior permite que el sistema se reproduzca, se transforme y evolucione. Tan importante como el propio sistema es el medio, ya que ambos son parte de un sistema aún más amplio y la transacción sistema-medio y medio-sistema es el fenómeno más importante, ya que esta relación no es una sencilla dependencia, sino que es constitutiva del sistema. (RUEDA, Salvador. Op. cit.)
27
Es cierta la necesidad de un proceso educativo ambiental fomentador de una discusión pública sobre los problemas sociales, ambientales e incluso económicos que vivimos hoy, un debate donde se configure como herramientas de movilización y organización política de la población frente a los peligros que amenazan la presente vida en la Tierra y las posibilidades de vidas futuras. La característica reflexiva de la modernidad puede ser el camino para la discusión y la propuesta de una mejor educación que responda a las necesidades de una sociedad a construir.
28
En 1969 James Lovelock concibió la idea de que todo el planeta es un sistema vivo y auto organizador. Creó la Teoría de Gaia, a través de la cual ha identificado que la característica más general de la vida es la de que los seres vivos extraen energía y materia del Planeta Tierra a través del sistema abierto y alejado del equilibrio que existe en la atmosfera, y desecha los productos residuales. La Teoría de Gaya no consideraba la Tierra como un planeta muerto, hecho de rochas, océanos y atmosfera y habitado por seres vivos, sino como un sistema con una estrecha conexión entre las partes vivas (plantas, microorganismos y animales) y las no vivas, abarcando todo tipo de vida y con todo su medioambiente formando una rede auto reguladora que creaba las condiciones para su propia existencia. Lovelock analizaba la vida de forma sistémica, reuniendo disciplinas cuyos profesionales no estaban acostumbrados a relacionarse entre sí. MACY, Joanna; BROWN, Molly Young. Nossa vida como Gaia: práticas para reconectar nossas vidas e nosso mundo. São Paulo, Editora Gaia, 2004. CAPRA, Fritjof. Op. cit., 1997.
29
MUMFORD, Lewis. La Ciudad en la Historia. Buenos Aires, Ediciones Infinito, p. 9.
sobre la autora
Glenda Dimuro Peter es arquitecta y urbanista por la Univesidade Católica de Pelotas/RS. Experta en Conservación de Patrimonio en Centros Urbanos por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul y Master en Ciudad y Arquitectura Sostenibles por la Universidad de Sevilla/España. Actualmente hace parte del Programa de Doctorado en Arquitectura de la Universidad de Sevilla/España