En el presente ensayo pretendemos discutir una herramienta metodológica que se aplica al estudio de sistemas urbano/ ambientales de alta complejidad. Se postula que los patrones son una herramienta útil en los procesos de diagnóstico, construcción de escenarios y elaboración de proyectos que pueden modificar la realidad de modo superador.
Objetivo general es establecer la validez metodológica de los patrones como herramienta para comprender y proyectar en sistemas urbano ambientales de alta complejidad, como las Regiones Metropolitanas de América Latina.
Discusión
Sobre la relevancia de los patrones
La palabra patrón, aplicada al contexto de la arquitectura y el urbanismo, deviene del término inglés pattern concebido por el Arquitecto Christopher Alexander, en su libro “Un Lenguaje de Patrones de 1.977. La tesis básica sostenida es que es posible formular patrones para solucionar problemas arquitectónicos y espaciales concretos.
El concepto, por tanto, es relacionable con el de “tipo”, originado en la escuela crítica italiana (1). Los italianos recuperaron un concepto de la arquitectura académica francesa, originalmente formulado por Quatremere de Quincy. Este autor desarrollo una oposición del concepto de “tipo”, frente al concepto de “modelo”. Mientras el concepto de modelo remite a algo que es copiado en todos sus detalles, el del tipo, refiere a un conjunto homogéneo de relaciones entre las partes que puede ser identificado en todos los ejemplos (construidos o proyectados).
Estas relaciones permanecen estables en todos los ejemplos del mismo tipo, apesar del hecho que cada edificio (o proyecto) individual puede ser muy diferente a todos los otros edificios que pertenecen al mismo tipo.
Por ejemplo: la reconstrucción del pabellón de Barcelona de Mies Van der Rohe, se apoya en el concepto de “modelo”. El original es reproducido de la forma más fiel posible. El tipo “pabellón moderno”, sin embargo, ha sido reelaborado centenas de veces en todo el mundo, produciendo resultados estéticos y espaciales únicos en cada vez, a pesar de mantener una serie de relaciones espaciales, constructivas, estéticas entre sus partes, que se mantienen constantes.
Vemos entonces que ambos conceptos remiten a una idea común: es posible formular un conjunto de relaciones entre las partes de un proyecto arquitectónico o urbanístico, que se mantienen estables, y que pueden ser aplicadas como referencia en casos análogos. La diferencia entre ambos, se podría decir que refiere al énfasis cronológico y en las filiaciones epistemológicas.
El estudio de tipos es siempre el rescate de ejemplos de la historia de la arquitectura, lo que resulta característico de la mentalidad propia de la escuela italiana, asociada al estructuralismo de Lévi Strauss. El tipo es considerado una categoría propia del estudio, la crítica y el proyecto de arquitectura.
El estudio de los patrones, tal como es descripto por Alexander, por otra parte, se realiza a partir de la observación de la ciudad contemporánea tal como nos es dada. Se pretende reconocer las virtudes de aquellos edificios y sitios urbanos que “están vivos”. Al referirse a lugares “vivos”, Alexander apunta a aquellos edificios y sitios urbanos que estimulan el uso y la apropiación por parte de sus habitantes, potenciando su desarrollo pleno.
Los edificios "vivos" son usados de modo constante y espontáneo, aún cuando la gente no está obligada a permanecer en ellos. Esto es lo que nos permite distinguir entre una bella plaza y una estación de metro saturada de pasajeros, que queda prácticamente desierta fuera de las horas pico.
Otra característica de los edificios y sitios urbanos "vivos" es que tienden a durar en el tiempo. En sentido opuesto, los edificios "muertos" tienden a generar conflicto y entropía. Una ladera sin cubierta vegetal se erosiona y degrada rápidamente; el valle de un rio ocupado por el crecimiento de la ciudad está sujeto a inundaciones y degradación urbana y ambiental. Podemos ver que estos ejemplos tienen en sí mismos características que llevan al deterioro y la disolución.
Aún cuando Alexander no usa la palabra "sustentable" queda claro que los edificios vivos, caracterizados por buenos patrones, tienden a la estabilidad y a la baja entropía. Lo que el autor si expresa de modo explícito, es que los patrones que caracterizan y definen un buen ejemplo de arquitectura o urbanismo pueden ser entendidos y reproducidos.
Por qué recoger estos conceptos? Cuál sería su utilidad práctica frente al diseño de la ciudad contemporánea? Específicamente, cuál sería su utilidad frente a la realidad tan abrumadora de las Regiones Metropolitanas de América Latina? Tenemos algunas intuiciones en este sentido, que explicitaremos a continuación. Nos servirán como mojones en el ejercicio de construir pensamiento nuevo.
La primera hipótesis es que los patrones ambientales son una herramienta poderosa para entender la dinámica de los procesos de crecimiento urbano, con sus externalidades positivas (desarrollo económico, vida cultural, mayor densidad de oportunidades) y negativas (congestión, contaminación, violencia, pobreza). A primera vista, una realidad como la de São Paulo, México DF, Buenos Aires o Asunción, se presenta tan cacofónica para nuestros sentidos y nuestra inteligencia que parece imposible de asimilar. Una realidad como esta produce solo frustración e impotencia, ya que los problemas que aquello que no se comprende es irresoluble.
Esta imposibilidad de entender, contribuye a la construcción de un mito, o si se prefiere, a una elaboración ideológica: El mito de que la realidad de las Regiones Metropolitanas de América Latina (la de cualquier ciudad) es incontrolable. El mito que afirma que la partida está perdida, que nada puede ser hecho. O por lo menos, nada puede ser hecho desde el colectivo.
La opción que resta es trabajar, ganar dinero y conseguirse un espacio en las regiones de la ciudad con mejores condiciones de vida y dotadas de más infraestructura. El nihilismo genera un vacío conceptual que justifica que “lo único que se puede hacer es lo que ya se hace”. La ciudad, fruto de un devenir histórico, de decisiones y de un balance de relaciones de poder, se convierte entonces en una realidad dada e inmutable cuya única justificación es que “las cosas siempre han sido así”.
Esto, por supuesto, es una falacia, que no resiste a un análisis histórico medianamente serio. Tomemos por ejemplo a la megalópolis brasileña por excelencia: São Paulo. Hace menos de doscientos años (unas cuatro generaciones humanas) las aguas del Tieté estaban muy lejos de ser la cloaca a cielo abierto que son hoy. El Rio Pinheiros corria en la dirección contraria a la que corre actualmente, y los inmensos espejos de agua de la Represa Billings y la Represa Guarapiranga - para bien o para mal - no existían.
Por lo tanto, es posible usar los patrones ambientales como herramienta para comprender como llegamos a la situación presente en la Región Metropolitana de São Paulo, o en otras regiones metropolitanas de América Latina. Estudiando la evolución de los patrones de ocupación del territorio, es posible comprender las fuerzas que moldearon la realidad en la que vivimos hoy. Esto puede ayudar a percibir la ciudad como un producto de la historia y de decisiones humanas.
La problemática de las favelas, y de los loteamientos informales, a pesar de presentarse nuevamente como caótica y desorganizada a los sentidos, obedece a principios que se reiteran. Estos principios de organización pueden parecernos irracionales, pero eso no invalida el hecho de que existan. Reconocer estos principios organizativos es un mecanismo poderoso para proponer alternativas.
Finalmente, existe una tercera hipótesis: es posible aportar a la construcción colectiva de patrones – respuesta. Creemos que si un problema específico (las favelas, por ejemplo) obedece a lógicas reiterativas, es razonable creer que principios arquitectónicos de intervención pueden ser elaborados, y que estos principios, estos patrones, permanecerán válidos para todos los diversos ejemplos que comparten características comunes.
En defensa del proyecto.
La planificación tecnocrática, típica de los años 60-70, con sus pretensiones iluministas de comprender todo y resolver todo vía la aplicación racional del conocimiento científico ha sido profusamente criticada por las más diversas corrientes del pensamiento contemporáneo.
En el caso específico del pensamiento urbanístico en Brasil, por ejemplo, diversos autores (Maricato, Villaça, Rolnik, etc.) han elaborado inclusive la hipótesis de que estos planes tecnocráticos, desvinculados de marcos concretos de implantación (planes sin plazos, sin fuentes de financiamiento, ni marcos legales, etc.), eran parte de una construcción ideológica.
En su texto “Uma contribuição para o estudo do urbanismo no Brasil”, Villaça muestra como los planes de la década de 1960 y 70, eran elaborados sin ningún vínculo con las realidades locales, sin considerar las limitaciones presupuestarias y de gestión de las administraciones municipales.
Por lo tanto, esos planes tecnocráticos parecían ser hechos simplemente para enmascarar que otros proyectos, como las mega-obras de infraestructura, eran siempre concentradas en los sectores nobles de la ciudad.
Esos proyectos son la verdadera agenda de la ciudad, aún cuando no figuren en ningún plan general. Esta agenda es controlada por los especuladores inmobiliarios, grandes empresas constructoras, y otros sectores hegemónicos, normalmente conectados con los gobiernos de turno a través de relaciones arcaicas y corruptas.
De este modo - afirman los autores - los proyectos impulsados por aquellos que controlan la agenda real de la ciudad son implantados, aún cuando muchas veces sus propuestas no figuren en ningún plan formal. Las ciudades brasileras - expone Villaça - tienen proyectos implantados sin ningún plan, y planes formales sin ningún proyecto construido. Este raciocinio puede ser transferido a la mayoría de los países en América Latina.
Villaça, y las referidas Rolnik y Maricato, entre otros, sostienen a partir de estas reflexiones que el punto central de los proyectos urbanos comprometidos con la población y el ambiente no debe pasar por la discusión del cómo hacer las cosas, - lo que era extensamente detallado en los cientos de páginas de los planes tecnocráticos - sino en garantizar el acceso y el control político de los recursos económicos necesarios.
Este sería el camino para acceder a la tierra y a las condiciones de infraestructura mínimas y necesarias para una vida digna, reduciendo así las vergonzosas condiciones de inequidad que enfrenta gran parte de la población urbana en el Brasil y en América Latina.
Las luchas centrales – concluyen estos autores- deben referirse al diseño de herramientas de gestión de lo urbano (léase: herramientas como el presupuesto participativo desarrollado inicialmente en Porto Alegre y otros municipios de la próspera región Sudeste del Brasil, leyes Federales, como el Estatuto da Cidade, que han brindado a las administraciones municipales numerosas herramientas para recuperar plusvalías, conseguir tierras para vivienda de interés social, etc.).
Compartimos profundamente la validez de la crítica que estos urbanistas brasileños hacen a la planificación tecnocrática. Estamos totalmente de acuerdo con el concepto de que el urbanismo no puede ocuparse de toda la vida urbana – pretensión típicamente iluminista – sino concentrar recursos en aquellas variables clave que tengan efectos sistémicos positivos en el conjunto de la ciudad. Adscribimos también a la idea de que un plan que no tiene fuentes de financiamiento, plazos de implantación, y legitimación política, carece de sentido.
Por último, concordamos con la idea de que demasiadas veces la planificación ha sido usada no como un orientador de las políticas urbanas y ambientales, sino como un juego cínico que sirve para enmascarar las verdaderas prioridades de los sectores hegemónicos.
Desde este punto de vista, el propio tema que es objeto de este ensayo – los patrones como herramienta de un proyecto ambientalmente sustentable para la periferia, con sus características espaciales y relacionales concretas – parecen irrelevantes. No sería la búsqueda de patrones, de alternativas de diseño, simplemente contribuir al juego cínico? Llenar más papel de buenas intenciones que no serán aplicadas?
Creemos que no. En este ensayo se afirma que el proyecto aún es una tarea altamente relevante y necesaria en sí misma.
La crítica tan válida que hemos descrito, elaborada por la escuela brasilera del urbanismo contemporáneo (el urbanismo post – Brasilia), se apoya conceptualmente en herramientas de análisis marxista.
Para esta escuela, el punto central a ser analizado es como la ciudad en sí, a través de los procesos especulativos se constituye en un mecanismo de producción y reproducción desigual de la riqueza. La genealogía intelectual es clara y remite a los estudios seminales de Marx y Engels sobre la el valor de uso y de cambio de la tierra, pasando por otros autores de la escuela sociológica como Lefebvre, o de la geografía contemporánea como David Harvey, o Milton Santos.
Creemos que en esta filiación epistemológica, que tanta potencia brinda para desentrañar el verdadero sentido de la crisis urbana y ambiental permanente que viven nuestras ciudades, podemos encontrar también su punto débil.
Todo pensamiento marxista tiene en sí, aunque sea de modo implícito, una cierta teleología. Existe una tendencia a creer que en la medida en que el control político de los medios de producción y reproducción del capital se democraticen se llegará automáticamente a una sociedad más harmoniosa.
Si aplicamos el postulado a la ciudad, podría formularse de este modo: en cuanto se consiga el control político de los recursos presupuestarios y la discusión de las prioridades se haga de modo transparente, se conseguirá una mejor ciudad.
Y es este, el punto con el cual no estamos de acuerdo, pues la realidad no se compadece de ese concepto. Consideramos que la democratización de los recursos (presupuesto, infraestructura, la propia tierra) y la discusión abierta y transparente acerca de cuáles son los proyectos prioritarios para la ciudad son condiciones necesarias, pero no suficientes para una ciudad de calidad.
Otro respetado autor del urbanismo brasilero, Nabil Bonduki, en su libro “Origens da habitação social no Brasil” nos recuerda que desde el año 1.964, el Estado financió en Brasil cerca de cinco millones de unidades habitacionales que podrían albergar a veinticinco millones de personas. Si se hubiesen implantado proyectos de calidad - afirma Bonduki, - porciones significativas de muchas ciudades Brasileras presentarían cualidades altamente positivas. Sin embargo, - afirma el autor - casi siempre se impusieron proyectos de mala calidad, monótonos y desvinculados del medio físico y de la propia trama de la ciudad.
Hemos tenido la oportunidad de conocer personalmente algunos de los conjuntos creados con este financiamiento y en general confirman las peores críticas a los proyectos masificados de vivienda social. Barrios pensados como unidades que surgen a partir de la simple suma no articulada de casas en torres que se repiten indefinidamente.
Otro ejemplo de un patrón de intervención que se reitera con proyectos de mala calidad refiere a la opción usualmente seguida en la Región Metropolitana de São Paulo para ocupar los valles de cursos de agua urbanos. Desde hace casi un siglo, y comenzando con el proceso de rectificación del rio Tieté propuesto por el Ing. Ulhoa Cintra, este patrón se repite una y otra vez. En toda la ciudad los cursos de agua son confinados en canales de concreto rectificados y las márgenes son ocupadas por autopistas y edificios.
Hoy día es conocimiento común dentro de la ingeniería hidráulica que utilizar únicamente el aumento del caudal de las aguas vía canalización no es un medio adecuado para resolver las inundaciones. Sabemos que esto simplemente transfiere el problema de las tierras altas, a puntos más bajos de la cuenca, donde normalmente la situación empeora. Y sin embargo, seguimos repitiendo la respuesta equivocada.
Lo que queremos resaltar con esto es que la existencia de recursos y mecanismos políticos de gestión, no garantiza la calidad del proyecto. Esto puede parecer una obviedad, pero se hace necesario recuperar el concepto. De lo contrario, corremos el riesgo que el fruto de tantos años de lucha para conquistar herramientas progresistas de administración pública, sirvan para empeorar la realidad urbana y ambiental vía implantación acrítica de patrones inadecuados.
El Brasil ha avanzado enormemente en la construcción de mecanismos más justos de gestión del suelo y la infraestructura urbana. Constituye un punto de consenso entre técnicos del área de urbanismo en todo el mundo que el orçamento participativo y el Estatuto da Cidade son aportes extraordinarios para una ciudad más justa, y más bella, pero no consideramos que sean suficientes. El proyecto, la búsqueda de una concepción holística de cómo intervenir, sigue teniendo un sentido y un valor profundos.
Este ensayo entonces, puede ser leído también como una defensa del proyecto. Una defensa profunda, vinculada a la convicción de que existe un sentido existencial en el proyecto. Proyectar es soñar con la posibilidad de la una realidad mejor que la que hemos recibido en el devenir histórico.
Es dentro de esta profunda convicción sobre el valor del proyecto donde se debe ubicar la búsqueda de este ensayo. Si el proyecto sigue siendo una herramienta válida y fundamental en la construcción de un futuro posible, la discusión acerca de como intervenir en la complejidad se hace radicalmente importante. Y es aquí donde los patrones ambientales pueden brindar una contribución fundamental.
Un intento de conclusión: en defensa de la belleza
Siguiendo estos pensamientos, se debe estacar un punto importante. La búsqueda de la buena ciudad, apoyada metodológicamente en los patrones como herramienta de diagnóstico, evaluación de tendencias y proyecto, es también una búsqueda legítima de la belleza. Una belleza profunda que surge naturalmente de un patrón ambiental bien implantado.
Por ejemplo, en la ciudad de Santos, los canales son simultáneamente un sistema de drenaje pluvial, un boulevard y estructuradores de la malla urbana y viaria. La belleza de esos canales no es algo que se aplicó posteriormente como una cuestión puramente estética.
Si somos capaces de comprender las características de esas ciudades, lo que funciona en sus estructuras, lo que las hace estar “vivas”, es posible que podamos enriquecer nuestros proyectos (y nuestras ciudades, y nuestras vidas), con lo que hayamos sabido aprender y ver.
La belleza en los ejemplos que hemos citado, es consustancial con el ejercicio de los cometidos prácticos. Como ocurre en una flor, o una fruta, o quizá, en una catedral.
Ahora bien, hablar de búsqueda de belleza en un entorno como la periferia de las ciudades Latinoamericanas puede parecer ingenuo, o incluso ridículo. Más de un serio moralista dirá que hay cosas más urgentes de qué ocuparse. Pero no creo que tengan razón.
En lo profundo de nuestro ser existe una necesidad de belleza que no es cosmética o superficial. Una necesidad tan válida o intensa, como la de tener agua potable y cloacas, y de vivir en un área a salvo de inundaciones y derrumbes.
Este ensayo entonces, puede ser leído también como una defensa de la belleza. De la belleza profunda de una ciudad con buena forma. De la belleza profunda de los paisajes que cumplen sus funciones sabiamente, propiciando una convivencia harmoniosa de las personas entre sí, y de las personas con el medio. Hacemos esta defensa, desde la convicción que una parte fundamental de nuestros esfuerzos sobre lo urbano deben ser hechos para obtener tal belleza.
notas
1
En el ensayo “Sobre la Tipología en Arquitectura” de Giulio Carlo Argan podemos leer que:
“Quatremere de Quincy hizo una definición precisa del “tipo” arquitectónico en su diccionario histórico. La palabra “tipo”, dice él, indica menos la imagen de alguna cosa a ser copiada o imitada con perfección, que la idea de un elemento que debe servir de regla al modelo…El modelo, entendido como parte integrante de la validación práctica de un arte, es un objeto a ser imitado por lo que es; el tipo, por otro lado, es una cosa en relación a la cual, personas diferentes pueden imaginar obras que no tienen una semejanza obvia entre sí. Todo es perfecto y bien definido en el modelo; en el “tipo” todo es más o menos vago. Por tanto no existe nada en la imitación de “tipos” que desafíe la influencia del sentimiento y de la inteligencia (…)”
“Sobre la Tipología en Arquitectura”,Giulio Carlo Argan. Publicado en Nesbitt, Kate (org.).Una Nueva Agenda para la Arquitectura: antología Teórica 1965–1995. São Paulo:Cosac Naify,2006, p. 268. Traducción propia al español.
Juan Carlos Cristaldo
Arquitecto por la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay (2004), Máster en Desarrollo Sustentable desarrollada por la Universidad Nacional de Lanús (Ar), y el Foro latinoamericano de Ciencias Ambientales (2009). Becario de la Fundación Carolina y alumno de la Maestría en Desarrollo Urbano y Territorial de la Universitat Politecnica de Catalunya (Es). Ha revalidado su diploma de grado ante la UNESP en el año 2010. Participó en proyectos urbanísticos y de producción de viviendas de interés social en Paraguay y Brasil, y colabora actualmente en la cátedra de Diseño Urbano del Taller E en la Universidad Nacional de Asunción. Es Director del Departamento de Investigaciones de la FADA UNA.